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Diez Cuentos Que Te Perturbarán Al Límite Volumen 2
Diez Cuentos Que Te Perturbarán Al Límite Volumen 2
Diez Cuentos Que Te Perturbarán Al Límite Volumen 2
Libro electrónico119 páginas1 hora

Diez Cuentos Que Te Perturbarán Al Límite Volumen 2

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Información de este libro electrónico

Nuevamente están aquí reunidos algunos de los mejores cuentos de Sergio Gaspar Mosqueda. Se han tomado tres historias del exitoso libro Cuentos mexicanos de horror y misterio, publicados por primera vez en papel por Editores Mexicanos Unidos; otro relato proviene del tomo Leyendas de la inquisición, puesto en el mercado también con el sello de EMU; dos más aparecieron por primera vez en el libro Con los colmillos al cuello y otro par de historias es del tomo El Diablo tras la cruz; los restantes cuentos aquí incluidos habían permanecido inéditos hasta ahora, pero el autor los trabajó por años hasta pulirlos lo suficiente como para poder darlos a la luz, y ha aprovechado esta oportunidad para hacerlo; se trata de “La maldición de la nahuala” y de “Enterrada viva”.
Estamos seguros de que el público avezado en la lectura del género de terror y conocedor del arte de este autor, quedará satisfecho con la alta calidad de estos textos, especialmente escogidos para formar parte de la serie de cuentos que pueden perturbar al límite la mente de los queridos lectores. ¡Prepárense a disfrutar de la segunda entrega de este festín de miedo!

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 ene 2023
ISBN9798215007716
Diez Cuentos Que Te Perturbarán Al Límite Volumen 2
Autor

Sergio Gaspar Mosqueda

Nací en la Ciudad de México en 1967 y estudié la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde obtuve la medalla Gabino Barreda. En el año 2000, creé y dirigí el proyecto de revista cultural El Perfil de la Raza, en cuyo consejo editorial figuraba Miguel León Portilla, entonces presidente de la Academia Mexicana de la Historia. Trabajo para diversas editoriales y he publicado 31 obras en papel con varias editoriales y 46 en Amazon, entre las que se hallan dos novelas, varios volúmenes de cuentos, leyendas, un poemario, biografías de músicos de rock, diversos libros sobre historia de México y cuadernos de trabajo de varias materias.Mi primer libro, la novela Una generación perdida, se publicó en la colección Voces de México, en la que figuraron autores mexicanos destacados, como Vicente Leñero, Emilio Carballido, Alejandro Licona, Luisa Josefina Hernández, Víctor Hugo Rascón Banda y Eusebio Ruvalcaba. El reconocido autor Juan Sánchez Andraka afirma en el prólogo de la primera edición: “Yo leí este libro. Más bien debo decir: Yo viví este libro. Debo agregar: Lo viví intensamente".Uno de mis libros más vendidos es Cuentos mexicanos de horror y misterio. Próximamente aparecerán en papel mis libros sobre 50 figuras del rock clásico, 50 importantes músicos del metal gótico y 50 figuras del K-pop.

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    Diez Cuentos Que Te Perturbarán Al Límite Volumen 2 - Sergio Gaspar Mosqueda

    Sergio Gaspar Mosqueda

    Diez Cuentos Que Te Perturbarán Al Límite

    Volumen 2

    Copyright 2022 Sergio Gaspar Mosqueda

    Edición de Smashwords

    Recuerda dejar una reseña de mi libro en tu tienda preferida.

    Este libro está disponible en forma impresa con algunos minoristas en línea.

    Diseño de portada: Sergio Gaspar Mosqueda

    México, diciembre del 2022

    Este libro electrónico tiene licencia para su disfrute personal únicamente. No se puede revender ni regalar a otras personas. Si desea compartirlo con otra persona, compre una copia adicional para cada destinatario. Si está leyendo este libro y no lo compró, o no lo compró para su uso exclusivo, vuelva a su distribuidor de libros electrónicos favorito y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor.

