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Los hijos de Huitzilopochtli
Los hijos de Huitzilopochtli
Los hijos de Huitzilopochtli
Libro electrónico199 páginas3 horas

Los hijos de Huitzilopochtli

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Nuestras raíces espirituales se han conservado vivas en las historias que han pasado de generación en generación.
Hoy esas voces milenarias toman la forma de letras, y toman forma en el alma de todos los mexicanos…
Una novela que hace renacer dentro del espíritu de cada mexicano el orgullo por quienes somos, nuestra esencia y nuestro pasado. En un recorrido desde el México prehispánico, por las maravillas de Tenochtitlan, los personajes se confrontan con la realidad de un México moderno que discrimina constantemente nuestras raíces indígenas.

IdiomaEspañol
EditorialCecy Rendon
Fecha de lanzamiento31 jul 2021
Los hijos de Huitzilopochtli

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    5/5
    Es un buen libro, fácil de leer y bastante entretenido, lo empecé y terminé en menos de una semana. Me gustan los libros que hacen que nos sintamos orgullosos de nuestros orígenes
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Bonito relato de la historia de México que suele perderse en la modernidad.

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Los hijos de Huitzilopochtli - Cecy Rendon

Contenido

Agradecimientos

Prólogo

Raíces espirituales

Perdida

Tenochtitlan

La riqueza del mundo antiguo

Los Dioses

Los hijos de Huitzilopochtli

México

Viviendo el sueño

Epílogo

Los Hijos de

Huitzilopochtli

Cecy Rendón

Con la colaboración de

Arturo Toxquihua Sánchez

AGRADECIMIENTOS

Gracias Joaquín Haces, por trabajar día con día para hacer de México un lugar mejor, por compartir tan orgullosamente su cultura. Gracias por compartir tu vida conmigo, por enseñarme que el amor tiene niveles más profundos y más intensos de lo que jamás hubiera imaginado… Gracias por ser mi compañero de aventuras… Te amo, siempre.

Gracias Miguel Ángel Rodríguez por tu amistad y por esa creatividad contagiosa. Gracias por tu amor a México, por hacer siempre las cosas con la máxima pasión y excelencia, por ser un ejemplo e inspiración para los mexicanos. Y especialmente gracias por compartir tu magia tan única para crear este libro.

Cecy Rendón

ÍNDICE

Agradecimientos 

Prólogo 

Raíces espirituales 

Perdida 

Tenochtitlan 

La riqueza del mundo antiguo 

Los Dioses 

Los hijos de Huitzilopochtli 

México 

Viviendo el sueño 

Epílogo 

Dioses ilustrados 

Traducción al inglés 

Bibliografía 

Prólogo

Hablar o escribir de México, desde hace tiempo, es difícil. Hay diferentes formas de entender quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos... Qué nos une.

Más difícil en estos tiempos de sobrada tecnología, para unos pocos, donde las noticias –muchas veces falsas–, las opiniones, los memes y ahora los tik toks, son las formas más comunes de difundir la información, a todas luces, poco confiable.

Irónicamente, vivimos con gran información y mayor incertidumbre, así los tiempos modernos. Por eso, cuando Cecy me platicó de este proyecto no dudé un segundo en ser cómplice.

Existen muchos factores que podemos considerar competencias para triunfar o sobresalir en la vida. Y hay muchas formas de analizar ese triunfo pero, en términos mundanos, digamos que vivir despreocupado por el dinero sería la más relevante. Es el gran sueño del mundo: acabar con la pobreza. Por eso te debes preparar, estudiar o desarrollar un arte u oficio, proponer qué esperas y en cuánto tiempo. El tema es que otros lo hacen también, y así sabes que no compites contra tus compañeros, tu colonia o tu estado, vamos, ¡con tu país! Compites con el mundo entero, todos quieren un pedazo del pastel. Alguien me dijo, cuando recién salíamos de la universidad, que no comprara chinaderas (chingaderas de China), que todo lo que hacían era de mala calidad, que lo barato cuesta caro . Le respondí: Al menos están haciéndose de clientes en el mundo, con ventas y dinero podrán mejorar sus procesos. El tiempo me dio la razón: ahora son segunda potencia mundial, y es verdad que aún tienen mucha pobreza, pero la están reduciendo a pasos agigantados.

