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La noche tiene garras
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Libro electrónico122 páginas1 hora

La noche tiene garras

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La noche tiene garras, el nuevo libro de cuentos de Alejandro Juárez, es una salvajada. Se trata de una compilación conformada por relatos breves, pero que gozan de la fuerza necesaria para causar asombro, estremecimiento, asco o hasta melancolía. Es refrescante descubrir en este libro un gusto por las entradas poderosas, muchas de ellas in media res, que nos permiten adentrarnos en las geografías macabras, en las sensaciones perturbadas de sus personajes.
Nos habla de los horrores ocultos tras lo cotidiano, y también de los rituales de tradiciones perdidas, pero que siempre hemos temido como posibles realidades. El horror nos habla de nosotros mismos, de nuestros temores más profundos.
""La noche tiene garras" es una salvajada. Relatos breves que gozan de la fuerza necesaria para causar asombro, estremecimiento, asco o hasta melancolía. En estos cuentos, cuando la noche parece desplazarse, no es el día luminoso y tranquilizador lo que se aproxima, sino la misma pesadilla recubierta por el manto nocturno". Gerardo Lima. Narrador, poeta y ensayista. Autor de Cosmos nocturno, ganador del Premio Nacional de Cuento Breve Julio Torri 2018.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 feb 2021
ISBN9786079912604
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    La noche tiene garras - Alejandro Juárez

    MÉXICO

    PRESENTACIÓN

    La noche tiene garras, el nuevo libro de cuentos de Alejandro Juárez, es una salvajada. Me explico, se trata de una compilación conformada por relatos breves, pero que gozan de la fuerza necesaria para causar asombro, estremecimiento, asco o hasta melancolía. Es refrescante descubrir en este libro un gusto por las entradas poderosas, muchas de ellas in media res, que nos permiten adentrarnos en las geografías macabras, en las sensaciones perturbadas de sus personajes.

    El terror es un género complicado. Algunos autores han preferido la utilización de la psique como materia para amasar las atmósferas y situaciones que provocarán ese sentido y estética de lo siniestro. Sin embargo, desde El castillo de Otranto, pasando por El hombre de arena y atravesando la estela del mismo Poe, lo sobrenatural se ha erigido como uno de los elementos preferidos de los escritores que se cuestionan los límites de la realidad por medio de los vistazos a la penumbra, a la oscuridad misma.

    Además de los góticos, las piedras negras que se han erigido en la historia de un género tan cimentado como complejo, son bastantes, por fortuna. Después de los horrores góticos, del rumor del romanticismo, la literatura macabra no se olvidó de los fantasmas, ni de las creaciones originales, como en el caso de Frankenstein, ni tampoco se dejó atrás el incipiente conocimiento de la psique, la mente como un monstruo. Un siglo antes de la aparición de El exorcista, esta amenaza se situaba no en los demonios, sino en los terribles entresijos del pensamiento, y también del sueño y el inconsciente.

    Es este rumor del sueño, que no se olvidó, a pesar de la Ghost story, de los monstruos vampíricos y revinientes, del folklore de las Islas Británicas, de Europa, de los seres terribles y divinos venidos de otras épocas, el que permea en la obra lovecraftiana y se convierte en un elemento importante para el horror, el movimiento errático y profundo de aquello que solo vive cuando cerramos los ojos.

    El epígrafe con el que empieza La noche tiene garras pertenece a Gaiman, un onironauta avezado, tanto por su obra gráfica como por su narrativa. Quisiera, sin embargo, estar en contra de lo dicho por el gran artista inglés, pues en estos cuentos, cuando la noche parece desplazarse, no es el día luminoso y tranquilizador lo que se aproxima, sino la misma pesadilla recubierta por el manto nocturno, como sucede en el cruel relato La visita. Por eso es que el título del libro es tan acertado, pues es ahí, en lo desconocido, donde la amenaza se hace palpable. Aquí no nos tranquilizamos después de extender la mano en la oscuridad, mientras yacemos acostados, para encontrar la lámpara, el switch, que nos devolverá a nuestra habitación, a nuestra tranquilidad. En estos relatos hay más sombra y miedo y monstruos; no hay switch alguno, y posiblemente, al alargar la mano encontremos una garra cubierta por un líquido viscoso, de un olor característico, que posiblemente conozcamos demasiado bien.

    Alejandro Juárez ha optado por seguir este camino sobrenatural, y es de celebrarse que lo haga tan bien. No hay aquí una tradición negada. Está aquí Lovecraft, pero también está Barker, Campbell o hasta los maestros sádicos como Ketchum o John Saul, además de los crueles como Villiers L’Isle Adam. La noche tiene garras bebe directamente de estas escuelas, y subvierte los tópicos para otorgarnos un refrescante avistamiento a lo que yace en la oscuridad. Como indicaba Lovecraft en El horror sobrenatural en la literatura, no es suficiente con el miedo o el monstruo, también es necesaria una buena prosa, una búsqueda del objeto artístico. Y si algo nos ha enseñado la estética, es que lo siniestro es una categoría tan válida como lo bello o lo sublime. La noche tiene garras utiliza esta estética y nos habla de los horrores ocultos tras lo cotidiano, y también de los rituales de tradiciones perdidas, pero que siempre hemos temido como posibles realidades. El horror nos habla de nosotros mismos, de nuestros temores más profundos y aquí, Alejandro Juárez no se ha olvidado de ello.

