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La maldición del cuervo: La saga del hechicero
La maldición del cuervo: La saga del hechicero
La maldición del cuervo: La saga del hechicero
Libro electrónico400 páginas11 horas

La maldición del cuervo: La saga del hechicero

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Información de este libro electrónico

Ayden Dracre, el hijo pequeño de una familia de hechiceros infames, está teniendo éxito como rompemaldiciones. Quizás demasiado éxito. Por desgracia, no es fácil pasar inadvertido si tu apellido es Dracre. Cuando Dessa avisa a Ayden de que su madre va detrás de él y de sus semejantes, tendrá que aventurarse en la misión más difícil que se le ha encomendado.

Con espías siguiéndole la pista y el descubrimiento de que algo va mal con la magia, Ayden tendrá que confiar en la sabiduría de Merlín sobre su propio poder para sobrevivir. Aprenderá que es más fácil darse por vencido ante la oscuridad que resistirla, que hay secretos sobre su familia que le podrían matar y que el pasado no siempre permanece enterrado.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento15 jul 2019
ISBN9781547595617
La maldición del cuervo: La saga del hechicero

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    La maldición del cuervo - Rain Oxford

    Capítulo 1

    —Gracias por atendernos, rompemaldiciones —dijo la mujer.

    No tenía mucha elección, ya que la mujer había venido con su hija en mitad de la noche despertando a todo el castillo y me insistió que rompiera la maldición de su hija. Las únicas personas que vivíamos allí en ese momento éramos Merlín, Magnus y yo, pero su voz era tan fuerte que seguramente habría despertado a todo el país.

    De todas maneras, era mi trabajo.

    No me pagaban, pero aun así era mi trabajo.

    —¿Qué problema tienes? —pregunté sentado en el trono de la habitación principal. Magnus solía hacer lo posible para que los invitados se sintieran cómodos con comida y yendo a recibirles en uno de sus estudios. Yo estaba muy cansado.

    —¡Han maldecido a mi hija! —gritó empujando a su hija hacia delante. Observé a la niña.

    Tenía unos diez años, pelo marrón claro y ojos castaños. El color de sus ojos me hizo pensar que no tenía magia. No había nada en su apariencia que fuera extraño. Parecía la niña educada y perfecta, lo que hizo que me preguntara si era adoptada.

    —¿Puedes especificar un poco más?

    —Un chico del vecindario le ha echado una maldición silenciadora. ¡Rómpela!

    Merlín, medio dormido a mi lado, gruñó por el tono agudo de la voz.

    No dije nada, pues sabía que estaba muy alterada por el ataque a la niña. Ojalá los niños pudieran protegerse de las maldiciones. Le hice un gesto a la pequeña para que se acercara… seguida muy de cerca por la madre chillona. Cuando extendí el brazo hacia su mano, se dio la vuelta.

    —No voy a hacerte daño. Tengo que mirar la maldición.

    —¿No puedes hacerlo sin tocarla?

    —Sí, pero no sería tan suave —siempre había podido romper maldiciones, pero cuando Merlín me enseñó a detectar magia a mi alrededor, encontré una manera para que romperlas fuera más seguro.

    —Dale la mano, Kika.

    Lo hizo después de vacilar unos segundos. Mi magia fluyó rápidamente en ella y encontró la hechicería. Suspiré y le solté la mano.

    —Merlín, ¿podrías traerme la varita, por favor? —pregunté.

    Asintió y subió las escaleras.

    La mujer puso la mano en el hombro de Kika.

    —¿Le va a doler?

    —No, además, será rápido.

    La magia estaba tan mal hecha que podía adivinar qué había pasado sin mucha dificultad. El chico intentó que la niña dejara de contarle un secreto a todo el mundo, pero su magia no estaba coordinada y se convirtió en una maldición silenciadora endeble. Me imaginaba que si Kika tenía algo importante que decir, vencería a la maldición por sí misma.

    Merlín volvió enseguida con la varita, la cogí y apunté a Kika. «Rompe la maldición». Como estaba muy mal hecha, no tenía que rasgarla poco a poco. Imaginé que mi magia fluía a través de ella y capturaba el hechizo intruso.

    La energía siniestra sucumbió con facilidad a la mía y la siguió cuando la absorbí de nuevo. Estaba claro que la maldición era completamente inútil contra mi magia, así que tras unos segundos ya no la sentía.

    —Eso debería bastar —dije guardando la varita en el bolsillo.

