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Leyendas mexicanas de terror. La tamalera asesina y otras historias
Leyendas mexicanas de terror. La tamalera asesina y otras historias
Leyendas mexicanas de terror. La tamalera asesina y otras historias
Libro electrónico90 páginas1 hora

Leyendas mexicanas de terror. La tamalera asesina y otras historias

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En esta obra el autor ha reunido diez de las más estremecedoras leyendas del folclor mexicano, pero les ha dado un giro personal, de modo que adquieren mayor intensidad dramática y nos hacen temer por la suerte de los personajes, rodeados de fuerzas oscuras, espectros y duendes malignos.
El libro inicia con una espeluznante versión de la leyenda urbana de la tamalera asesina. Cada uno de los siguientes relatos tiene variantes en las voces narrativas y en ellos se juega con el tiempo y el espacio, de modo que nos sintamos verdaderamente trasladados a la tenebrosa dimensión de donde surgen estas historias.
La primera edición se publicó en papel en el año 2011 y agotó varios tirajes de mil ejemplares semanalmente.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 mar 2022
ISBN9781005127916
Leyendas mexicanas de terror. La tamalera asesina y otras historias
Autor

Sergio Gaspar Mosqueda

Nací en la Ciudad de México en 1967 y estudié la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde obtuve la medalla Gabino Barreda. En el año 2000, creé y dirigí el proyecto de revista cultural El Perfil de la Raza, en cuyo consejo editorial figuraba Miguel León Portilla, entonces presidente de la Academia Mexicana de la Historia. Trabajo para diversas editoriales y he publicado 31 obras en papel con varias editoriales y 46 en Amazon, entre las que se hallan dos novelas, varios volúmenes de cuentos, leyendas, un poemario, biografías de músicos de rock, diversos libros sobre historia de México y cuadernos de trabajo de varias materias.Mi primer libro, la novela Una generación perdida, se publicó en la colección Voces de México, en la que figuraron autores mexicanos destacados, como Vicente Leñero, Emilio Carballido, Alejandro Licona, Luisa Josefina Hernández, Víctor Hugo Rascón Banda y Eusebio Ruvalcaba. El reconocido autor Juan Sánchez Andraka afirma en el prólogo de la primera edición: “Yo leí este libro. Más bien debo decir: Yo viví este libro. Debo agregar: Lo viví intensamente".Uno de mis libros más vendidos es Cuentos mexicanos de horror y misterio. Próximamente aparecerán en papel mis libros sobre 50 figuras del rock clásico, 50 importantes músicos del metal gótico y 50 figuras del K-pop.

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    Historias muy entretenidas, el estilo permite una lectura fluida y agradable. Si me gustaría que no acabaran tan bruscamente las narraciones. ¡Altamente recomendable!

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Leyendas mexicanas de terror. La tamalera asesina y otras historias - Sergio Gaspar Mosqueda

Sergio Gaspar Mosqueda

Leyendas mexicanas de terror

La tamalera asesina y otras historias

Copyright 2022 Sergio Gaspar Mosqueda

Edición de Smashwords

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Este libro está disponible en forma impresa en la mayoría de los minoristas en línea.

Diseño de portada: Martha Patricia Guerrero

México, marzo del 2022

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Tabla de contenido

La tamalera asesina (Ciudad de México)

El chivo del cerro del Tuiche (Zacatecas)

La maligna piedra negra (La Veta, Zacatecas)

El tranvía fantasma (Ciudad de México)

La pasajera desconocida (Morelos)

Los duendes furiosos (San Luis Potosí)

La enfermera de la vida y de la muerte (Ciudad de México)

Los ángeles oscuros de Isabel: la Tishanila y el cadejo (Chiapas)

El garrotero fantasma de Real de Catorce (San Luis Potosí)

El tesoro maldito (Puebla)

Sobre el autor

Obras de Sergio Gaspar Mosqueda

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La tamalera asesina (Ciudad de México)

–¡Tamales, ricos y deliciosos tamales! –gritaba tarde y noche doña Trinidad por las viejas calles de esta ciudad capital, durante los años sesenta y parte de los setenta del siglo pasado, pues su desgracia, si es que puede llamarse así a lo que acaeció, habría de darse en 1971.

La mujer habitaba en la colonia Portales, en Pirineos número 15, y se quejaba amargamente de su suerte, al tener que mantener a un marido desobligado y agresivo con la venta de sus tamales.

