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Bloqueando a la Novia
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Libro electrónico295 páginas5 horas

Bloqueando a la Novia

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La vida de Nora Lenhart, la mujer que nunca puede decir que no, es muy complicada. Sus niveles de estrés se dispararon cuando fue nombrada dama de honor para la boda de la Peor Jefa del Mundo. Además, su ex es el padrino. Necesitará comprar acciones en una compañía de antiácidos, mientras intenta deshacerse de la monstruosa envidia que siente hacia la boda.

Camden Webber es un agente del FBI con un enorme peso en sus hombros, específicamente, no ser capaz de olvidar a la mujer que nunca puede decir que no, pero que a él le dijo que no cuando le propuso matrimonio cinco años atrás… Aunque no es un entusiasta de las bodas y el matrimonio, accede a ser el padrino de la boda de su mejor amigo. Después de todo, los desastres nupciales pueden ser interesantes, ¿verdad?

Cuando Nora y Cam se reúnen en una cena de compromiso, a pesar de su tumultuosa historia romántica, idean un plan para separar a la dispareja pareja antes de la boda. A medida que se acerca el gran día, las emociones alcanzan un punto de inflexión, lo que demuestra que la planificación de bodas se ve mucho más divertida en los programas de telerrealidad y, aunque los finales felices son opcionales, pueden existir en medio de las ruinas, si la pareja mira con suficiente atención.

IdiomaEspañol
EditorialSandra Sookoo
Fecha de lanzamiento12 abr 2020
ISBN9781071540091
Bloqueando a la Novia

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    Bloqueando a la Novia - Sandra Sookoo

    Expediente del FBI #1895098

    Nombre del Sujeto: Nora Lenhart

    Edad: 32 años

    Color de ojos: marrón

    Color de cabello: castaño rojizo

    Altura: 5’4"

    Peso: unos 160... depende de la época del mes

    Fecha de nacimiento: 30 de abril

    Lugar de residencia: Indianápolis, IN

    Estado civil: soltera, algo así como saliendo con alguien

    Profesión: asistente ejecutiva de La Peor Jefa de la Historia

    Relación con la novia: no muy cercana

    Relación con el novio: amigos lejanos a través de su mejor amigo

    Estado psicológico: campeona de la preocupación, experta en justificar malas decisiones, acostumbrada a ser pisoteada, romántica esperanzada... un día mi príncipe azul llegará.

    Punto de vista sobre las bodas: he planeado en secreto la mía durante años - aunque sólo sea en mi mente.

    Capítulo Uno

    Creo que muchas personas que sienten que desean casarse, desesperadamente a menudo simplemente desean una boda.

    ~Elizabeth Gilbert

    ––––––––

    20 de agosto, diez meses antes de la boda

    Establecimiento Médico No Identificado

    Indianápolis, Indiana

    Creo que voy a vomitar, dijo Nora Lenhart a la asistente técnica que esperaba con ella mientras intentaba, sin éxito, beber bario líquido en preparación para una radiografía de tracto gastrointestinal superior.

    Todos dicen eso, pero cuanto antes consiga beberlo, más rápido podremos terminar esto y podrá irse a casa. La asistente, con su cabello castaño atado hacia atrás y su bata verde con flamencos, hizo un gesto con la mano. Es de sabor a fresa. Debería gustarle.

    Sí, claro. Es como decirle a un niño de cinco años que la sustancia verde de su plato es espinaca - pero sabe a manzanas y la fruta es deliciosa- y esperar que se la coman.

    Nora tragó el resto de la bebida espesa, ligeramente rosada, y luego tiró el vaso de papel al cesto de basura. El sabor distintivo de la tiza se aferró a su lengua. Era cien veces peor que masticar antiácidos de menta o chupar tabletas para dolores de estómago. Y ella era una experta en el sabor de esas medicinas, razón por la cual vino a la cita de hoy. Lo más probable es que tuviera una úlcera – o dos. No sería una sorpresa, ya que los síntomas comenzaron poco después de que empezara a trabajar en el bufete de abogados hace tres años.

