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Aguas oscuras: Elementos 1
Aguas oscuras: Elementos 1
Aguas oscuras: Elementos 1
Libro electrónico295 páginas5 horas

Aguas oscuras: Elementos 1

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Información de este libro electrónico

Devon Sanders, un investigador privado conocido por su eficiencia y discreción, no tiene ningún interés en involucrarse con la comunidad paranormal. Lamentablemente para él, la comunidad paranormal sí tiene interés en él, o al menos en su secreto. Devon es extraordinario en la resolución de casos mediante su asombrosa intuición.

Cuando Devon descubre un asesinato violento, sabe que no es un delito natural. Para resolver el caso y exponer al asesino, deberá fingir que es un hechicero en la Universidad paranormal Quintessence. Pronto descubre que su talento tiene más que ver con las fuerzas sobrenaturales que lo que él sabía.

La magia es elemental.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento7 nov 2015
ISBN9781507124963
Aguas oscuras: Elementos 1

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    Aguas oscuras - Rain Oxford

    Capítulo 1

    —¿Por qué quiere ser un hechicero?

    La pregunta no me sorprendió. Después de una exhaustiva investigación de la Universidad prestigiosa y hermética, sabía que esa era una de las preguntas que utilizaban para considerar el ingreso, así como también la graduación. Para mí era algo ridículo.

    —Quiero ayudar a la gente —respondí, tal como había practicado.

    El director y la vicedirectora intercambiaron miradas con evidente desconfianza. No me preocupé ni aun cuando el director, Logan Hunt, entrelazó los dedos sobre la carpeta azul oscuro y se inclinó hacia adelante.

    Doce de los profesores, además del director, estaban sentados en sillas de respaldo alto frente a una mesa larga. Se decía que todos eran egresados, excepto el director, algo que me costaba creer, ya que una de las cuatro mujeres parecía de dieciséis años. Por otro lado, eso sería suponiendo que fuera humana. Cada uno de los miembros vestía túnicas negras por encima de la ropa, lo que quizás estaba más relacionado con la temperatura helada de la habitación que con un estereotipo.

    La sala del consejo estaba iluminada por cinco antorchas ubicadas a nuestro alrededor, que formaban las cinco esquinas de un pentagrama. Una enorme chimenea ocupaba la pared norte detrás de ellos, y la pared oriental estaba tapada por una biblioteca que llegaba hasta el techo. Entre los miembros del consejo educativo y yo había una pequeña mesa plegable de metal y una silla de metal, intencionalmente incómoda. Sobre la mesa había una serie de objetos para evaluar mis habilidades mentales y mi talento natural con la magia.

    Uno de los objetos era una vela, que pusieron delante de mí, y me pidieron que la encendiera. Cuando saqué un encendedor y la prendí, no estaban impresionados para nada. El segundo objeto era una piedra, que me solicitaron que moviera sin tocarla. Incliné la mesa hasta que la piedra cayó, pero eso tampoco logró maravillarlos. Cuando me pidieron que sacara agua del aire, tomé el espejo —que no me habían ordenado que utilizara todavía— y respiré sobre este hasta que la superficie se empañó.

    La mujer joven sonrió con superioridad mientras que el hombre a su izquierda miraba con furia. Este tenía pelo castaño oscuro, largo hasta los hombros, y barba de un día. Había un destello en sus ojos ambarinos que me crispaba los nervios. La sensación me era familiar; todos los cambiaformas me erizaban la piel. No era el hecho de que él pudiera transformarse en un predador poderoso ni de que fuera hábil para aullar como el lobo que llevaba adentro lo que me irritaba. Algo sobre un animal y una persona combinados en un solo ser me parecía antinatural. Imaginaba que la parte humana del cambiaformas debía ser un poco salvaje, mientras que la parte animal debía ser particularmente inteligente. Sabía que los predadores cambiaformas eran mucho más comunes, lo que explicaba por qué nunca había visto un conejo cambiaformas.

    La última prueba de elementos que me dieron fue crear un huracán. Me tomé un momento para reflexionar sobre la tarea. No había ventanas ni ventiladores por lo que, después de unos minutos, suspiré.

    —No sé cómo hacerlo.

    —¿Se le ocurrió utilizar magia? —preguntó una de las mujeres. Tenía unos veinticinco años, y una figura delgada pero atlética. Su pelo largo de color castaño estaba recogido en una cola de caballo firme, pero sus ojos eran lo más llamativo. Sus iris eran de un verde claro en el centro, con anillos verde oscuro alrededor. Tenía una tez suave y naturalmente bronceada, algo que me pareció extraño, ya que su leve acento era europeo. Era por lejos la mujer más atractiva que había visto desde que me habían arrojado de manera brusca e inesperada al mundo paranormal.

