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Elementum (Antología)
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Libro electrónico79 páginas1 hora

Elementum (Antología)

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El presente libro ofrece una compilación de cuentos con relación a los cuatro elementos naturales escritos por autores que pertenecen, de una manera u otra, a Nuevo León. "Catorce autores [que] son por derecho propio elementos de un universo en constante expansión: la literatura del noreste o literatura del desierto". Elementum ofrece una variedad de cuentos que rozan diversos géneros literarios.

IdiomaEspañol
EditorialEditorial ENE
Fecha de lanzamiento29 may 2020
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    Elementum (Antología) - Editorial ENE

    Prólogo

    Roberto Kaput

    Tierra

    Los borrados

    Manuel Herrera

    Eterna pesadilla

    Guido Gueta

    Cuento de rancho

    Guido Gueta

    Tierra somos

    Tania Aracely Romero Espinoza

    Agua

    La botella

    Gabriel Hernández

    Tlahuelpuchi

    Carlos Rutilo

    Lágrimas en el café

    Mariann Antonelli Morales Tobías

    La expiación del espectro atormentado

    Francisca Navarro

    Aire

    Lazarillos

    Iván Aguilar

    Diente de león

    María Teresa Martínez Castillo

    El mito de Mayahuel

    Iván González

    De cómo convertirse en aire

    Luisa Fernanda González

    Fuego

    Cenizas

    Eliud Elizondo

    Por salvarla a ella

    Emanuel Carreón Zúñiga

    Tonto Tony

    Emanuel Carreón Zuñiga

    Préstame el encendedor

    Xyz

    Epifanía

    Iván Aguilar

    Semblanza

    PRÓLOGO

    Los nuevos elementos

    Éter

    Prologar una antología de cuentistas emergentes, compuesta con la clara intención de fundar un cosmos de raíces presocráticas, es, acaso, mi definición preferida de Nueva Normalidad: ese fin de época neoliberal que se nos echa encima en pocas semanas. Leí entonces, alejado de la ciudad, como cualquier Dioneo o Filostrato, nunca Pánfilo. ¿Qué encontré? ¿Por qué recomendarles la lectura de Elementum? Los catorce autores se muestran interesados en los orígenes: de la historia regional, de los sentimientos primitivos, del lenguaje con el que trabajan, de las posibilidades de la ficción; algunos han arribado ya a ciertas respuestas, en todos se percibe la búsqueda de un origen literario, una marca de nacimiento: el cuento fantástico, las historias de fantasmas, el realismo social, el indigenismo, el surrealismo, la balada ranchera, la literatura erótica. A veces son apuntes, a veces complejas hibridaciones. En esa heterogeneidad que los editores clasifican en tierra, agua, aire y fuego, se percibe la voluntad general de imaginar otro mundo desde la ficción. Eso para mí es el puro éter aristotélico, akasha detrás de los tratados de los nuevos elementos Poética y Retórica del posocrático. Por eso lo recomiendo: la antología está viva, algo que no se puede afirmar de todas las antologías. Sé de lo que hablo.

    Tierra

    Manuel Herrara encuentra a sus personajes en la historia y topografía regional, pero los desarrolla explorando las posibilidades de una corriente más amplia, latinoamericana: las narraciones históricas, más o menos fantásticas, que emprenden una relectura de la historia americana desde personajes subalternos o periféricos. Los borrados –habitantes, entendemos, de Aridoamérica– llevan en la piel rayas de colores que simbolizan el viento, la lluvia, las flechas del sol, símbolos que en su ascensión reafirman al narrador, escondido en una cueva. La humanidad de un narrador borrado se sostiene en la memoria, es decir, en el reordenamiento de sus pensamientos. Esa memoria además de material (la marca en el cuerpo de los elementos, el tatuaje como arte) es cronográfica (la conquista militar de esta región). Esto no sólo reafirma al personaje, también lo coloca como un lector crítico de la historia norestense.

    Guido Gueta trabaja con atmósferas de murciélagos y roedores de la oscuridad, lo que nos sitúa de lleno en el cuento de terror: terrores primarios como sentirse observado o ser devorado. ¿Por quién o por qué? En Eterna pesadilla, por dos lucecitas pequeñas, más cerca del asesino de la nota roja que al monstruo de las narraciones góticas. En Cuento de rancho, por los animales crueles, fríos, antropomórficos, de las leyendas populares.

    En Tierra somos, Tania Romero ofrece el testimonio indirecto de una vida que se apaga: la nieta hace el recuento de la vida de la abuela, una vida disfrutada hasta el fondo, resumida en la sentencia final: la muerte la llevamos en las pestañas.

    Agua

    La botella es un cuento de frontera. Esta clase de narraciones operan tensando, menos o más, las implicaciones trágicas del cruce. Gabriel Hernández sitúa ahí a dos hermanos, personajes en fuga. Al autor no le importa detenerse en la anécdota, en por qué escapan, se concentra en la etopeya: la posibilidad de encontrar la libertad del otro lado, demanda resolver la relación de los hermanos de este lado. En la frontera, los códigos sociales permutan, el código familiar se rompe: Si ves a mamá y papá, diles que espero me perdonen.

    Carlos Rutilo es un lector atento del cuento fantástico en Latinoamérica, imposible no recordar a Horacio Quiroga o a Amparo Dávila mientras se lee Tlahuelpuchi. Pero lo de Rutilo es algo más que una incursión en una tradición o un género, es la búsqueda de un lenguaje propio en la obra de sus maestros: Arreola, Fuentes, Pacheco, Del Paso, artesanos todos del lenguaje. Carlos no infla el lenguaje, lo pule: Un cuchillo color de cielo serpentea entre las nubes de la tormenta. La intensidad de ese apunte de atmósfera se atempera con la manera en que dilata el tiempo del relato. Todo lo anterior cifrado en un cuento de brujas ambientado en un pueblo mágico. Este es uno de los cuentos más maduros de la antología.

    En Lágrimas en el café, Mariann Morales nos propone una relectura de algunos bloques semánticos del cuento de hadas (abuela, nieta, casa en el bosque, objeto mágico, iniciación) ajustándolos a la sintaxis del cuento de terror (el monstruo que se alimenta de la víctima por un tiempo

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