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Vientos traicioneros (Elementos 4)
Vientos traicioneros (Elementos 4)
Vientos traicioneros (Elementos 4)
Libro electrónico364 páginas5 horas

Vientos traicioneros (Elementos 4)

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Información de este libro electrónico

Devon Sanders, un investigador privado conocido por su eficiencia y discreción, jamás permitió que un poco de lluvia le impidiera resolver un caso. Lamentablemente, la tormenta que se avecina en el mundo paranormal podría significar el fin de Quintessence.

Cuando los aliados se convierten en enemigos y la confianza se convierte en un lujo, Devon deberá utilizar sus instintos, sus habilidades de detective y a sus amigos para salvar no solo a los estudiantes de Quintessence, sino a toda la comunidad paranormal. En medio de todo eso, descubre que sacrificar lo que es más valioso para él es más de lo que ha previsto. Esta vez, los elementales no están de su parte, y Devon aprenderá que toda magia tiene su precio.

La magia es elemental.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento8 ago 2017
ISBN9781507185698
Vientos traicioneros (Elementos 4)

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    Vientos traicioneros (Elementos 4) - Rain Oxford

    Capítulo 1

    —Yo no la tomé.

    —Me cuesta creerlo —comentó el hombre mientras amartillaba el arma. La mujer, cubierta de tierra, arrodillada frente a él, lloró más fuerte.

    Joy Marina, de diecinueve años, era la típica chica buena de desempeño destacado. Graduada con las mejores calificaciones, presentismo impecable, siempre sonriente, era la última persona de la que alguien esperaría que se involucrara con un traficante de drogas. Luego, conoció a Robbie durante su primer mes en la Universidad, y todo se desmoronó para ella. La primera vez que él la golpeó, ella regresó con sus padres, pero él no estaba dispuesto a dejarla. Intentó aislarla y, aunque tuvo éxito en alejarla de sus amigos, su hermano mayor era un protector tenaz.

    Cuando los padres de ambos terminaron hospitalizados por un accidente sospechoso, el hermano me contactó. Pronto descubrí que Robbie no buscaba amor: se le había perdido una gran cantidad de droga y culpaba a su novia por eso. No pude averiguar si había involucrado a la joven en las drogas o no.

    Observé desde la pasarela elevada en el viejo depósito. Robbie y sus tres lacayos acorralaron a Joy contra una pared de cajas. Quise esperar hasta obtener más información sobre sus cómplices, pero él no haría las cosas fáciles. Golpeó a Joy con el arma, y ella gritó.

    »¡¿Dónde está?!

    Ella sacudió la cabeza.

    —Te juro que yo no la tomé. Solo quiero irme a casa.

    Él dio un paso atrás y le apuntó con el arma.

    —Jamás regresarás a casa.

    Presentí que se acercaban más humanos y arrojé una caja desde la pasarela. Cayó al suelo con fuerza, y los cuatro hombres se dieron vuelta de inmediato. Apenas las armas apuntaron lejos de la joven, reaccioné con mi magia. Ya no tenía que imponer mis emociones a las personas ni a los animales para que estos las sintieran: simplemente pensé en el fuego. Alimentado por mi ira, el fuego invadió sus mentes. Los cuatro gritaron, arrojaron las armas y se tomaron la cabeza por el dolor. Desde su punto de vista, era como tener una pesadilla de fuego que doliera en la vida real.

    La sirena de la Policía se oyó a lo lejos. Cuando estuve seguro de que ninguno se levantaría, liberé sus mentes y se los dejé a los policías. Claro que observé desde el bosque lejano mientras los metían en los patrulleros. El hermano de Joy llegó para llevarla a la comisaría a prestar declaración.

    *      *      *

    Creía que los humanos siempre nacían inocentes. Sin importar dónde nacían o quiénes eran sus padres, no había nada malévolo en ellos. Eso no significaba que no tuvieran una predisposición genética a dañar a otros. Creía que la diferencia entre un hombre que abría fuego en un banco y el hombre que se ponía delante de una bala para salvar a otros estaba igualmente relacionada con la naturaleza y con la educación.