    —No. Estoy aquí para aprender magia, no porque ya sepa hacerla. —Mi respuesta era absolutamente posible, completamente innegable y había sido practicada a la perfección.

    Sin duda era mi agudeza lo que Hunt estaba considerando cuando cruzamos miradas. La mayoría de las personas no hacían eso. Sabía que tenía una cara de póker estupenda y una sonrisa inocente perfecta, que era más un talento natural que un esfuerzo ensayado.

    La mujer de ojos verdes no estaba para nada impresionada. Como estaba sentada a la izquierda de Hunt, supuse que debía ser Remington Hunt, la hija del director. También podría haber sido su reputación lo que me llevó a dicha conclusión, ya que me habían hablado de su belleza. Además me habían dicho que era una fiera irascible.

    Logan Hunt debía tener al menos cincuenta años, pero parecía de unos cuarenta. Tenía pelo castaño oscuro, casi negro, y ojos plateados. No era más alto que yo, pero había un aura amenazante a su alrededor, como si hubiera visto muchas cosas y pudiera manejar muchas más. Tendría cuidado de no presionar a ese hombre.

    —La clase comienza a las ocho de la mañana, señor Sanders —anunció Hunt, aún estudiándome con cuidado.

    Hunt y yo sabíamos que me dejaría entrar sin importar lo que yo dijera. Remington, quien claramente no estaba al tanto de la situación, miró boquiabierta a su padre. Por fortuna no iba a cuestionarlo en frente de testigos.

    —Le explicaré las reglas solo esta vez, y recibirá un manual por la mañana —comenzó a decir Hunt—. Si tiene alguna pregunta, guárdesela. Nuestra política no es como la de las universidades públicas, señor Sanders. Aquí no se repite el año. Necesita quince créditos para graduarse del primer círculo y dieciocho para cada uno de los cuatro restantes. Si no los consigue, no regresará.

    No planeaba regresar.

    —Tendrá un elemento y un círculo. Cada hechicero comienza con el elemento que nosotros consideramos el más sencillo para él y continúa desde allí. Su círculo es su clasificación o el año en el que se encuentra. Por ejemplo, si se lo ubica en el elemento Fuego, será un C-Uno Fuego. Si se encuentra con un C-Tres Fuego, eso significa que él ya ha dominado dos elementos y está trabajando con el fuego. Le sugerimos que entable amistad con él.

    No es probable.

    —A medida que avance en sus clases del semestre, también contará con un entrenador en el elemento que se le haya asignado. Conocerá a su maestro del elemento mañana a primera hora. Si no ha dominado el elemento en el transcurso de dieciséis semanas, recursará el semestre. Tendrá tres oportunidades para dominarlo; luego será expulsado.

    Había poca compasión detrás de sus palabras porque sabía que era solo para el show. Los demás presentes debían creer que yo estaba allí como un alumno normal.

    —Nuestros profesores están altamente capacitados en el arte de la educación. Cómo educan queda a criterio de ellos. Cada profesor tiene el derecho de reprobarlo por cualquier motivo. También tiene el derecho de disciplinarlo como lo crea conveniente. Por ejemplo, si llega tarde, le puede asignar un castigo. Si se niega, puede reprobarlo. Algunos de los profesores pueden pedirle que haga ejercicios cuestionables. Si esas prácticas ofenden su moral, no se queje con nosotros.

    —Le sugerimos enfáticamente que haga cualquier cosa que un profesor le pida, sin importar lo irracional que sea —acotó la vicedirectora. Era una mujer de mediana edad, vestida a la moda, con el pelo rubio rojizo peinado en una trenza. De todos los integrantes de la mesa, ella parecía la más accesible.

    —Excepto por el profesor Langril —agregó la mujer más joven—. Está completamente loco. Tratamos de no poner a los estudiantes C-Uno en su clase porque desaparecen. —Tenía pelo corto de color naranja con mechas rubias, y ojos azul pálido. Fuera lo que fuese en realidad, me costaría tomarla en serio porque esperaba que comenzara a hablar de sus uñas o de algo así. La verdad era que no parecía ni de diecisiete.

    Hunt asintió pensativo.

    —Gracias, April. Como ya sabrá, la comunicación con el mundo exterior está restringida por la seguridad de nuestros estudiantes. Además, la magia suele interferir con la electricidad. Por lo tanto, el uso de aparatos electrónicos dentro de los límites de la Universidad está estrictamente prohibido.

