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La Bruja de las Cavernas: Las Aventuras de los Dragones de Durn, #2
La Bruja de las Cavernas: Las Aventuras de los Dragones de Durn, #2
La Bruja de las Cavernas: Las Aventuras de los Dragones de Durn, #2
Libro electrónico252 páginas2 horas

La Bruja de las Cavernas: Las Aventuras de los Dragones de Durn, #2

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Información de este libro electrónico

Los clanes enanos se han asentado en su nuevo hogar, pero la animosidad aún reina en la montaña. El jinete de dragón, Tallin Arai, ha fracasado en su intento por negociar la paz entre los clanes. Con las tensiones aumentando entre ellos, se desarrolla un siniestro complot para matar al rey Utan. ¿Serán Tallin y Mugla lo suficientemente fuertes para frustrar las malvadas maquinaciones de un traidor dentro de sus filas?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 oct 2022
ISBN9798215866238
La Bruja de las Cavernas: Las Aventuras de los Dragones de Durn, #2
Autor

Kristian Alva

Kristian Alva is a bestselling fantasy author. Her books have reached #1 in Juvenile Fantasy on Amazon UK and Amazon Australia. When she's not writing, she enjoys reading all genres, especially epic fantasy. She lives in Nevada with her family.

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    La Bruja de las Cavernas - Kristian Alva

    La Bruja de las Cavernas

    Las Aventuras de los Dragones de Durn, Libro Dos

    Kristian Alva

    Copyright © 2022 Eusebian Publishing

    LA BRUJA DE LAS CAVERNAS

    Las Aventuras de los Dragones de Durn, Libro 2

    © 2022, Primera Edición.

    Este libro contiene material protegido por las leyes y tratados internacionales y federales de derechos de autor. Se prohíbe cualquier reimpresión o uso no autorizado de este material. Ninguna parte de este libro puede reproducirse o transmitirse sin el permiso expreso por escrito del editor. Impreso en los Estados Unidos de América.

    Dragones de Durn® y The Dragon Stone Saga® son marcas registradas en los Estados Unidos. Todos los derechos reservados.

    Editor: Moisés Serrato

    Traductor: Mario Gómez

    Únete a la lista de correo oficial de la autora en www.KristianAlva.com.

    Dedicado a mis hijos, los dragoncitos más dulces de todos.

    Introducción

    Esta novela es una historia independiente situada en el universo de la saga más vendida, Los Dragones de Durn. Los hechos tienen lugar tras lo acontecido en el Libro 9: LA TRAICIÓN.

    La Bruja de las Cavernas

    Las Aventuras de los Dragones de Durn

    Libros de Kristian Alva

    Los Dragones de Durn Saga

    Libro 1: Dragones de Durn

    Libro 2: El Retorno de los Jinetes de Dragón

    Libro 3: El Emperador Inmortal

    Libro 4: La Maldición Balborita

    Libro 5: La Ascensión de los Maestros de la Sangre

    Libro 6: La Redención de Kathir

    Libro 7: Enemigos en las Sombras

    Libro 8: La Destrucción de Miklagard

    Libro 9: La Traición

    Novelas

    El Nido

    La Bruja de las Cavernas

    Nydeired(próximamente)

    Trilogías

    Los Dragones de Durn (Libros 1-3)

    Las Crónicas de Tallin (Libros 4-6)

    Magos Rebeldes (Libros 7-9)

    MAPA

    LA BRUJA DE LAS CAVERNAS

    1. Tallin

    Lady Sela,

    Espero que al recibir este mensaje te encuentres con buena salud y ánimo. Tanto Duskeye como yo estamos bien, aunque a mi dragón no le gusta este clima frío. Nunca pierde la ocasión de recordarme este hecho.

    ¿Cómo van los alumnos a tu cargo? He oído que hay cinco nuevos jinetes de dragón adiestrándose, y cuatro candidatos más para la ceremonia de vinculación de este verano.

    Cada vez más, me encuentro anhelando mi regreso al desierto. Se suponía que mi cargo aquí sería temporal, pero el consejo enano me arrastra cada vez más hacia sus maquinaciones. Estoy cansado de sus politiqueos sin fin, nada parece cambiar.

