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La asistente del boticario
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La asistente del boticario
Libro electrónico191 páginas4 horas

La asistente del boticario

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Cuando el destino llama puedes huir o quedarte a pelear por lo que siempre haz querido. De cualquier manera no tendrás más opción que cambiar.

La señora Ava Southerly, asistente del boticario y viuda, vive con miedo. Se ha hecho experta en esconderse para detener sus visiones del futuro. En el año 1885, cosas como las brujas ya no existen, sin importar su linaje. Si mantiene su corazón libre de emociones, sus poderes sobrenaturales permanecerán dormidos y la gente que ama no será lastimada, pero anhela la aceptación y el romance.

Douglas Wallace, doctor americano y descendiente de un cazador de brujas escocés, está en Londres para dar una serie de conferencias sobre nuevas técnicas y descubrimientos médicos. Al ver pasar a una hermosa rubia por la ventana de un restaurante, siente la necesidad de seguirla, como si sus vidas estuvieran ligadas en un nivel sobrenatural. Aunque él cree en la lógica y la evidencia de sus propios ojos, el pasar tiempo en la compañía de Ava le muestra lo equivocado que está.
 
Cuando un espíritu malvado de 300 años posee a Douglas en un esfuerzo por matar a Ava por ser bruja, ella y el doctor deben encontrar la manera de impedir esta amenaza del más allá, a pesar del peligro. Mientras su relación evoluciona en algo más profundo y duradero, descubrirán qué tan fuerte es el amor verdadero.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento3 sept 2021
ISBN9781667412368
La asistente del boticario

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    La asistente del boticario - Sandra Sookoo

    CAPÍTULO UNO

    Stratford, pueblo de West Ham, Inglaterra.

    1884, a finales de la primavera.

    La señora Ava Southerly, nacida Dallas, se aferró al borde de la mesa. La habitación trasera de la botica giraba a su alrededor.

    No, no ahora, no aquí.

    Pero las premoniciones nunca llegaban en momentos convenientes, a pesar de que no la había molestado una en meses.

    Enterró las uñas en la madera mientras su visión se hacía borrosa y brillaba con luz opalescente en los bordes. Caras indistinguibles jalaban su ser, haciendo pesados sus brazos y piernas. No importaba que cerrara los ojos y se concentrara en mantener una respiración regulada, un sentimiento de mareo la atacó. Cuando los abrió su visión se había enfocado de nuevo, pero una neblina perlada rodeaba lo que veía frente a ella.

    Un hombre merodeaba por la calle principal de Stratford, no lejos de donde se encontraba la Botica y Remedios de Brimball. Las aguas oscuras del Río Lea saltaban y giraban detrás de él, quien se mantenía en las sombras. La iluminación de las farolas remarcó en relieve su forma de altura promedio contra la tinta de la media noche sin luna, y un abrigo negro cubría la mayor parte de su figura.

    El corazón de Ava martilleaba detrás de sus costillas. Como siempre, no tenía la fuerza de resistirse a observar.

    Un rayo de luz se reflejó en en la hoja plateada de la navaja que sostenía fuertemente en su mano derecha, una navaja húmeda con sangre fresca. Continuó con su mortífera intensión, moviéndose rígidamente y con extraños espasmos, como si su voluntad no fuera propia. Rápidamente se acercó a la botica. La puerta verde de Brimball resplandeció a la vista.

    Ella negó con la cabeza, pero la visión no la soltaba.

    Cuando pasó bajo la farola que ardía directamente frente a la puerta de la botica, su cabello negro, dividido hacia un lado y con tendencia a rizarse en la sien y el cuello, brilló casi azul, como si fuera uno con la noche. Y sus ojos... Santo Dios, sus ojos esmeraldas centelleaban con odio e incluso, diría ella, con malicia.

    ¿Por qué? ¿Y por qué él vendría a la botica tan tarde? No estaría abierta.

    Luego él estaba en la puerta, golpeándola con su puño. El terrible sonido no paró, pero la puerta se abrió. El destello de una falda color zafiro entró en su visión, tenía el dobladillo adornado con encaje gris en un vestido de noche que ella había ordenado recientemente a una costurera.

    Ava respiró profundamente mientras la amargura del miedo subía por su garganta.

