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La novia del rey del agua: Serie Los descendientes (Libro dos)
La novia del rey del agua: Serie Los descendientes (Libro dos)
La novia del rey del agua: Serie Los descendientes (Libro dos)
Libro electrónico212 páginas4 horas

La novia del rey del agua: Serie Los descendientes (Libro dos)

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Información de este libro electrónico

La Princesa del Fuego hará lo que tenga que hacer para proteger su reino.

En "La novia del Rey del Agua" continúa el viaje de Isaiah y Heidi mientras se preparan para la guerra contra los Darksygg; elementales rebeldes que quieren poseer todos los poderes posibles. Con el padre de Heidi y su pueblo desaparecidos, la valiente princesa está dispuesta a hacer lo que haga falta para salvarlos-incluso casarse con un hombre al que no quiere.

Se presentarán nuevos personajes, y volverán algunos ya conocidos en esta trepidante aventura en la que tanto el Príncipe del Hielo como la Princesa del Fuego se ven obligados a madurar desde su visita a la Tierra. Mientras algunos errores del pasado aún le acechan, las tensiones del presente les persiguen y las esperanzas de un futuro les impulsan a luchar contra un nuevo enemigo y restaurar el orden en el universo.

Que Gea les ayude. Pues van a necesitarlo-sobre todo cuando el corazón interviene también es sus aventuras.

IdiomaEspañol
EditorialT.E. Ridener
Fecha de lanzamiento6 abr 2019
ISBN9781547580675
La novia del rey del agua: Serie Los descendientes (Libro dos)

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    La novia del rey del agua - T.E. Ridener

    La novia del Rey del Agua

    de T.E. Ridener

    ©Copyright T.E. Ridener, 2013

    Nota del autor

    Estas historias son obras de ficción. Los nombres, lugares, personajes e incidentes son, o producto de la imaginación del autor, o utilizados de manera ficticia. Cualquier parecido a situaciones reales, o personas, viva o muertas, es una coincidencia.

    Copyright de la portada ©T.E. Ridener, 2013

    Derechos reservados.

    Dedicatorias

    A Steve- Gracias por dejarme utilizar tu cerebro de vez en cuando. Has ayudado a criar a estos personajes más de lo que te imaginas.

    A Pamijo y Shellie- Gracias por ser los mejores lectores de pruebas/amigos que una chica pueda pedir.

    A mis dos J's- No podéis leer estos libros hasta que seáis mucho, MUCHO más mayores, pero os agradezco cada pequeña sugerencia que habéis hecho para nuestro Prìncipe del Hielo y nuestra Princesa del Fuego. No os hacéis una idea de la importancia que habéis tenido en su toma de decisiones y sus vidas. ¡Os quiero muchísimo a los dos!

    A Cassie, Sam y Jamie- Gracias por vuestra paciencia y comprensión cuando me perdía en este maravilloso mundo de realeza y magia. Oh, y por no preparar una partida de búsqueda cuando no sabéis nada de mí en un par de días.

    A mis fans- ¿Qué haría yo sin vosotros? Gracias por vuestro increíble apoyo. ¡Espero que la continuación del viaje de Heidi e Isaiah os satisfaga hasta que pueda escribir el siguiente libro!

    1

    Cada reino del universo estaba al tanto de la inminente guerra que había declarado la hija del Rey Sidius contra los que habían agraviado al pueblo del Fuego. Algunos pasaron a ser aliados rápidamente, mientras que otros aún dudaban en qué bando situarse. ¿De verdad había que elegir bando? Los Darskygg no tenían un lado; eran una mezcla de varios elementos que se habían declarado rebeldes y querían controlar todos los poderes existentes. A estas alturas nadie podía saber a ciencia cierta qué elementales estaban involucrados.

    Heidi, Princesa del pueblo del Fuego acaba de llegar a Neptuno para reunirse con el Príncipe Adrian. El reino del pueblo del Agua estaba de luto por la repentina muerte del Rey Muir, pero no había sido accidental. Al rey lo habían asesinado, y el padre de Heidi había sido capturado por el enemigo. ¡Ojala supieran quién era el enemigo!

    Gracias por recibirme con tan poca antelación, Príncipe Adrian, dijo Heidi mientras entraba en el elegante gran salón que era la sala del trono. Sus ojos color caramelo deambularon por las largas banderas que colgaban de las ventanas. Sus colores opuestos le recordaron al océano; claras y bonitas en la parte superior, y más oscuras en la parte inferior. No le sorprendió que el castillo representara a su elemento. Después de todo, muchos castillos rendían pleitesía a su poder.