    Espero volver pronto a Parthos. Con suerte, esta vez será permanentemente.

    ~Respetuosamente,

    Tallin

    ◆◆◆

    Tallin Arai observó el cielo vespertino desde la cumbre de las Montañas Highport. Había salido temprano, antes del amanecer. No estaba en un pico muy empinado, pero aun así le había llevado el día entero alcanzar la cima. Caminó pesadamente por el estrecho sendero que circundaba la cumbre, haciendo crujir el helado suelo con sus botas. Le gustaban las caminatas; el ejercicio y el aire libre le proporcionaban alivio a su estrés.

    Subía hasta la cumbre con frecuencia, en parte para comprobar el estado de los senderos, pero también para huir del bullicio reinante en las apretadas estancias del interior de la montaña. Los clanes parecían reclamar su atención a cada paso, y a veces simplemente necesitaba descansar de ellos. Desde el punto donde se encontraba podía ver el estanque al pie de la montaña. El agua todavía estaba congelada, y varios enanos pescaban sobre ella, con cañas de madera inclinadas sobre agujeros hechos en el hielo.

    Las construcciones dedicadas al ganado estaban algo más lejos. El año pasado se habían ampliado las cochiqueras y construido más establos para las cabras. Varios trabajadores caminaban entre las instalaciones, limpiando los corrales y alimentando a los animales.

    No podía distinguir rostros individuales a aquella distancia, pero sabía que sólo el clan Vardmiter atendía al ganado, puesto que era un ‘trabajo sucio’ que nadie más quería hacer. Los Vardmiter estaban en el escalón más bajo de la jerarquía de los clanes, por lo que se veían obligados a hacer las tareas más tediosas y desagradables, como recolectar las cosechas, recoger la basura y demás. Durante la historia enana, su duro trabajo nunca fue realmente apreciado hasta que llegaron los malos tiempos, probando su valor para aquella sociedad.

    Pocos años atrás los clanes estaban sumidos en el caos. Expulsados por los orcos de su hogar ancestral del Monte Velik, perdieron todo lo que poseían. Aquella invasión de los pieles verdes tuvo como consecuencia miles de enanos desplazados, obligados a encontrar un nuevo hogar.

    Los desesperados supervivientes caminaron hacia el norte, rumbo a las Cavernas Highport, donde el clan Vardmiter había decidido trasladarse unos años atrás. Cuando los refugiados llegaron allí, no tuvieron una cálida bienvenida: por primera vez en la historia, los Vardmiter se encontraban en una posición de poder, y los otros clanes se veían obligados a buscar un acuerdo con gente que hasta entonces habían considerado inferiores. No obstante, tras un tenso periodo de negociaciones, los Vardmiter permitieron a los refugiados establecerse en Highport.

    Por un extraño giro del destino, en la misma época se eligió a un rey Vardmiter. Los otros clanes no estaban en posición de negarse, así que tuvieron que aceptar a Utan como su monarca. Aunque la posición social del clan había mejorado un poco tras la elección, sus miembros propiamente dichos seguían siendo política y económicamente débiles.

    Al principio hubo algunas peleas. El espacio utilizable era limitado, y muchas cuevas no estaban terminadas. Pero una vez se iniciaron suficientes trabajos de construcción, los clanes empezaron a expandirse, estableciéndose en sus propios espacios separados.

    Fue entonces cuando empezaron a reaparecer las viejas facciones. Como embajador de facto y jinete de dragón, Tallin había tratado de suavizar aquellas antiguas divisiones, pero los prejuicios enanos estaban fuertemente arraigados, especialmente entre las familias aristocráticas.

    La pertenencia a los clanes se determinaba al nacer, así que el linaje de un enano se convertía en el aspecto más esencial de su identidad. La obsesión de los enanos con el status social era casi universal: los matrimonios entre clanes eran raros, y la movilidad social casi imposible.

