No Fue Invitada a la Boda: Un Romance Para Siempre, #1
Por Mimi Laurence
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No Fue Invitada a la Boda de Mimi Laurence
Luego de la pérdida de su abuelo, su padre y su hermano, Katharine tuvo que hacerse cargo de una gran cantidad de deudas. No haber sido invitada a la boda del año casi no importaba, ya que la joven enfermera había tomado todas las horas extras habidas.
Una mañana, luego de una larga noche en el hospital, acudió al rescate de un gatito hambriento y medio ciego. Al ver lo impresionante que era, el solitario profesor se da cuenta de que su amiga la enfermera tiene las características para ser su amada esposa. ¿Cómo puede hacer Marc llamar la atención de Katharine suficiente como para que ella acepte tener su propia boda de blanco?
LA AUTORA: Mimi Laurence escribe lo que observa – gente trabajadora que les cede el papel de chicos malos y reinas del drama a otros. Estos amigos de todos los ámbitos de la vida son los héroes y las heroínas de los romances limpios, sanos y saludables de Mimi. No Fue Invitada a la Boda es la primera novela de Mimi, inspirada en la gran Betty Neels.
Lectora y viajera ávida. Se gana la vida aconsejando a las personas sobre cómo mejorar sus vidas. ¡En los libros de Mimi la gente sí sigue sus consejos!
En su armario no hay ni zapatillas deportivas ni jeans porque las mejores historias solo fluyen cuando Mimi usa una bufanda colorida, tacos de un centímetro y un sombrero alegre.
Mimi Laurence
Mimi Laurence writes what she sees - hardworking neighbourly people who leave the bad boys and drama queens to others. These ideal friends from all walks of life are the heroes and heroines in Mimi's clean & wholesome and healthy romances. An avid reader and traveller, she makes her living advising people how to improve their lives. In Mimi's books, they actually follow her advice! Her closet contains no athletic shoes nor denim because the best stories only flow when Mimi wears a colourful scarf, one-inch heels, and a jaunty hat.
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No Fue Invitada a la Boda - Mimi Laurence
DEDICATORIA
A los verdaderos Paul y Elayne Henderson
Mrs Ada Johnston
La Original
Kathy Brantley
ÍNDICE
Agradecimientos... ............................................................................................................5
Capítulo Uno.......................................................................................................................7
Capítulo Dos......................................................................................................................12
Capítulo Tres.....................................................................................................................19
Capítulo Cuatro.................................................................................................................27
Capítulo Cinco...................................................................................................................34
Capítulo Seis......................................................................................................................42
Capítulo Siete......................................................................................................................52
Capítulo Ocho......................................................................................................................58
Capítulo Nueve....................................................................................................................71
Capítulo Diez........................................................................................................................78
Capítulo Once.......................................................................................................................97
Capítulo Doce: Epílogo.......................................................................................................102
Comentarios.........................................................................................................................104
Sobre La Autora...................................................................................................................105
Escritos Por Mimi Laurence................................................................................................106
Sobre la Editora......................................................................................................................108
AGRADECIMIENTOS
Ami editora, Janice Seto. Este libro no estaría publicado sin ella.
A Josefina, también! Gracias!
CAPÍTULO UNO
El Contenedor
ES TEMPRANO POR LA MAÑANA DEL DOMINGO LONDINENSE, CUANDO EL SOL abre sus ojos bruscamente después de un frío sábado invernal. Casi no hay silencio. Algunos rezagados que se lamentan de la presencia del sol se mezclan con los trabajadores de la ciudad recogiendo la basura y arrastrando el desafortunado rechazo de la última ronda en los bares. La gente soñolienta sorbe sus cafés tibios mientras que arrastran sus pies por la entrada de la puerta del personal para su turno matutino en San Hedwig.
El Profesor Barón Marc Thoe van der Veer estaba parado al costado de una de las puertas antiguas, no de las que se movía hacia atrás, sino que solo se balanceaba. Contra alguna cláusula en el edificio moderno y el código de seguridad contra incendios, la puerta era la número 311 de la lista de cosas para reparar, por lo que el personal simplemente la soportaba.
Más allá de su propio cansancio, el consultor principal permitió que el tráfico entrante de peatones retrasara su salida. Habían sido un par de horas preocupantes, pero su pequeño paciente pudo recuperarse y ahora estaba seguro en manos del equipo médico habitual, muchos de los cuales eran parte del personal entrante. Por lo menos, después de 4 minutos de cortesía,
decidió retirarse, bostezando mucho, y frotándose los ojos. Es por eso que no pudo ver a una enfermera, a la mitad de la entrada, parada con sus ojos aun cerrados, justo en su camino.
Cuando un objeto inmóvil se topa con una fuerza irresistible, los físicos le han contado a innumerables estudiantes de ciencia, el resultado deberías ser la aniquilación. En este caso, la curvilínea enfermera, que no era en absoluto un objeto inmóvil, dio paso a su marco de 18 piedras. Se cayó sobre el pavimento de concreto, pero fue salvada de un choque vergonzoso por el brazo largo y estable del Profesor.
