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Crímenes vulgares y mascotas sobrenaturales
Crímenes vulgares y mascotas sobrenaturales
Crímenes vulgares y mascotas sobrenaturales
Libro electrónico106 páginas44 minutos

Crímenes vulgares y mascotas sobrenaturales

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En esta nueva entrega, el autor de «Monstruos Extintos» regresa con una selección de microrrelatos de terror y fantasía divididos en dos bloques. En el primero, dedicado al maestro del humor siniestro Robert Bloch, se recogen sus cuentos más oscuros; y en el segundo, dedicado a Stephenie Meyer, se agrupan las historias de carácter fantástico y juvenil. Juntos, estos dos bloques forman un cóctel de explosivo sabor que no dejará indiferentes a los amantes del fantástico
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 feb 2021
ISBN9788412322736
Crímenes vulgares y mascotas sobrenaturales
Autor

Joan Márquez Franch

Joan Márquez Franch. Se enamoró y creció torcido. No hubo forma de enderezarlo, ni a golpes de vara ni atándolo a un poste como un árbol. Desde entonces escribe historias sobre crímenes o amoríos, según tenga el día y según se haya tomado la pastillita roja o la azul. Instagram: @johnny_dimoni

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    Crímenes vulgares y mascotas sobrenaturales - Joan Márquez Franch

    Parte 1:

    CUENTOS PARA ROBERT BLOCH

    Novela negra en femenino

    Lo importante era que Neymar Jr. se recuperara bien, no que llegase a tiempo para hacerse la foto en el Bernabéu. Y, claro, volvió a recaer de la misma lesión. Además, el resultado de veinte a cero no ayudó a la hora de contener su mal humor. Tiró el televisor por la ventana y luego se dejó caer de hinojos en el jardín, junto a los restos del aparato, mientras sus labios dibujaban mudas súplicas a algún dios. Su esposa, a todo esto, renegaba con la cabeza al tiempo que, sentada al ordenador, tecleaba alguna furiosa historia de crímenes contada desde el punto de vista del asesino; algo de lo que se había enamorado desde que descubriera a Jim Thompson. Le daba igual que su marido hubiese destrozado la caja tonta, a fin de cuentas, era él quien traía el pan a casa mientras ella tecleaba su cuarta novela que, con casi toda seguridad, acabaría en el mismo cajón que las tres anteriores. Si bien las historias sobre envenenamientos domésticos le procuraban tanto placer que compensaban el esfuerzo.

    Huyendo de mis padres

    La casa tenía un porche, que recorría su perímetro, con las maderas podridas y combadas por la humedad. Un columpio totalmente oxidado todavía colgaba de la rama de un nogal y era el que producía ese desagradable chirrido que ahuyentaba a los curiosos. Por último, el solar siempre parecía estar cubierto por un techo de nubes, aunque en el resto del pueblo brillara el sol; y tal vez eso sí fuera lo más inexplicable de todo. Recorrí el caminillo de entrada conquistado por la maleza, subí los tres peldaños del porche, que chirriaron a modo de aviso, y la puerta de la casa pareció abrirse sola al contacto de mi mano, como si reconociera en mí a su nuevo propietario legítimo.

    Postal de los Yermos

    A Sergio José Martínez Valls.

    Forzaron la puerta y fueron directos a la despensa. Sin mediar palabra, Flint y Nina saquearon las existencias, arrojándolas dentro de sus remendados sacos hasta que no pudieron cargar con más peso. Luego empezaron a magrearse como era costumbre —robar los ponía cachondos— hasta follar de pie y con mucha ansia en la penumbra del cuartito, en medio del intenso olor a aceitunas de un par de botes que se habían roto. Nina le ofreció su anchuroso culo y Flint su verga nudosa. El varón era un gnomo pelirrojo con una trenza que le caía de la nuca. Ella tenía las pupilas verticales como los gatos y más barriga que tetas. Gritaron su éxtasis a la

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