    —¡Puedo… puedo hablar! —dijo Kika con emoción. Se volvió hacia su madre—. Quiero un lobo como ese —dijo señalando hacia Merlín.

    Merlín gruñó.

    —Tienes muchos animales —dijo su madre.

    Kike dio un pisotón con el pie.

    —¡Quiero un lobo! —se giró hacia mí—. Me lo va a comprar mi madre. ¿Cuánto por él?

    —Merlín no está en venta.

    —Todo está en venta si se da oro suficiente. Solo dime cuánto por él.

    Merlín gruñó de nuevo. Llena de miedo, la mujer cogió el brazo de su hija y la arrastró fuera. Me senté de nuevo en la silla.

    —Creo que acabo de fastidiar al mundo.

    Merlín se rio en mi mente.

    No importa. Aunque sepamos que es una niña malcriada, volverías a romperle una maldición si volviera con otra. Eres una persona demasiado amable para rechazar la ayuda a alguien, incluso si es tan malo como tus hermanos. Por eso tienes tantos amigos que harían todo lo posible para ayudarte.

    Puse la cabeza en el reposabrazos.

    —Vuelve a la cama. Si te duermes aquí, te vas a despertar con tortícolis.

    —Me voy a transportar arriba. ¿Quieres que te lleve también?

    No, gracias. Creo que iré a correr antes de volver a mi habitación.

    Gruñí a duras penas, ya estaba medio dormido. Saqué la varita del bolsillo e imaginé mi habitación. En cuando la magia me envolvió, sentí que algo no iba bien.

    *      *      *

    —Despierta —la voz me sacó del sueño con tanta violencia que di una bocanada. Era una voz que había temido escuchar toda mi vida.

    Por desgracia, cuando abrí los ojos aún no podía ver nada.

    —¿Madre?

    —Me sorprende que me recuerdes.

    No podía mover ni los brazos ni las piernas, aunque no sentía nada que me los estuviera inmovilizando.

    —¿Dónde estamos? ¿Cómo he llegado aquí? —lo último que recordaba era que había roto la maldición de Kika.

    Sentí su mano en la cara y me sacudí automáticamente, pero solo me quitó la venda de los ojos. Estaba tumbado en una mesa de madera en el sótano de la casa de mi madre. Solo había estado aquí una vez, porque mi madre no nos permitía venir. No se usaba para almacenar o torturar a las personas, así que no estaba seguro de para qué era. Todo lo que sabía era que no quería estar ahí.

    Estaba completamente paralizado desde el cuello hacia abajo.

    —Me has traicionado, Ayden —era exactamente como yo la recordaba: impecable, sosegada y mortífera. Era alta y delgada con pelo largo, liso y negro, ojos borgoña y pómulos prominentes. Su apariencia siempre me hacía pensar en una araña venenosa y bonita.

    —Quieres matarme y arrebatarme mi poder.

    —Es mi derecho. Os creé a tus hermanos y a ti por un propósito. Tu poder es mío.

    No debería dolerme, sabía que no le importaba.

    —No tengo magia oscura, y no puedes utilizar la magia de la luz —mentí. Sí tenía magia oscura, pero esperaba que no lo supiera.

    Con el rabillo del ojo noté que algo se movía, miré y vi a mi padre de pie cerca de la pared que había detrás de mi madre. Estaba medio escondido en las sombras, pero logré ver su expresión seria. En verdad, era su expresión normal.

    —Te equivocas —dijo mi madre—. Toda la magia es neutral en su forma pura, eres tú el que la hace de la oscuridad o de la luz. Es el don que tienes por ser el séptimo hijo del séptimo hijo. De niño solo usabas magia de la luz, pero esperaba que desarrollaras la hechicería por ti mismo. Me he cansado de esperar.

    —¿Por qué empezaría a usar la magia oscura sabiendo que me matarías si lo hiciera?

    —No tendrás elección —extendió el brazo hacia mí lentamente y me apartó el pelo de los ojos—. Necesitas un corte de pelo —sus uñas estaban afiladas como garras y los anillos de plata y oro de sus finos dedos brillaban bajo la tenue luz. Cada uno de esos anillos tenía poder suficiente para matarme. Después me desabotonó poco a poco la camisa.

    Nunca en la vida supe cómo lograr que mi madre cambiara de parecer. No le gustaban los ruegos, pues no los consideraba propios de un hechicero. Me pasó la uña por la piel que había encima del corazón. Hice todo lo posible para no hacer ninguno ruido. Estaba sudando y jadeando por la desesperación.