    Grandioso. La asistente asintió con la cabeza. Espere aquí. Le haré saber a la analista técnica que está lista. Luego la trasladaremos al laboratorio. Escribió algo en un portapapeles. Sólo para su información, si la analista técnica no obtiene buenos resultados en las radiografías, le pedirá que beba otra ronda de bario para poder ver cómo baja mientras está de pie.

    Oh, genial, pero si ese es el caso, quiero sabor a chocolate. Nora suspiró cuando la asistente se retiró y cerró la puerta tras ella. Se sentó en una de las sillas de la sala inicial de exámenes, cruzando las piernas mientras trataba de encontrar una posición cómoda. Pero, ¿qué tan cómoda podría estar usando esta bata médica color verde menta? Muy a la moda con el color de la temporada, ¿no? Además, no importa cuántas veces tragara, no podía deshacerse del desagradable sabor a tiza y fresa que quedaba en su boca. Con un escalofrío, se levantó para caminar por la pequeña habitación. Cada minuto que pasaba en este consultorio, significaba un archivo más que su jefa, Kennedy Thayer, dejaría sobre su escritorio, lleno de notas adhesivas, sólo por maldad.

    Nora, si tienes un momento...

    Ella nunca tenía un momento, pero eso no detenía a su jefa. La mujer era una tirana, no hay otra manera de describirla. Cada día que pasaba, Nora esperaba que el personal de anuncios del equipo de Kennedy informara que sólo se le permitiría ir al baño una vez al día. Conociendo a Kennedy, esto se veía venir y probablemente sería anunciado mediante una nota adhesiva. Así como muchas mujeres se obsesionan con los zapatos, esta mujer tenía una obsesión por las notas adhesivas. Algunas mañanas, Nora conseguía la pantalla de su computadora llena de ellas y todas comenzaban con Oye Nora, cuando tengas la oportunidad...

    Con un gemido, se dirigió al lavabo, se dio la vuelta y caminó hacia la puerta. La vida de la asistente ejecutiva de una ambiciosa abogada no era glamorosa. De hecho, era muy estresante. Aun cuando Nora se presentaba a trabajar a las siete y media de la mañana todos los días, Kennedy se ponía furiosa si algún miembro de su personal se iba antes de las seis de la tarde. Pero, claro, si la jefa quería irse temprano, todos debían intentar esforzarse más para compensar su ausencia.

    Los nudos, ya bastante familiares, comenzaron a formarse en su estómago. Tal vez era hora de buscar un nuevo trabajo. Excepto que, cuando había intentado buscar trabajo hace tres años, la experiencia había maltratado tanto su ego que no tenía prisa por volver a hacerlo.

    Su móvil sonó en su bolso, anunciando la entrada de un mensaje de texto. Nora giró para tomar el bolso del suelo, pero la puerta se abrió y la asistente le hizo una señal.

    La analista técnica está lista. La prueba sólo debería durar veinte minutos Se paró a un lado de la puerta El laboratorio está al final del pasillo.

    Nora asintió. Sostuvo la parte trasera de su bata para que no se abriera mientras pasaba tres puertas cerradas de las salas de exámenes y entró al laboratorio de rayos X. ¿Supongo que tendré la fortuna recostarme en esta mesa de la perdición? En el centro de la sala estéril había una plataforma con un tapete sobre ella, cubierta con papel. Podría haber sido cualquier mesa de examen en cualquier consultorio médico, excepto que estaba conectada a un intimidante grupo de equipos electrónicos.

    Recuéstese sobre su lado derecho. La inclinaremos ligeramente un par de veces, le haremos cambiar de lado, y luego lo haremos de nuevo con usted de espaldas. Hacemos esto para asegurarnos de que el bario ha cubierto tanto como sea posible su tracto gastrointestinal.

