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Meditaciones Apocalipsis
Meditaciones Apocalipsis
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Libro electrónico238 páginas3 horas

Meditaciones Apocalipsis

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"Meditaciones Apocalipsis" es un libro de estudios bíblicos que se enfoca en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis. El autor, a través de una serie de meditaciones y reflexiones, busca ayudar al lector a comprender mejor la complejidad y profundidad de este texto profético.

El libro está estructurado en capítulos que abordan diferentes secciones del Apocalipsis, como los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas de la ira de Dios. Cada capítulo comienza con una breve introducción al tema y luego se presenta una serie de meditaciones que invitan al lector a reflexionar sobre el significado simbólico y espiritual de cada sección del libro.

El autor hace hincapié en que el Apocalipsis es un libro que no se puede interpretar de manera superficial o literal, sino que requiere un profundo conocimiento de la historia y la cultura de la época en que fue escrito, así como una comprensión espiritual de su mensaje. A lo largo del libro, el autor ofrece información histórica y cultural clave para ayudar al lector a comprender mejor los simbolismos y las metáforas utilizadas en el Apocalipsis.

"Meditaciones Apocalipsis" es un libro que busca invitar al lector a un viaje espiritual profundo y transformador a través de la lectura y la reflexión del Apocalipsis. Es una obra esencial para cualquier persona interesada en profundizar su comprensión de la fe cristiana y en explorar el significado espiritual de este texto profético.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 feb 2023
ISBN9798215826089
Meditaciones Apocalipsis

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    Meditaciones Apocalipsis - Charles Simeon

    Meditaciones Apocalipsis

    POR CHARLES SIMEON

    Contents

    EL LIBRO CON SIETE SELLOS ABIERTO POR JESUCRISTO

    LA DOXOLOGÍA DE LOS REDIMIDOS

    El culto del cielo

    La Felicidad de los Santos Glorificados

    La proximidad de la eternidad

    El Reino de Cristo en la Tierra

    CÓMO HA DE SER VENCIDO SATANÁS

    EL CORDERO INMOLADO DESDE LA FUNDACIÓN DEL MUNDO

    LA FELICIDAD DEL CIELO

    EL EVANGELIO PREDICADO A TODAS LAS NACIONES

    EL CASTIGO DE LOS IMPÍOS

    LA BIENAVENTURANZA DE LOS SANTOS DIFUNTOS

    EL CANTO DE MOISES Y DEL CORDERO

    ARREPENTIMIENTO

    AMIGOS Y ENEMIGOS DE CRISTO

    El gobierno de Dios, motivo de alegría

    LA UNIÓN DE LA IGLESIA CON CRISTO

    LA COPA NUPCIAL DEL CORDERO

    EL TESTIMONIO DE JESÚS

    CRISTO REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES

    LA PRIMERA RESURRECCIÓN

    EL DÍA DEL JUICIO

    LA GLORIA CELESTIAL

    DIOS, LUZ Y TEMPLO DE LA NUEVA JERUSALÉN

    EL ÁRBOL DE LA VIDA

    LA OBEDIENCIA, CAMINO DE VIDA

    CRISTO LA ESTRELLA DE LA MAÑANA

    INVITACIÓN A VENIR A CRISTO

    LA PERFECCIÓN Y SANTIDAD DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

    LA VENIDA DE CRISTO DESEADA

    EL LIBRO CON SIETE SELLOS ABIERTO POR JESUCRISTO

    Apocalipsis 5:6-10

    Y miré, y he aquí en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Entonces vino y tomó el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y cuando hubo tomado el rollo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, teniendo cada uno un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y entonaron un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el rollo, Y de abrir sus sellos; Porque fuiste inmolado, Y con tu sangre nos has redimido para Dios De toda tribu y lengua y pueblo y nación, Y nos has hecho reyes y sacerdotes para nuestro Dios; Y reinaremos sobre la tierra.

    LA doctrina de la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo es la que arroja el brillo más resplandeciente sobre nuestra santísima religión. Es su Deidad lo único que da virtud a su sacrificio, y lo convierte en un sacrificio expiatorio suficiente por los pecados de todo el mundo. Hay ciertamente muchos que, aunque profesan respeto por el cristianismo, quieren robarle su principal sostén y apoyo; y, para lograr su objetivo, mutilan las mismas Escrituras y cortan del volumen sagrado lo que no pueden controvertir o distorsionar.