    —Madre, por favor, espera. Nunca antes te había pedido piedad, así que escúchame esta vez. Hay algo que tengo que hacer. Le prometí a un amigo que lo ayudaría. Déjame ir, déjame ayudarle y volveré aquí. No lucharé contra ti.

    Sonrió con crueldad.

    —Muy bien. Te devolveré al castillo de Magnus.

    No era tan estúpido como para creer que podría huir tan fácilmente.

    —No obstante, no debes romper la maldición de Merlín cuando llegue el momento.

    —¿Sabes lo de Merlín?

    —Claro.

    —Entonces sabes que haré todo lo posible para romper su maldición.

    —Ahora sí —sacó un cristal del bolsillo y lo levantó para que lo viera. Parecía exactamente igual que el cristal que contenía la magia oscura de Livia, solo que era transparente—. Esto te hará cambiar de opinión.

    —¿Qué es?

    —Solo un cristal —después alzó la mano y un cuervo voló desde la oscuridad y aterrizó en el brazo extendido. Cuando le pasó la uña por el pecho igual que hizo conmigo, el cuervo graznó y batió las alas, pero no se fue volando. La sangre del cuervo empezó a gotear… hacia el cristal, que lo absorbió con facilidad. La sangre empezó a salir cada vez más rápido hasta que se convirtió en un chorro rojo. Después, unas gotas negras se combinaron con las rojas.

    —Pensé que me dejarías ir.

    —Jamás te dejaré ir. Solo dije que te devolvería a Magnus. Como utilizas magia, el poder de la sangre del cuervo te cambiará y envenenará tu magia blanca. Cuando esté terminado, serás un hechicero de verdad y volverás conmigo por tu propia voluntad.

    —¡No voy a usar magia!

    —Sí, lo harás, porque olvidarás lo del cristal.

    —¿Entonces por qué me lo has dicho?

    —Me divierte ver el miedo en tus ojos —después presionó el cristal contra la herida de mi corazón.

    Ante mis ojos, el cristal empezó a derretirse y gotear en la herida, al igual que el cuervo que había absorbido. Cada gota quemaba como el fuego y se extendía por todo mi cuerpo con cada latido del corazón. Fue una de las experiencias más dolorosas de toda mi vida y estaba seguro de que nunca lo olvidaría, sin importar cuánta magia usara mi madre.

    Detrás de ella, mi padre sacudió la cabeza.

    Después, todo se volvió negro.

    *      *      *

    De repente me desperté jadeando y sudando. Estaba en mi habitación y todo parecía normal, a excepción de un dolor extraño en el pecho. No había ninguna herida o nada que explicara el dolor, que se desvaneció tras unos segundos como un mal sueño.

    ¿Merlín? —pregunté en la mente del lobo.

    ¿Sí, Ayden?

    ¿Va todo bien?

    Sí, Ayden.

    Creo que he tenido un mal sueño, pero no puedo recordarlo.

    Hubo un momento de silencio antes de que se abriese la puerta y entrara Merlín.

    —No hacía falta que vinieras hasta aquí.

    Nuestras habitaciones están a tres metros, no me ha supuesto ningún problema. Los malos sueños rara vez son una coincidencia. No obstante, es posible que estés preocupado por tu madre.

    —¿Por qué dejó a Magnus con vida? ¿Por qué no me ha amenazado?

    Quizás ha perdido la esperanza contigo —sugirió.

    —Mi madre nunca ha perdido la esperanza con nadie en su vida. Tiene que estar planeando algo.

    ¿Te preocupa que utilice a Magnus para llegar hasta ti?

    —Dejó a un mago fuerte con vida después de vencerlo. Es como cazar para luego dejar a la presa muerta en el suelo. ¿Y por qué se esperó hasta que nos fuimos? ¿Supo lo del cristal al espiarnos o ha sabido todo este tiempo que lo teníamos?

    Magnus reforzó las defensas del castillo desde el ataque, pero todavía estaba preocupado por si no fuese suficiente.

    No puedo decirte nada sabio que pueda ayudarte. Todo lo que te puedo decir es que, siempre y cuando seas fiel a tu corazón, tu madre nunca podrá conseguir la magia oscura de ti.