    Él alzó la navaja y en cuanto la figura del cuerpo de Ava apareció en la puerta, la atacó súbitamente.

    Su visión se debilitó y todo se puso borroso una vez más y con un leve quejido ella se libró de la premonición. La fuerza abandonó sus brazos y piernas. Ella tembló con cansancio y frío mientras se desplomaba en el marcado piso de madera, sin poder evitarlo. La lana ligera de su falda se apiló sobre sus piernas. Las líneas grises y negras la mareaban, así que fijó su mirada en la madera gruesa de la mesa de trabajo.

    Esa había sido la premonición más intensa hasta ahora, y la más alarmante en contexto. ¿Por qué un hombre desconocido querría hacerle daño o tal vez incluso matarla? Ella no tenía enemigos; incluso se esforzaba por ayudar a la gente. Era una de las razones por las que había aceptado ser la asistente del boticario, algo así como su aprendiz.

    ¿Pero cómo iba a avanzar su vida si continuaba teniendo estas visiones?

    -Señora Southerly, ¿se encuentra bien? -El tono preocupado en la voz del señor Brimball la sacó de sus reflexiones mientras él entraba a la habitación trasera.

    Ella levantó una mano temblorosa hacia su cabeza y se acomodó un mechón de cabello de un rubio tan pálido que parecía trigo de invierno, detrás de la oreja. -Ese es un término relativo, señor Brimball. -Ella intentó reír, pero el sonido salió forzado y con un toque de humor histérico.

    -Oh, querida. Tuviste otra visión, ¿no es así? -El hombre, firmemente en sus sesenta años, se apresuró hacia ella. Ayudó a Ava a levantarse y sostuvo su antebrazo hasta que pudo ponerse de pie sin tambalearse.

    -Temo que sí. -El señor Brimball, su mentor, amigo y jefe, era la única persona en el mundo a la que le había dicho, a demás de su familia, sobre su aflicción. En estos tiempos, simplemente no era el tipo de información que pudiera compartirse... si uno quisiera mantenerse libre de ser institucionalizado o investigado como rata de laboratorio. Ella presionó dos dedos fríos sobre sus rojas mejillas y observó el amable y preocupado rostro del hombre. -Fue bastante intenso y... -Ella tragó para poder humedecer su tensa garganta. -... había un hombre.

    -¿Un hombre? -Una de las blancas cejas del señor Brimball se levantó. -¿Un encuentro romántico?

    Las mejillas de Ava ardieron aún más. -No. -Ella sacudió la cabeza. Él siempre le insistía en sentar cabeza y empezar una familia, diciendo que una vida tranquila y doméstica podría ayudar a mantener las visiones a raya.

    Si sólo supiera por qué ella no podía hacer tal cosa.

    -Justo lo opuesto. -Ella apretó sus manos para detener los temblores. -El hombre tenía un cuchillo y cuando yo abrí la puerta de la botica, el pretendía matarme o lastimarme. -Un escalofrío subió por su espalda, y a pesar de que el ambiente de la habitación era cálido por el modesto fuego en la chimenea, ella se rindió ante el frío.

    -Ven a sentarte. Te prepararé una taza de té. -El señor Brimball la guió a una silla de madera de respaldo recto cerca del fuego y con gentileza la hizo sentarse. -Todavía debe haber agua en la tetera, así que este episodio escogió el mejor momento.

    Ella no lo disuadió de entretenerse con la olla de cobre que descansaba sobre el fuego, o de preocuparse por ella mientras vertía el agua humeante en una tetera de porcelana azul y blanca que esperaba sobre una pequeña mesa redonda. Concentrase en sus movimientos pausados y familiares le impartió a Ava un sentimiento de calma y le ayudó a disipar los efectos negativos de la visión.

    -Gracias por el té. -Ava murmuró cuando él le ofreció la taza. El fuerte y envolvedor aroma del Earl Gray que él prefería llegó a su nariz y ella lo inhaló. -Me disculpo por interrumpir sus tareas. -La botica era su pasión y muy raras veces él abandonaba la habitación frontal.

    Él anciano soltó una risa. Tomó un sorbo de su propia taza, manteniéndose cerca del pequeño fuego. Aún en este día a finales de primavera, la lluvia ocasional dejaba un insistente fresco en el aire. -De momento no tenemos clientes. -Cuando sus borrosos ojos cafés la encontraron, ella sonrió. -Tu eres más importante que ellos en cualquier momento. -Dejó su taza en la mesa. -¿Quieres hablar de lo que viste en tu visión?