    Genial. Algo así como una montaña rusa sin tener que esperar en largas filas. Pero con el mismo costo absurdamente alto. Nora se subió a la mesa y adoptó la posición solicitada. Miró fijamente a la asistente mientras se unía a una radióloga y a la analista técnica de rayos X detrás de una pared de cristal. La doctora y la analista técnica se sentaron en un escritorio con monitores y otros equipos que probablemente cuestan más dinero de lo que Nora jamás vería en su vida. Adelante, amigos.

    Srta. Lenhart, por favor no hable ni se mueva mientras le hacemos las pruebas, una aburrida voz femenina salió de la corneta de un sistema intercomunicador. También trate de respirar natural y profundamente. Las respiraciones cortas y poco profundas sólo interrumpirán y retrasarán el proceso. Comenzaremos ahora.

    Un brazo mecánico con una cámara de rayos X se acercó a su abdomen. Nora cerró los ojos en un intento de no enfocarse en lo que estaba pasando. Piensa en cosas alegres. Piensa en cosas alegres.

    Mientras la mesa se inclinaba ligeramente hacia abajo, ella tragó con fuerza. ¿Por qué era tan difícil mantener pensamientos agradables mientras se sometía a pruebas aterradoras con equipos que tenían el riesgo de provocarle cáncer en el camino?

    Okey, Pensamientos alegres. Animales. No, no tengo mascotas y soy alérgica a los perros. Trabajo. No, probablemente eso fue lo que inició este festival de diversión para empezar. Novio. Doble no. No he tenido un novio serio, que me debilite las rodillas, desde —

    Srta. Lenhart, por favor voltee hacia su otro lado, ordenó la analista técnica.

    Nora se giró hacia su lado izquierdo. Desafortunadamente, su bata no se movió con ella y terminó torciéndose, exponiendo su ropa interior. Gracias a Dios que la dejaron usar pantis. Aun así, sus mejillas se enrojecieron. No eran las pantis bonitas que solía usar con su ropa más fina. Se había vestido con prisa en la mañana y se puso el primer par que sacó de la cesta de la ropa limpia—pantis blancas de abuela con la palabra Lunes estampada en la parte trasera.

    Y ni siquiera era lunes.

    La historia de mi vida. Qué manera de mostrar la elegancia de una chica de 32 años. El lado irreverente de su conciencia le recordó que había mostrado ese mismo par de pantis desgastados a un chico hace algún tiempo, quien se había divertido mucho haciendo rimas burlonas sobre sus calzoncillos de la semana.

    Idiota, idiota, idiota.

    Los pensamientos de su ex-novio le hicieron retroceder el tiempo en su cabeza, lo cual ella permitió sólo para ayudar a ignorar los sonidos mecánicos de la inclinación de la mesa y los pitidos electrónicos. Camden Webber, el chico que nunca crecería, el chico que nunca se tomaba nada en serio, el chico cuyas únicas necesidades que se molestaba en atender eran las suyas propias. El chico que aparentemente no podía mantener su pito en sus pantalones una vez que comenzaba a beber alcohol. Su estómago comenzó a tener espasmos dolorosos.

    El estúpido Cam, que tuvo una aventura de una noche con Kennedy mientras él y Nora seguían saliendo.

    Sin embargo, aquí estoy, trabajando para esa bruja y esperando que una casa caiga sobre ella, pero terminé con él. ¿Qué dice eso de mí?

    Srta. Lenhart, por favor acuéstese de espaldas. Ya casi terminamos con esta parte.

    Nora siguió las instrucciones, pero ya no le preocupaban los rayos X.

    Camden Webber había sido más que un simple novio. Hace casi 5 años, tenían una relación bastante seria y en una noche fatídica, la llevó a un juego de los Indiana Pacers, donde le propuso matrimonio frente a un estadio lleno de gente por medio de la transmisión de video en el marcador gigante. Ella lo rechazó, en parte porque se sintió humillada, ya que esto había pasado frente a un estadio lleno de gente a la que no le importaba y en parte, porque no era la propuesta romántica y sincera con la que siempre había soñado.