Sucedió que el 18 de julio de 1971, Pablo Díaz, el abusivo esposo, se echó a la bolsa el dinero del gasto para costearse sus vicios. La mujer entonces lo enfrentó:

–Pero ¡mira nomás!, y con qué voy a darles de comer a mis hijos. Ya déjate de maldades y devuélveme ese dinero. Además, hay muchos otros gastos que…

Pero en ese momento un fuerte golpe de Pablo la hizo callar. Entonces Pedro, el hijo mayor, trató de defender a doña Trini, mas nada consiguió sino tremendo revés.

–¡A mi hijo no me lo toques, desgraciado! –reclamó la mujer cada vez más airada, aunque dolida por el puñetazo, pero recibió una nueva andanada de golpes y fue a dar contra el piso.

La mujer se quedó llorando junto a su hijo en tanto el marido iba por alcohol. Entonces pareció planearlo todo.

Minutos más tarde, mientras veía a su desobligado compañero ingerir uno y otro vaso de vino, arrimó un bat a la vieja cama donde éste se hallaba recostado y espero… espero…

A su lado se hallaban Pedro y su yerno, Mario Reséndiz, y todos parecían estar en silencioso acuerdo acerca de lo que se debía hacer con aquel hombre nefasto.

Apenas escuchó el primer ronquido, doña Trinidad, la que parecía tener más agallas de todos los ahí presentes, asió el bat por lo más delgado y se fue acercando cada vez más al rostro de su marido.

Pablo parecía dormir con la paz de los justos cuando sintió que algo duro chocaba contra su frente. Reaccionó de inmediato y trató de asir el arma con que era atacado, más la tamalera fue más veloz, libró el bat de los dedos de Pablo y asestó un nuevo golpe, éste más severo que el anterior. ¡Y lo hizo una vez más! ¡Y otra! ¡Y otra! La sangre empezó a brotar y a manchar la almohada y las raídas cobijas.

Aun cuando el hombre había dejado de moverse, doña Trinidad volvió al ataque, jadeando, y no se detuvo hasta que sus compañeros le aseguraron que había pasado el peligro y que aquel malvado individuo jamás volvería a perturbar la armonía familiar.

Resollando por el tremendo esfuerzo que debió hacer, la mujer, que a la sazón contaba con cuarenta y cinco años, aventó el bat ensangrentado y astillado a un rincón, se retiró los canosos mechones de pelo de su sudorosa frente y miró a su hijo y a su yerno.

–¿Y ora qué hacemos?

–Pues… –dijo el mayor de los hijos sin salir aún de su estupor.

–¡Qué hacemos con el maldito cuerpo, por favor, díganme!

Para asegurarse del todo que el hombre con el cráneo desecho era ya un cadáver, el yerno le tomó un brazo y lo dejó caer. Luego dijo fríamente:

–Pues no queda de otra más que… hay que cortarlo en pedacitos. Hay que echarlos por aquí y por allá para que no los descubra la poli.

–Pero ¡cómo se te ocurre semejante…! –empezó a protestar la mujer, pero al darse cuenta de lo terrible de la acción recién cometida, buscó una silla y se acomodó, con la vista perdida, intentando adaptarse psicológicamente a su nueva situación.

Tras unos minutos de terrible silencio, espetó con su voz hombruna.

–¡Ora pues! –e irguiéndose llamó a su hijo–: Tú, tráete… trae... ¡lo que encuentres para cortar a este hombre!

Pedro volvió con una segueta y un cuchillo cebollero. Doña Trini consideró que no era suficiente y por ello pidió prestada un hacha pequeña a la dueña de la vecindad.

No le fue fácil a la mujer desprender las piernas de Pablo, de 53 años, pues la carne, pese a estar fláccida, lene, estaba bien agarrada de los huesos. Viéndola tan fatigada, entró en su auxilio su hijo, que había trabajado un tiempo en una carnicería. Mientras se aguantaba las ganas de vomitar, Pedro siguió con los brazos.

Descansaron un rato y luego prosiguieron con su tétrica labor.

–Pedro, Mario, vengan a ayudarme, ¿qué no ven que la cabeza le pesa horrores? –y la desprendió del tórax.

–Ponme esto en una olla, m’ijo. Una olla con agua, o en el bote pa’ tamales, y luego préndele a la lumbre –en su estado de enajenación mental, la mujer parecía creer que estaba elaborando sus tamales y que debía

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