    *      *      *

    Era el séptimo hijo de una familia de hechiceros infames, conocidos por sus poderes malévolos y despiadados. En mi mundo, los magos solo usaban la magia de la luz y los hechiceros solo usaban magia oscura. Por desgracia, siempre fui la vergüenza de la familia, no importaba las veces que intentase desatar el caos y la destrucción, solo podía hacer magia de la luz.

    Cuando salí de casa para demostrar que era un hechicero poderoso, terminé liberando a Merlín de una prisión mágica. Antes de que le maldijeran, Merlín era un mago inmortal poderoso de otro mundo donde los magos podían usar la magia de la oscuridad o de la luz. Al perder su magia y su inmortalidad, se convirtió en lobo. Con su ayuda, aprendí a aceptar que tenía tanto magia blanca como hechicería, desterré a mis hermanos a otro mundo y me uní a Magnus, uno de los magos más poderosos de Caldaca.

    Después, fuimos al mundo de Merlín para averiguar cómo romper su maldición. Aunque conseguimos la información que necesitábamos, también descubrimos que yo era el único que podía romperla y que requeriría mi muerte.

    Después de derrotar a mi malvada prima para liberar a mi tía, volvimos al castillo de Magnus, donde supimos que mi madre le había atacado y se había llevado el poder oscuro de mi tía, que había encerrado en un pequeño cristal. Mi madre no se había llevado nada más, así que supe que solo fue detrás de eso.

    Por suerte, Magnus se recuperó del ataque en unos pocos días. Al mes siguiente, Merlín se centró en enseñarme magia protectora contra la magia blanca y la hechicería, porque sabía que tendía más a defendernos que a atacar.

    Se difundió que había un «rompemaldiciones» viviendo en el castillo, así que vinieron muchas personas para que les rompiera las maldiciones. Disfruté la práctica y, por primera vez, no tenía que decirles que era un hechicero. Era algo nuevo, aceptado y respetado.

    *      *      *

    —Ven a desayunar, Ayden —dijo Merlín apartando mi atención del libro.

    Estaba sentado en la biblioteca, como de costumbre. Solo me daba cuenta de que había amanecido cuando miraba por la ventana.

    —Vaya, me había olvidado —no tenía ganas de comer, pero Merlín siempre insistía en que me tomara el desayuno, así que no dije nada más. Aunque no recordaba nada sobre la pesadilla, me sentía raro.

    Merlín y yo bajamos para encontrarnos con Magnus en la mesa. El viejo mago estaba escribiendo en un libro y dejando enfriar las gachas y las patatas.

    Pregúntale cómo van sus meditaciones.

    —Merlín quiere saber cómo va lo de la maldición. Creo —miré a Merlín y asintió. El mayor problema que teníamos era que el libro no estaba escrito en nuestro idioma. Merlín tenía que leerlo en mi mente y yo tenía que decírselo a Magnus. Quería pedirle a Vactarus la Sirena, un amuleto mágico que traducía las palabras escritas y el habla, pero a Magnus no le daba confianza y dijo que un error podría ser fatal. El segundo problema era que no todos los ingredientes del libro se conocían en Caldaca, así que Merlín tenía que explicarlos y averiguar cuáles eran los equivalentes.

    Magnus bajó el libro.

    —Me temo que no es tan fácil, no hay ingredientes que puedan neutralizar todos los ingredientes usados. Tenemos que hacer una poción completamente distinta.

    —¿Entonces ir al mundo de Merlín fue una pérdida de tiempo?

    Ya hemos hablado de ello, joven hechicero —interrumpió Merlín—. Después de lo que dijo Gmork y al no encontrarme con ninguno de sus sirvientes después de que me convirtiera, sabemos que tenía que ser así. Si no hubieses ido, se habría producido una paradoja.

    Me habría gustado haber sabido eso antes de tener que pasar por todo —le dije en la mente—. Además, ¿no dijiste algo sobre hacer lo mismo de otra manera?

    Te refieres al principio de autoconsistencia de Nóvikov. Es el medio del universo para prevenir una paradoja. Sin embargo, solo es una teoría.

    —No del todo —dijo Magnus inconsciente de la conversación silenciosa entre Merlín y yo—. Necesitábamos el libro que encontraste para descubrir exactamente cómo se hizo la maldición. Con él, podemos saber lo que necesitamos para revertirla.

    —¿Sabes ya por qué soy el único que puede hacerlo? ¿O por qué tengo que morir para hacerlo?