    El palacio del Agua le recordaba al hogar de Isaiah. Los colores azules y plateados dominaban sobre todo lo demás, tal y como debían. Puede que Heidi lo notara únicamente porque echaba de menos su hogar.

    Ese lugar ya no parece mi hogar, pensó mientras apoyaba el casco dorado en la cadera. Su armadura era fuerte y sólida, y aún así reflejaba su dulzura. Lille había hecho un buen trabajo.

    Rey, le corrigió Adrian mientras se levantaba del trono y la miraba desde arriba. Ahora soy el rey, Princesa. Es lo que pasa cuando de repente asesinan a tu padre, la cara de Adrian no mostraba ninguna emoción mientras la miraba, descendiendo los cinco pasos que les separaban antes de pararse justo enfrente de ella.

    Adrian era alto y musculoso. Era la definición perfecta de cómo debería lucir un Rey. Pelo largo rubio cayendo sobre sus hombros, y penetrantes ojos azules que parecían mirar a través de Heidi mientras ella cambiaba el peso de pierna. La línea de su mandíbula era estrecha, y los labios llenos se mantenían fruncidos mientras sus cejas recortadas se arqueaban. Medía casi dos metros de alto, o eso le parecía a Heidi. La gente del Agua era tremendamente grande en comparación con los otros elementos.

    ¿Qué puedo hacer por ti, Princesa?

    Heidi frunció el ceño. Pensé que Pike ya le habría informado de mi plan, alteza.

    Ah, sí. El pequeño hada del Hielo. Lo hizo, pero quería escucharlo de esa bonita boca tuya. Es como le dije a mis consejeros, sonrió burlonamente. "No puede ser cierto que una princesita quiera declararle la guerra a los Darskygg. ¿No temes romperte una uña?"

    Heidi se mordió la lengua mientras escuchaba las risitas resonar a su alrededor. No es así como imaginaba que iría la reunión.

    Estirándose aún más, Heidi apretó el casco en sus manos y estrechó los ojos mirando al rey. ¡Oh, que ganas tenía de borrarle la sonrisa de su cara bonita de un guantazo!

    Con todo respeto, alteza, respondió un momento después Heidi. "Si me voy a romper una uña, espero que sea contra la piel de un Darskygg mientras destruyo a un montón de ellos."

    Oooh, guerrera, sonrió Adrian. Siempre supe que tenías... chispa.

    Más risas resonaron en la sala alrededor de Heidi, y tuvo que recordarse que estaba allí por su gente, y por su padre. Si esperaba encontrarles, necesitaba la ayuda del rey del Agua. Tendría que ignorar su desagradable actitud.

    Si ya has terminado de comportante como un imbécil, ¿podemos ir al grano?

    Se escucharon varios jadeos en toda la sala del trono mientras la sonrisa de Adrian desaparecía de golpe. Heidi se giró rápidamente para ver a Isaiah de pié no muy lejos, y parecía de todo menos contento.

    Vaya, vaya, giró los ojos Adrian. "Que inesperada sorpresa el verte aquí, Primo."

    Que curioso, estoy seguro de que Pike te informó de que yo también vendría, contestó Isaiah, que en dos zancadas se colocó al lado de Heidi.

    Ella le miró con silencioso asombro. Isaiah hablaba con demasiada osadía, fuera su primo o no. Estaban en la jurisdicción de Adrian, y aunque ella era de la realeza, no se atrevería a faltarle al respeto. Pero claro, estaba hablando Isaiah, así que cualquier cosa era posible.

    Oh, sí, es cierto. Sí que mencionó algo de que vendrías, contestó Adrian mientras agitaba la mano en el aire con desdén. ¿Os apetece beber algo? Estoy seguro de que estaréis sedientos tras el viaje. Quizá le puedo decir a uno de mis chefs que os prepare algo rápido de comer.

    Heidi e Isaiah se miraron antes de que Isaiah girara la cabeza hacia un lado. Estamos aquí para hablar de negocios, Primo, no para darnos un capricho con las exquisiteces de tu reino.

    Oh, bien, en ese caso, hablemos de negocios, se giró Adrian y volvió a subir los escalones, sentándose en el trono mientras se apoyaba perezosamente en él y les miraba. ¿Por qué me buscas mientras estoy de luto, Princesa?

    Heidi inclinó la cabeza, frunciendo el ceño mientras pensaba cuidadosamente las palabras que diría. Perdóneme por la interrupción, alteza, yo-

    Perdonada, interrumpió Adrian. Continúa.

    Maleducado, pensó Heidi, frunciendo los labios. Levantó la cabeza para mirarle directamente. He venido a pedirle su ejército.

