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Crónicas de sangre negra Vol. II. La travesía de las Islas Hierronegro
Crónicas de sangre negra Vol. II. La travesía de las Islas Hierronegro
Crónicas de sangre negra Vol. II. La travesía de las Islas Hierronegro
Libro electrónico377 páginas8 horas

Crónicas de sangre negra Vol. II. La travesía de las Islas Hierronegro

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Continúan las aventuras de la peculiar pareja formada por un expaladín y una semidemonio. En esta ocasión, la búsqueda por purificar la sangre negra de Nel lleva a Rax y a su recién nombrada aprendiz a un archipiélago salvaje conocido como Islas Hierronegro, con intención de hallar a la Orden de los Cazamareas, una mística facción de hechiceros que, según los rumores, poseen un antiguo ritual capaz de anular cualquier tipo de corrupción. Para encontrar su base, el dúo contacta con un viejo amigo del Segador: Rozy Malrik, un vixeriano astuto y de poca fiabilidad, salvo para sus amigos. A cambio de un favor, este acepta llevarlos a la Isla Empírea, hogar de los Cazamareas. Sin embargo, un error inocente pondrá en marcha una serie de catastróficos eventos que sumirán a todas las islas en el caos, y llevarán a Rax a tomar una decisión imposible que lo colocará en el filo de la navaja.
 
César Brazo Galeano nacido en Valencia, desde joven sintió gran interés por los mundos de fantasía. A los seis años se mudó a Barcelona con su madre, posteriormente a Murcia y finalmente se asentó en Almería. Su periplo por el mundo de las letras comenzó a los siete años con unos libros de bolsillo de El Señor de los Anillos pertenecientes a su padre. Desde entonces siguió leyendo cada vez en mayor cantidad y grosor hasta que a los quince años se atrevió a dar el paso de espectador a creador. Tras terminar el instituto comenzó su primer proyecto serio: Crónicas de sangre negra. Dicha obra vio la luz en 2021, de la mano de Europa Ediciones. Compagina su gran afición de crear mundos con juegos de rol a la par que publica semanalmente en Wattpad una webseries de fantasía épica llamada La leyenda de los Segadores.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 may 2023
ISBN9791220141079
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    Crónicas de sangre negra Vol. II. La travesía de las Islas Hierronegro - Cesar Brazo Galeano

    PRÓLOGO

    Hola, T:

    Siento no haberte escrito últimamente, pero N y yo hemos estado algo indispuestos estas últimas semanas. El asunto de las Islas Hierronegro no ha ido muy bien. Otro callejón sin salida. N se enfurece cada vez más con cada fracaso. Tampoco puedo culparla. Espero que tus pesquisas estén siendo más fructíferas. 

    La chica aprende rápido. Absorbe todos los conocimientos que le doy como una esponja. Su curiosidad parece no tener fin. Los pergaminos que le diste están haciendo maravillas. Ha averiguado cómo modificar los hechizos que contienen para darles su toque personal. Estoy seguro de que si pudiera mandarla a la academia Azur bajo tu tutela sería una de las mejores. Por cierto, he oído que te han dado el título de archimago. Me alegro por ti. Quién iba a decirlo cuando éramos dos huérfanos soñadores en las calles de Fuerteluz. 

    Me desvío del tema. Supongo que a estas alturas ya te habrán llegado las noticias de lo sucedido en las islas. Seguro que no te sorprenderá saber que N y yo hemos tenido parte de culpa. Como te conozco bien, sé que en estos momentos te estarás poniendo nervioso pensando en el contenido de la carta. No te preocupes, la he hecho circular por medio Imperio Argenta antes de que te la remitieran a ti por medios mágicos. La posibilidad de que alguien la intercepte es infinitesimal. Volviendo a lo de antes, estoy seguro de que te interesará saber hasta el último detalle de lo acontecido durante nuestra caótica y desastrosa travesía. 

    Nuestra llegada al archipiélago principal fue ya de por sí escabrosa. Tuvimos un ligero percance en Peñón de Hierro con unos nagas, pero eso no viene al caso.