    Los paranormales complicaban las cosas. Nacían con la misma inocencia, pero sus acciones tenían más que ver con la naturaleza que con la educación. Los cambiaformas eran en parte animales, por lo que su moral humana estaba en constante lucha con su instinto animal. Las hadas y los vampiros no tenían un lado humano. Aunque las hadas apreciaban la naturaleza, podían ser sumamente arrogantes y violentas con las personas que dañaban la naturaleza. Los vampiros, ya fueran de cuna o convertidos en vampiros, vivían de cazar personas, pero no tenían que matarlas. Los hechiceros eran, básicamente, humanos con poderes. Aprendí de John que eso podía ser algo muy malo.

    Cuando era niño, sabía que había algo muy diferente en mí. Por fortuna, no era tan poderoso en ese entonces como para darme cuenta de lo que podía hacer. Si hubiese desarrollado mis poderes antes que mi sentido de la moralidad, probablemente todo habría resultado muy distinto.

    Sin embargo, aquí estoy, buscando hacer un trato con un demonio. Aunque, pensándolo bien, me casé con Regina.

    Irónicamente, después de haberme perseguido en mis sueños a partir de su muerte, Heather dejó de hacerlo en cuanto recibí una espada mágica de fuego... que había obtenido después de haber seguido a unas salamandras mágicas.

    Suspiré y levanté la taza de café. Eran las tres de la madrugada en pleno enero, y estaba sentado en mi auto preocupándome por hacer un trato con Heather para rescatar a mi amiga de la infancia en lugar de concentrarme en mi trabajo. En ese caso, mi tarea consistía en atrapar al marido de mi clienta, engañándola. Si hubiera sido otra clienta, habría estado muy ocupado como para dejar vagar mi mente.

    La señora Thomas me había contratado en tres ocasiones anteriores y siempre se había sentido muy aliviada al enterarse de que su marido no la engañaba. En cada ocasión, tenía la oportunidad de pensar en sus acciones, pero iba a verme y me pagaba una suma muy alta para asegurarse de que no se supiera que ella lo investigaba. Como ella estaba malversando fondos de la empresa de su marido, mintiéndole y engañándolo, en realidad, quería que me descubrieran. Lamentablemente, eso terminaría con mi carrera, y no estaba listo para jubilarme. Por lo tanto, observaba las ventanas oscuras de la casa de la pareja y mantenía la boca cerrada.

    Hacía poco, el señor Thomas había heredado mucho dinero y comenzó a quedarse hasta tarde en el trabajo. Eso fue excusa suficiente para que su esposa volviera a contratarme para vigilar la casa mientras ella pasaba la noche con su hermana. Como su marido había apagado las luces para irse a la cama a las doce y treinta, supuse que me esperaba una noche larga y aburrida.

    Fruncí el ceño ante el café tibio y lo apoyé. Claro que sabía cómo controlar el fuego pero, por algún motivo, calentar el café no parecía propicio para usar mi magia.

    Cuando se encendió la luz de la sala, tomé la cámara del asiento del conductor. Un momento después, como ningún vehículo se detuvo ni nadie se asomó por la ventana, sentí que debía echar un vistazo más de cerca. Confiando en mis instintos, accioné la manija y me sorprendí cuando la puerta no se abrió.

    ¿Es una broma?, pregunté en voz alta. La puerta estaba congelada.

    Coloqué las palmas sobre la puerta, como si fuera a empujarla. Me concentré en el calor e imaginé que pasaba ese calor a la puerta. Como no quería incendiar nada, no imaginé llamas. En su lugar, pensé en una salida a correr en verano. A medida que mi corazón se aceleraba, el escorpión de oro en el medallón me hizo cosquillas en la piel, algo que había sido estremecedor la primera vez que había ocurrido. Esa vez lo ignoré, ya que aún no estaba ni cerca de un estado crítico.

    Unos minutos después, dejé que el calor desapareciera de mi mente e intenté abrir la puerta, que cedió con un empujón. Cuidándome de ver dónde pisaba, cerré la puerta del Nissan negro sin hacer ruido. Era un auto alquilado porque el mío era demasiado llamativo. Con la mayor discreción posible, crucé la calle y rodeé el garaje hasta llegar al patio trasero. Estaba a punto de acercarme a la ventana de la cocina cuando mis instintos me obligaron a ocultarme. Me agaché detrás de unos cubos de basura junto al garaje, justo antes de que la puerta de la cocina se abriera.

