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Yo sólo soy un hombre que te desea. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No3
Yo sólo soy un hombre que te desea. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No3
Yo sólo soy un hombre que te desea. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No3
Libro electrónico98 páginas48 minutos

Yo sólo soy un hombre que te desea. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No3

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Este volumen incluye los siguientes relatos eróticos de temática gay del escritor Marcos Sanz:

Masaje completo
A un tipo hetero su cuñado, también hetero, le recomienda un masajista que "lo dejará como nuevo". Lo nuevo realmente serán las cosas que le hará el masajista...

A ciegas
Un hombre lleva más de cinco años acostándose en una caravana con un tío al que jamás ha visto la cara ni escuchado la voz. Para poder seguir con él es imprescindible que lo sigan haciendo a ciegas, porque su amante no quiere revelarle su identidad. Pero esta noche la verdad saldrá a la luz.

Loser
Luis es un perdedor. Está arruinado, le gusta demasiado el juego y la bebida y pronto él y su familia perderán su hogar si algo no cambia. Su amigo Samuel le ofrece algo de dinero por hacer algunos trabajitos para él. Lo que Luis no se imagina es que pronto cambiará la naturaleza de esos trabajitos.

Fue una noche después de un concierto
Dos chavales con novia. Van los cuatro de concierto, lo pasan bien. A las doce tienen que dejar a una de las chicas en casa y la otra se queda a dormir con su amiga. Los chicos se quedan solos y se van a beber y a fumar a la playa. Lo que pasa después... Quizá te haya ocurrido a ti.

Yo sólo soy un hombre que te desea
Mi profe de Ciencias Sociales en la Universidad decidió saltarse a la torera los convencionalismos en las relaciones sexual erótico afectivas entre profe y alumno cuando se coló de mí como un p... adolescente.

Desfase en el castillo
Nuestro protagonista sufre una extraña enfermedad. Cuando se excita demasiado su subconsciente crea mundos paralelos con la misma consistencia que el real. Cuando su mejor amigo descubre en su ordenador unas fotos explícitas y está a punto de ocurrir algo entre ambos, un remolino los arrastra a un extraño lugar donde los hombres no necesitan ningún descanso tras el sexo y siempre están preparados para el próximo ataque.

Acerca de la "Serie Marco Azul" de Marcos Sanz: Puedes encontrar los relatos de Marcos Sanz en varias colecciones y recopilaciones, por lo que no siempre es sencillo saber qué ebooks comprar para tener todos los relatos y que ninguno esté repetido. La colección Serie Marco Azul de Marcos Sanz nace con el propósito de recopilar todos los relatos del autor, los ya publicados y los que publique en un futuro. Los relatos serán cada uno una sola vez publicados en esta colección, por lo que adquiriendo todos los números obtendrás la colección completa de relatos de Marcos Sanz sin duplicados. Si eres coleccionista o simplemente quieres tener todo lo que escriba este autor, ésta es tu opción.

Nota biográfica: Marcos Sanz es un escritor (y un tío simpático y bastante bear) de relatos eróticos de temática gay. Si estás buscando leer relatos eróticos gays muy morbosos, para hombres y escritos por un hombre, has llegado al lugar indicado.

IdiomaEspañol
EditorialPROMeBOOK
Fecha de lanzamiento29 may 2016
ISBN9781311238207
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    Yo sólo soy un hombre que te desea. Y otros relatos eróticos de temática gay. Serie Marco Azul No3 - Marcos Sanz

    Masaje completo

    I

    —Tienes mal aspecto —me dijo mi cuñado.

    Era domingo. Nos encontrábamos en una comida familiar. Mi mujer y mi hermana estaban arreglando el mundo y mi cuñado, que por lo general no me hace ningún caso, vino a darme palique.

    —No estoy durmiendo bien últimamente —le contesté.

    —¿Insomnio?

    —No, no. Me refería a que cojo malas posturas.

    —Ahm. Bueno. Tú lo que necesitas es un masaje.

    Sacó la cartera y de ella una tarjeta.

    —Dile que vas de mi parte y te hará un descuento.

    Miré la tarjeta sin mucho interés. No soy nada dado a dejarme tocar por desconocidos. Y el masajista era varón.

    —Es caro —dije, para dejarle claro que no me interesaba.

    —Es un poco caro pero te dejará como nuevo. Créeme, querrás repetir. Dile que vas de mi parte y pídele un completo —mi cuñado me guiñó un ojo y después se fue a hablar con mi sobrino mayor, con unos andares que sugerían que estaba muy contento consigo mismo, que había hecho su buena acción del día.

    Yo me quedé mirando la tarjeta. No soy mucho de masajes (en realidad jamás me habían dado uno) pero algo en la actitud de Marcelo me hizo replanteármelo. Este masajista parecía realmente bueno. Quizá valía la pena darle una oportunidad.