    Decidí viajar hacia las islas siguiendo un viejo rumor marinero que aseguraba que los sabios del mar conocidos como los Cazamareas, la Orden de magos que manejaban los mares y las tormentas y que actualmente servían a la casa Invictus, tenían en su poder un ritual secreto para purificar mediante las aguas sagradas de su templo cualquier corrupción existente. Era una posibilidad remota, pero nada diferente a lo que habíamos estado siguiendo hasta ahora. Artefactos legendarios, pociones milagrosas, hechizos prohibidos… De todas las opciones que habíamos probado esta era una de las más tangibles. 

    Pero como siempre ocurre en nuestras búsquedas, las cosas no son fáciles. Para empezar, solo un Cazamareas podía navegar a través de las furiosas tormentas que rodeaban Isla Empírea, donde se asentaba el templo de la Orden de las Mareas. Encontrar a un Cazamareas fuera de la isla y que no estuviera vinculado con la casa Invictus iba a ser una tarea complicada, por lo que necesitaba buscar a alguien que estuviera metido en el mundillo y conociera muy bien las islas. Solo una persona se me vino a la mente. Seguro que te acuerdas de él. En el orfanato lo llamábamos Zorro. Ahora estarás frunciendo el ceño con desagrado. Por supuesto que te acuerdas. Te hacía la vida imposible. Lo último que supe de él era que estaba en las islas haciendo negocios, así que decidí buscarle. Curiosamente resultó mucho más fácil de lo que pensaba. 

    CAPÍTULO I: EL LADRÓN Y EL CAZADOR

    El Zorro es el tipo de persona a la que no te conviene quitar la vista de encima. Toca todos los puntos de la definición de pícaro: traicionero, insidioso y astuto. Sin embargo, siempre cumple sus promesas (pero solo si le dices específicamente que lo haga) y es leal a las personas que considera sus amigos. Puedo afirmar con orgullo que yo soy uno de los pocos que entra dentro de su exclusiva lista. Me debía un favor desde hace mucho y fui a cobrarlo. Dada nuestra mala relación con las fuerzas del orden, decidí contratar al capitán de un velero pequeño para que nos llevara por el Estrecho del Contrabandista. Era una ruta peligrosa que pasaba entra la isla Mandíbulas y la isla Drakengard, una de las cuatro islas más grandes del archipiélago. La mayoría de los traficantes la usan para saltarse el bloqueo de la casa Sílife y ahorrarse un dinero en impuestos. Varios fondeaderos están repartidos por todo en canal; chabolas construidas sobre las afiladas rocas con restos de naufragios y unidas mediante puentes colgantes. El barco amarró en uno de tantos, un lugar mugriento y húmedo llamado Fondeadero de Rob. Ya verás que la gente de las islas no tiene mucha imaginación a la hora de poner nombres. Desde allí tenía planeado empezar la búsqueda de mi esquivo amigo, pero para mi sorpresa él nos encontró a nosotros. Poco después averigüe que

    nuestro encuentro no había sucedido por casualidad… 

    A Rozy Malrik le entusiasmaban tres cosas: ll dinero, la bebida y las mujeres. Desgraciadamente ahora mismo le faltaban dos de esas tres cosas y la cerveza que se meneaba en su jarra sabía como a pis de vaca. Colocó las piernas sobre la mesa inestable repleta de manchas resecas de bebida y sangre. La madera medio podrida por la humedad crujió amenazadoramente. Sacó su última moneda de plata de la bolsita de su cinturón y empezó a hacerla girar sobre la mesa. La Taberna de Rob tenía un aspecto tan lamentable como siempre. Su dueño (y a la vez fundador de aquel fondeadero de mala muerte) bebía jarra tras jarra en la barra junto a sus colegas. Era un hombre gordo, de pelo grasiento y cara granuda, pero con unos hombros anchos y brazos fuertes. El típico marinero retirado. Rozy paseaba su mirada por la sala de vez en cuando, buscando alguna conversación de interés. Estaba sentado en la mesa de la esquina del segundo piso, por lo que tenía una posición perfecta para ver a la gente que entraba por la puerta y una ventana convenientemente cercana en caso de que necesitara una salida rápida. La lluvia caía con fuerza en el exterior. Gruesas gotas se estrellaban contra el cristal y se deslizaban dejando surcos irregulares que se cruzaban y separaban formando curiosas formas. Muchos de los parroquianos (asesinos, timadores, piratas y contrabandistas mayoritariamente) lo miraban con recelo y asco. Él siempre les respondía con una sonrisa pícara y un movimiento de orejas. Tampoco era de extrañar. Él era un vixeriano al fin y al cabo. Y todos sabían que los vixerianos no eran gente de fiar. 

