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Introducción divulgativa para prevenir la obesidad infantil
Introducción divulgativa para prevenir la obesidad infantil
Introducción divulgativa para prevenir la obesidad infantil
Libro electrónico205 páginas2 horas

Introducción divulgativa para prevenir la obesidad infantil

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Información de este libro electrónico

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad adquiere datos de epidemia mientras millones de personas fallecen por falta de comida alrededor de todo el mundo. La prevalencia del sobrepeso y la obesidad está aumentando, sobre todo, en la población infantil, que es la que registra los índices más altos hasta ahora conocidos. La mayor preocupación derivada del aumento de casos reside en sus consecuencias en la salud a corto y largo plazo. Pese a que existen pocas evidencias sobre los efectos beneficiosos de los programas de prevención y tratamiento, los expertos destacan la educación de padres y niños como pilar indispensable para luchar contra esta enfermedad.

Este es un libro divulgativo, no contiene información técnica ni jurídica, simplemente esta realizado para que el lector pase un buen rato con su lectura.

Sin más pretensiones.
IdiomaEspañol
EditorialSelect
Fecha de lanzamiento16 ago 2021
ISBN9791220837316
Introducción divulgativa para prevenir la obesidad infantil

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    Introducción divulgativa para prevenir la obesidad infantil - Prec Milagros

    Introducción divulgativa para prevenir la obesidad infantil

    Las transformaciones físicas y vitales que se producen a lo largo de los años deben asumirse con naturalidad y sin angustia .

    Es curioso observar cómo a lo largo de la vida los cambios en nuestra forma de ser se producen sin apenas darnos cuenta. Modificamos el carácter como reacción a determinados acontecimientos y no como resultado de una planificación voluntaria. Se vive, pero se revisa poco la vida, tal vez llevados por la creencia errónea de que la personalidad no cambia. Uno o una es así, y ya está, suele decirse. Sin embargo, se puede cambiar para mejorar uno mismo y para mejorar las relaciones con los otros. En definitiva, se pueden revisar los patrones de conducta y conformar el carácter más cercano al gusto propio.

    Además, se quiera o no, en el propio crecimiento personal aparecen necesidades que antes no existían, y esto impulsa a la persona a efectuar modificaciones en su manera de vivir. Esta necesidad se conoce como crisis, una idea a la que se le asigna de manera habitual un significado negativo porque define una fase en la que la persona experimenta un nivel de angustia mayor de lo normal.

    Para superarlo, y asumirlo, hay que entender que el cambio es natural, y también lo son la incertidumbre y el miedo que trae parejos, porque implican el paso de un estado conocido a otro desconocido, de unos hábitos a otros.

    Los hábitos o patrones de conducta

    Los hábitos se desarrollan a medida que vivimos y establecen las formas predeterminadas de actuar en una situación. Esto es así porque tendemos a repetir las conductas que en ocasiones anteriores nos han dado buenos resultados o, por lo menos, nos permiten conocer con certeza qué vamos a obtener. En la conformación de esas pautas de comportamiento estamos influidos por las características de nuestra personalidad. Por tanto, en cierta medida, seguimos el dictado de una tendencia innata e involuntaria. Pero sólo en cierta medida, debido a que con el paso del tiempo las conductas se arraigan a fuerza de practicarlas.

    El paso de un estado conocido a uno desconocido y la incertidumbre que esto genera puede producir un aumento de inseguridad

    Por eso conviene revisarlas y, si fuera necesario, reformarlas. No siempre resulta fácil, pero a veces no queda más remedio, sobre todo si queremos librarnos de lo que representa un obstáculo para hacer real posibilidad de ser más felices. No en vano, la motivación para afrontar una situación es siempre satisfacer alguna necesidad.

    Las necesidades de las personas van transformándose a medida que van recorriendo las etapas del desarrollo personal, que no siempre se corresponden con los cambios físicos que experimenta el cuerpo, pero sí con la llegada de una nueva etapa en la que se presentan nuevas exigencias. Esa ansiedad ante los efectos del paso del tiempo y los cambios personales ha dado lugar al conocido concepto de las crisis de la vida. En un principio, se habló de la crisis de la mitad de la vida, que se situaba en torno a los 40 años, pero esta idea se ha expandido hasta abarcar varias crisis que marcan el paso de una etapa de desarrollo a otra. No importa cuál sea la edad que se tenga. Cuando toca crecer, toca.