    Tabla de contenido

    Las visitas del Diablo al convento de la Concepción

    La vampiresa de Puebla

    El Diablo en el Tepeyac

    Un viaje al infierno

    Leyenda de las vampiras y la nana Agripina

    La sangrienta Civatateo

    La maldición de la nahuala

    Enterrada viva

    La bruja de la colonia Guerrero

    El secreto de la Negra Antonia

    Sobre el autor

    Otras obras del autor

    Conectar con Sergio Gaspar Mosqueda

    Las visitas del Diablo al convento de la Concepción

    En el antiguo convento de la Concepción, que en el trazo actual de la Ciudad de México se hallaría sobre la calle Belisario Domínguez, se contaba sobre las apariciones de enormes animales, todos negros, entre las sombras del claustro, justo a la medianoche. La primera monja que refirió haber visto a un ser de ese tipo fue sor Faustina, una mujer de avanzada edad que había acudido a la huerta muy entrada la noche, atraída por extraños rumores. Segura estaba de que no eran las hojas de los árboles frotándose unas contra otras, pues no soplaba el viento. La nerviosa mujer no halló nada entre la vegetación que entenebrecía la huerta. Había acudido principalmente para evitar que algunas de las monjas más jóvenes se entrevistaran con algunos mozalbetes que desearan arrancarlas de la vida de santidad dedicada al Señor. Aliviada por no haber descubierto nada que fuera contra las normas del convento, volvió sobre sus huellas, pasó frente a la fuente cegada hacía años por estar relacionadas sus aguas con apariciones espectrales, y a punto estaba de empezar a recorrer el claustro cuando, de la nada, apareció un gigantesco gallo negro que picoteaba el piso y lo tallaba con sus fuertes patas, como preparándose para embestirla.

    La monja estaba tan aterrada ante el sinestro animal que pronto sintió sobrevenir el desmayo, pues sus piernas flaqueaban y no le obedecían, así que suplicó:

    –¡Dios mío, no permitas que caiga yo en poder del Demonio!

    –¡Madre Faustina! –gritaron desde la huerta–, ¿qué le sucede?

    El gallo desapareció en el acto.

    Al ver venir a la joven y hermosa sor Matilde, sor Faustina se dejó caer de bruces, agradeciendo al Señor esa ayuda que le prestaba ante las amenazas del Maligno. Pero, ya un poco repuesta del susto, se preguntó qué hacía esta muchachita a deshoras entre los árboles. Sor Faustina abrigó sospechas, mas, agradecida por el enorme alivio que significó la presencia de la joven, decidió no mencionar jamás su encuentro con ella esa noche.

    El día siguiente, sor Faustina se la pasó en la cama; terriblemente debilitada la había dejado el susto que pasó.

    Hasta su humilde celda llegó la madre superiora, deseosa de enterarse de manera precisa del acontecimiento que había postrado a una de sus principales colaboradoras en cama, más allá de los exagerados rumores que ya corrían por todo el convento.

    Pero tras una breve plática a solas, en que consiguió enterarse de los pormenores del asunto de labios de la pálida sor Faustina, la madre superiora salió de la celda sumamente preocupada. La vieja monja, sin mencionar a sor Matilde, le había hablado del espeluznante gallo negro, que, afirmó resueltamente, había desaparecido gracias a sus rezos. Se preguntaba la madre superiora, entrelazando las manos mientras se dirigía a su oficina, cómo era que el Maligno había hallado el modo de atravesar los muros santos del convento. En dado caso, la fe católica estaba en serio peligro. Pero ¿por qué ahí? ¿Qué pecado habrían cometido para tal visita? Entonces pareció recordar un hecho que había manchado al convento hacía muchos años; se trataba de una muerte que había sido del todo contra las leyes de Dios. No queriendo pensar en aquello, sacudió la cabeza y se entregó a las labores de administración del lugar.

    Esa noche a otra monja que salió a deshoras al claustro se le apareció un enorme perro negro, que le mostró sus colmillos del tamaño de dagas, amenazante. Esta mujer, más joven que sor Faustina, enfrentó valerosamente al animal blandiendo una pesada rama e invocando al Todopoderoso, y juró al día siguiente que el fiero can había desaparecido en el aire.