    La mejor descripción que uno podía hacer de un vixeriano era la de ‘zorro humanoide’. Bajos y menudos, con morro largo, orejas anchas y picudas y una cola larga y espesa. Estaban recubiertos de la cabeza a los pies con una densa capa de pelaje que variaba entre el pardo, negro, castaño, blanco o como en su caso el naranja. Sus ojos grandes y saltones solían estar rodeados por una decoloración negra que les daba el aspecto de llevar siempre un antifaz. Tenían el tamaño de un niño humano y su voz era aguda y juvenil. Muchas personas los menospreciaban por su aspecto, pero bajo aquella capa de adorabilidad había una mente brillante y astuta. Los vixerianos poseían un oído muy superior al de las otras razas. Eran rápidos, ágiles, escurridizos y podían ver en la oscuridad. Al igual que los gnomos, su raza carecía de fuerza física y poder mágico, por lo que los vixerianos habían aprendido a cultivar su inteligencia y astucia a lo largo de los siglos. Mientras que algunos se centraban en la inventiva y la ciencia, diseñando aparatos revolucionarios o realizando investigaciones científicas, otros preferían una vida más entretenida. La mayoría tenían una vida errante ya fuera como comerciantes, feriantes o intendentes independientes. Las pocas comunidades de vixerianos llevaban una vida nómada, cambiando constantemente de localización como método de supervivencia. Entre ese grupo había uno más pequeño que trabajaba como asesinos a sueldo, espías, ladrones e incluso detectives privados. Él se encontraba dentro de ese grupo.

    Su esperanza de vida era corta (apenas cuarenta años) así que vivían la vida exprimiendo cada segundo. Rozy había llegado a los veinte y el pelo en la punta de su cola y sus orejas se estaba blanqueando. De una oreja más bien, puesto que había perdido la mitad de la oreja derecha hacía dos años por un bocado de un tiburón. Un día movidito. El vixeriano ya había alcanzado su etapa de declive, pero eso no le preocupaba. Le gustaba lo que hacía y seguiría haciéndolo hasta conseguir un botín lo suficientemente grande como para retirarse en un lugar soleado y agradable. De momento sus planes de futuro no iban muy bien.

    Les tenía echado el ojo a dos figuras encapuchadas que llevaban sentadas en una esquina al otro lado de la taberna el mismo rato que él. Llevaba siguiéndolos desde que su barco atracó en el muelle. Estaba casi seguro de que eran las personas de las que había oído hablar, pero tenía que cerciorarse. Uno de ellos (un hombre a juzgar por su corpulencia) había preguntado en la barra por él, pero Rozy tenía comprado a Rob desde hacía mucho, por lo que no soltó prenda. La segunda persona era la que más le escamaba. El pelo de su cola se erizaba cada vez que la miraba fijamente. Si lo que había oído hablar de ella era cierto, sus sentidos tenían todo el derecho a estar alterados. 

    Las puertas de la taberna se abrieron de golpe y un grupo de cuatro marineros de piel bronceada y barbas húmedas entraron pisando con fuerza. Llevaban un pañuelo rojo y negro atado al brazo derecho, lo que los identificaba como hombres de Jack Swifky. El que parecía ser el líder, un hombre con cara de pocos amigos que llevaba un pañuelo en la cabeza y tenía varios pendientes colgando de la oreja, se puso a hablar con Rob preguntándole por Rozy. El tabernero lo señaló de inmediato y el grupo fue hacia él. El vixeriano chasqueó la lengua y se guardó la moneda. Había un máximo de lealtad que se podía comprar con dinero y el miedo que todos le tenían a Jack Swifky superaba cualquier suma que él pudiera pagar. El líder pirata apoyó las manos en la mesa y se quedó mirándolo con una sonrisa burlona cruzando su espesa barba negra.