    La crisis en el cambio de etapa

    A la idea de crisis se le asigna siempre un significado negativo con el que se da a entender que es una fase en la que la persona experimenta un nivel de angustia mayor de lo normal.

    Esto es natural, dado que implica el paso de un estado conocido a otro desconocido, y la incertidumbre que esto genera produce un aumento de inseguridad. Sin embargo, ese temor a lo desconocido no puede conducir a la negación de llevar a cabo los cambios que el desarrollo personal exige, porque si así ocurre, se ejerce una suerte de violencia contra uno mismo.

    Esta situación violenta resulta además gratuita, puesto que por más que se intente, nunca se va a poder volver al estado en que se encontraba antes. Otro factor que contribuye a empeorar las cosas es que todas las personas no maduren ni se desarrollen al mismo tiempo. Por causas genéticas y ambientales, cada persona tiene su ritmo y está lista para pasar de una etapa a otra de su vida en un momento determinado, que no tiene por qué coincidir con el de las personas que le rodean. Puede ocurrir que cuando se están sintiendo nuevas necesidades y avizorando nuevos horizontes, los amigos o la pareja no entiendan qué es lo que está pasando, porque para ellos ese momento todavía no ha llegado.

    La revisión del futuro

    Para poder cambiar nuestra situación tenemos que transformar nuestra conducta, y es preciso ser sincero con uno mismo para variar el rumbo. Podemos imaginar que se vacía la mochila con la que cargamos en el caminar de la vida, se quita aquello que pesa pero que no es necesario, y así se puede seguir caminando y se puede llenar de nuevo. Aprovechar las crisis significa revisar la vida:

    Cuando se trata de cambiar hábitos, es necesario distinguir entre lo que constituye parte de la estructura de nuestra personalidad (y, por lo tanto, difícilmente modificable) y lo que sí se puede cambiar.

    Quitar costumbres, vicios o manías siempre resulta penoso porque son conductas que se han incrustado de manera importante en nuestra manera de ser. Pero el esfuerzo del cambio siempre merece la pena.

    Seamos conscientes de que mientras no se produzcan los cambios, nos seguirán ocurriendo las misma cosas que hasta ahora.

    Uno de los factores más importantes para poder asumir la transformación es la sinceridad con uno mismo. Tiene que llegar un momento en que dejemos de lado la tendencia a autoengañarnos para no complicarnos la vida.

    Es preciso analizar cada una de las creencias que se han ido instalando en nuestra vida y determinar cuáles nos favorecen o perjudican.

    Es importante considerar la oportunidad de que otras personas -puede que profesionales- intervengan ayudándome en los procesos de cambio, no tanto dándonos consejos, sino ofreciéndose a ser espejos de nuestra propia persona para que cada uno se pueda examinar con mayor detenimiento para poder juzgar y actuar con más acierto.

    El sentido de familia y su consideración como institución básica de la sociedad sigue vigente, aunque se han modificado sus estructuras y diversificado las formas de convivencia, lo que ha dado lugar a nuevos modelos. Igual que se dejó atrás la estructura que acogía bajo el mismo techo a abuelos, madre, padre e hijos, incluso hermanos o tíos solteros, la familia tradicional formada por padre, madre e hijos ha perdido su hegemonía absoluta y comparte ahora la organización de los núcleos familiares con otras fórmulas: hogares de una sola persona, de un progenitor con hijos, de parejas sin hijos o con hijos no hermanos…

    De unos años a esta parte se ha ido asumiendo la existencia de las familias en las que los dos miembros de la pareja son homosexuales, pero aún no gozan del reconocimiento social y en ocasiones despiertan recelos, cuando no se encuentran con fobias y marginación. El que comiencen a ser visibles plantea preguntas a una sociedad que se obligada a proveerse de respuestas.

    Qué dicen las investigaciones

    Los niños que crecen en familias homosexuales apenas difieren de los de familias convencionales

    Lo que más parece inquietar a la sociedad respecto de este nuevo modelo de familia no es su propia existencia o su creciente visibilidad social, sino la incidencia que este formato familiar pueda tener en los hijos e hijas que crecen en él; es decir, su desarrollo como persona, y si éste modelo incide negativamente, o no lo hace, en la psique de los pequeños. Por ello, diversas entidades, entre otras algunas dedicadas a la protección de la infancia, cuestionan la idoneidad de estas familias para proporcionar un marco adecuado de educación, desarrollo y modelo de identidad de los niños y niñas que crecen en ellas. Los interrogantes sobre el desarrollo infantil y adolescente cuando se crece en una familia homoparental han sido despejados en varios estudios realizados en diversos países, principalmente en Estados Unidos y en Reino Unido. La mayoría de ellos concluyeron que:

    Los chicos y chicas de familias homoparentales no difieren de los criados con progenitores heterosexuales en ningún área del desarrollo intelectual o de la personalidad (autoestima, ajuste personal, manejo del control, desarrollo moral, etc.)