    Pero, en mi opinión, si concediéramos por un momento que los santos en la tierra pueden haber errado al dar a Jesús la misma gloria que dan al Padre (aunque su obligación de hacerlo es, en mi opinión, tan clara como el sol al mediodía), ¿también han errado en el Cielo? ¿Están los santos glorificados alrededor del trono de Dios bajo un error? Es innegable que adoran al Señor Jesús precisamente como adoran al Padre. Consulta el capítulo que precede a mi texto. Allí se nos informa que las cuatro bestias (los cuatro seres vivientes) no descansan ni de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso, el que era, y es, y ha de venir. Y cuando aquellas bestias dan gloria y honra y gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos; y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Digno eres, Señor, de recibir la gloria, la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad son y fueron creadas.

    Supongo que nadie dudará de que en ese pasaje se rinde culto a Jehová, Creador de todas las cosas y único Dios supremo. Ahora comparad las palabras de nuestro texto, y allí encontraréis a las mismas personas (las cuatro bestias y los veinticuatro ancianos) con la misma postura (la de total postración) en un lenguaje precisamente similar adorando al Señor Jesucristo como su Redentor; y todos los ángeles en el Cielo confirmando este acto de ellos en los términos más exaltados que pudieran usarse, y uniendo al Padre y al Hijo en un cántico de alabanza, diciendo: Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir poder, y riquezas, y sabiduría, y fortaleza, y honor, y gloria, y bendición: Por tanto, bendición, honor, gloria y poder al que está sentado en el trono y al Cordero por los siglos de los siglos.

    Al abrirles este cántico de los redimidos, les presentaré,

    I. Su OCASIÓN.

    Esto se menciona particularmente en nuestro texto.

    Había en la mano del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Para concebir correctamente este libro, debemos tener en cuenta que era un volumen, enrollado, y que constaba de siete partes, cada una enrollada dentro de otra, y con un sello distinto adherido a ella, de modo que el contenido de una sola podía conocerse a la vez, la apertura de la primera abría paso a la segunda, y la segunda a la tercera, y así sucesivamente a lo largo de todo el libro.

    Pero abrir el libro y desatar sus sellos estaba más allá del poder de cualquier ser creado: no se encontró a nadie digno de este honor en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra. Por esto, nos dice el Apóstol, lloró mucho. No tenía ninguna duda de que el contenido de ese libro era de infinita importancia para la Iglesia y para el mundo, porque contenía un registro de los propósitos secretos de Dios con respecto a uno y otro hasta el final de los tiempos; y no fue por la decepción de una curiosidad ociosa que lloró, sino por la aprehensión de que Dios sería menos glorificado por la ocultación de sus propósitos que por una revelación de ellos a su Iglesia.

    Para su gran alegría, sin embargo, se encontró a Uno, que era digno de abrir este libro, el Señor Jesucristo, que fue caracterizado aquí como El León de la tribu de Judá, y como la Raíz de David. Bajo el primer carácter, el Mesías había sido revelado a Jacob; y bajo el segundo, a David, como Señor de David. Pero fue bajo un nuevo carácter que prevaleció para abrir el libro, incluso como un Cordero que había sido inmolado, incluso como ese Cordero de Dios, que habiéndose ofrecido a sí mismo como sacrificio por los pecados de los hombres, todavía lleva sobre su persona las marcas de todas las crueldades e indignidades que sufrió en la cruz.

    Sin embargo, aunque lleva estas marcas de su humillación, se le representa como teniendo siete cuernos y siete ojos, incluso toda la perfección del poder y de la sabiduría también, de los cuales no hay ninguno en todo el universo, que no emane de él: porque de él procede el Espíritu Santo, en todas sus influencias y operaciones diversificadas, hasta los confines de la tierra.

    Esta gloriosa Persona se acercó al que estaba sentado en el trono, y tomó el libro de su mano, para desatar sus sellos y abrir su contenido; e inmediatamente los seres vivientes y los ancianos prorrumpieron en cánticos de alabanza. La ocasión que esta circunstancia les proporcionó para su cántico, será mejor estudiada bajo un epígrafe distinto, después de que hayamos considerado, como ahora procedemos a hacer,

    II. el canto mismo

    De los seres vivientes y de los ancianos se nos dice que cada uno de ellos tenía arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Hay aquí, sin lugar a dudas, una referencia al servicio del templo. En el culto del templo se usaban arpas para bendecir y alabar a Dios: y, cuando los sacerdotes entraban en el santuario para quemar incienso, todo el pueblo seguía orando fuera. Así estos adoradores, siendo todos, como veremos en seguida, hechos sacerdotes para Dios, tenían en sus manos incensarios llenos de incienso, por cuyo incienso las oraciones de los santos ascendían con aceptación ante Dios. No es que los espíritus glorificados sean mediadores entre Dios y nosotros: no, no hay más que un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús Hombre; pero, así como la eficacia de su intercesión fue tipificada por el incienso ofrecido por los sacerdotes, así se insinuó aún más en esta visión, donde todos estaban ejecutando, por así decirlo, el oficio sacerdotal, que en esta misma canción reclamaban como perteneciente a ellos.