Así es, no sólo tenemos competencia local, también internacional. Y esta nueva forma en la que nos hemos integrado como aldea global, nos agarró mal parados. Tanto, que desarrollamos una exageración de lo que alguna vez fue el malinchismo, no sólo por preferir lo extranjero, sino que terminamos despreciando lo mexicano. Alguna vez escuché a alguien decir: No me basta con saber que me va bien, quiero saber que te va mal. Creo que es la versión actualizada de malinchismo.

Y digo mal parados porque no estábamos preparados para la invasión cultural que llegó de cualquier lugar. De esos otros países haciendo su trabajo: buscar la mejora económica de sus gobernados, el llamado colonialismo económico. Y con ello reforzando su identidad y buscando la unión para progresar.

Nosotros no. Desde la Colonia no ha existido un compromiso para unir a los mexicanos. Ignoramos cómo eran las cosas antes. Divisiones y más divisiones, vivimos pulverizados por tantas ideas diferentes, mientras el resto trabaja en crear y ver qué nos vende.

Este viaje de Xitlally me transportó, a su lado, a ver un México esplendoroso que no recuerdo que me hayan enseñado en la escuela; tampoco mis mayores, mis padres, nadie... Nadie me contó que esto existió. Si es fantasía qué importa, así como los dioses greco romanos le daban identidad y propósito a los hombres, nosotros también los teníamos y se fueron perdiendo con el tiempo y la falta de claridad. Para mí, los dioses aztecas o mayas eran cuentos, o peor aún, eran profanos, satánicos, porque no eran católicos.

Qué maravilla saber o imaginar que no eran como decían, gracias Arturo Toxquihua por aportar la valiosa información que has recopilado durante años y con la que podamos saber más de nosotros: los mexicanos.

Los hijos de Huitzilopochtli es un paseo, un reconocimiento de nuestros valores y la mejor forma de reencontrarnos como mexicanos."

Miguel Ángel Rodríguez Pineda

Raíces espirituales

Nuestras raíces espirituales se han conservado vivas en las historias que han pasado de generación en generación. Hoy esas voces milenarias se transforman en letras y toman forma en el alma de todos los mexicanos…

Hace poco tiempo descubrí que mi tatarabuela era una curandera cahíta, una mujer con el don de sanar, muy respetada en su comunidad que hacía medicinas herbales, curaba enfermos y especialmente ayudaba a las mujeres en los partos. Esa era su gran vocación: partera.

Bautizada como Fermina, conocida como Mamá Nina o simplemente Manina, tenía la sagrada misión de encaminar las nuevas almas del reino espiritual al mundo material, dándoles la bienvenida a esta tierra en su forma de seres humanos recién nacidos.

La sabiduría de Mamá Nina, sus medicinas, sus creencias espirituales y la mayor parte de los conocimientos ancestrales de su cultura se perdieron con el tiempo, lo único que he podido rescatar existe en los escasos libros escritos acerca de la cultura cahíta.

Es por eso que cuando conocí a Arturo Toxquihua Sánchez decidimos escribir este libro para no perder de nuevo este conocimiento ancestral, la cosmovisión mexica, nuestras raíces espirituales. Porque no importa la región de México de donde seas originario, tampoco importa el origen de tus padres o tus abuelos, si eres mexicano eres hijo del maíz, eres hijo de esta tierra y tienes la fuerza y la sabiduría de los Dioses dentro de ti.

Cecy Rendón

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Perdida

María subía desesperada, no le importaba que las ramas estuvieran arañándole la piel, era mucho más fuerte el coraje que el dolor físico. Después de la pelea con su novio, no supo qué otra cosa hacer y solamente se le ocurrió subir al Iztaccihuatl, había algo en el aire de la montaña que siempre lograba calmarla… Pero en esta ocasión no funcionó, la ira la inundaba mientras las palabras de la pelea resonaban en su mente. No era la primera vez que discutían por la misma razón, pero sí era la primera que las diferencias de perspectiva escalaron hasta los gritos; gritos que le desgarraron el alma.