    El marido salió de la cocina... desnudo. Apenas tuve tiempo de preguntarme cuál sería el fetiche de aquel hombre antes de que se transformara. Había visto a varios cambiaformas transformarse y, en realidad, me sentí aliviado cuando se convirtió en un lobo gris. Le mentiría a su esposa para proteger a la comunidad paranormal, pero le habría contado si su marido sacrificara vírgenes, o algo así, en el garaje. Por supuesto, tenían mucho más de que preocuparse entre ellos que de las mentiras de la esposa.

    El lobo salió por la cerca trasera, por lo que me dirigí a mi auto sin ver motivo alguno para seguirlo. Por segunda vez en pocos minutos, mis instintos me advirtieron del peligro. Me escondí en la oscuridad del garaje y aguardé. Unos segundos después, un todoterreno negro avanzó lentamente por la calle. Disminuyó la velocidad cuando llegó a mi altura, pero finalmente pasó sin detenerse por completo.

    Cuando ya ni se veían las luces traseras, crucé la calle y me subí al auto, que ya comenzaba a congelarse otra vez. La calidez que había creado en el interior ya no existía, por lo que le di un minuto al auto para calentarse después de haberlo encendido y antes de arrancar.

    El tránsito era ligero, pero no era nulo. Presentí que alguien me observaba. Como quería estar listo para dejar todo al instante si surgía la oportunidad de salvar a Astrid, mantenía un mínimo de casos abiertos. En consecuencia, no se me ocurrían muchas personas a las que podría haber irritado. Estaba el tema de la red de narcotráfico, pero era una operación chica. Si presionaban, podía volver a entrar en la mente de Robbie y obligarlo a confesar todo lo que él y sus amigos habían hecho en sus vidas.

    Me detuve en una cafetería que estaba abierta las veinticuatro horas y ordené una porción de tarta de manzana caliente y un café. Cuando me senté en el reservado y miré por la ventana, la sensación de que me observaban creció. Unos treinta minutos después, no tenía excusas para seguir allí. Pagué y salí otra vez al frío. Una camioneta, previamente oculta en un callejón oscuro junto a la cafetería, encendió las luces sobre mí y sobre mi auto. Suspiré. Antes de que pudiera dar otro paso hacia mi vehículo, otro todoterreno ingresó en el estacionamiento y se detuvo justo frente a mí. La puerta se abrió.

    —Sube. —La voz era vagamente familiar, pero no podía ver nada ni a nadie en el interior.

    —¿Y por qué haría eso? —Saqué el arma de la funda y liberé mi poder. Sentí una mente muy poderosa de cambiaformas y una mente humana. Por fortuna reconocí ambas. Sin haber aguardado respuesta ni haber enfundado el arma, subí y cerré la puerta—. Estás un poco lejos del club, ¿no? —indagué.

    Unas luces azules iluminaron el interior y revelaron que la camioneta tenía dos asientos traseros enfrentados, como en una limusina. Drake estaba sentado frente a mí y, a su derecha, estaba el dragón komodo cambiaformas que oficiaba de su guardaespaldas.

    —Guarda el arma, Devon —ordenó Drake. A pesar de ser un humano cuyo trabajo giraba en torno a paranormales, estaba acostumbrado a conseguir lo que quería. Era de altura media y peso promedio, con pelo negro engominado y llevaba un traje negro elegante.

    —Esta es mi ciudad. No puedes jugar a la mafia en mi territorio.

    Drake sonrió con suficiencia.

    —Ustedes los policías no tienen habilidades empresariales.

    Ignoré el comentario, ya que supuse que él sabía que yo no era policía, tanto como yo sabía que él no era de la mafia.

    —¿Qué quieres?

    —Kevin, pensé que le había dicho que guardara el arma.

    El cambiaformas solo estiró el brazo unos centímetros hacia mí antes de que le apuntara a la cabeza.

