Motivos de sobra para inquietarse: Antología del 2.° Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila
Por Julián Mitre, Luis Arce, Jaime He y
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La literatura fantástica, como han confirmado los años, sigue afianzando su espacio como un scenario de libertad. Únanse al festín. Participen en esta locura. Los motivos sobran. Inquiétense desde ahora.
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Motivos de sobra para inquietarse - Julián Mitre
Jiménez
Los tres grandes milagros de la Santa Niña de los Alfileres
Julián Mitre
1: QUINCE DE MARZO
El quince de marzo a las seis de la mañana se abren las puertas de la capilla de Martita, la Santa Niña de los Alfileres, y se les permite la entrada a los visitantes, quienes empiezan a llegar desde el día trece. Todos llevan un rosario, un juguete, una estampita con la oración de la niña y un alfiler, el cual han de clavar en alguna parte del cuerpo de la santa al momento de pedirle un milagro. Si ella llora, se mueve o sangra, el milagro se cumplirá.
2: EL PRIMER GRAN MILAGRO DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES (VERSIÓN OFICIAL)
Martita era una hermosa niña con un corazón muy grande. Siempre hacía lo posible por mantener a sus siete hermanos y a sus papás felices.
Cada noche, sin falta, antes de dormir, rezaba durante dos horas para pedir paz en el mundo.
Cuando la sequía comenzó a asolar su pueblo, Martita se puso muy triste. Lloraba todo el tiempo, desesperada por no ser capaz de ayudar. No soportaba ver a sus padres y vecinos desconsolados porque la cosecha se había perdido y sus animalitos morían.
Sin saber qué más hacer, se encerró en su cuarto a rezar y no dejaría de hacerlo hasta que Dios la escuchara y mandara un poco de agua al pueblo.
La lluvia llegó al tercer día, un quince de marzo, a las seis de la mañana. Fue tan intensa que en un par de horas todos los ríos, pozos, cisternas y cubetas del pueblo se encontraron a su máxima capacidad. Felices, los padres y hermanos de la niña fueron a su cuarto para informarle que finalmente sus plegarias habían sido escuchadas.
La dicha de la familia se volvió horror al entrar en la habitación. Martita yacía en el suelo, en medio del charco que sus lágrimas habían formado. Tenía el cuerpo lleno de alfileres.
Su madre corrió hasta ella e intentó retirarlos mientras le preguntaba qué había sucedido. Martita le rogó que dejara los alfileres en su cuerpo, pues sólo por medio del dolor que éstos le provocaban había logrado comunicarse con Dios. Pidió que la llevaran a su cama porque se sentía muy cansada. Luego cerró los ojos y se quedó dormida. Así continúa hasta el día de hoy.
3: LA SEGUNDA VISITA DE ALFONSO AL PUEBLO DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES
El autobús en el que viajaba arribó al pueblo el catorce de marzo a las 5:15 a. m. El chofer lo estacionó a una cuadra de la plaza principal. Era el tercero en llegar.
El frío de la mañana le provocó a Alfonso un leve dolor en las manos. Por instinto las metió en las bolsas de su chamarra, pero las sacó al sentir lo que llevaba dentro de ellas. Frotándolas para calentarse un poco, caminó detrás de los demás pasajeros, hacia la plaza. Ahí había un grupo de lugareños ofreciéndose a llevar a los visitantes hasta la capilla, ya fuera en camioneta, en caballo o en burro. Alfonso ignoró las ofertas de tres hombres. Se sentó en una de las bancas junto al quiosco. Frente a él se encontraban varios puestos de comida. El olor le despertó el hambre. Había comido un sándwich en el autobús, pero de eso hacía ya varias horas.
Las camionetas fueron las primeras en rentarse. Luego los caballos y al final los burros. Las personas que no alcanzaron transporte tendrían que esperar más de dos horas hasta que regresaran.
Alfonso se levantó de la banca. Suspiró tratando de mentalizarse para hacer el recorrido a pie. Supondría un esfuerzo importante. El camino era irregular y cuesta arriba. Sabía que debido a sus dolencias, su edad, el hambre y la sed, el trayecto sería una tortura, pero no le importó. No pensaba dejar ni un solo centavo en ese pueblo que ya tanto le había arrebatado.