–¡Son unos indios! –le había gritado Manolo a unas personas que se atravesaron corriendo por la avenida.

–No les digas así, ya sabes que no me gusta –respondió María bastante molesta.

–Ahí vas otra vez, son una bola de indios, ignorantes –insistió él subiendo el tono de voz.

–Yo soy en parte india, así como dices tú, y no es un insulto –le contestó ella con la voz temblorosa y tratando de guardar la calma.

–No pareces, por eso ando contigo –se burló Manolo.

Algo en esa risa altanera y despectiva hizo que María explotara. El desprecio y el racismo que se vivía en México hacia los indios siempre había estado presente en su vida, como algo cotidiano, casi normal, pero últimamente había superado todos los límites de lo que ella podía tolerar.

Xitlally María era su nombre completo. Su abuela materna era una mujer de ascendencia indígena. La mayoría de sus raíces se habían perdido a lo largo de los siglos, pero la piel, la comida y el idioma se habían negado a morir durante los siglos. Cocinaba en ollas de barro, hacía chocolate con molinillo, preparaba a mano las tortillas de nixtamal, usaba metate para moler y molcajete para las salsas;

tenía la piel morena y lampiña y hablaba el náhuatl que le habían enseñado sus padres.

Era en honor a sus ancestros y a sus raíces mexicas que le habían puesto el nombre de Xitlally, la traducción literal era estrella, pero en realidad tenía un significado mucho más profundo. Su abuela creía que ella era alguien destinada a traer luz en medio de la oscuridad, a guiar a las personas perdidas durante la noche y ,especialmente, a embellecer a este mundo. Al sacerdote del pueblo no le había parecido mucho la idea de un nombre tan pagano, casi hereje, y decidió bautizarla como Xitlally María. De chiquita, le decían Xitlally en su casa, pero con el tiempo se hizo llamar sólo María, era más fácil y ocasionaba menos miradas despectivas y preguntas incómodas acerca del origen de su nombre.

Manolo, por su parte, era bisnieto de un inmigrante europeo por su lado paterno y completamente mexicano y mestizo por el lado materno. Era de piel clara, cabello castaño y ojos marrones, nacido y crecido en la Ciudad de México. Aunque sus facciones evidenciaban siglos y siglos de mezclas entre diferentes razas de Europa, Medio Oriente, África y América, él se creía superior a la gente de provincia, a las personas con rasgos más indígenas y a la gente de piel morena. No era una mala persona, pero exhibía el mismo racismo del que sufren muchos mexicanos y extranjeros, obviamente sin querer reconocerlo.

–Pues si no te gusta andar con una india, mejor aquí terminamos –terminó por responder Xitlally con mucha firmeza.

–Ya, ya, ya… no te pongas así, es broma –le contestó Manolo sin siquiera mirarla.

–No es broma, ya estoy harta de tus insultos y de tus quejas, estoy harta de tus menosprecios, de que digas siempre que todo en México está mal.

–Mejor deja de discutir porque todo en este país está mal hecho y nos está cargando la fregada… vivimos en un país jodido, lleno de gente jodida y tu positivismo estúpido no te deja verlo.

Manolo estaba constantemente frustrado por todos los problemas del país, le desesperaba la corrupción, la impunidad, el desorden, el crimen, la contaminación, la explotación de la naturaleza, la mediocridad de la gente que lo rodeaba. Normalmente en este punto de la discusión María se quedaba callada, pero hoy estaba hirviendo de coraje y las palabras salían de su boca sin que ella pudiera –o quisiera– controlarlas.

–¿Y qué estás haciendo tú para mejorar las cosas? –le preguntó ella en un grito casi ahogado por la impotencia.

–No me salgas con tonterías, este país no tiene remedio.

–Es por gente como tú que estamos así, gente que sólo

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