    —Pensé que ya habíamos pasado por esto, Kevin. Además, son balas de plata. —El cambiaformas retrocedió.

    —Quiero destruir el Consejo de Hechiceros —continuó Drake, ignorando mi arma y la sumisión del guardaespaldas—. Idearon leyes nuevas, impuestos nuevos y un sistema de registros, y quieren simular que es por el bien de todos. Están convenciendo a la gente al ofrecerles derechos y poder a unos pocos, derechos y poder que están quitando y que intentan volver a vendernos. Derechos básicos. Si el Consejo se sale con la suya, todo paranormal que no sea hechicero tendrá menos derechos que los humanos. Oí que hasta planean limitar la dieta de los cambiaformas para imponer el vegetarianismo porque creen que eso los hará menos agresivos.

    —¿A ti qué te importa? Eres humano.

    Entrecerró los ojos; no estaba enojado, pero casi.

    —Soy humano y vivo en la comunidad paranormal. Me preocupan los paranormales. Me preocupa lo que les suceda.

    —Está bien. —Guardé el arma—. Concuerdo con que hay que detenerlos, pero ¿por qué recurrir a mí?

    —El Consejo no puede implementar los impuestos hasta que todos los paranormales queden registrados. Logan Hunt, director de Quintessence, es extremadamente protector de la identidad de sus estudiantes. Por esa razón, el Consejo intentará conseguir los registros de Hunt. Sé que eres estudiante de la Universidad. También sé que Hunt guarda los registros del orfanato, de la escuela de niños y de la propia Universidad en su oficina. Lo mejor para todos es que destruyas esos registros.

    —Hablaré con Hunt al respecto. Si eso es realmente lo mejor para sus estudiantes, él mismo lo hará. —Accioné la manija, abrí la puerta y me bajé.

    Drake no intentó detenerme.

    —Ya sabes lo que dicen: no juegues todo a una misma carta.

    Sabía que no hablaba de la llave porque no había forma de que supiera sobre eso. De todas maneras, me irritaba. Intentaba prepararme para todo y mantenía opciones abiertas, pero cada vez era más difícil saber quién estaba de mi lado y quién solo quería utilizarme. Mis visiones del futuro era inconsistentes, mi corazón podía detenerse la siguiente vez que me enojara, y mi amiga de la infancia estaba en el infierno gracias a un profesor que quería que yo hiciera un trato con su hija demonio. Bueno, no era el infierno, y Heather no era un demonio. Haberme enterado de que el padre de Astrid era un hechicero de Dothra y que su madre era una vampira no me facilitaba las cosas.

    Regresé a mi departamento en pocos minutos, ingresé en el edificio y me dirigí a mi unidad, pero me detuve frente a la puerta. Alguien estaba adentro. Una vez más, liberé mi poder y luego suspiré cuando reconocí al intruso. Entré y cerré la puerta detrás de mí.

    El jaguar cambiaformas sentado en mi sofá frunció el ceño preocupado.

    —¿Debería regresar más tarde?

    —No. ¿Qué sucede? —pregunté. Henry se veía un poco cansado, pero no estaba herido. No tenía ningún sentido preguntarle al ladrón experto cómo había entrado.

    —Una vez me ofreciste empleo. Sé que lo decías un poco en broma, pero ¿aún te hace falta algo de ayuda?

    —Emmm... sí. ¿Tus padres todavía...?

    —Están vivos.

    —Entonces, ¿no les preguntaste sobre Scott?

    —Desde que me contaste que no maté a Zoe, estuve repasando mi vida. Creí en que habías visto lo que habías visto, pero me tomó meses creer realmente que no los había matado. Comencé a escuchar más a mi jaguar y a pensar más en aquellos momentos. Mi jaguar odia a mis padres más que a nadie.

    —¿Te diste cuenta de que tu jaguar solo intenta protegerte?

    —No confío en él de manera incondicional, pero quiero creer que nunca maté a nadie... excepto a la señora Ashcraft.

    —Eso fue obra de John, no tuya ni de tu jaguar.

