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El Hechizo De Tu Sangre
El Hechizo De Tu Sangre
El Hechizo De Tu Sangre
Libro electrónico142 páginas3 horas

El Hechizo De Tu Sangre

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"...¿Cómo podía haber sido tan tonta? Siempre le molestaron las historias donde la protagonista se ponía en riesgo a sí misma de una manera estúpida; le parecía que eso hacía quedar muy mal a las mujeres, y ella “¡como una tonta!” terminó haciendo lo mismo..."
IdiomaEspañol
EditorialXinXii
Fecha de lanzamiento1 dic 2021
ISBN9789878811796
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    El Hechizo De Tu Sangre - Valeria Carolina Caraballo

    Capítulo 1

    Camila - En algún lugar de la Patagonia

    El viaje era interminable, tendría que haber viajado en avión. Como era algo insegura y venía de un ataque de pánico tras otro, prefirió ir por tierra aunque tuviera que hacer varias paradas y trasbordos. Debería haberse puesto el saco de mujer adulta y tomar un vuelo, en vez de este viaje eterno, se reprendía a sí misma.

    Hacía horas que iba por una ruta sinuosa, donde parecía no haber nada; no sabía ni siquiera en qué provincia estaba. Había intentado mirar Google maps, pero perdía la señal lejos de las ciudades.

    Decidió ponerse los auriculares con alguna meditación de las que se había descargado, muy concienzudamente, antes de emprender el viaje para tratar de relajarse. Después de todo, ya había hecho el último trasbordo y la estarían esperando en la estación.

    ………………………………………….

    Gaspard - Complejo Vex, Prov. de Santa Cruz, Argentina.

    Le había llevado más de un año dejar este lugar como quería. Había comprado una gran tierra, en la que se encontraba una antigua base militar abandonada; la había hecho refaccionar y la puso en funcionamiento como recepción, comedor y algunas instalaciones para los turistas.

    Por detrás, había construido un edificio de tres pisos que, al estar en la ladera de una montaña, la primer planta se situaba a la altura del techo de la construcción original, quedando todo conectado por un ascensor. En éste se alojarían los empleados y habría un par de oficinas.

    Por debajo del lugar, había ya desde antes dos subsuelos, bastante macabros ambos, pero los había reparado y actualizado. El primero, como instalaciones de servicio: cocinas, lavanderas y otros, y el más profundo, para habitar él mismo y sus niños, como llamaba a sus acompañantes, a quienes había integrado a su vida casi un siglo atrás; sus nombres eran Raphael y Alba.

    Al día de hoy, se habían terminado las construcciones de las cabañas, y el complejo se podía considerar listo. La página web estaba online, tomando ya reservaciones, y su empresa figuraba en todas las páginas de empleos turísticos; todo perfectamente organizado.

    Ahora se encontraba en su oficina del primer piso, imprimiendo las hojas de vida de los postulantes, para trabajar en el lugar. Necesitaba cubrir muchos puestos y sus requerimientos para el personal eran bastante particulares.

    Volvió la mirada a la ficha que había seleccionado para la dirección del complejo, pertenecía a una muchacha no tan joven pero recién recibida de licenciada en turismo; aunque no tenía experiencia, contaba con muy buenas calificaciones y referencias; además, estaba dispuesta a viajar. Y lo mejor: sus análisis de sangre eran muy buenos.

    La chica era de apellido Mayoraz. Al investigar su linaje, pudo rastrear sus ancestros hasta Hérémence y Vex, el lugar del que él mismo provenía.

    Un golpe en la puerta distrajo sus pensamientos.

    - Gaspard - se oyó luego.

    Se puso de pie y rodeando el escritorio fue a abrir.

    - Raphael ¿Estás listo? - el hombre tenía el aspecto de un joven de unos 25 años; era alto, musculoso, rubio y su corte de cabello era muy moderno.

    - Sí, dejaré a Alba en el pueblo, de ida - comunicó.

    - ¿Qué? - Gaspard frunció el ceño. - De ninguna manera.

    - Bueno, díselo tu. Sabes que a mí no me obedece.

    - Lo haré.

    Cerrando la puerta tras de sí, salieron a un vestíbulo en el cual se encontraban unos asientos a la derecha y un escritorio a la izquierda. Más adelante, la escalera y el ascensor.

    Descendieron por las escaleras, que desembocaban en la lujosa recepción del complejo. Caminaron un poco más atravesando el lobby y al salir, el frío del lugar golpeó su cuerpo.

    Aunque era un día de sol radiante, este no alcanzaba a calentar el viento que soplaba. Delante de sí estaba estacionada una camioneta grande gris, y Alba se encontraba dentro de ella, vestida de una manera que Gaspard siempre reprobaba. Aunque hiciera frío sus faldas eran muy cortas, pero ella decía que así era la moda de esta época; él no lo podía entender.

    Acercándose, abrió la puerta del conductor.

    - Baja de ahí, no vas a ninguna parte - su voz era inflexible.

    Ella lo miró enojada, pero no pudo más que obedecer, saliendo del vehículo por el lado del acompañante y cerrando con estrépito.

    - Eres tan injusto - recriminó.

    - Nos pondrás en un lío, ya habíamos hablado al respecto.