    GERARDO LIMA

    Noviembre de 2020.

    PRÓLOGO

    Las historias que componen La noche tiene garras fueron creadas a lo largo de años, algunas a partir de sueños (enorme fuente de inspiración) y otras a través de una mezcla de leyendas, imaginación y vivencias. Dos se basan en experiencias reales, la primera una visión fantasmal de mi infancia, que ambienté en el polvoriento patio de mi primaria (Cuentos de escuela) y otra resultado de un viaje a Japón, tierra de misterios y maravillas (Jet lag).

    Siempre me ha intrigado la capacidad humana de crear monstruosidades y el ferviente deseo de creer en ellas, por más terribles que puedan resultar. En el impulso que nos arrastra hacia esas bestias y los recovecos oscuros en que moran, se encuentra la explicación de nuestras contradicciones, de nuestras candelas y nuestras cavernas sin luz.

    En estas páginas deambulan niños horripilantes, obsesiones y ecos, espíritus vampíricos y viejas leyendas que huelen a moho y perdición. Aquí se explora el embarazo de los esqueletos, un tenebroso culto a la carne y la búsqueda de un monstruo por poseer un nombre.

    La oscuridad surge a veces de algo no-humano, cosas pacientes que acechan y seducen con cuerpos cálidos y dientes larguísimos. En otras, el origen es una persona cuyas acciones están envueltas por el alambre de púas de sus emociones. ¿Cuál es más temible? Eso queda a decisión del lector.

    De este racimo de historias, cinco habían sido incluidas en antologías: Reverberaciones, cuentos breves (2014, con dos relatos cortos: El páramo y El filo del espejo); Algo llamado horror (2018, que incluyó Bajo el puente), Umbral, antología de horror (2018, con Nuevo amanecer) y Fantasmas, quimeras y otros monstruos (2019, en donde se coló Animalia).

    Una parte importante de estas bestias y juegos literarios se cocinó en el memorable taller de Gabriela Torres Cuerva, escritora de altos vuelos y ardiente defensora del relato breve. Espejo en un iris de noche es un juego-homenaje, tanto al borrascoso creador de Baltimore como a la propia Gabriela.

    Escribí mi primera historia a los nueve años, impresionado por la lectura de Narraciones extraordinarias del titánico Poe. Nunca supe si la tía que me regaló el libro tenía conciencia de la enormidad terrible de esas letras. No guardo copia del texto ni recuerdo el contenido, sólo la memoria de leerlo en voz alta a mis hermanas, justo cuando la huída del sol nos obligaba a encender las luces, en la hora entre la cena y el ir a dormir.

    Durante décadas compartí mis creaciones únicamente con gente cercana, hasta que me animé a presentarlas de forma pública. Uno o dos cuentos aparecieron en periódicos, un par fueron convertidos a formatos radiofónicos, otros se colaron en presentaciones y lecturas. Cayeron de repente y en diversos momentos tres premios literarios, incluyendo el Premio Nacional de Ciencia Ficción Julio Verne, en 2007, y varias menciones honoríficas. Finalmente, tomé la decisión de darle cuerpo a un primer libro, La bestia de la luna azul (2011, Editorial La Zonámbula), compuesto por historias que viajaban de lo fantasmal a la especulación futurista, el cual fue bien recibido y al que siguieron Máquina de sueños (2015, Editorial Paraíso Perdido), un vistazo sombrío a un futuro demasiado cercano (escrita a cuatro manos con la bella y talentosísima Mariana Mota); así como la inclusión de mis historias en doce antologías.

    Este libro salió de la sala de parto ayudado por decenas de lectores que lo patrocinaron a través de una campaña en línea, poniendo este trozo de negrura bajo la luz. Para ellos, todo mi reconocimiento.

    Para conocer más sobre mi obra y descargar mis dos libros previos de forma gratuita puede visitarse mi página web: http://alexjuarezmx.wixsite.com/alejandro-juarez

    Igualmente les invito a intercambiar comentarios con su servidor en alejandro.juarez.literatura@gmail.com

    AGRADECIMIENTOS

    A los Patrocinadores, que generosamente apoyaron el nacimiento de este libro:

    Ksenija Kos | Cástulo Aceves | Luis Enrique Juárez | Celia Elena Ravelo | Liliana Pineda Soto | Jorge Arturo Martínez | Rosy Arellano | Óscar Cárdenas | Ana María Elorza | Elizabeth Muñoz | Ana Luisa Santiago | Rafael Villegas | Nelida Orozco Claudia Jeanette González | Guadalupe Orozco | Olga Valencia González | Óscar Rebollar | Hazel Viera | Edna Montes | Diego Méndez | Angélica Ravelo | León Isac Aguilar Pérez | Cecilia Eudave | Adriana Reid | Margrita van der Hoek | Livier González | Mariana Mota | Karolina Kos | Martha Farías | Leticia Won | Joanne Dulce | Yolanda Bringas | Martha Juárez | Mayra Váldez | Ramón Serrano | Adalberto

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