    —Estoy trabajando en ello, creo que conseguirías más respuestas de la que lo sabe todo sobre ello.

    —¿Las hadas?

    Frunció el ceño.

    —En realidad, estaba hablando de la vidente. Creo que tendrías más problemas con las hadas aquí que en los otros mundos.

    —¿Dessa? La intentamos encontrar antes, pero nunca está en el mismo lugar.

    —Hay formas de encontrar a la gente con magia.

    —Dessa es una de las videntes más poderosas del mundo. Apuesto a que lo sabe todo, pero no dirá nada más de lo que debe, sin importar lo mucho que le preguntemos. Si quiere decirnos algo, hará que sepamos dónde está. Insiste en que contarnos demasiado podría ser contraproducente.

    Merlín gruñó, lo que me recordó su aversión a los videntes.

    Un golpe en la puerta retumbó con más fuerza de la habitual por todo el castillo.

    —Fluffy no me ha avisado de que venían visitantes —dijo Magnus levantándose.

    —Quizás sea otra persona que necesita que le rompamos una maldición.

    Siendo sincero, tenía muchas ganas de romper maldiciones porque me hacía sentir más cerca de romper la de Merlín.

    Es la vidente —me dijo Merlín mientras Magnus salía de la habitación para atender la puerta.

    Aunque no sabía si podía sentir su magia o si la podía oler, no dudé de él ni por un instante.

    —Me pregunto si sabrá que estábamos hablando de ella.

    Todas las mujeres saben cuándo se está hablando de ellas.

    Un momento más tarde, Magnus volvió con Dessa. Era alta y delgada, con pelo blanco y largo y ojos azules. Su vestido era color plateado con mangas transparentes e iba descalza. Los videntes a menudo se alejaban tanto de los magos como de los hechiceros para mantener la paz, aunque Dessa siempre me ha tratado con amabilidad, como si no importase si fuese mago o hechicero.

    —Buenos días, Ayden y Merlín —dijo.

    —Buenos días. ¿Dónde está tu aprendiz? —pregunté. Supuestamente siempre debía tener un aprendiz porque sus visiones podían llegar en cualquier momento y hacerla vulnerable.

    —Está fuera, en el carruaje. No se siente cómoda entrando en el palacio de un mago.

    —¿Por qué me enviaste con mi tía sin decirme por qué?

    —Porque eres terco y no te gusta que te digan quién eres.

    Merlín parecía estar pasándoselo bomba.

    ——Si te hubiese enviado directamente a Magnus, no habrías aprendido por qué eres diferente o que no estás solo. Livia te dijo que evitaras que tus hermanos se enfrentaran a Magnus, y cuando te negaste te encerró, pero se aseguró de que pudieras escapar.

    —Todavía no entiendo por qué.

    —Porque se lo dije. Preví varias maneras en las que podía terminar. Para que tuvieras éxito, Livia tenía que mostrarte que había otra manera y que necesitabas tener la determinación suficiente para derrotar a la quimera.

    —No me gusta que me mientan, aunque pienses que es por mi propio bien —por el rabillo del ojo vi que Merlín desviaba los ojos—. Vale, ¿puedes decirnos ahora cómo romper la maldición de Merlín?

    —Aún no. Ahora mismo se te necesita en una misión.

    —¿Una misión? No soy un guerrero.

    —Esta es una misión muy especial que solo tú puedes hacer.

    —¡¿Qué?! ¿Por qué yo? No soy especial.

    —Lo eres, y estás obligado.

    Lo pensé un momento antes de darme cuenta de lo que quería decir.

    —Mi madre ha hecho algo, ¿no?

    —Aún no lo ha hecho, pero tiene un plan muy siniestro. Preveo unos días muy oscuros si lo lleva a cabo. Parte del plan es matar a otros que tengan tu poder.

    —¿Mi poder?

    —Séptimas hijas de séptimas hijas y séptimos hijos de séptimos hijos.

    —Pensé que Livia y yo éramos los únicos.

    ¿De verdad? —preguntó Merlín—. ¿Quién te dio esa idea?

    —El resto y tú sois fenómenos mágicos que han existido desde los albores de la magia en Caldaca —dijo Dessa.

    También existe en otros mundos, pero no es tan drástico —añadió Merlín.

    —¿Entonces por qué no tenía conocimiento de ello? ¿Sabías lo que era cuando nos conocimos?