    Eso haría las cosas más difíciles.

    No pude evitar mirar mi reloj. Era analógico y, cuando lo acercaba al oído, podía oír el tictac.

    —Los relojes están permitidos, pero no duran mucho por aquí —explicó Hunt—. Salir del terreno de la Universidad sin la supervisión de un profesor o sin una autorización mía por escrito o de la señora Ashcraft será motivo de expulsión inmediata.

    —Si lo atrapan —agregó la mujer del pelo naranja.

    —Sí, gracias, April. No se recomienda pelear fuera del campo de práctica pero, a menos que haga enojar a un profesor o que dañe propiedad de la institución, es cosa suya cómo se maneje con sus compañeros. Si daña alguna propiedad, prepárese para repararla.

    —A menos que se muera —opinó April amablemente.

    —Sí, gracias, April.

    —¿Cuántos no humanos asisten a esta institución? Creí que los hechiceros eran bastante quisquillosos con quienes tenían a su alrededor.

    Hunt cerró la mano sobre la carpeta. Lo tomé como una mala señal.

    —Señor Sanders, hacemos a cada persona responsable por sus acciones. No le echamos en cara su raza ni su sexo. Los hechiceros son la mayoría aquí, pero también recibimos hadas y cambiaformas.

    —Pero no vampiros. —Fue una afirmación, no una pregunta.

    Hunt entrecerró los ojos un poco.

    —Por la seguridad de nuestros estudiantes no podemos permitir vampiros en nuestra Universidad.

    —Bien —respondí—. No tengo nada contra las hadas ni los cambiaformas, pero los vampiros son un dolor de cabeza.

    April rio, pero a Hunt no le causó gracia.

    —Como alguien que intenta fomentar la igualdad en el mundo paranormal, creo que ese tipo de humor es de muy mal gusto —expresó él. April se rio más fuerte—. La profesora Nightshade lo acompañará hasta su habitación. —April dejó de reír.

    La mujer se puso de pie con expresión solemne y caminó lentamente alrededor de la mesa para acercarse a mí.

    —Venga conmigo.

    Ella parecía tener un comportamiento dulce, aunque debía ser una bruja poderosa para poder estar en el consejo educativo. O una poderosa algo... La seguí fuera de la sala hasta el corredor apenas iluminado.

    Las paredes eran de piedra y el piso, de madera encerada, que crujía cuando uno caminaba.

    —Apuesto a que hay mucho ruido durante el día —comenté.

    —Esta institución fue diseñada originalmente por un psicópata. No recuerdo su nombre, solo que era alemán. Algunos dicen que la construyó como una vivienda para volver loca a su familia, después de lo cual masacró a todos, y se mató. Otros dicen que su esposa asesinó a los hijos, y él la asesinó a ella. Tenía tanto miedo de que ella quisiera vengarse después de muerta que construyó este lugar para confundir a su espíritu. Encontrará escaleras que llegan hasta una pared y puertas que no llevan a ningún lado. Hay una habitación en el tercer piso que fue construida inclinada, con una ventana en el piso que da a una de las aulas.

    —Eso es extraño. —No fue ni el primer ni el segundo pensamiento, pero fue el menos grosero.

    —Afortunadamente, no tendrá que visitar muy seguido esta sección del campus. Hay mapas en caso de que se pierda. Claro que los mapas suelen estar mal.

    —¿Por renovaciones?

    —Porque los salones cambian de lugar —corrigió.

    La residencia estudiantil estaba en un edificio independiente, más pequeño, en el lado oeste del terreno, con torres bajas de observación en cada esquina.

    —¿Dónde viven los profesores?

    —En la misma residencia. El último piso completo es nuestro. Le advertiré desde ahora que nos llame exactamente como le digamos que lo haga. El profesor Rosin Flagstone es el único lobo cambiaformas del cuerpo docente, así que es el encargado de mantener a raya a los lobos cambiaformas. Si tiene problemas con algún lobo que no pueda manejar, háblelo con él. Bueno, a él todos lo llaman Alfa Flagstone.

    —¿Qué enseña usted? —pregunté.

    —Enseño Historia de la Magia. Su maestro de elemento le entregará su programa de estudios mañana.

    —¿No podemos elegir nuestras clases?

    —En el primer semestre se le asignan las clases. Después, cada año que pase tendrá cada vez más influencia.

