Despiértame Cuando Acabe

Por Persia Walker

Esta exquisita colección de relatos cortos está escrita para que te dejes llevar. En ‘La mano de Henry’ verás que a veces es difícil saber dónde acaba la niebla y dónde comienza la fantasía.

Conocerás a Jake Cullin, un tipo muy agradable, pero seguramente no querrás quedarte cuando el ‘cazador de almas’ le haga una visita tan personal.

Luego te toparás con una invitación a cenar que querrás reconsiderar, una cena en la que una de las anfitrionas le dice a la otra: ‘Despiértame cuando acabe’.

Por último, pero no menos importante, te reunirás con Bill y su esposa cuando vayan a pasar unas breves vacaciones que nunca olvidarán, o que jamás querrán repetir, las que viven en Asbury Park, donde ‘Hay alguien esperando’. 

• Idioma: Español
• Editorial: Blood Vintage Press
• Fecha de lanzamiento: 3 jun 2019
• ISBN: 9781547585250

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Despiértame Cuando Acabe

Despiértame Cuando Acabe

Relatos Terroríficos de Asesinatos Fantasmales

Persia Walker

Traducido por

Javier Martos

Blood Vintage Press

Despiértame Cuando Acabe

Escrito por Persia Walker

Copyright © 2019 Persia Walker

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

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NOTA DEL EDITOR

Esto es una obra de ficción. Nombres, personajes, lugares y acontecimientos son producto de la imaginación del autor o se usan de forma ficticia, y cualquier parecido con personajes reales, vivos o muertos, establecimientos comerciales, sucesos o lugares son pura coincidencia.

Publicado por Blood Vintage Press

Distribuido por Babelcube, Inc.

www.babelcube.com

Traducido por Javier Martos

Babelcube Books y Babelcube son marcas registradas de Babelcube Inc.

Portada: Gold Seal por Freepik

Índice

La Mano de Henry

El Cazador de Almas

Despiértame Cuando Acabe

En Asbury Park Hay Alguien Esperando

Sobre la Autora

Babelcube Books

La Mano de Henry

Jennifer Stokes frenó en seco, el corazón desbocado, sus manos frías aferradas al volante. Acababa de atropellar algo. No le cabía duda. Con toda aquella niebla, no había podido ver con claridad, pero en aquel último destello…

Sería mejor que lo comprobara. Estaba obligada por la ley. Pero sus ojos… debían de haberle jugado una mala pasada. Pensó en lo que había visto y negó con la cabeza. No podía tratarse de él. No podía estar ahí fuera. Era imposible.

Pero no podía permitirse huir. Él podría estar ahí tirado, con los huesos rotos y sangrando, pero con vida. Si ese fuera el caso y se marchaba de allí, dejándolo moribundo… bueno, nunca podría perdonárselo.

Escrutó la niebla, temiendo la idea de abandonar la seguridad de su coche. Durante un segundo, recordó todas las películas de terror que había visto. Esas en las que una mujer se encuentra detenida y sola con un coche averiado en mitad de una carretera desierta.

Ahora estaba en la misma situación. Típicos ingredientes para un problema. Sin embargo, el motor de su coche no se había parado y aún podía irse. Solo tenía que pisar el pedal y…

¿Qué, dejarlo ahí?

Si es que era él. Si es que era alguien.

Tienes que bajarte a mirar. Tienes que controlar los nervios y echar un vistazo.

Pero aquella niebla… parecía tener vida propia.

Miró fuera, por encima del volante, los ojos como platos. Un segundo antes la carretera estaba ahí. Al siguiente, había desaparecido. La niebla se la había tragado y había rodeado el coche con la lenta determinación de una ola del océano.

Respiró hondo, cerró los ojos, se llevó la mano al pecho y trató de calmar los latidos de su corazón. A Henry, su esposo desde hacía diez años, le encantaba la niebla.

—Es una manta, y me encantaría envolver mi alma con ella —había dicho.

Pero a ella siempre la había aterrorizado. Cuando era niña, había leído una historia de horror de Stephen King sobre unas personas que se quedaban atrapadas dentro de un supermercado por culpa de la niebla y nunca lo había llegado a olvidar. A lo largo de los años, su miedo se había convertido en una fobia. En circunstancias normales, ella evitaba conducir con niebla. En circunstancias normales, habría detenido el coche y se habría puesto a rezar.

Pero aquella noche era cualquier cosa menos normal.

Y ahora, tras ver a Henry, tras ver su rostro durante un segundo entre la niebla… bueno, casi se había derrumbado del todo.

Decidió que aquello solo era producto de su sobreexcitada imaginación.

Tienes que salir. Cuanto más tiempo te quedes aquí sentada, tanto peor. Quizá siga aún con vida. Y si es así, tienes que hacer algo.

Le temblaban tanto las manos que apenas pudo