    Además, el día anterior, había perdido su trabajo debido a que su jefe despidió a dos personas para que su sobrina pudiera tener uno de los puestos con un salario más alto. El fiasco del estadio no había hecho nada por sus niveles de confianza o su perspectiva. ¿Qué clase de novio le propone a su novia durante un juego de baloncesto, sobre todo cuando a ella no le gustan los deportes o la atención pública masiva, y justo después de quedarse sin empleo?

    Durante esas semanas llenas de estrés, hubo un montón de estupideces. Dos semanas después de la desafortunada propuesta, él tuvo una aventura de una noche con Kennedy. Ese había sido el principio del fin de su relación con Cam.

    Irónicamente, fue a través de su incidente con Kennedy que ella encontró su trabajo actual. De una forma u otra—o porque Kennedy estaba desesperada, ya había evaluado a todos los demás candidatos para el puesto y Nora estaba disponible—Kennedy recordó su nombre gracias a Cam e hizo la llamada telefónica. El resto fue historia.

    Cielos, podría ser candidata para el programa de Dr. Phil.

    Fingió que podía oír al psiquiatra de la TV en su mente, ¿Así que abandonaste a tu novio después de que te enteraste de su aventura de una noche—entre otras cosas—pero te esclavizas por la mujer con la que se acostó? ¿Cómo te está resultando eso?

    En el último segundo, reprimió las ganas de sacudir la cabeza, lo que podía estropear el examen. ¿Por qué todo tenía que estar conectado de forma tan extraña? ¿Era la repetición de esas escenas en su mente la forma en que el universo se aseguraba de que nunca olvidara ninguno de sus momentos más bajos?

    Ella resopló. Como si pudiera olvidar a Cam. Él puede haber sido un imbécil de primera clase que se entregó a la misión de no crecer nunca, una persona más adecuada para andar con estudiantes de una clase de cuarto grado que con adultos, pero el chico sabía cómo besar. Había algo que hacía específicamente con su lengua que hacía que sus dedos se enroscaran y le provocara quitarse la ropa desesperadamente. El calor la invadió. Forzó la humedad en su repentinamente seca garganta. Gracias a Dios que la relación con él no había funcionado. Un chico como ese era peligroso para su paz mental y ella no tenía tiempo para su Síndrome de Peter Pan.

    Sí, él la engañó y rompió su confianza, pero ella podría haber perdonado eso. Todos merecen una segunda oportunidad y el beneficio de la duda. Excepto que él no había vivido su vida como un adulto debería, no tomó decisiones inteligentes con las que podría haber construido un futuro y actuó como si el tiempo pasado junto a ella fue más un fin de semana de fraternidad que una relación. Todo eso combinado, le decía mucho más que las horas pasadas discutiendo razones y excusas. Ella tenía que velar por su propio futuro, que no lo incluía a él.

    No, Camden Webber no era el tipo de chico con el que ella se veía en 20 años.

    La asistente entró en su campo de visión. Se encuentra bien, Srta. Lenhart? La analista técnica le pidió que se sentara pero usted no respondió. Está usted distraída.

    Oh, estoy bien. Lo siento. Nora hizo un esfuerzo para sentarse. Basta de pensar en Cam. Ese barco zarpó hace mucho tiempo. ¿Ya terminé? Con él sí que realmente terminé.

    No. La radióloga quiere que beba más bario para que pueda verlo bajar. Por favor, párese frente a esa pared de allí y le traeré otra dosis.

    Y, volvemos a la realidad. Nada como volver de los recuerdos a una fría mesa de examen.

    Nora se acercó al panel blanco indicado. Una vez que la asistente se acercó a ella, Nora tomó otra dosis de bario. ¿Es esto realmente necesario? Olfateó el contenido. Un leve aroma a chocolate se le metió en la nariz y esta vez, el líquido tenía un ligero tono color cacao.

    Lo es si quiere saber por qué le duele el estómago todo el tiempo.

    Hasta el fondo entonces. Brindar con bario simplemente estaba mal.

