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Helados caseros
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Libro electrónico182 páginas57 minutos

Helados caseros

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Los helados, además de nutritivos y ligeros, resultan exquisitos para tomar en cualquier momento del día y del año, no tan sólo en verano. Gracias a esta obra usted podrá prepararlos siempre que desee y disfrutar de ellos sabiendo que no contienen aditivos industriales. Asimismo, le proponemos un amplio abanico de recetas para elaborar helados, sorbetes, granizados y semifríos de gustos tradicionales —crema, chocolate, café, limón, fresa— e innovadores —regaliz, manzana verde, cava, nueces…— con los que satisfacer a toda la familia y amigos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 oct 2016
ISBN9781683252702
Helados caseros

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    Helados caseros - Laura Landra

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    INTRODUCCIÓN

    Feliz unión de sabor y frescura, los helados, sorbetes, granizados, polos y semifríos suelen gustar a todos, adultos y niños. El consumo de estos productos —sean artesanos o de producción industrial— ha ido en aumento, y ya no se limita a los meses calurosos, sino que se extiende a todas las estaciones. Postre, merienda o placer entre comidas, la gran familia de los helados ha sido estudiada con la debida atención también por dietistas y expertos en nutrición, que la han incluido en el marco de un correcto régimen alimenticio, especialmente adecuado para los niños y para quienes no quieren privarse del placer de saborear un dulce, aunque sí desean evitar los postres hechos con masas ricas en mantequilla y huevo.

    Durante un tiempo fueron productos exclusivos de las cocinas de los nobles y de la alta burguesía, de los laboratorios especializados y de la industria; hoy en día, es posible preparar helados en casa. Es más, se trata de una de las actividades culinarias que menos tiempo «activo» requiere, al contrario de lo que sucede con otros muchos postres.

    Casi todas las recetas se pueden personalizar y adaptar —sin arriesgar el éxito final— a los gustos y a las necesidades de cada uno.

    Por lo que respecta al tipo de receta, hay que tener en cuenta que sólo reciben el nombre de sorbete los dulces helados que tienen como base un almíbar de agua y azúcar, aromatizado con zumo de frutas, vino, etc., y al que se puede añadir, si se le quiere dar una consistencia espumosa, clara montada a punto de nieve. El helado propiamente dicho, en cambio, tiene como base la leche o la nata (desde hace poco tiempo también el yogur), con o sin yema de huevo. El semifrío debe tener una consistencia más blanda que el helado y ha de ser menos frío, puesto que en la elaboración se incorpora mucho aire; bajo esta denominación también se suelen reagrupar muchas recetas en las que al helado se asocian galletas, bizcochos y otros ingredientes que han de degustarse bien empapados. Finalmente, los granizados y los polos tienen una base acuosa aromatizada. Obviamente, los helados y los semifríos admiten infinitas posibilidades de presentación.

    Actualmente, la presentación más difundida del helado hecho en casa es la tradicional copa. Luego, imitando las creaciones de los restaurantes de moda, se han ido difundiendo los postres en los cuales el helado acompaña a un pastel de bizcocho u hojaldre, con guarnición de fruta, salsa, etc. Finalmente, también tienen un notable éxito las tartas heladas, que asocian su particular presentación, a menudo muy atractiva, con lo práctico que resulta el hecho de que se puedan preparar con bastante antelación.

    Otra forma más sencilla de servir los helados, pero bastante impactante, sería «sumergiéndolos» en café, chocolate o licor, o como acompañamiento de una macedonia de frutas.

    EL HELADO, UNA LARGA Y FRÍA HISTORIA

    La costumbre de consumir alimentos refrigerados artificialmente se remonta a los orígenes tanto de la historia de la gastronomía como de la propia historia del hombre. Obviamente, se trata sólo de conjeturas, aunque por otra parte han sido corroboradas por los estudios antropológicos de los pueblos primitivos en todo el mundo. Es cierto que hay pruebas de la utilización de alimentos fríos en los testimonios de las antiguas civilizaciones. Bebidas refrigeradas con nieve o con recipientes enfriados, nieve endulzada con miel, con jarabes o con mezclas de frutas... Por otra parte, la creación de estructuras adecuadas para la conservación del hielo o de la nieve recogidos durante los meses de invierno o traídos de zonas montañosas tiene su origen, si observamos las culturas que tuvieron influencia en el área mediterránea, en la Mesopotamia del año 2000 a. de C. También las gastronomías egipcia, fenicia, griega y romana utilizaron mucho —al menos quienes se lo podían permitir— la nieve y el hielo. Esta tradición perduró hasta la caída del Imperio romano, y luego reapareció en Europa bajo la influencia árabe.

    En la Edad Media se difundieron diversas obras que trataban sobre este tema, entre las que destaca el célebre Libro dei sorbetti, fechado en torno al año 1000.

    Sin embargo, el verdadero auge de los helados y similares tuvo lugar en el Renacimiento. Según la tradición, se debió al traslado a París de Catalina de Medici, que entre su personal de cocina llevaba a un tal Ruggeri, experto en la elaboración de helados. Desde la corte de Francia, la difusión de estos dulces fue enorme, y posteriormente ya no conoció límites con el soporte de los procesos industriales en la producción alimentaria y la invención de la industria del frío. Es más reciente el redescubrimiento de los helados artesanales, a los que se incorporan los elaborados con ingredientes procedentes de la agricultura ecológica, yogur, etc., siguiendo las diferentes modas de dietética y salud que van surgiendo.

    ALGUNOS CONSEJOS

    SOBRE TODO, HIGIENE

    No es necesario insistir en que se ha de asegurar la absoluta frescura de los ingredientes y una escrupulosa higiene para obtener excelentes resultados. En caso de duda, convendría dirigir la mirada hacia la producción industrial, sujeta a rigurosos procesos de elaboración que garantizan la calidad de los ingredientes. Pero hay que tener presente que es posible fabricar en casa un helado tan apetitoso como seguro, con la condición de que se tengan en cuenta algunos aspectos.

    Además de las indicaciones generales sobre la higiene de los utensilios y sobre la escrupulosa limpieza de la fruta y de los elementos decorativos (flores, etc.), merecen una especial atención los huevos, que desgraciadamente muchas veces son portadores de gérmenes. Sobre todo, es necesario lavarlos antes de

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