    Llegamos a la residencia, y era evidente que April ya no tenía más que decir. Me guio por los pasillos oscuros, que tenían una simple alfombra gris y pared blanca de yeso. Las puertas estaban a poca distancia entre sí, como en un hotel, lo que no era buena señal para el tamaño de las habitaciones. Al menos estaba limpio.

    Mi dormitorio estaba al final del corredor en el cuarto piso. April no se molestó en golpear y abrió la puerta directamente. Era un ambiente de cuatro metros por cuatro, con tres camas de una plaza colgadas como camas marineras, pero debajo de cada una había un escritorio con un estante a la izquierda y una cómoda a la derecha. Dos de las camas estaban contra la pared norte, y la otra estaba sobre el oeste, junto a una gran ventana que daba al lago. La otra puerta que había, de la que supuse que daría a un armario, estaba en la pared sur. El piso estaba cubierto por una alfombra azul oscuro, y las paredes blancas eran de yeso. Como no había electricidad, la luz provenía de tres lámparas a gas de pared, una encima de cada escritorio.

    Dos de las camas estaban hechas con almohadas y mantas, y en los escritorios había libros, papeles y efectos personales. Mis dos maletas negras estaban sobre el escritorio debajo de la cama vacía en la pared oeste.

    Solo otra parte del trabajo...

    —¿Qué? —preguntó April.

    Demonios. Esto ya era bastante difícil sin adivinadores de pensamientos.

    —No dije nada. —La ignoré con eficacia y me acerqué a las maletas para comenzar a desempacar. Ella cerró la puerta y me dejó solo, por lo que subí hasta la cama y me recosté con cuidado. Estaba demasiado grande para una cama marinera.

    Mientras intentaba convencerme de que la cama era más o menos cómoda, consideré dónde me encontraba una semana atrás.

    *      *      *

    Era un investigador privado común y corriente. Hacía mi trabajo con discreción y, aunque mi número de teléfono era difícil de conseguir, tenía muchos casos. La mayoría del trabajo consistía en cosas como descubrir malversación de fondos en empresas grandes o como espiar a maridos de mujeres ricas y consentidas. No era un empleo divertido, y casi nunca tenía buenas noticias para mis clientes, pero era una profesión y no me iba a casa estresado.

    Pagaba las cuentas y había comida en el refrigerador, así que me iba bien. De hecho, podía darme el lujo de ser muy selectivo con los casos que aceptaba. Ya estaba al tanto de la comunidad paranormal, pero mantenía la boca cerrada y me limitaba a casos con seres humanos, en especial a aquellos que eran mundanos en extremo. Eran predecibles, y nunca tenía que preocuparme por si mi cliente me iba a convertir en sapo o me iba a comer.

    Fue solo gracias a mis excepcionales habilidades para oír información por casualidad que pude conocer algo sobre la Universidad de Logan Hunt. Parecía que siempre lograba estar en el lugar indicado en el momento indicado gracias a mis instintos naturales y a mi naturaleza inquisitiva. Incluso en casos puramente ordinarios me podría encontrar merodeando detrás de un galpón abandonado y me detenía justo cuando oía hablar en voz baja.

    La mayoría de las personas —la mayoría de los seres humanos— no saben nada sobre los seres paranormales con los que comparten el mundo. Sabía que existían cuatro facciones de paranormales: hechiceros, vampiros, hadas y cambiaformas. También sabía que consideraban la discreción como la prioridad número uno, lo que significaba que cualquier humano que supiera sobre su existencia era una amenaza o un instrumento. A mí no me gustaba ninguna de las dos opciones, por lo que me guardaba lo que sabía.

    Entonces, ¿cómo yo, un humano, terminé asistiendo a una universidad paranormal?

    Empezó con una sensación de inquietud. Siempre confiaba en mis instintos, y estos me decían que me largara de la ciudad. Como estaba en medio de un caso, ignoré la advertencia. Aparentemente, detener a un hacker principiante valía más que mi propia vida.

    Comencé a despertarme en plena noche lleno de adrenalina, como si hubiera estado corriendo o en peligro. Sentía que me observaban cuando estaba solo. Después de tres días así, ya era suficiente. Fui a la oficina, colgué el cartel de cerrado, cerré con llave y comencé a apagar la computadora. El boleto a Hawái que tenía en el bolsillo era solo de ida.

    La puerta se abrió, lo que hizo que sonara la campanilla. Levanté sobresaltado la vista del monitor porque sabía que había cerrado con llave. El hombre que entró era alto, moreno, y delgado en un modo alarmante. Ingresó a mi oficina sin mirar alrededor, colocó mil dólares en billetes de veinte sobre el escritorio y dijo: Me ayudará a encontrar a mi pequeña hija.