    Espere a que la radióloga se lo indique. Si lo bebe demasiado rápido, le pedirá que vuelva a beberlo y, beber bario en exceso le producirá estreñimiento.

    Vaya, otra buena noticia hoy y me desmayaré de felicidad. Ella escuchó el sarcasmo en su voz pero no le importó. Pasar el día en un consultorio médico no era divertido, especialmente si el único refrigerio ofrecido eran tragos de bario espeso y calcáreo. Dígame cuándo empezar. Miró fijamente al equipo de rayos X que estaba enfrente de ella.

    La asistente se colocó detrás de la pared de cristal.

    "Srta. Lenhart, por favor, empiece a beber el bario. No lo trague rápidamente como si estuviera bebiendo shots. Trague despacio y con facilidad", dijo la radióloga.

    Si tan sólo esto fuese tan divertido como beber shots.

    Tan pronto como Nora tomó los primeros sorbos, los músculos de su estómago y su garganta protestaron. Resistió las ganas de vomitar tomando un par de respiraciones profundas. Cuando logró tranquilizarse, volvió a beber el bario. Al igual que con el de fresa, el sabor a chocolate apenas se sentía, pues el abrumador sabor que tocaba su paladar era el de tiza. Sabía exactamente a lo que olían sus aulas de la escuela primaria— ese olor polvoriento y penetrante. Como el olor de Camden a veces cuando se reunía con él después de que su clase saliera—

    Sintió náuseas. Vamos, Nora, tú puedes con esto. Soportó unos cuantos sorbos más. Si no lo haces, te harán beber otro vaso.

    Mientras se obligaba a tragar, dejaba que su mente se concentrara en el desordenado estado de su vida amorosa. Aunque había dejado a Camden hace casi cinco años, apenas recientemente había empezado a salir de nuevo. Ahora mismo, estaba saliendo (o algo así) con un chico llamado Jake, pero no era nada serio, más que eso, era una distracción para las noches en las que ambos estaban aburridos, una especie de no-novio para evitar la soledad y tener con quien compartir una comida—sin sexo, al menos no todavía.

    Muy bien, Miss Lenhart, puede volver a la sala de examen y vestirse. La analista técnica irá en breve para ponerla al día.

    Un suspiro se escapó de su garganta. Gracias. Siguió a la asistente fuera del laboratorio, por el pasillo y dentro de la sala de examen donde desechó el vaso de bario vacío.

    La analista técnica vendrá pronto. No lleva mucho tiempo leer las radiografías que se hacen de pie. La asistente cerró la puerta, dejando a Nora sola.

    Nunca se había vestido tan rápido. Se colocó el sujetador, la camisa con botones, los jeans y el blazer en tan sólo un instante. Gracias a Dios era viernes informal en la oficina porque los mocasines se sentían bien en sus pies. No estaba de humor para tacones en ese momento.

    Dos minutos después, tocaron la puerta y la analista técnica entró. Bueno, no estuvo tan mal, ¿verdad? preguntó a modo de saludo.

    Nora la miró fijamente. ¿Hablaba en serio? Tuvo que beber 16 onzas del líquido más asqueroso que los médicos habían inventado.

    De todos modos, continuó la mujer, claramente sin importarle lo que pensara, de los primeros resultados, no veo indicios de úlcera. De hecho, todo se ve bastante bien. No hay perforaciones ni desgarros. Nada que indique por qué siente dolor. Cruzó sus brazos sobre su menudo pecho. El dobladillo de la bata de laboratorio blanca se balanceaba. ¿Alguna pregunta?

    ¿Además de estar en shock? Aunque su estómago se contrajo de la confusión, sacudió la cabeza. ¿Cuál es el problema con mi estómago?

    Sabremos más cuando los otros resultados lleguen en una semana, aproximadamente, pero yo diría que está sufriendo de un estrés moderado a severo. Debería empezar a identificar sus detonantes y comenzar a eliminarlos de su vida.

    Puede que tenga razón. ¿Para esto tendría que hacer un copago y esperar que su seguro médico cubriera el resto?