4: EL PRIMER GRAN MILAGRO DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES (LA VERSIÓN DEL HERMANO, QUIEN TIENE PROHIBIDO CONTARLA)
Desde que un burro le pateó la cabeza, Martita no volvió a moverse. Para que no estorbara en la casa, su padre le construyó un cuartito junto al corral de los marranos y le encargó a cada uno de sus otros siete hijos que se hicieran cargo de ella un día a la semana.
Pedrito era el menor de los hermanos. Su obligación era atender a Martita los domingos. Se aburría tanto que, para entretenerse, terminaba siempre por hacerle maldades. Lo habitual era jalarle el pelo, escupirle a la cara y pegarle en las costillas.
Un domingo —quince de marzo— llegó al cuarto con el estuche de costura de su mamá. Sacó las agujas y los alfileres y comenzó a clavarlos por el cuerpo de su hermana. Pedrito decidió hundirle el último en el ojo derecho. Cuando la punta del alfiler tocó su párpado, Martita gimió. Esta era la primera vez que reaccionaba a algo desde el accidente. Justo en el momento en que ella gimió, un relámpago cayó en el corral, luego se desató un aguacero. Pedrito, muy espantado, corrió a la casa gritando que había hecho enojar a su hermana.
5: EL SEGUNDO GRAN MILAGRO DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES
Ocho meses después, Martita ya había ayudado en sus dolencias y problemas a prácticamente todas las personas del pueblo. Hizo que el esposo de su tía Dolores volviera del otro lado, luego de veinte años de no comunicarse con la mujer; a doña Juanita le desapareció los ojos de pescado, esos que le impedían caminar hasta la plaza para vender sus gelatinas; y don Jacinto por fin encontró la guarida del coyote que se andaba comiendo sus gallinas.
La fama de la niña se extendió por todo el estado por lo que don Felipe Arredondo, el presidente municipal, le rogó a la niña que lo ayudara con un problemita
en la entrepierna que no lo dejaba desenvolverse en la cama de la mejor manera. Martita le cumplió el milagro. El señor Arredondo, en agradecimiento, le mandó hacer una capilla en el cerro más alto del pueblo, para que se pudiera ver desde las comunidades vecinas.
6: ALFONSO SUBIENDO AL CERRO DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES POR SEGUNDA OCASIÓN
Miró su reloj. Eran las 8 a. m. Una camioneta se detuvo junto a él. El chofer se ofreció a llevarlo por la mitad del precio.
—Ándale, viejo —insistió el chofer ante la negativa de Alfonso—. Nomás dame treinta entonces. Mira, te lo hago de favor. Llegaste desde temprano, pero de nada te va a servir. Ya subimos como a setenta personas, aquí llevo nueve, más las que traigan mis compañeros. Tendrías que…
—Es una manda —interrumpió Alfonso—. Se lo prometí a la Niña.
El chofer lo miró extrañamente, se encogió de hombros y arrancó la camioneta. Alfonso la vio alejarse y dijo en voz alta:
—¡Le prometí un carajo! Si era nomás para que me dejaras en paz. Pinche chofer, dizque muy preocupado haciéndome el favor. ¡Va! Dinero. ¡Es todo lo que quieren en este pueblo de mierda! Tienen a esa niña ahí, desnuda, en esa cuna donde ni siquiera cabe, exhibiéndola peor que si fuera un animal de circo. Y a toda esta bola de pendejos rezándole y picándola por todas partes. ¡Hijos de puta! ¡Ignorantes! ¡Pinche Lucía, tú también! Cómo fuiste a creerte estas pendejadas… Peor aún, me arrastraste contigo. ¡Soy más pendejo que todos ellos!
7: ORACIÓN DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES
Santa Niña de los Alfileres,
tú que a cambio de no moverte
puedes hablar con el Creador,
te pido intercedas por mí ante él
y derrames tus benditas lágrimas
para que el Señor me libre de todos mis males.