    ¿Ah, sí? el nuevo rey se estiró en su asiento, pareciendo más interesado en la conversación. ¿Y qué pretendes hacer con mi ejército, princesita?

    Heidi estrechó los ojos mientras humeaba silenciosamente. Se lo estaba haciendo a propósito. ¡Estaba claro que era familia de Isaiah! "Pretendo desafiar a los Darskygg, alteza."

    El rey se mantuvo en silencio un momento mientras miraba alternativamente a Heidi e Isaiah. Giró la cabeza a un lado, con sus dedos sobre su labio inferior mientras lo valoraba durante unos segundos.

    Ya veo, asintió. "Planeas desafiar a los Darskygg. ¿Habéis escuchado eso, consejeros?"

    Se oyeron varis murmullos por toda la sala, y Heidi giró los ojos para mirar a los hombres del Agua más ancianos que estaban sentados en la esquina izquierda más alejada. Por la mirada de desdén de su cara podía decir que no estaban de acuerdo en darle lo que solicitaba.

    Esta valiente mujer solicita mi ejército, sonrió Adrian. "Va a desafiar a los Darskygg y va a fallar."

    Los ojos de Heidi se giraron bruscamente hacia la cara de Adrian mientras fruncía el ceño. ¿Disculpa? Una sensación de bochorno la invadió mientras las mejillas se le enrojecían. Podía sentir el fuego ardiendo en la punta de sus dedos. Menos mal que su casco era a prueba de fuego o ya estaría en llamas. ¿Quién se creía que era este idiota pomposo?

    Debo rechazar tu petición, Princesa, continuó Adrian mirándola. Su mirada azul se enfrió mientras fruncía el ceño. Verás, este enemigo en cuestión mató a mi padre, y si por un momento piensas que no buscaré venganza por mi cuenta, estás muy equivocada. No puedo prestarte mi ejército, porque los necesito para la guerra que voy a emprender yo. Lo siento.

    Eso es una estupidez, murmuró Isaiah.

    Perdona, Primo. ¿Has dicho algo? preguntó Adrian entre dientes.

    Isaiah dio un paso hacia el trono mientras miraba fijamente al otro chico. Claro que lo he hecho. He dicho que es una estupidez. El padre de Heidi ha desaparecido y ella ha reaccionado rápidamente para comenzar su búsqueda y recuperarlo. ¿Qué es lo que has hecho tú desde la muerte de tu padre, aparte de apoltronarte en su trono y jugar a ser el rey?

    ¿Cómo te atreves a hablarme así? rugió Adrian mientras se levantaba del trono. En un segundo estaba delante de Isaiah, con las manos en puños y haciéndole sombra. Mi padre está muerto, Isaiah. Harías bien en recordarlo. No te atrevas a faltarle el respeto, o a mí, solo porque la pequeña mierdecilla del Fuego no consiga lo que quiere.

    Antes de que Heidi pudiera decir nada, Adrian cayó al suelo como un saco de patatas. Fuertes gritos ahogados se escucharon de nuevo mientras se giraba para ver a Isaiah agitando la mano. No hacía falta ser ingeniero nuclear para darse cuenta de que lo había golpeado.

    ¡Isaiah! exclamó.

    ¿Qué? preguntó él girando la cabeza para mirarla. ¡Lo estaba pidiendo a gritos!

    ¡Soy un rey! gritó Adrian mientras se impulsaba desde el suelo. Se limpió un lado de la boca, retirando después la mano para examinar el color rojo en sus dedos. No sabes la suerte que tienes de que la luna nos haya unido como primos, Isaiah de Icardia. Si no, pediría tu cabeza en bandeja de plata, y sería una comida que disfrutaría enormemente.

    Heidi les miraba, primero a Isaiah, luego a Adrian, notando un brillo azul en los dedos de Isaiah. No era una buena señal.

    No te equivoques, Adrian de Oceavora, sonrió Isaiah. Si llega el día en que te crees lo suficientemente hombre como para pedir mi cabeza, me gustaría verte intentarlo.

    Oh, Dios mío, ¡esto no puede estar pasando! Pensaba Heidi con la boca abierta del horror. No había venido aquí para empezar una pelea con Adrian. No debería haber traído a Isaiah con ella, ¡muy mala idea!

    Los ojos de Adrian parecían a punto de salírsele de las órbitas, y las venas de su frente resaltaban mucho más que antes. Las fosas nasales se le ensanchaban mientras daba un paso hacia delante, chocando su pecho contra el de Isaiah. Marchaos ahora, Primo, antes de que haga algo que pueda lamentar.