    Si hubiera sido cualquier otra cosa que no fuera un niño perdido, le habría dicho que no estaba disponible. Nunca preguntaba cómo habían encontrado mi nombre porque sabía que mis clientes eran discretos al respecto. A mi entender, si alguien me encontraba era porque necesitaba al mejor y estaba dispuesto a pagar honorarios altos. Me mantenía alejado de negocios turbios, pero a mis clientes les daba vergüenza lo que querían que yo investigara.

    —¿Cuántos años tiene? —Tomé el anotador, listo para que me contara sobre su hija de diecisiete que se había escapado con el novio. Me contrataban para esos casos más veces de las que me molestaba en contar pero, si eran mayores de edad, no había nada que pudiera hacer por los padres. Algunos no lo tomaban bien, y ese hombre me parecía del tipo autoritario, terco e irracional.

    —Seis.

    Levanté la vista del anotador. Autoritario, sí, pero no me pareció que fuera un mafioso. Vestía pantalones negros y una camisa negra de cuello alto metida dentro del pantalón. No había lugar para un arma, ni signos de una pandilla, ni tatuajes visibles. El pelo corto y oscuro estaba limpio; ni graso ni enmarañado. Sus ojos marrones hundidos eran fríos, pero podía atribuirlo a la situación. Tenía pómulos altos, piel clara, líneas de expresión en la frente y una cicatriz curvada desde el borde derecho de la boca hasta el borde de la barbilla.

    Mis instintos me advirtieron que tuviera cuidado.

    —Debería acudir a la policía para este caso. Si fue secuestrada o está perdida, la policía tiene más posibilidades de encontrarla. Tiene más gente y más recursos.

    —Este es un asunto familiar, señor Sanders. No quiero que llegue a los medios.

    —¿Se la llevó un pariente, entonces? —Siempre rechazaba los casos de batallas por la custodia. Consideraba al niño como una víctima sin importar cómo terminara, y no quería ser parte de ello. Si la vida del niño estaba en peligro, era otra cosa, pero nunca era así.

    —No, la secuestraron. Le pagaré el doble de sus honorarios habituales, más gastos, y esto —empujó la pila de billetes de veinte hacia mí— es un bono por darle prioridad a mi caso.

    Casi le dije que no tenía casos en aquel momento, pero pensé que compensaría el dinero que había gastado en el pasaje aéreo. Quería rechazar el caso, pero tenía la sensación de que él no iría a la policía sin importar el peligro en el que se encontrara la niña.

    —¿Cuál es su nombre y cómo puedo contactarlo?

    —Mi nombre es John Cross. Mi hija es Reagan Cross, y la vieron por última vez en su escuela primaria. Lo contactaré cuando la haya encontrado. —Dicho eso, se dio vuelta y salió de la oficina.

    Suspiré. Dame un tomate y espera que haga limonada. No tenía idea de cómo esperaba que encontrase a su hija sin siquiera darme el nombre del colegio, pero me habían pagado bien por una razón: era bueno en mi trabajo.

    Reagan Cross no era un nombre común, y sabía que estaba en preescolar o en primer grado. La ubicación no significaba nada; John podría haber viajado cientos de kilómetros para encontrarme. Primero busqué el nombre de John en Google y no encontré nada: ni una página de Facebook. Había otras personas con ese nombre, pero nadie con la foto correcta.

    Busqué Reagan Cross y "lista de honor". No sabía cómo una alumna de primer grado podría estar en una lista de honor, pero allí estaba, así que conseguí el nombre de la escuela. Como mi auto estaba en las garras de mi exesposa, pedí prestado el auto a un amigo y conduje tres horas hasta un pueblo pequeño. Primero busqué un motel porque no sabía cuánto iba a tardar. Sabiendo que el mejor lugar para conseguir información en ese tipo de pueblos era la cafetería local, caminé por la calle principal hasta la escuela y encontré una justo enfrente.

    El pueblo era pintoresco al extremo; el tipo de pueblo donde una pareja de jóvenes tiene problemas con el auto, se ven obligados a detenerse para pasar la noche, y nunca más los encuentran. Ese era el tipo de pueblo donde la gente se uniría para encubrir sus secretos oscuros.

    La camarera me sonrió apenas entré y me preguntó si quería un reservado o una mesa. Cuando le pedí un reservado, miró detrás de mí y preguntó si era solo para uno.

    —Sí —respondí con alegría. Solo para uno era suficiente para mí. Con un solo menú y con un juego

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