    En el cántico que entonaban, y que era un cántico nuevo, celebraban las alabanzas de aquel Cordero adorable, y le daban gracias por,

    1. 1. La obra de la redención realizada por él.

    Aquí todos, sin excepción, cualquiera que fuese la nación, raza, lengua o pueblo a que perteneciesen, atribuían su reconciliación con Dios a una fuente común: la sangre expiatoria de Cristo. Ninguno de ellos presumía de reclamar una parte en aquella gloriosa obra, ni de atribuir parte alguna de ella a su propia fuerza o bondad: no había más que un cántico entre todos ellos;

    Todos reconocían por igual que una vez habían sido esclavos del pecado y de Satanás;

    todos confesaban sus obligaciones para con Cristo, por interceder por ellos;

    todos se refirieron a su sangre como el precio pagado por su redención;

    y todos se unieron para decir: Tú nos has redimido para Dios con tu sangre.

    Mucho desearíamos que todos los fariseos que se justifican a sí mismos aprendieran de ellos; y que aquellos que esperan ser aceptados, en todo o en parte, por medio de sus propias obras, fijaran en sus mentes qué canción cantarán, si alguna vez son admitidos en los reinos de la bienaventuranza. Que no podrán unirse a los que ya están ante el trono, es evidente; porque no reclaman para sí ninguna parte de la gloria; se la atribuyen toda a Aquel que los compró con su sangre: y sepan que ni un alma se unirá jamás a esa bendita asamblea, que no sea semejante a ellos, y que no haya aprendido ya a dar el honor entero e indiviso de su salvación al Cordero que fue inmolado.

    2. 2. Los beneficios de la redención experimentados por ellos mismos.

    Maravilloso fue el honor al que fueron exaltados, siendo todos reyes y sacerdotes para Dios; reyes para ejercer dominio sobre todos los enemigos de su salvación; y sacerdotes para ofrecer sacrificios espirituales ante él por los siglos de los siglos.

    A una extensión aún mayor de sus privilegios también se expresan como mirando hacia adelante, cuando añaden: Y reinaremos sobre la tierra. Algunos han pensado que, en el Milenio, los santos descenderán del cielo y reinarán en la tierra mil años. Pero yo entiendo más bien que las expresiones que se refieren a ese período, no implican que los santos difuntos resucitarán realmente de entre los muertos y reinarán en la tierra, sino que, tan universal será el reinado de la piedad en ese período, que parecerá como si todos los santos difuntos hubieran resucitado para morar en la tierra. Esto es cierto: que se acerca el día en que los santos tomarán el reino, y la piedad reinará tan triunfalmente sobre la faz del globo, como hasta ahora ha reinado la impiedad: y, en la perspectiva de esto, los santos en la gloria bien pueden regocijarse, y considerarse a sí mismos como participantes en el bendito evento.

    Y todos estos beneficios, tanto para ellos mismos como para el mundo en general, los atribuyen a la muerte de Cristo como la única causa que los procuró: Tú fuiste inmolado, y por ello nos ha llevado a este feliz estado. A la misma bendita fuente debemos también remontar todos nuestros privilegios y todas nuestras esperanzas: probando el amor redentor en todo, y dando la gloria de todos ellos al Cordero que fue inmolado.

    Pero, como a primera vista no parece cómo pudo surgir este cántico de la ocasión que lo suscitó, procederé a señalarlo,

    III. La conexión entre los dos

    Recordemos cuál fue la ocasión. El libro que fue sellado con siete sellos contenía todos los propósitos de Dios para con su Iglesia y su pueblo por los siglos de los siglos. Y sólo el Redentor mismo era digno de abrirlo. Pero cuando lo tomó en sus manos para abrirlo, todos los redimidos prorrumpieron en este cántico de alabanza, fundando expresamente en él sus reconocimientos. Y bien podían hacerlo, porque,

    1. 1. Los acontecimientos mismos que se registran en ese libro, todos surgen de su obra de redención.