    —Les dije a mis padres que sabía lo que habían hecho y les exigí que me informaran dónde estaba mi hijo. Me respondieron que lo habían dejado en un orfanato y que no tenían idea de dónde estaba. Iba a matarlos... pero me detuve por dos razones. La primera razón es que mienten sobre no saber nada. Lo habrán abandonado en un orfanato, pero jamás cederían la ventaja. La segunda razón es que acabo de descubrir que no soy un asesino. Cuando encuentre a Scott, quiero seguir no siéndolo.

    —Esa es una buena razón. ¿Mencionaron el nombre del orfanato?

    —Se lo saqué a la fuerza. Lo dejaron sin siquiera decirle el nombre a nadie. No sé cómo es físicamente, dónde está ni qué nombre le pusieron. Ni siquiera debe tener la fecha de nacimiento correcta.

    —¿No hay registro de huellas ni nada?

    —No nació en Estados Unidos, pero mi madre lo llevó a un orfanato en Arizona.

    —¿Cómo cruzó la frontera con él?

    —No tengo idea. Fui al orfanato, pero se había incendiado, y todos los registros de niños en hogares de tránsito o adoptados fueron destruidos. Había algunos registros de niños que habían sido trasladados a otros orfanatos, pero ninguno coincidía con Scott.

    —Los bebés suelen ser adoptados de inmediato. Hay una gran posibilidad de que ya existiera una lista de espera y de que Scott haya sido adoptado antes de que pudieran ponerlo en una cuna. Si lo adoptaron, tal vez esté en un hogar acogedor.

    —Lo sé, pero tal vez también pueda ser un cambiaformas.

    —Está bien. Tenemos una semana antes de que comience el nuevo semestre. Por la mañana, buscaremos…

    —No —me interrumpió—. El Consejo sospecha de nosotros y de Darwin, por lo que estarán observándonos. También está el hombre sombra. A menos que sepamos con seguridad que está en peligro, creo que lo mejor será aguardar hasta que nadie nos esté vigilando.

    *      *      *

    Gruñí cuando sonó mi teléfono. Después de haberme enterado de que era un hechicero, comencé a despertarme más tarde por la mañana y compré unas buenas cortinas blackout. La pantalla del teléfono era demasiado brillante porque mis ojos estaban acostumbrados a la oscuridad, por lo que lo tomé y atendí sin mirar.

    —¿Hola?

    —Debes cuidarte.

    Observé la pantalla, sorprendido de que apareciera un número, aunque no lo reconocí.

    —¿Qué sucede? —inquirí mientras me sentaba en la cama. Había reconocido la voz de Marcus.

    —¿Recuerdas el problema de hace unos meses?

    —Sí. —Alguien lo estaba siguiendo, pero nunca me había llamado para pedir ayuda, por lo que supuse que lo había resuelto.

    —Bueno, el problema me encontró. Tres buenos amigos resultaron heridos, y seis más están desaparecidos. Todos los que conozco están siendo atacados.

    —¿Qué hay sobre tu computadora?

    —Destruida. Mi casa explotó conmigo adentro.

    —¿Necesitas ayuda?

    —Aún no. Intentaré volver a desaparecer, pero te encontraré si te necesito. Debo irme.

    —Aguarda, una cosa primero...

    —Está en el correo. Si llegas a conocer a... —La línea se cortó antes de que terminara la frase.

    Antes de poder apoyar el teléfono, volvió a sonar. El número era diferente.

    —¿Hola? —atendí.

    —Buenos días, Devon. Soy Cindy. ¿Te desperté?

    Cindy fue una de las personas que me había contado sobre Quintessence incluso antes de haberme involucrado con John. Ella me había contratado en varias oportunidades para rastrear y comprar algunos libros raros sobre magia.

    —Buenos días. No, estoy levantado. ¿Necesitas otro libro?

    —En realidad, oí que tú mismo te habías involucrado con la magia.

    —Parece que perdí el anonimato.

    Ella rio.

    —Solo en la comunidad paranormal. Por eso te llamo. Algo sobrenatural está sucediendo aquí, y no conozco a nadie más que pudiera creerme, mucho menos ayudarme. El esposo de mi hermana fue atacado... por abejas. Fue internado con una reacción alérgica grave a las picaduras.

    —Bien, pero ¿cómo es eso sobrenatural?

