MORTALIDAD, PATERNIDAD Y EL EXISTENCIALISMO ÉPICO DE PIXAR
“TE VAS A MORIR”, me dijo tranquilamente mi hijo de tres años, sin apenas levantar la vista de su cena. “Te vas a morir y...”, señaló con el tenedor a su madre, “tú también”. Le miramos mientras se esforzaba en comer su ensalada. “Y yo...”, añadió por último, hablando con la boca llena, “también voy a morir. Y también el bebé. Todo el mundo va a morir... y entonces no quedará nadie”. Masticó, tragó y bebió agua.
Echando la vista atrás, es difícil determinar exactamente cuándo nuestro hijo empezó a interesarse por la inevitable desaparición de todas las personas que conoce y quiere. Después de todo, ha sido un gran año para la muerte. Por encima del muro del jardín trasero, nuestros vecinos comparten las estadísticas diarias de mortalidad o los últimos efectos secundarios de las vacunas. Incluso cuando hablamos con ellos sobre el tiempo, suele ser en el contexto de cómo afectará a la propagación de partículas en suspensión en el aire.
Y si digo que el primer amigo imaginario de mi hijo fue un palo llamado Coronavirus, pueden ver hasta dónde ha llegado. En medio del parque, sostenía a su amigo en alto y gritaba: “¡Tengo el coronavirus!”, lo que también tuvo el útil efecto de mantener a otras familias a una distancia segura. Sin embargo, estas no son las únicas razones por las que se ha vuelto morboso. También podemos rastrear su interés por la muerte hasta una tarde concreta en la que finalmente le dejamos ver su primer largometraje.
Hasta ese momento, habíamos conseguido limitarle a un puñado de vídeos de YouTube, pero, a medida que continuaban los confinamientos, sabíamos que necesitábamos distracciones más importantes, tiempos de ejecución más largos. Necesitábamos finales más felices. Necesitábamos Disney+.
Al principio, por supuesto, nos dijimos que no le dejaríamos ver cualquier cosa. Habíamos visto, de primera mano, el devastador impacto que estaba teniendo en
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