A cambio de tus favores,
prometo rezarte todos los días
y honrarte como mi patrona especial y poderosa,
y hacer cuanto me sea posible por fomentar tu
devoción.
Amén.
8: ALFONSO EN EL CERRO DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES POR SEGUNDA OCASIÓN
Pasaban de las once cuando al fin llegó a la cima del cerro. El terreno había sido aplanado. Al fondo se encontraba la capilla, rodeada por una barda de cemento de metro y medio de alto. Alrededor de ésta había unos puestos, la mayoría de comida y dos o tres que vendían camisetas con la imagen de la santita.
Junto a la capilla, se encontraban otras dos construcciones. A la izquierda, estaba el hotel, que no era más que un espacio cercado dentro del cual construyeron doce cuartitos de cuatro por cuatro, por los que cobraban $700 la noche. Al lado del hotel estaban también unos baños, que costaban $15 la entrada.
Pocos eran los que alquilaban cuartos. La mayoría instalaba tiendas de campaña o, de plano, dormían a la intemperie. Un par de encargados verificaban constantemente que las tiendas tuvieran un tarjetón que acreditaba que sus dueños habían pagado el permiso correspondiente.
Alfonso caminó hasta la capilla. Buscó la taquilla que estaba a medio metro de la entrada. Pagó la cuota. Le dieron un boleto con el número 254 y un alfiler amarillo empacado en cartón. En el reverso del paquete podía leerse:
«Abra este paquete hasta estar en el interior de la capilla y ya que lo haya mostrado al segundo encargado. Solamente los alfileres bendecidos en la capilla de la Santa Niña son permitidos».
—¡Pinches rateros! —murmuró.
Había evitado gastar su dinero en el transporte y la comida, pero sería imposible que le dejaran entrar en la capilla si no compraba el boleto.
Sólo restaba esperar. Caminó hasta un árbol de tronco grueso y se sentó bajo su sombra. Apenas lo hizo, se quedó dormido.
9: ANUNCIOS EN LAS PUERTAS DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES
«No olvide dejar limosna».
«A todos los feligreses se les recuerda que no se les permitirá el acceso si no muestran su recibo al encargado».
«Niños mayores de 3 años pagan cuota (aunque vayan en brazos)».
10: ALFONSO EN EL CERRO DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES POR PRIMERA OCASIÓN
Para cuando llegaron a la punta del cerro, ya habían gastado casi dos mil pesos. Eso sólo sirvió para que el enojo de Alfonso fuera mayor. Lucía se mostraba ajena a todo, a los costos excesivos del transporte, de la comida, al sinfín de cuotas que debían pagar, al malhumor de su marido, incluso a los malestares del cáncer, que parecieron esfumarse apenas se acercó a la entrada del templo.
No se habían alejado ni dos pasos de la taquilla cuando un grupo de niños los abordó para ofrecerles todo tipo de medallas, rosarios y estampitas. Lucía les compró a todos. Alfonso la reprendió por eso, pero ella ni siquiera lo escuchó. Sólo prestó atención al retrato de la Niña que colgaba de un árbol frente a la iglesia y al grupo de mujeres que le rezaba a esa imagen con Martita antes de su primer milagro. Se les unió.
11: ANUNCIOS EN LA PUERTAS DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES
«Prohibido fumar».
«Prohibido ingerir bebidas alcohólicas antes de visitar a la Niña».
«Favor de no cagarse en los alrededores de la iglesia. Quien lo haga, será remitido a las autoridades».
12: ALFONSO Y LUCÍA ESPERANDO ENTRAR A LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES
A las dos de la mañana se les indicó a los visitantes que empezaran a formarse. Debían hacerlo según el número de su boleto. Pero nadie lo hizo. Parecían no comprender las instrucciones o simplemente no estaban dispuestos a negociar un lugar a la puerta del templo. Hubo pleitos y empujones. Muchos gritos.
Lucía discutió un par de veces, primero con una anciana, luego con una pareja de jóvenes que aseguraban que según el folio de sus boletos, ellos iban primero. Alfonso no sabía si mantenerse al margen o apoyarla. Todo aquello le parecía ridículo, pero estar más cerca de la puerta