    Los vixerianos tenían la mala suerte de poseer un lenguaje no verbal muy abierto. Los movimientos de la cola y las orejas a menudo delataban sus estados de ánimo, por lo que no se les daba bien mentir. Rozy había entrenado mucho para controlar aquellos movimientos involuntarios y en aquel momento su cola se balanceaba tranquilamente por el resquicio de la silla. Sus ojos verde oscuro se paseaban entre el jefe y sus lacayos. 

    capitán está algo irritable por la tensión – 

    Su comentario provocó risas ahogadas entre algunos de los acompañantes del pirata. Este levantó una ceja y mostró sus dientes repletos de sarro en una mueca desagradable.

    La daga voló del cinturón de Mikael y su mano se cerró como las mandíbulas de un tiburón alrededor del cuello de Rozy. El pirata acercó el cuchillo a la oreja sana del vixeriano y declaro:

    Sus compañeros rieron estúpidamente. Rozy esbozó una sonrisa nerviosa mientras metía la mano lentamente bajo el cinturón. 

    Rozy deslizó los dedos en un compartimento oculto tras el cinturón y extrajo una delgada aguja empapada en veneno. El filo del cuchillo presionó el borde de su oreja y la sangre cayó en un constante goteo. Apretó los dientes aguantando el intenso dolor y se dispuso a actuar. Sin embargo, en ese momento las dos figuras encapuchadas se levantaron y caminaron hacia el grupo. Uno de los piratas le dio un toque en el hombro a Mikael para avisarles y todos se giraron hacia los recién llegados. 

    La mujer soltó un gruñido bajo la capucha, pero el hombre la aplacó tocándole el brazo y se adelantó echándose hacia atrás la capucha. Su rostro era el de un hombre de mundo, con facciones elegantes pero a la vez endurecidas tras años de viajes. Tenía el pelo corto y castaño, con unas ligeras entradas en las sienes. Una barba de tres días le cubría el fuerte mentón y unas espesas cejas protegían unos ojos rígidos que relucían como el oro bruñido. Levantó un poco la capa de viaje dejando ver la espada que le colgaba del cinto y con voz calmada declaro:

    Los cuatro piratas se rieron a carcajadas. Mikael hizo un gesto con la cabeza y sus tres compañeros rodearon amenazadoramente al hombre. Este se rascó la barba y soltó un suspiro hastiado. 

    Uno de los piratas sacó un cuchillo curvo y le intentó asestar una puñalada en el costado. El hombre reaccionó con rapidez marcial, agarrándole la muñeca y mandándolo al suelo de un cabezazo arrebatándole el arma de paso. El segundo logró acertarle un puñetazo en las costillas que encajó con un gruñido. Como represalia le hizo la zancadilla y lo empujó con el hombro para que cayera encima de su amigo. Al tercero le clavó el cuchillo en el hombro y le agarró por la nuca golpeándole la cabeza contra la mesa acallando sus gritos de dolor. El primero se levantó aturdido e intentó desenfundar el segundo cuchillo de la cadera, pero el hombre le asestó un puñetazo en el estomago seguido de un derechazo en la barbilla que lo devolvió al suelo, esta vez inconsciente. Al último que quedaba en pie lo remató agarrando la jarra de Rozy y estampándosela en la cabeza. Mikael desenfundó la pistola de chispa de su bandolera y le apuntó a la cabeza soltando un insulto hacia su madre, pero antes de que pudiera apretar el gatillo su oponente le apartó el brazo de un manotazo y le agarró del pecho haciéndole una llave que lo llevó de cabeza al suelo. Con un giro brusco le partió la muñeca y se hizo con la pistola apuntándole a la cabeza. 

    Mikael asintió repetidas veces con los ojos abiertos como platos y el rostro sudoroso. El hombre apartó la pistola y le dio una patada en las costillas para levantarlo. Mikael se alejó tambaleándose con una mano en el costado y una ristra de improperios saliendo por su boca, abandonando a sus compañeros a su suerte. Los parroquianos del local, que hasta entonces habían estado mirando la pelea en silencio, volvieron a sus charlas y bebida como si nada hubiera pasado. 