No estará apurada por irse a su casa Enfermera Smith, ¿no?
le preguntó él suavemente, ¿Está parada afuera bloqueando el camino de todo el mundo porque...?
De malhumor, olvidando que los profesores prestigiosos debían ser tratados con un alto nivel de respeto, la enfermera de pelo castaño respondió con un chasquido, Sin duda estoy apurada por irme a casa por mis días libres, señor, acabo de trabajar doble turno debido a la escasez de enfermeras. Otro turno agregado en el último minuto, ya es el tercero este mes.
Sorprendido por su animoso discurso, el Profesor hizo las modificaciones adecuadas, Mis más humildes disculpas, Enfermera, debe estar muy cansada...
De lo que estoy cansada, Señor, es de la interminable escasez de enfermeras. El voto de Brexit empeoró todo...
se dio una bofetada contra la boca. Perdón señor, se supone que no debemos hablar de política.
No hay por qué disculparse, tiene mucho sueño. No me sorprendería que sus ojos se cierren de golpe. Déjeme llevarla hasta su casa.
Miró al Profesor. No era la primera vez que el gigante rubio la llevaba hasta su departamento. Tenía un Rolls Royce hermoso,
y tenía unos modales hermosos. Aunque su actitud hacia ella se había enfriado un poco desde aquellas semanas encantadas el otoño pasado: museos, teatros, y cenas afuera usurpadas entre turnos. No era nada de lo que ella pudiera culparse, ya que siempre se mantuvo profesional. Aun así, ella podía sentir que algo había cambiado desde noviembre. Quizás él sentía que ella estaba peligrosamente cerca de enamorarse de él, mientras que él solo la veía como una agradable compañía...
Ay, no es por eso que tengo mis ojos cerrados. Es porque no quiero ver eso.
Y señaló el borde exterior del antiguo edificio del hospital mientras que cruzaban al área de estacionamiento del personal médico. Junto a St Hedwig’s, se encuentra el puesto avanzado de la Iglesia de Inglaterra en la zona salubre del extremo Este. Desgastado, oscurecido por décadas del esmog londinense, y horas de autos y autobuses resoplando varios químicos de sus tubos de escape; se mantenía anclada en un pasado distante, imponente.
¿Usted es atea?
El Profesor frunció el ceño ya que era el último de una larga línea de calvinistas holandeses.
No, claro que no...
ella se interrumpió, Ahora ya lo hiciste... no puedo hacer como que no lo vi...
dijo lamentándose, y salió corriendo, abalanzándose hacia un costado de la iglesia, y luego cayó sobre sus rodillas, en torno a los contenedores.
En plena persecución, el Profesor tuvo tiempo de extraer un gran pañuelo blanco de su inmaculado traje a medida. Esa no sería la primera vez que limpiaría a algún enfermo de St Hedwig. Un doble turno pondría a prueba el sistema inmunológico de cualquiera.
Al llegar a la enfermera, que estaba en cuclillas, el Profesor le ofreció su pañuelo para que lo usara.
Gracias, señor, esto es perfecto.
Un minuto después, mientras que él desviaba su mirada, Katharine se puso de pie, ligeramente inestable, apretando su pañuelo contra su
amplio pecho. Tristemente, murmuró, Realmente traté de no verlo...pero no puedo evitarlo.
El Profesor sabía que podía dejar su expresión emocional a la fatiga, e ignorarla. Pero también podía hablar con franqueza y brindarle respuestas a sus preguntas tácitas. EL lenguaje americano lo resumió como darle a ella un cierre, con la verdad, tan cliché como era No sos vos, soy yo.
Katharine...
empezó.
Ella miró hacia su pañuelo tristemente, ¿Qué voy a hacer con vos? La situación monetaria es bastante delicada...
¿Kathy...?
preguntó, inquisitivamente. Katharine, desafortunadamente, no escuchó el apodo que Marc había asumido para su uso exclusivo en el otoño. Luego de todos esos meses de formalidad invernal, ella hubiera estado alegre por su expresión involuntaria.
Metido en el medio del pañuelo había algo borroso y negro: un pequeño bulto de piel, maullando patéticamente.
Creí ver algo esquivando autos y mendigando comida en frente de la iglesia, señor. De cerca, veo por qué, sus pobres ojos están enmarañados juntos. No podía ver hacia donde iba...
Los ojos de Katharine se llenaron de lágrimas. ¿Qué hacemos ahora?
Fue allí cuando él decidió descartar sus ideas limitantes preconcebidas respecto a las mujeres, que si no es holandés, no vale tanto
. Todos esos meses evitando a Kathy no sirvieron de nada. Solo una pequeña conversación, en ese improbable lugar, puso fin a sus esfuerzos por evitar lo que él sabía que era inevitable.
Esta fue una oportunidad inesperada de compensar por todo. El Profesor decidió