    Noches después, un avestruz negro incluso de la cabeza impidió el paso de sor Matilde.

    No pasó mucho tiempo antes de que llegaran a oídos del inquisidor Ramiro de Montoya los extraños acontecimientos que se estaban dando en aquel convento, de modo que se presentó en el despacho de la madre superiora, acompañado de un comisario y varios alguaciles al servicio del Santo Oficio, por si procedía arrestar a alguna mujer.

    –¿De modo que aquí hay un nagual? –preguntó el inquisidor De Montoya, cómodamente sentado y dirigiendo una fría mirada a la encargada de ese sitio–. Eso es muy peligroso en lo que respecta no sólo al prestigio de este lugar… –hizo una pausa– ¿lugar santo?... –se preguntó a sí mismo en voz alta, enfatizando el tono sarcástico–: sino que también habla muy mal de toda nuestra fe. El individuo común se preguntará: ¿Resulta, acaso, que los hombres de religión de esta parte del orbe han hecho pactos con el Diablo para poner en su poder los conventos?

    Dio un golpe en el escritorio y se levantó furibundo:

    –¡Algo debió hacer una de sus monjas para darle entrada al Demonio! Y no me iré sin hablar con cualquiera digna de sospecha. Y usted va a ayudarme en ello –su índice señaló a la atribulada religiosa–. Platíqueme de las más rebeldes, del pasado de todas y cada una de las que no han demostrado hasta ahora un gran fervor en sus prácticas religiosas. ¡Y mándelas traer de inmediato!

    Visiblemente temblorosa, la madre superiora se puso de pie. Temía por la suerte de las monjas, quienes podían ser sometidas a terribles vejaciones y torturas si eran llevadas a las cárceles de la Inquisición, de modo que trató de idear la manera de evitar que salieran del convento.

    –Va usted a interrogarlas aquí, ¿verdad? No me gustaría que se las llevaran.

    –Eso no es asunto suyo. Pero siéntese usted. No nos apresuremos demasiado. Primero, hábleme de aquellas que podrían haber tenido tratos con el Maligno. No faltará la que, por amor de placeres carnales y de riquezas, haya vendido su alma al demonio. O acaso un engendro del mal haya entrado al convento disfrazado de mujer. Recuerde que detrás de la belleza femenina puede ocultarse el Maligno.

    La mujer se sentó indecisa y hubo un largo silencio.

    El inquisidor empezó a golpear, impacientemente, el piso de madera con sus espuelas.

    El comisario y los alguaciles se miraban unos a otros, ansiosos por ser puestos en acción contra algunas de las bellas monjas que habían visto al llegar ahí.

    –Yo… –empezó la madre superiora.

    –¡Vamos, hable usted! Pero, un momento, empiece por hablarme de las damas de las cuales no haya reunido suficientes referencias, de las que no esté del todo segura de si pertenecen a familias respetables. Bien sé que, a veces, con tal de recibir el dinero, permiten ustedes que entre cualquier damisela que… ¡Quia! Basta de eso. Hábleme usted de lo que le pido.

    Los minutos pasaron lentamente en aquel recinto. La madre escogía cuidadosamente sus palabras, mas en un momento determinado tuvo que hacer referencia al singular caso de doña María de Ávila.

    El inquisidor Montoya puso cara de entendimiento.

    –Vaya, ¡claro!, cómo pude haberlo olvidado. Bueno, lo que sé acerca de ella hasta el momento se basa sólo en rumores. Pero, un momento, ¿no era su nombre María de Alvarado?

    La madre replicó:

    –En realidad no se sabe a ciencia cierta por qué la diferencia de apellidos entre ella y sus hermanos, y entre éstos entre sí. Verá, sus hermanos eran don Alonso de Ávila, homónimo de su tío, y Gil González de Ávila, quien llevaba así en primer lugar el apellido de su padre y luego el del tío don Alonso de Ávila, pero a doña María se le impuso el apellido de la madre, doña Leonor Alvarado, mas aquí se le ingresó con el apellido de Ávila, lo cual consta

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