    II

    Aproveché que el viernes libraba (y que me había despertado con un dolor de cuello brutal) para que me dieran ese masaje que prometía dejarme como nuevo. En la sala de espera estaba bastante nervioso pero contento. Me cuesta hacer cosas nuevas pero cuando por fin las hago me siento más vivo, como si me hubiera estado perdiendo las cosas buenas de la vida por quedarme escondido en mi caparazón. Sentía que ese día podía nacer un nuevo yo que fuera al masajista una vez al mes. Sólo necesitaba hacerme a la idea y pasar el mal trago de la primera vez.

    Un cliente salió y una chica rubia me dijo que ella podía atenderme. Le enseñé la tarjeta.

    —Me recomendaron éste.

    —¿Tienes cita?

    —No, en realidad.

    —Israel está ocupado ahora. Pero aquí todos tenemos la misma titulación.

    —No me importa esperar. Me recomendaron que fuera él. No quiero decepcionar a mi cuñado.

    —Comprendo —dijo la rubia poniendo cara rara.

    Y me dejó en paz.

    Tuve que esperar 45 minutos pero al fin, como su siguiente visita se retrasaba, Israel me hizo un hueco.

    —Vengo de parte de Marcelo García —le dije, muy nervioso. —¿Sabes quién es?

    —Por supuesto. No vienen muchos Marcelos.

    —Me dijo que te pidiera que me hagas un completo. Y que me harías un descuento por venir de su parte.

    —Claro. Quítate la ropa, por favor. Tengo otra visita programada.

    —¿Cuánto suele durar esto?

    —Depende.

    —¿No tienes un tiempo fijo?

    —No. Según como te note los músculos te dedicaré más o menos tiempo.

    —De acuerdo. ¿No vas a darme una especie de taparrabos de papel?

    Israel negó con la cabeza.

    —Si te hago el completo no lo necesitas.

    —¿Y no vas a salir de la habitación mientras me desnudo?

    —No, pero voy a ir preparando los aceites. Quítate la ropa, puedes ponerla sobre esa silla, y túmbate en la camilla.

    —Boca abajo, supongo.

    —O boca arriba. Como quieras. Tú decides por dónde quieres que comencemos.

    Me fui quitando la ropa mucho más despacio de lo que le hubiera gustado a Israel. Cuando por fin me quedé en pelotas miré la camilla, indeciso. Finalmente decidí que me acostaría boca arriba. Me daba muchísima vergüenza mostrar mis genitales a un desconocido pero pensé que cuanto antes pasara por ese trance, mejor. Me tumbé en la camilla y cerré los ojos.

    —Empiezo por los pies y las piernas y voy subiendo —me dijo Israel.

    —En realidad me duele el cuello.

    —No te preocupes. También llegaremos ahí.

    Estaba tan acojonao que no me preocupaba tener una erección. Era imposible que se me pusiera dura con lo nervioso que estaba, por muy bueno que fuera el masajista. Además, últimamente no se me ponía dura casi nunca y lo único que me excitaba de verdad es que mi mujer me pusiera el coño en la boca. Así que por ese lado tampoco había peligro de que se me pusiera dura. Allí no había coños que pudieran acabar en mi boca, a excepción del de la rubia a la que había rechazado.

    Cuando Israel comenzó con mis pies me dije que había hecho bien accediendo a hacer aquello. La sensación era muy placentera. Me gustaba. Cuando subió a las rodillas pensé que debería haberme puesto boca abajo para que me hubiera trabajado las pantorrillas, pero como Israel había dicho, también ahí llegaríamos. Cuando llegó a la ingle me llevé un sobresalto. No había esperado que me tocara esa zona y después de un rato de que sus dedos trabajaran zona tan sensible (no sólo eso, sus dedos llenos de aceite me rozaban los cojones) mi polla se puso como una estaca sin remedio. Se me debió quedar cara de gilipollas cuando Israel fue un paso más allá, me llenó la verga de aceite y me empezó a dar un masaje en la polla, o más bien a hacerme una paja con profesionalidad.

    Me quedé completamente bloqueado. No sabía si decirle que había habido un error. Me daba tantísima vergüenza interrumpirle que al final no dije nada, aunque pensé que cuando saliera de allí iba a ir directamente a matar a mi cuñado.

    —¿Cómo vamos? —Me preguntó Israel.

    No fui capaz de contestar.

    Él siguió con la paja y yo decidí tomarme aquello con filosofía. En realidad no estaba nada mal. Y en los tiempos que corren parece que a todo el mundo se la ha tocado un hombre, aunque a mí no me hubiera pasado hasta entonces. Además, nadie tenía por qué saberlo. Excepto Marcelo, claro, a quien

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