    Tallin no era ajeno a nada de aquello, debido a sus orígenes: su padre había sido humano, por lo que no era de sangre pura. Además, era más alto que la mayoría de enanos, y de complexión más ligera. Su peculiar apariencia era suficiente para que muchos lo trataran como un intruso, así que también sabía lo que era la discriminación. Sin embargo, trataba de no darle muchas vueltas. Si no podía forzar a los clanes a tratarse civilizadamente entre ellos, mucho menos podía esperar lo mismo hacia su persona.

    Su padre y su madre habían fallecido hacía años, pero aún tenía familia allí. Su pariente más cercano era su tía materna, Mugla, una hechicera muy respetada en la comunidad, pero incluso aquella significativa conexión no era suficiente para evitar que la mayoría de enanos le dispensara un trato distinto.

    Tallin inspiró profundamente y trató de concentrarse en el paisaje. La noche había caído, y la luna ascendente bañaba la superficie con un resplandor plateado. La noche tenía una austera belleza.

    Contempló el valle que se extendía ante él. Pequeños grupos de árboles salpicaban el terreno, resistentes coníferas con ramas glaseadas por la cristalina escarcha. Pronto la nieve se derretiría y el suelo se ablandaría, trayendo vida y color a aquellos parajes.

    La vista tuvo un efecto tranquilizante sobre el jinete, pero pese a ello no lograba disfrutarla plenamente. Su mente regresaba a las mismas viejas preocupaciones, que eran principalmente políticas. Le importaba su pueblo, pero su corazón era el de un guerrero, no el de un burócrata; cada vez le atraía más la idea de volver a Parthos.

    Extrañaba a los amigos que había dejado allí, el resto de jinetes de dragón, pero especialmente a Sela. Se mantenían en contacto mediante cartas y alguna visita ocasional, pero ya llevaba más de un año sin verla.

    Se dijo a sí mismo que era mejor así. Sela era la regente de Parthos, se encontraba a cientos de leguas y tenía enormes responsabilidades, empezando por gobernar una ciudad entera. Pero aunque entendía que ella tenía su propia vida, la extrañaba. La extrañaba mucho.

    ¿Desde cuándo era tan importante para él?

    No estaba seguro de en qué momento habían cambiado sus sentimientos hacia Sela. Casi la había besado una vez, hacía años, pero todo se quedó ahí. Desde entonces se habían acostumbrado a una confortable amistad, pero una parte de él quería que fueran más que amigos. Quizá sus sentimientos hacia ella habían estado ahí todo el tiempo, y simplemente no los había aceptado. Siempre le había resultado difícil admitir lo que albergaba su corazón.

    Ciertamente no estaba solo en su deseo de volver: Duskeye, su dragón, llevaba tiempo haciendo sutiles alusiones a regresar al desierto. Hasta entonces había sido paciente, pero ahora pasaba la mayor parte del tiempo lejos de Tallin, en un valle cercano donde hacía más calor. Las grandes presas que prefería eran escasas en aquella zona, y a los dragones por lo general les desagradaba el frío. Duskeye no se quejaba abiertamente; respaldaba completamente a su jinete, pero dejaba ver su decepción de otras maneras. Últimamente sólo había acudido a Highport cuando Tallin lo llamaba.

    Una sacudida de aire helado golpeó el rostro del mestizo, dispersando sus pensamientos. Sintiendo un escalofrío, se levantó la capucha para protegerse del gélido viento. Unas oscuras nubes se habían acumulado en el cielo, ocultando la luna y las estrellas. El aliento del jinete ascendía en volutas blanquecinas.

    Recobrando la compostura, proyectó su consciencia para contactar con Duskeye mediante su piedra de dragón. La mente indómita del reptil alado se abrió de inmediato a la suya, una sensación reconfortante y familiar. ¿Tienes un minuto para hablar?

    Duskeye respondió tras una corta espera. Tallin percibió que algo bajaba por la garganta de su compañero. Estoy cenando, pero tengo unos instantes. He cazado un castor. La carne es muy fibrosa, estoy decepcionado.

    Otra insinuación.