    —No es algo que se conozca mucho, porque los hechiceros como tu madre les darían caza. Y sí, supe lo que eras entonces.

    —¿Cuántos hay?

    —Hay siete hombres y siete mujeres, y varían mucho en edad porque si uno muere, nace otro. Tampoco tienen por qué nacer solo de magos o hechiceros.

    —Si los traes aquí, puedo protegerlos —dijo Magnus.

    —Porque hiciste un buen trabajo la última vez que atacó —dije automáticamente. Merlín me miró a mí, tan confuso ante mi arrebato como yo—. Lo siento. No tendría que haberlo dicho. No dormí mucho anoche.

    —No te preocupes, Ayden —dijo Magnus—. Sé que esto es muy estresante para ti. No obstante, me tomo muy en serio la protección de las personas. Si vas y les convences de que vengan aquí, les mantendré a salvo de tu madre.

    Lo pensé. No tendría que lidiar solo con magos o hechiceros. De hecho, algunos de ellos serían niños pequeños. Todos necesitaban ir a un lugar seguro.

    Merlín, ¿qué dices a eso? —pregunté en la mente del lobo.

    ¿Puedes rechazarlo?

    ¿Puedo dejar a un montón de gente sin tener ni idea de por qué mi madre va tras ellos? No, no creo que pueda.

    No esperaba nada menos de ti.

    ¿Estás dispuesto a venir conmigo?

    Por supuesto, iré contigo, joven hechicero. No tienes ni que preguntarlo. Aunque si están todos juntos en un mismo lugar también puede hacerlos vulnerables —sugirió Merlín—. Es posible que tu madre cuente con ello.

    —¿Hay alguna posibilidad de que mi madre sepa que has tenido una visión en la que ella los atacaba? —le pregunté a Dessa.

    —Las hechiceras no pueden prever las visiones de los videntes y no he hablado de ello con ninguna.

    Miré a Merlín y asintió.

    —Lo haremos, ¿pero cómo llegamos a ellos? No podemos viajar por todo el mundo y volver con cada uno.

    —Toma —dijo Magnus sacando uno de sus anillos y entregándomelo. Llevaba una gema verde grande con una mancha plateada que se movía bajo la luz—. Es un ojo de gato. Cuando convenzas a cada uno para que venga aquí, di el nombre de Fluffy en el anillo. Fluffy me lo hará saber y levantaré un gólem para protegerlos y guiarlos hasta aquí.

    —¿Un gólem? Creía que solo era cosa de hechiceros.

    Los gólems eran criaturas poderosas hechas de roca, tierra y arcilla, pero estaban bajo el control de la persona que los conjuraba. Aunque los gólems eran demasiado lentos para ser grandes guerreros, eran perfectos para las misiones suicidas. Mi madre había usado gólems unas cuantas veces, pero normalmente enviaba a sus hijos porque no drenábamos su magia.

    —Los gólems se crean de la magia, así que pueden ser buenos o malos. Puesto que soy un mago, el mío solo puede proteger.

    Me puse el anillo en el dedo índice derecho.

    —¿Cómo encuentro a estas personas?

    —No puedo ayudarte en eso. Tendrás que ir con tu tía.

    —¿Está protegida?

    —Está más protegida ahora que cuando Verónica la atacó —dijo Magnus—. Puedo transportaros hasta Roca Roja, allí debería haber un barco que os lleve a su castillo. Sugiero que conserves tu magia todo lo posible.

    —¿Y qué hay de mis estudios? —pregunté. Disfrutaba aprender magia de Merlín y estaba progresando. Bueno, la mayor parte del progreso estaba en centrarme cuando él hablaba. También me ayudaba a prestar atención cuando escribía la lección en el grimorio, y me di cuenta de por qué Merlín hacía que escribiera las cosas.

    —Debes tener cuidado de quién te ve —dijo Dessa—. Tu madre podría tener gente buscándote. De hecho, sugiero que te dejes la túnica con el distintivo de los Dracre y la varita.

    —Ni hablar. Son las dos últimas cosas que me dejaría —la varita zumbó en el bolsillo—. ¡Au! Lo siento. Y el bastón también. Y Merlín. Esas cuatro cosas son las… últimas cuatro cosas que no dejaría atrás —suspiré—. Las esconderé para que no las vean. ¿Y qué hay de mis hermanos? ¿Has tenido alguna visión de Thaddeus?

    —Sí, pero todo lo que te puedo decir es que tiene su propio camino y que decidirá su futuro.