    ¿Quería hacerlo? Negando un poco con la cabeza, dijo. -No. -Normalmente ella no hablaba justo después de una premonición. Era demasiado real, demasiado fuerte... demasiado confuso. A veces, esos pedazos de realidad le mostraban cómo sería su vida, mientras que en otras ocasiones, eran simples advertencias de lo que podría pasar. No sabía cómo diferenciar ambos.

    -Está bien. -El señor Brimball asintió. -¿En qué estabas pensando antes de la visión? 

    -Nada, de verdad. -Ella apuntó hacia los viales sobre la mesa de trabajo y a los jarrones que contenían yerbas secas y flores. -Me preparaba para mezclar las tinturas y para hacer el té de la señora Abercrombie cuando la vi.

    -¿No estabas sintiendo ninguna emoción fuerte en el momento? -Podía notarse algo de curiosidad en su pregunta.

    -No que yo sepa. -Sólo él sabía que sus visiones a veces llegaban cuando su vida personal caía en el caos, pero durante el último año había sido cuidadosa de no invitar a su vida nada o nadie que pudiera desequilibrarla. -Recuerdo que me concentré en componer las mezclas.

    -Interesante. -Él cruzo un brazo sobre su pecho mientras tocaba la punta de su barbilla con el dedo índice de la mano opuesta. -Es posible que esta habilidad sea parte de tu fisiología y estas manifestaciones se harán parte normal de tu realidad?

    -Todo es posible.- El boticario era un hombre inteligente, además de su conocimiento de sanación. A Ava le confundía el por qué él seguía en esa profesión, pero nunca lo cuestionaba porque sabía que amaba lo que hacía. -¿Pero por qué ahora?

    -Exacto. ¿Por qué ahora? -Él siguió tocando su barbilla. Luego, con una expresión de esclarecimiento, apuntó hacia el cielo. -Tu cumpleaños es mañana.

    Ella puso sus ojos en blanco. -¿Qué tiene que ver con esto?

    -Todo, mi querida niña. -Él le dio unas palmaditas en la cabeza como si fuera una niña de doce años en lugar de una mujer adulta a punto de llegar a su cumpleaños número treinta y cinco. -El aniversario de tu día de nacimiento es poderoso. Las energías se concentran. Especialmente cuando esa fecha es el día en que...

    -Murió mi esposo. Sí, es difícil olvidarlo. -Pero lo que dijo tenía sentido. Cada vez que las visiones ocurrían, se sentía como si fuera jalada a un vortex universal.

    -Ahora que hablamos de eso, tal vez el pobre señor Southerly fue llevado al más allá por fuerzas fuera de nuestra comprensión.

    Ella miró bruscamente a su compañero, -¿Usted cree que mi esposo falleció por mi historia personal o mis... -Ava bajó la voz aunque no había nadie alrededor para escucharlos. -... mis habilidades?

    Tres años antes el hombre que había desposado (que fue la última vez que le dio su corazón a alguien) había fallecido de consunción. Habían estado casados por seis meses antes de perderlo y no había tenido tiempo de acostumbrarse a ser esposa cuando no le quedó más opción que convertirse en viuda.

    Y no podía ignorar lo que había dicho el señor Brimball. Tanto la fecha de su boda como la fecha en que quedó viuda tenían gran significado para ella y le provocaban mucha emoción.

    Y habían traído una visión o dos.

    -Santo Dios. -Ella se llevó una mano a la boca en shock. ¿Es mi culpa que Harold esté muerto? Ella nunca quiso sus habilidades, odiaba la presencia de las premoniciones. ¿Qué significaba todo eso? Esto es lo que pasa cuando tengo sentimientos demasiado profundos.

    Y eso confirmaba lo que ya estaba poniendo en práctica: su corazón no podía comprometerse.

    -Tal vez debas permanecer en casa mañana. Quédate en cama. Descansa. Es más seguro. -La especulación brillaba en su mirada. -Y tal vez es tiempo de que te tomes tu herencia como descendiente de una bruja con más seriedad. Parece que este hecho se reafirma en tu vida por alguna razón. Es mejor ponerle atención antes de que algo más amenazante ocurra, además de la debilidad provocada por las visiones.