    - Sólo quería comprar algunas cosas…

    - Siempre dices lo mismo y terminas haciendo otras cosas - replicó.

    La joven, de cabello lacio y oscuro, sólo le lanzó una mirada ofendida y se volvió a meter al complejo, sin responder.

    Raphael, que se había quedado unos pasos por detrás, sonreía.

    Gaspard extendió hacia él un papel, donde estaba impreso el currículum de la chica con su foto.

    - Ella es - el muchacho lo tomó y miró con detenimiento. - Viene en bus, detrás están las paradas y los horarios.

    - Vale – respondió.

    ………………………………………….

    Camila - En algún lugar de la Patagonia.

    Ya casi terminaba la meditación cuando Camila sintió que alguien tocaba su hombro. Era uno de los choferes.

    - ¿Sí? - preguntó quitándose los auriculares.

    - ¿Vos sos Camila?

    - Sí.

    - Es tu parada, te tenés que bajar.

    - Gracias - tomó sus cosas y se paró dándose cuenta de que estaba un poco entumecida por las horas que había pasado sentada.

    Era la única que se bajaba, y ya sus valijas estaban fuera del portaequipajes del colectivo.

    Hacía un frío terrible y el viento helado parecía que la iba a llevar. Era un pueblo chico, muy chico, pensó. Se suponía que iba a haber alguien esperándola pero el colectivo arrancó y ella se quedó ahí sola. Ni siquiera en una terminal.  Era una estación de servicio.

    Arrastró su valija hasta el drugstore y pidió la llave del baño para arreglarse un poco mientras esperaba. Una vez que hubo terminado salió y, después de devolver la llave, una cuatro por cuatro paró dentro de la estación frente al shop.

    Se bajó un chico rubio, lindo y alto, que le llamó la atención; parecía un modelo. Pero la ropa que tenía… era de gaucho, si no hubiera tenido tan lindo cuerpo, seguro que se hubiera visto ridículo, pero…

    - ¿Señorita Mayoraz? - Abrió los ojos grandes cuando se dio cuenta que le hablaba pronunciando su apellido en otro idioma.

    - Sí - respondió, sintiendo que la cara le ardía.

    El chico sonrió.

    - Espero no haberla hecho esperar demasiado - tenía un acento como extranjero.

    - No, recién llego.

    Él puso sus valijas en la parte de atrás y le abrió la puerta. Le costó un poco subir, porque la camioneta era alta. Al sentarse, vio que en el medio de los dos asientos estaba su currículum.

    El chico subió al vehículo y lo puso en marcha.

    - Mi nombre es Raphael - se presentó con una sonrisa.

    - Encantada - dijo también sonriendo.

    - Vas a tener que comprarte ropa más abrigada.

    Cuando él dijo estas palabras Camila notó que el chico no tenía campera, le pareció raro, pero a la vez, era un pibe joven.

    - Si, lo pensé.

    - De todas maneras, tendrás tiempo. Pues la temporada comienza en dos semanas.

    - Qué bueno.

    - Sí - volvió a sonreír.

    Finalmente, el muchacho se concentró en el camino y ella en el paisaje de montañas nevadas, que sin dudas, era hermoso.

    - Ya llegamos - dijo él en el momento en que atravesaban una puerta como una tranquera.

    Después de eso, pasó una hora hasta que por fin, la camioneta se detuvo en el complejo turístico.

    Las fotos que había visto no le hacían justicia; por la fachada se notaba que era un edificio antiguo; con techo a dos aguas, de tejas, y ventanas de madera: precioso. Por detrás, se veía una construcción de varios pisos, con un estilo similar, pero mucho más reciente.

    - Qué lugar más lindo - dijo sin pensar.

    - Sí, Gaspard quiso que se pareciera a su tierra - respondió el chico con ese acento particular que parecía un poco español, pero mezclado con algo más.

    Le hizo un gesto de invitación para que avanzara y él llevó sus valijas. Al entrar estaba calentito y no se veía a nadie. El lugar era un poco oscuro, pero seguramente era porque aun no empezaba la temporada.

    - Por el ascensor - le indicó.

    El ascensor estaba en diagonal, un poco a la izquierda frente a la puerta de entrada.

    Al subir, él tocó el botón del tercer piso, que era el más alto Al altillo castigada pensó, recordando un libro que había leído recientemente.

    Al llegar, se sintió cualquier cosa menos castigada: Salieron del pequeño cubículo a un espacio muy amplio, que se extendía hacia la derecha, era como un living muy grande, con sillones y un mueble modular tapizados de terciopelo marrón y algunos detalles en color naranja y verde. Tenía también unas ventanas enormes que dejaban una vista espectacular de las montañas, y cortinas del techo al piso.

    - Te van a traer algo de comer más tarde. Mañana empieza tu rutina, por lo que te recomendaría descansar - decía el muchacho mientras se retiraba.

    El lugar tenía el piso de una madera oscura, también las ventanas y las puertas eran del mismo material.

    A su izquierda había una habitación a la cual se accedía por un pasillo; era un dormitorio inmenso, con más ventanales; el lugar era soñado. Había un placard enorme y antiguo, y el baño, contaba con todas las comodidades que se pudiera  desear.

    No supo

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