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Espejos, mocos, cucarachas... y otras pócimas curiosas
Espejos, mocos, cucarachas... y otras pócimas curiosas
Espejos, mocos, cucarachas... y otras pócimas curiosas
Libro electrónico216 páginas1 hora

Espejos, mocos, cucarachas... y otras pócimas curiosas

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Información de este libro electrónico

En este libro podrás ver y leer datos curiosos sobre muchísimas cosas que nadie te había podido explicar (o cuando menos no así). Aquí hablamos de pedos, mocos y costras; chocolate, fobias y burbujas. Nada nos da asco. Al contrario: cuanto más asqueroso, mejor. Cuanto más extraño, más divertido.
Verás que Espejos, mocos, cucarachas… está diseñado para que lo uses, leas, mires y hojees tanto como sea posible. A cada tema le hemos destinado dos páginas.
En la izquierda encontrarás tres datos curiosos que seguro, segurísimo no sabías. A la derecha verás un cuento o poema de escritores increíbles: Cecilia Galli, Julieta García González, Paulette Jonguitud, David Miklos, Javier Peñalosa, Jaime Alfonso Sandoval y Ricardo Yáñez.
Este libro es para ti. Úsalo tal y como quieras, pero eso sí: disfrútalo.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones SM
Fecha de lanzamiento21 dic 2016
ISBN9786072424500
Espejos, mocos, cucarachas... y otras pócimas curiosas

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    Temas tan variados como su título lo indica: una breve explicación de cada uno y luego un texto para ejemplificarlo y jugar con el lector.

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Espejos, mocos, cucarachas... y otras pócimas curiosas - Kirén Miret

hacerlo.

En la escuela*

Julieta García González

Mi amiga Andrea y yo amábamos los cubos porque eran de madera, grandes, sólidos, y se podía armar con ellos desde un puente hasta una casa. Un día, quisimos con el alma el mismo cubo.

Estábamos en kínder B. Habíamos aprendido ya algunas cosas (pepino, chayote, sandía, melón: nombres y colores) y estábamos en la hora del juego. Mi intención era apilar los cubos uno sobre otro hasta que alcanzaran mi estatura. Mientras tanto, Andrea trabajaba en lo suyo. Llegó un punto en que, al estirarnos para seguir elevando cada quien su propia construcción, nos topamos mano sobre mano. Peor, mano junto a mano. ¿Quién se quedaría con el cubo? Para despejar la duda, intentamos abrazarlo al mismo tiempo. ¿Qué hacer?

Decidí tomar una de sus coletas con una mano (para no soltar el cubo). Ella hizo lo mismo. Decidí jalar la coleta. Ella hizo lo mismo. Nuestras cabezas se fueron inclinando poco a poco para acompañar a la coleta en riesgo. Nos mirábamos a los ojos: ¡no cederíamos!

Un par de gritos después, la maestra se adueñó del cubo y nos acompañó a la dirección. Caminamos tomadas cada una de la coleta de la otra, sin soltar, sin soltar, sin soltar.

Esa fue la primera vez que fui a dar con mis huesos a la dirección, pero le seguirían muchas otras, hasta mi último día en la universidad. Cosas de escuela.

*Basado en hechos reales.

La tormenta

Javier Peñalosa

Toda la mañana las aguas estuvieron tranquilas. Los marineros paseaban de un lado al otro del bote o se rascaban las barbas mientras hablaban de sus aventuras en altamar. Era un día esplendoroso para la navegación. Ninguno de los tripulantes podía imaginar lo que estaba a punto de suceder.

De pronto el cielo se oscureció por completo, y aunque no había nubes, empezaron a caer enormes gotas de agua amarillenta. Gotas tan grandes y poderosas como nunca las había visto en mi vida. Más que gotas, era un furioso chorro de agua que caía con fuerza muy cerca de nosotros.

—¡A babor! —les grité a los marineros en un intento desperado por salvar nuestra embarcación, pero una de las gotas hizo que Gómez saliera volando por la

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