    Eso la irritó, porque mantenía un fuerte control sobre sus emociones para que sus habilidades no hicieran tal cosa. Y persistían en entrometerse. -Oh, señor Brimball, por favor. Ya no más. -Dejó su taza en la mesa con un suspiro. Pero sintió el temblor de un presagio en su interior con la mención de las brujas. Ella firmemente había dejado la historia de su pasado... en el pasado, donde debía permanecer. Cuando él no dijo nada y sólo alzó sus cejas, ella continuó. -Eso fue hace casi trescientos años y esas historias bien pudieron haber sido inventadas y adornadas con el paso del tiempo. Ambos lo sabemos.

    -Por supuesto, pero todas las historias tienen una pizca de hechos reales y de verdad. Especialmente cuando se trata de brujas o magia. -Se puso pensativo de nuevo. -¿No fuiste tu quien me dijo al conocernos que tu apellido fue cambiado cuando tu familia se mudó a Londres?

    -Sí, pero eso fue hace generaciones. ¿Cómo puede ser relevante —

    -¿No fue cambiado para evitar la detección de esos que le desean mal a los de tu sangre?

    -Sí, pero eso fue en los tiempos de mi abuelo cuando la familia finalmente llegó a Londres desde Escocia o Irlanda o Gales o donde diablos sea que vivieran. Padre nunca fue claro y se rehusaba a discutir tales cosas. Nada más ha sido dicho al respecto. -Especialmente cuando había sido desheredada y corrida de la casa familiar a los diecisiete por otro incidente trágico... Se talló los ojos y luego se levantó. -Son historias nada más. Ya no hay más brujas ni tampoco hay cazadores de brujas en la sociedad de hoy, -ella dijo con una voz más suave.

    -Eso asumes, pero ¿qué hay del arte que practicas?

    -No es magia y no se acerca a la brujería. Espero. -No podría soportar la alternativa. El presagio se retorció, frío y pegajoso, en el fondo de su estómago. Según la leyenda familiar, tres hermanos brujos— uno hombre y dos mujeres — murieron en Escocia en 1590. Sus descendientes huyeron, refugiándose en el manto de la noche, y nunca más se supo de ellos. Pero... -¿Usted no cree en esto, verdad? -Ella era descendiente del hombre, la rama de Niall Dalais, y en algún punto en las generaciones anteriores su apellido había cambiado a Dallas.

    Para sobrevivir. ¿De dónde había salido ese pensamiento?

    -Tal vez no. Como con la mayoría de las cosas, el tiempo lo dirá. -Luego se encogió de hombros. -Por ahora, ambos debemos olvidarlo hasta que llegue el momento donde otro evento similar haga imposible negar tu herencia.

    Hasta que llegue el momento... Dios misericordioso. ¿Ese momento es ahora? ¿Pero con qué propósito?

    -De acuerdo. -Ava asintió. Una pizca de alivio recorrió su cuerpo. -Gracias señor Brimball. Aprecio su preocupación.

    Él le dio unas palmadas en el hombro. -Has estado conmigo por seis años, Ava. Te considero como una hija. Quiero lo mejor para ti... aunque no desees dejar de ser mi asistente y abrir tu propia botica. Tienes la habilidad y el talento para hacerlo.

    El calor llenó las mejillas de Ava. -No hay otro lugar donde quisiera estar además de este. Es cómodo como un viejo par de botas y no lo dejaré. -Habían tenido la misma discusión antes, en múltiples ocasiones. No había duda de que él necesitaba la certeza tanto como ella necesitaba la seguridad.

    -Muy bien. -El placer brilló en sus ojos. -Supongo que la botica eventualmente será tuya y así es como debe ser. -Su expresión tomó seriedad. -Hablando de tu futuro, no quiero que tu vida esté afligida por un pasado sobre el cual no tenías control. Pero si el destino llama, no podrás ignorarlo, como lo indican las visiones. Estaré aquí para ayudarte con lo que sea que esté acechando allá afuera. Al menos para que te sientas en paz.

    Las escalofriantes pero genuinas palabras le provocaron lágrimas a Ava. -Gracias. -Durante los años había

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