    Con mucho gusto, contestó Isaiah, y miró a Heidi. Vamos, Heidikin. Tendremos más suerte con el reino del Viento.

    El reino del Viento, se mofó Adrian. Te deseo la mejor de las suertes en tu empresa, Primo, pero no te cruces en mi camino.

    Mientras Heidi caminaba al lado de Isaiah alejándose del castillo, le escuchó murmurar una respuesta final al nuevo rey de la gente del Agua.

    Más vale que tú no te cruces en el mío.

    2

    ¿En qué estabas pensando? chilló Heidi mientras prácticamente corría para mantenerse a la altura de las largas zancadas de Isaiah. Podría haberte matado por la forma en la que le hablaste, Isaiah, no digamos por lo demás. ¿Qué te hizo pensar que sería una buena idea pegarle?

    Venga ya, se burló Isaiah poniendo los ojos en  blanco. Si se pone a llorar por un buen puñetazo directo a la cara, no se merece ser rey.

    ¡Eso no importa! Heidi juntó las cejas mientras estiraba la mano para agarrarle del brazo, tirando firmemente de él. ¡Deja de andar tan rápido! ¡Estoy intentando hablar contigo!

    Isaiah se giró para mirarla, y el corazón se le cayó al estómago al mirarle. Sus ojos azul océano estaban negros y enfadados. Cualquier rastro de humor al que Heidi se había acostumbrado a ver había desaparecido, y ahora se enfrentaba a un hombre con una misión. Sus fosas nasales se ensancharon al fruncir el ceño.

    Estaba defendiendo tu honor, Heidi, y si tanto te molesta, puede que quieras ir a rebajarte al nivel del rey y rogarle su perdón. Yo, sin embargo, no haré tal cosa. Adrian es un imbécil y me niego a fingir temblar en su presencia solo porque lleve puesta una corona.

    Heidi abrió la boca para hablar, pero no le salieron las palabras. ¿Qué se supone que debía decir? Claro que le agradecía a Isaiah que defendiera su honor, pero tampoco quería que saliera herido por ella. ¿Por qué siempre la ponía entre la espada y la pared?

    Gracioso, dijo Isaiah bajito un momento después. "La última vez que te vi sin palabras, fue por ese maldito Airente. ¿Cómo se llamaba?"

    Heidi pestañeó. Brison.

    Cierto. Tiendo a olvidar los nombres de la gente que no me importa, y con eso Isaiah se giró y continuó su camino hacia el borde el reino. Iban a viajar a Kaltenstein-el hogar de la gente del Invierno. Era bastante incómodo tener que volver a Saturno, ya que habían pasado solo unas horas desde la última vez-pero la Reina del Invierno les prometió que se encontraría con ellos una vez finalizara un compromiso previo.

    La Amable Aneira era conocida por todos los descendientes del Sol y la Luna debido a su amabilidad y delicadeza. No había ser viviente que entrara en contacto con ella y no la adorara por su tierno corazón. La gente del Invierno era increíblemente afortunada de tenerla como líder.

    Podría haber sido peor, supuso Heidi. Nada podía ser peor que visitar a Adrian. Ugh, ¡que descaro tenía el hombre! Todavía le hervía la sangre en las venas mientras seguía a Isaiah, permitiendo que sus pies abandonaran el suelo mientras las manos del espacio y el tiempo la mecían, elevándola hacia la manta de estrellas.

    No les llevó mucho tiempo llegar a su destino, y una vez allí, Isaiah parecía mucho más calmado que antes. Gracias a Dios, pensó Heidi. De verdad que no le apetecía tener que explicar a Pike por qué su protegido estaba inconsciente cuando su hada protectora llegara.

    El sonido de metal contra metal pareció aumentar con cada paso que daba Isaiah. No esperó a que Heidi le alcanzara, genial.

    Pues que así sea, se dijo. ¡Sé un cabezota, pedazo de mandril!

    ¿Por qué estaba siquiera aquí? No era su padre el que estaba desaparecido. No era su reino el que había desaparecido por completo. Él podía volver a Icardia y seguir de fiesta con otros Fríos sin ninguna preocupación en el mundo. ¿Qué ganaba él con ayudarla en estos momentos?

    Absolutamente nada, decidió Heidi mientras retomaba velocidad, adelantando a Isaiah al caminar y pasar por delante de las majestuosas puertas de cristal que llevaban a la Ciudad del Invierno.

    Kaltenstein era impresionante, y extrañamente cálida. Heidi encontraba peculiar que un lugar en el que siempre caía nieve se sintiera tan húmedo. Le recibió una brisa fresca de

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