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De vuelta a los noventa

Al abrir la puerta de su hogar en una pequeña calle en Brighton (Reino Unido), Norman Cook, de 35 años, alto, calvo y productor musical bajo el nombre de Fatboy Slim, se presenta con la siguiente pregunta: “¿Consumes drogas?”. Cook quiere saber ese ‘pequeño’ detalle. Después del viaje en tren desde Londres y con la cabeza aún adolorida de la noche anterior, me río y le respondo: “Creo que sí, no voy a mentirte”.

Cook es un drogadicto con una identificación oficial para consumirla, y aparentemente todo el mundo lo sabe. “Soy un fiestero inútil y, la verdad, no soy un modelo a seguir para nadie, no tengo nada más inteligente que decir más que ‘ok, consumámosla’, y ya”, confiesa.

La casa de Cook está poblada de rostros amarillos sonrientes, los smileys, el símbolo adoptado por la cultura del rave. Hay tazas, teteras y relojes con la imagen. Me fijo en que Cook administra sus impuestos con una calculadora enorme que también tiene un smiley. Entre los clubs de Brighton, esta propiedad es conocida como The House of Love, en parte por la decoración y, por otro lado, gracias a su reputación como un lugar de ridiculeces hedonistas. “Sin importar quién esté tocando en Brighton, invariablemente termina aquí”, dice él con orgullo.

En una habitación trasera de la parte de arriba, interrumpo a Cook al componer una nueva canción. Cortando trozos del sonido de la guitarra de Dick Dale, dándole un toque especial a las notas y con un sample bastante repetitivo (“Right about now, the funk soul brother/ Check it out now, the funk soul brother”), la pista se llama The Rockafeller Skank y pronto sonará por todos lados.

CÓMO CAMBIAN LAS COSAS...

Es la tarde de un sábado de enero de 1998 y debo entrevistar a Cook para una revista con la que he comenzado a colaborar llamada The Face. El plan original era que Cook me llevara a distintos clubs de Brighton para recabar más información acerca de su perfil. Visitamos uno llamado Mr. Fabulous and Mr. Mental Present: Fabulous and Mental!, entre otros. Pero, antes de salir, Cook me sugirió algo. En la parte trasera de un CD, en la mesita de su sala, había cuatro rayas de cocaína. Pero nosotros solo éramos dos. “Una para cada fosa nasal”, me explicó.

Hoy en día, Norman Cook es una persona reformada. Fue a rehabilitación, pero no fue hasta la siguiente década cuando todos descubrieron cómo monetizarlo y popularizarlo. Fue la era de los superclubs como Cream, en Liverpool, y Renaissance, en Mansfield. La misma época de discos con mezclas triples con nombres como; de Dj superestrellas como Sasha y Danny Rampling; de bebidas no alcohólicas anunciadas con gráficos dede aquellas sudaderas tan populares con el lema “Junkie’s Baddy Powder” en la misma fuente tipográfica que la de los polvos de talco para bebés de Johnson.

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