    Tampoco difieren en identidad sexual, identidad de género u orientación sexual.

    Mantienen relaciones normales con sus compañeros y son tan populares entre ellos, como los hijos o hijas de progenitores heterosexuales.

    Cuando aparece alguna diferencia entre chicos y chicas de ambos tipos de familia, éstas son favorables a los chicos y chicas de familias homoparentales, más flexibles y dispuestos a aceptar la diversidad que los de las familias heterosexuales.

    No obstante, se necesitaba saber qué ocurría en nuestro país: si podíamos hablar de los mismos resultados, teniendo en cuenta que lo que se había estudiado eran sociedades anglosajonas que han integrado y aceptado la homosexualidad en mayor medida que nosotros.

    Desde organismos privados, plataformas e instituciones como el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y el departamento de Psicología de la Universidad de Sevilla se ha llevado a cabo un estudio que ha tratado de responder a la pregunta clave: ¿Cómo es el desarrollo y ajuste psicológico de los chicos y chicas que viven con madres lesbianas o padres gays? Se hicieron evaluaciones a chicos y chicas que habían vivido en ese núcleo familiar, y también a sus compañeros y compañeras, hijos de progenitores heterosexuales. Los resultados obtenidos, atendiendo a las diferentes áreas estudiadas, fueron:

    COMPETENCIA ACADÉMICA: Los datos fueron proporcionados por su profesorado, como conocedor de esta materia específica. No se encontraron diferencias significativas entre los grupos estudiados.

    COMPETENCIA SOCIAL: La media obtenida en cuanto a las habilidades sociales de chicos y chicas de familias homoparentales los sitúa en los niveles promedio en el baremo de la escala. De nuevo, al igual que en el apartado anterior, las diferencias no son significativas.

    IDEAS RESPECTO A LA DIVERSIDAD SOCIAL: No hubo diferencias con las puntuaciones medias totales obtenidas en los otros grupos estudiados. Sin embargo, los análisis de las distintas subescalas que componían la escala total, mostraban sin lugar a dudas que los chicos y chicas de familias homoparentales obtenían medias más altas de aceptación de la diversidad de orientación sexual y de aceptación de la homosexualidad, aunque no diferían en su visión de los géneros.

    AUTOESTIMA: Los valores indicativos de los hijos e hijas de progenitores homosexuales estaban situados en un lado más positivo y en niveles más altos, por encima de chicos y chicas del grupo de familias heterosexuales.

    ROLES DE GÉNERO: En lo que tiene que ver con su conocimiento de lo que esta sociedad considera más apropiado de hombres o mujeres, es decir de los roles de género, no hay diferencias entre los dos grupos, ni tampoco en cuanto a sus preferencias por juegos o actividades profesionales para el futuro. Sí aparecieron diferencias significativas, en cuanto a su flexibilidad en la consideración de que determinados objetos pueden ser usados tanto por hombres como por mujeres. De los datos se desprende que los hijos e hijas de familias homoparentales parecen ser menos estereotipados, más flexibles en su consideración de lo que es apropiado para hombres o para mujeres.

    AJUSTE EMOCIONAL Y COMPORTAMENTAL: Las evaluaciones efectuadas a hijos e hijas de familias homoparentales revelan que no tienen especiales problemas de ajuste emocional o de comportamiento. Las comparaciones con los otros grupos-control, evidenciaron que no se registraban diferencias estadísticamente significativas entre los distintos grupos analizados.

    ACEPTACIÓN SOCIAL E INTEGRACIÓN: Los chicos y chicas de la muestra de familias homoparentales recibieron por parte de sus compañeros una calificación media, que más en concreto, les sitúa ligeramente por encima de la media en aceptación. Tampoco se anotaron diferencias significativas en la aceptación por parte de sus compañeros de clase, ni respecto a si contaban con amistades dentro y

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