LA MONSTRUOSA CRIATURA QUE DIEZMÓ MALTA
alta se encuentra en el Mar Mediterráneo, al sur de Sicilia y a medio camino de la costa africana, y desde antiguo ocupó una privilegiada posición estratégica para el control de la navegación por dicho mar. Por tanto, no es de extrañar que durante siglos el archipiélago de Malta fuera codiciado por diferentes civilizaciones. Desde fenicios, griegos, romanos o cartagineses hasta árabes, turcos y cristianos; todos querían apoderarse de esas islas. Sus habitantes estaban tan enzarzados en la defensa de su territorio o en las guerras internas, que nunca prestaron demasiada atención a los grandes megalitos, templos y extraordinarias catacumbas, en realidad vestigios de una desconocida civilización que había habitado esas tierras miles de años atrás. Mucho menos se dignaron en averiguar por qué esos antiguos pobladores desaparecieron sin dejar rastro. Hubo que esperar hasta el siglo XVII para que un hombre llamado Giovanni Francesco Abela, vicecanciller de la Orden de los Caballeros de San Juan, comenzara a interesarse por la identidad de aquella civilización desaparecida. Abela comenzó a recabar todo tipo de informaciones, descubriendo legendarias historias que relataban la existencia, en tiempos muy remotos, de una antigua raza de gigantes que había ocupado aquellas islas y erigido aquellas moles pétreas. Abela dio credibilidad a dichas historias, porque, desde su punto de vista, solo una raza de gigantes podía haber construido esos enormes monumentos
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