    Si el Señor Jesucristo no se hubiera dado a sí mismo en sacrificio por los pecados de los hombres, no habría habido diferencia entre nuestra raza caída y los ángeles caídos: habiendo todos transgredido por igual, todos habrían pagado la pena de la transgresión, y habrían sido consignados, tanto los unos como los otros, a la miseria irremediable y eterna. Pero habiendo el Señor Jesucristo adquirido para sí un pueblo peculiar, los propósitos de Dios con respecto a él se diversifican infinitamente, estando cada uno de ellos destinado a experimentar pruebas y liberaciones peculiares a sí mismo, a fin de capacitarlo para aquella medida precisa de gloria ordenada para él desde toda la eternidad. ¿Quién, pues, abriría este libro, sino Aquel de quien ha derivado su existencia, y a quien todas las bendiciones contenidas en él deben remontarse como su fuente propia?

    2. Todas ellas redundarán en la felicidad de su pueblo redimido.

    En efecto, se habla mucho en ese libro acerca de las persecuciones de los santos, de los cuales se dice que todos saldrán de la gran tribulación: ¿y puede decirse que tales dispensaciones contribuyen a su felicidad? Yo respondo que SÍ; incluso en esta vida presente, las pruebas a las que son sometidos por sus enemigos, obran para su bien, en la medida en que tienden al perfeccionamiento de sus gracias, y conducen a un suministro más abundante de consuelos celestiales. Y, en el mundo venidero, el peso de la gloria asignada a cada uno, es proporcional a lo que cada individuo sostuvo para su Señor, y a la fidelidad con la que ejecutó los mandatos de su Señor. El libro, como la nube en el Mar Rojo, era oscuro por un lado, incluso la oscuridad misma; mientras que por el otro lado era luminoso como el sol del mediodía: y en ambos aspectos servía a los intereses de Israel: así, si las dispensaciones contenidas en ese libro son oscuras o claras, todas tenderán a la seguridad de los santos y a la realización de la liberación ordenada para ellos.

    3. 3. Todas ellas reflejarán gloria en él como Redentor.

    Podemos concebir fácilmente esto en lo que concierne a las misericordias; pero ¿es también cierto en cuanto a los juicios? ¿Podemos imaginar que las calamidades infligidas a sus enemigos en la tierra, y los juicios infinitamente más graves ejecutados sobre ellos en el infierno, darán gloria al Redentor? Busca en el libro de las Revelaciones, y encontrarás que la condenación de los malvados, no menos que la salvación de los justos, es una ocasión de triunfo para las huestes del cielo, y llama a los más devotos reconocimientos y aleluyas a Dios Todopoderoso.

    Aquí, pues, el reconocido derecho del Cordero a abrir el libro, y las aclamaciones de sus redimidos al verle emprender su apertura, están en la más estrecha conexión entre sí, y forman un gran tema, digno de nuestra más devota atención.

    Este libro de los destinos de la Iglesia, aunque abierto en cuanto a los sellos, no es visto todavía más que muy indistintamente por nadie: ni será plenamente conocido, hasta que se cumplan los acontecimientos contenidos en él.

    Aplicaciones-

    1. ¿No hay entre nosotros algunos para quienes toda la revelación es todavía un libro sellado?

    Es de temer que, a pesar de todas nuestras ventajas para conocer las grandes verdades de la revelación, la generalidad las comprenda todavía muy imperfectamente. Tomad la obra de la redención e interrogad a la gran masa de cristianos acerca de ella, y encontraréis que se dan los errores más groseros en relación con ella. La gratuidad, la plenitud y la excelencia de la salvación evangélica se ven muy imperfectamente y se aprecian muy indignamente.

    Queridos hermanos, si Juan lloró mucho porque no pudo penetrar en el libro de los decretos de Dios, qué razón tienen muchos de ustedes para llorar, sí, para llorar hasta torrentes de lágrimas, a causa de su ignorancia del Evangelio de Cristo, de aquello que el que corre puede leer, y de aquello de lo que depende su salvación eterna.

    Oh, espera que el Cordero de Dios te lo abra; y no dejes de llorar y orar, hasta que te haya revelado los gloriosos misterios que contiene.

    2. ¿No hay, sin embargo, otros a quienes se han dado a conocer sus benditas verdades?

    Sí, ciertamente, no son pocos aquellos cuyos ojos del entendimiento han sido abiertos, y que han podido contemplar "la luz del conocimiento de la gloria

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