    Llame a su médico y haga una cita de seguimiento para que le lean los resultados de las pruebas en un par de semanas. ¿De acuerdo?

    Seguro.

    Bueno, que tenga un buen día. La analista técnica desplegó sus brazos, extendió su mano y se inclinó hacia ella.

    Nora estrechó su mano. Después de un débil apretón, salió de la sala. Cuando pensó que iría a buscar la taquilla de caja, un ruido ominoso salió de su estómago e hizo eco en la sala de examen. Tomó su bolso y salió corriendo de la habitación, giró a la izquierda y se metió en el baño, dando un portazo detrás de ella. Apenas había levantado la tapa del inodoro cuando ya estaba vomitando el bario. No se veía más agradable ahora que cuando lo bebió.

    Arrancó un puñado de papel higiénico y se limpió la boca. Vaya, odio vomitar. Una vez que lanzó el papel al tazón, haló la palanca y fue a lavar sus manos.

    El alegro coro de I Get Knocked Down, de Chumbawamba, sonó desde su bolso. Era el tono de llamada que tenía asignado para Kennedy—por razones obvias. Nora buscó en el bolsillo lateral, alcanzó el móvil y miró la pantalla. Demonios, tengo veintiún mensajes de texto sin leer. Leyó el nombre de su jefa en la pantalla y presionó el botón de altavoz mientras su estómago se hacía un nudo de nuevo. ¿Hola?

    Por fin contestas. ¡He estado enviándote mensajes de texto desde hace siglos!, gritó Kennedy con tono de voz nuclear.

    ¿Recuerdas que tenía una cita médica esta tarde? Nora se llevó una mano a su estómago, esperando que sus entrañas se calmaran.

    Dudo que tengas algún problema médico. Nunca te has ausentado por estar enferma.

    Porque nunca me darías el tiempo libre, y...

    De todos modos, continuó Kennedy. En su mente, no existía más nadie que ella. ¡Tengo noticias! Otro chillido salió del móvil. Me comprometí en el almuerzo. ¿No es emocionante?

    ¿Qué diablos? Nora se olvidó del estado de su estómago mientras su cerebro se tambaleaba por el shock. ¿Te comprometiste? No sabía que la relación con el tipo con el que salías era algo serio.

    Tonta, claro que lo es. Hemos estado saliendo por un año más o menos. Bueno, ya lo conoces. Es el mejor amigo de imbécil de Camden Webber.

    Oh, por Dios. ¿Has estado saliendo con Owen Cushing todo este tiempo? ¿Cómo era posible que Nora no sabía de esto?

    Por supuesto. ¿Dónde has estado? Dijo Kennedy, la irritación clara en su tono de voz.

    Trabajando, supongo. Limpiando tus desastres, haciendo que te veas bien, ayudándote a obtener una posición privilegiada para un puesto de socio junior... La lista seguía y seguía. O, podría ser que ella había bloqueado a cualquier persona o cosa que pudiese recordarle a Camden de una forma u otra, incluyendo a su mejor amigo, quien había sido tan mujeriego como Cam en ese entonces.

    De verdad, Nora, tienes que sacar la nariz de tus libros y empezar a prestar atención a las cosas que pasan a tu alrededor. Se te pasará la vida si sigues siendo tan egocéntrica.

    Qué ironía. La vida ya se me estaba pasando y desde luego ya no tenía tiempo para leer. Kennedy era seis meses más joven que ella y ya estaba muy por delante en todos los aspectos de su vida: libros, estabilidad financiera, carrera y ahora, estado civil.

    La risa de Kennedy le puso los nervios de punta. Como ignoraste mis mensajes, te llamo para que puedas marcar la fecha en tu calendario. 15 de junio. Probablemente será una gran celebración en uno de los nuevos hoteles del centro.

    Suena bien, pero, ¿podríamos hablar sobre esto luego? Aún tengo que—

    Oh, y otra cosa importante, su jefa continuó como si estuviese hablando consigo misma, "Quiero que seas mi dama de honor. ¿Harías eso por

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