    El dragón zafiro raramente rechazaba una comida, pero su especie generalmente prefería las presas grandes, tales como uapitíes u ovejas silvestres, que eran escasas en aquella región. Por ello, ahora cazaba numerosos animales pequeños, lo cual suponía más trabajo por una menor recompensa.

    Tallin decidió sacar a colación el tema que llevaba meses evitando. Para evitar los rodeos, dijo sin más: ¿Qué te parecería volver a casa? A Parthos, quiero decir.

    Duskeye aulló de alegría. ¡Me encantaría volver a casa y olvidarnos de este horrible frío! Hizo una pausa antes de seguir. Espera, no me tomas el pelo, ¿verdad? ¿Dices en serio lo de irnos?

    Muy en serio. No te engañaría con esto. Yo también ansío volver hace tiempo. No era fácil prometerle algo concreto, pero Duskeye había sido muy paciente. Su amigo se merecía una respuesta directa. Dame una semana. Quizá dos. Eso debería ser tiempo suficiente para dejar todo resuelto con los clanes.

    ¿Tan pronto? ¿No se enfadarán contigo por avisarlos con tan poco tiempo?

    Tallin suspiró. Es probable, pero se enfadarán haga lo que haga. Seguramente debí marcharme en primavera, pero ya es demasiado tarde para cambiar eso.

    Bueno, después de tanto tiempo supongo que puedo soportar otra semana aquí. La voz de Duskeye tomó un tono inquisitivo. ¿Cómo crees que se lo tomará Utan? Aunque tampoco es que me importe mucho; soy un dragón, después de todo.

    Tallin resopló divertido. Nunca te ha importado demasiado la política, ¿o sí?

    El dragón bufó despectivamente. No la política humana. Parecéis pelear por las cosas más estúpidas. La nuestra es mucho más sencilla: cuando dos dragones discrepan en algo, se lanzan un desafío y luchan hasta que hay un vencedor. El que gana es quien tiene razón, y el que pierde quien estaba equivocado. Así todo es mucho más fácil.

    Tallin rio. Vuestro método es mucho más simple, en efecto. Pero las personas no pueden dirimir sus diferencias así, por desgracia.

    Hmm. Quizá a vuestra especie simplemente le guste complicar las cosas.

    Puede que estés en lo cierto. Pero desde luego no es algo que a mí me agrade.

    ¿Ya has pensado quién te sustituirá en el consejo?

    De hecho, tengo a alguien en mente.

    Tallin había considerado el asunto durante años. La persona que ocupara su lugar debía tener integridad, poseer sangre fría y capacidad de liderazgo. No tenía candidatos perfectos, pero había pensado en nominar al coronel Birkett, un joven militar que ejercía como asistente suyo en el consejo y que lo había sustituido durante alguno de sus infrecuentes viajes a Parthos.

    El coronel se había ganado su rango militar durante las Guerras de los Dragones. Aunque no pertenecía a la nobleza, su familia estaba lo suficientemente acomodada. Era joven en el rango de los enanos, pero había demostrado una madurez y una serenidad impropias de su edad. Y a diferencia de Tallin, ansiaba liderar; aprovecharía la primera oportunidad que se le presentara.

    No se tomará una decisión de inmediato, pero nombraré a Birkett como sustituto hasta que pueda realizarse una votación formal. Es inteligente, y entiende a la nobleza.

    ¡Está decidido, pues! En vista de estas noticias, ¿te apetece una caza de celebración? Puedo recogerte ahora mismo. Las cacerías nocturnas pueden ser divertidas, estoy seguro de que podremos coger algo. Con suerte, más grande que un castor. Su voz tuvo una nota amarga al final; obviamente no le había gustado su última presa.

    Tallin volvió a observar el cielo. La luna y las estrellas estaban ahora totalmente ocultas por un manto de nubes oscuras. Como si lo tuvieran ensayado de antemano, dos pequeños copos blancos descendieron lentamente hasta los hombros del jinete. Ciertamente extrañaba cazar con su amigo, pero no era justo someter al dragón a esas gélidas temperaturas. "Lo siento, esta

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