    —Porque cuatro testigos afirmaron que no había abejas.

    —¿Cuál es su dirección?

    —Vive justo frente a mi casa.

    —Tomaré el primer vuelo, pero debes saber que el veinticinco debo estar en otro lado.

    —Sí, lo sé: es cuando comienza el semestre.

    Quería preguntarle cómo lo sabía, pero eso no era algo para hablar por teléfono.

    —De acuerdo. Te veré en unas horas. —Corté y me vestí. Estaba poniéndome una remera negra cuando el teléfono volvió a sonar. Era la señora Thomas, que preguntaba sobre su marido. Por cuarta vez le dije que él era inocente, pero esa era la primera vez que le mentía.

    Cuando por fin llegué a la cocina, Henry estaba preparando el desayuno.

    —Buenos días.

    —Buenos días —saludó—. Deberías mantener tus horarios matutinos durante tu tiempo libre para no tener que readaptarte al comenzar las clases.

    —Nunca fue un problema. Podía quedarme despierto toda la noche por vigilancias o lo que fuera, luego dormía una hora y estaba perfecto. —Saqué una taza de la alacena y me serví café—. Tenemos un caso.

    —Ya oí. Al menos tu lado de la conversación.

    —Te diría que empaques mientras compro los pasajes, pero no trajiste nada.

    —Dejé mis maletas en la camioneta porque no estaba seguro de dónde me quedaría.

    —Bueno, no puedes venir desde tu casa todos los días, y yo tengo una habitación vacía. En cuanto al pago, ¿te interesa una suma fija o un porcentaje?

    —Solo me interesa tener un trabajo legítimo y dejar atrás a mis padres y esa vida.

    —¿Tus padres vendrán por ti?

    —Si lo hacen, vendrán con algo con que chantajearme. Estoy poniendo tu vida en peligro al estar aquí, pero supongo que tú más que nadie tienes algo con que protegerte.

    —Tengo un sistema de alarmas, y Vincent me enseñó algo de magia que podría ayudar. No es suficiente para detener a un atacante, pero evitará que alguien logre escabullirse.

    —Si vienen a amenazarme con algo sobre Scott, puedo intentar sacarles información sobre él.

    *      *      *

    Si bien el avión aterrizó en horario, el vuelo había sido bastante terrible debido a una turbulencia inesperada y casi violenta. Oí a una azafata quejarse sobre los celulares y me propuse preguntarle a Darwin si era verdad que estos interferían con los vuelos. Henry mantuvo una expresión muy neutral mientras leía una de mis novelas de misterio, pero pude notar que estaba irritado por sus puños cerrados y los músculos rígidos.

    Llegamos al pequeño pueblo de Oklahoma alrededor de las seis. El taxi nos dejó en la casa de Cindy, que era una de las pocas propiedades que no se estaba viniendo abajo. La que estaba enfrente, aunque de apariencia ominosa en un modo sutil, también estaba en buenas condiciones. Cindy salió al porche mientras yo le pagaba al taxista y tomaba la maleta.

    —Entonces, ¿esto es lo que haces? —consultó Henry observando la casa con desconfianza.

    —En realidad, no. Siempre me mantuve alejado de los casos paranormales.

    —Quizás deberías haber hecho lo mismo esta vez.

    —No será tan malo. —Examiné la casa.

    —Me alegra que hayan podido venir —señaló Cindy. La mujer medía un metro sesenta, era menuda y tenía el pelo teñido de color lavanda—. ¿Quién es tu amigo?

    —Él es Henry. Ahora trabaja conmigo. —Henry y ella estrecharon las manos, pero noté que él inhaló profundo, como su manera de olerla de forma discreta. También advertí el sobre que ella tenía en la mano izquierda—. ¿Cómo has estado?

    —Hasta hace un mes, estaba bien. Fue entonces cuando comenzaron a suceder cosas extrañas.

    —¿Extrañas en qué sentido?

    —Bueno, nada muy serio: extrañas tormentas de nieve durante la noche; cosas que flotan por el aire; los autos de la cuadra que no arrancan; si dejas algo sobre una superficie plana, se desliza fuera de tu alcance... y las sillas se apilaron solas sobre la mesa del comedor un par de veces.