    —¿Fue un error no deshacerme de él?

    —Nunca es un error seguir el corazón. Le diste a Thaddeus una oportunidad de escapar del control de tu madre y de darle un vuelco a su vida. Ahora el resto depende de él.

    Asentí. Quería lo mejor para él, siempre y cuando no intentara herirme a mí o a nadie más. Si resultara ser como nuestra madre, sería mi culpa por haberlo dejado escapar. Si resultara ser como nuestro padre, sería feliz.

    Después de que Dessa prometiera volver y decirnos más sobre la maldición de Merlín en cuanto salvara al resto de personas como yo, subí para prepararlo todo. Cogí los suministros habituales y el grimorio. Cuando bajé, Magnus nos transportó a Merlín y a mí a Roca Roja.

    Capítulo 2

    Aparecimos en Roca Roja con un brillo de luz. Nadie me prestó atención, pero varias personas se quedaron mirando sin disimular a Merlín. Me alegré de que la ciudad fuera grande y hubiera muchos viajeros, así nadie me reconocería de mi primera visita, en la que escondí la ciudad en una burbuja de invisibilidad, ni de mi segunda visita, en la que luché contra mis hermanos.

    Era una mañana ajetreada y la gente estaba abriendo sus negocios o haciendo las primeras compras. Había unos pocos niños que miraban boquiabiertos y señalaban a Merlín, ya que seguramente nunca antes habían visto un lobo.

    Por aquí —dijo Merlín guiándome hacia la playa. No nos llevó mucho tiempo llegar a los muelles, donde había unas cuantas barcas amarradas—. Busca un buque mercante, nada de barcos pirata.

    Asentí y observé los barcos, que eran de todos los colores, formas y tamaños.

    —Los dos al final son barcos comerciales. Tienen una bandera azul oscuro con un carro. Es el símbolo del gremio de comerciantes.

    Bien. Has traído dinero, ¿no?

    —Tengo suficiente para ir al castillo de Livia, sí. Quizás debería usar magia.

    Guárdala para las emergencias. No sabemos a lo que nos podemos enfrentar ni cuándo.

    Empezamos a andar camino abajo hacia los barcos.

    —Se requiere práctica para mejorar y quiero ser igual de bueno transportando como Magnus.

    Yo no podría hacerlo, joven hechicero, así que no podré hacer nada si algo va mal.

    —Pero eres más poderoso que Magnus.

    En muchos aspectos lo soy. Sin embargo, transportarte en el espacio tal y como lo haces es imposible por medio de magia real… quiero decir, magia de otros mundos. Con la varita y el bastón puedes hacer cosas que los magos de otros mundos no pueden. Eso no te hace más poderoso, ya que podemos hacer magia sin varitas ni bastones.

    No dije nada, sobre todo porque no quería frustrar a Merlín y ya me había contado esto antes. También porque paré de escuchar la conversación a la mitad y me puse a mirar a unos hombres que cargaban y descargaban la mercancía del barco. Cuando llegamos a ellos, elegí el que tenía menos personas y busqué al capitán.

    Merlín se dio la vuelta para mirar detrás de nosotros, pero no dijo nada, así que no me giré. Me sobresalté cuando sentí que una mano me daba una palmada en el hombro. Por suerte, logré no gritar. Seguramente fuera porque estaba acostumbrado a que Merlín se acercara sigilosamente a mí.

    —¡Ayden! Me alegro de verte de nuevo.

    Recuperé la compostura al reconocer la voz y ver a Jevwen. Tenía unos dieciséis años, era delgado y estaba limpio, teniendo en cuenta que era el hijo del capitán de un barco pirata. Esta vez, tenía el pelo corto y su ropa estaba bien hecha, parecía que le iba mejor en la vida, aunque no es que le faltara dinero antes.

    Jevwen y su padre eran más amables de lo que me esperaba de unos piratas, pero se debería seguramente a que era un hechicero y no un mago. Me pregunté si a Jevwen le importaría que ya no fuera un hechicero.

    —Yo también me alegro de verte. ¿Está tu barco por aquí?

    —El de mi padre no. Les dejé un mes después de que te conociera. Abrí una librería en Roca Roja durante un tiempo, pero echaba mucho de menos el mar, así que cuando conocí a Goola empecé a comprar y vender libros en el mar.

    —¿Goola? —pregunté.

    Señaló a uno de los hombres del barco.

    —Es

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