    —¿Como poltergeist?

    —Sí. Y algo anda mal con la electricidad. Luego, una semana atrás, comenzó a ponerse mucho más serio. Explotaban las bombitas, se incendiaban cosas, y la población de gatos callejeros desapareció por completo.

    Henry y yo nos miramos, y luego observamos la casa.

    —¿El marido de tu hermana fue el único al que atacaron?

    —Sí.

    —¿Alguien tenía algún motivo para hacerlo?

    —No. Luther jamás le hizo daño a nadie. Los llevaré allí, y podrán hablar con mi hermana, Meg. Ah, y recibí esto para ti. —Me entregó el sobre sin marcas, y lo guardé en el bolsillo interno de mi abrigo.

    Cruzamos la calle y golpeamos la puerta. La mujer que nos recibió era muy parecida a Cindy, excepto que su pelo era castaño oscuro. Tenía los ojos irritados, pero no tenía las mejillas hinchadas, por lo que supuse que no había llorado durante la última hora. Le mostró a la hermana una sonrisa claramente falsa.

    —Meg, ellos son Devon y Henry. Investigarán qué le sucedió a Luther.

    —Aún no regresó. El hospital lo retendrá otra noche en observación.

    —¿Cuándo fue el ataque? —pregunté.

    —Anoche, alrededor de las ocho. Pasen. —Se corrió del umbral y señaló el sofá.

    Era una casita decente. La puerta principal conducía a la sala de estar, un diseño de espacio abierto entre la sala y la cocina. Había una puerta trasera en la cocina y un pasillo a la izquierda que llevaba a las habitaciones y a los baños. La ausencia de objetos wiccanos me mostró que Meg no compartía los intereses de su hermana.

    »¿Quieren café o alguna otra cosa?

    —No, gracias —indiqué. Mis instintos no me advertían de que estuviéramos en peligro, pero definitivamente había algo extraño en el lugar. Era casi como si algo debiera darme asco, pero no sabía qué—. ¿Su marido estaba adentro o afuera cuando lo atacaron?

    —Oyó algo afuera y salió al porche trasero. Nuestros vecinos estaban haciendo una parrillada, por lo que vieron todo lo ocurrido. Comentaron que él sacudía las manos en el aire, como intentando matar algo, pero no vieron ni oyeron ninguna abeja. No sé si hay abejas donde viven ustedes, pero les comento que, si aparece un enjambre de abejas, las pueden oír.

    —¿Y eran picaduras de abejas o solo una especie de reacción alérgica?

    —Tenía aguijones de verdad en todo el cuerpo. Ni siquiera la ropa lo protegió. —La seguimos hasta la cocina mientras ella se servía un café.

    —¿Discutió con alguien hace poco?

    —No... —respondió sacudiendo la cabeza. Henry se aclaró la garganta para indicarme que mentía. Cuando ambos la miramos, ella desvió la mirada—. Bueno, últimamente discutíamos un poco, pero jamás le haría daño a Luther. Y sé que no discutió con nadie más.

    Henry miró a Cindy y luego a mí. Sacudí la cabeza. Sabía que Cindy tenía el conocimiento para hacerlo, pero ella era wiccana y creía en la Ley de Tres. Creía que cualquier cosa que hiciera, buena o mala, regresaría a ella con el triple de poder. Según tenía entendido, todo el poder de ella era creado por su fe religiosa y no era como la magia que se enseñaba en Quintessence.

    —Echaré un vistazo afuera —se ofreció Henry.

    Asentí, y salió por la puerta trasera.

    —¿Sobre qué discutían?, si no le molesta que le pregunte.

    —Por dinero. —Ella apoyó la taza, y esta se deslizó por la mesada.

    Cuando pasó junto a mí, estiré la mano para detenerla. Se detuvo de golpe a dos centímetros de mi mano, y se derramó un poco de café. Concentré mi poder mental, no para encontrar otra mente, sino para ver la huella en la taza. Sentí a Meg, pero ella no tenía poderes y era una persona inquieta sin motivos para hacer daño. Sin embargo, la magia utilizada en

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