    Le dio varias vueltas a la pistola y tras hacer una mueca de indecisión la lanzó al suelo. Rozy se levantó de la silla y caminó hacia él dándole por el camino una patada en la cara a uno de los piratas inconscientes para desquitarse.

    La mujer se retiró la capucha mostrando un rostro juvenil y hermoso, de piel morena y pelo negro como el carbón. Sus ojos eran penetrantes y resplandecían como el jade más puro. A Rozy siempre le habían dicho que tenía unos ojos verdes muy bonitos, pero al lado de los de ella parecían dos piezas de cobre desgastadas. Lo que más le llamó la atención eran los pequeños cuernos que sobresalían como suaves colinas de su mata de pelo corto y alborotado.

    El vixeriano asintió y se rascó el interior de la oreja distraídamente.

    Mientras hablaban, Rozy se dedicaba a saquear a los piratas inconscientes, metiéndose en los bolsillos de su chaleco todo lo que tuviera algo de valor. Rax miró a la puerta y emitió un gruñido de impaciencia.

    El Segador agarró a Rozy de la nuca y lo levantó en el aire sin esfuerzo, acercando su cara al morro del hombre zorro. Sus ojos dorados se clavaron en los de él con mirada intransigente.

    Rozy cayó con agilidad felina y se alisó el chaleco haciéndose el ofendido.

    Nada más salir de la taberna Rozy les sugirió ir tierra adentro antes de que Mikael les encontrara, pero Rax hizo caso omiso y se dirigió hacia un patio abandonado situado en la parte más alejada del embarcadero. Estaba plagado de basura, vómitos, ratas y pis. El olor era tan intenso que hacía llorar los ojos. Para cualquier persona aquel lugar habría sido insoportable, pero para Rax, que había estado cubierto de mierda hasta el pecho más veces de la que quería recordar, resultaba hasta tolerable. La lluvia había amainado convirtiéndose en un suave goteo, pero la madera aún estaba húmeda y resbaladiza. Los gusanos, cucarachas y otros insectos y artrópodos salían de sus escondites rebuscando entre los desechos en busca de sustento. Rax pisó unas cuantas y las escuchó crujir bajo sus botas. 

    Rozy Malrik seguía estando igual que siempre. Obviamente era más viejo, pero su aspecto no había cambiado en absoluto. Toda su vestimenta estaba hecha para destacar, desde el chaleco rojo chillón con camisa a cuadros hasta los bombachos de cuadros acompañados por botas negras y lustrosas con hebillas de plata. Un grueso cinturón repleto de bolsitas y cartucheras tintineantes le rodeaba la cintura. El vixeriano se protegía las manos pequeñas y delgadas con unos guantes de tela negros cuya función era la de no dejar huellas y protegerse los dedos de pinchazos inoportunos de sus agujas envenenadas. Su extravagante atuendo confundía a la par que horrorizaba, pero esa era su función principal. 

    El vixeriano se rascó la oreja y sacudió la cola, pensativo. Se percató de que Nel lo miraba de una manera extraña.

    El Segador entrecerró los ojos mostrando su descontento. Rozy bajó las orejas y levantó las manos como gesto conciliador.

    Rax miró de reojo a Nel. La joven escuchaba la conversación con curiosidad mientras seguía el bamboleo de la cola de Rozy con la mirada. Finalmente rodó los ojos y asintió con resignación. 

    Rozy dio una palmada y sonrió triunfante. – ¡Estupendo! No te arrepentirás –  – Ya lo estoy haciendo – suspiró Rax.

    De pronto Nel se puso tensa y lanzó un gruñido de advertencia. Rax miró hacia la entrada del callejón y se llevó la mano a la empuñadura de la espada. Mikael estaba de vuelta y esta vez se había traído a diez de sus hombres. El grupo avanzó meneando las porras y haciendo chocar las dagas y alfanjes. Rax les echó un rápido vistazo a todos ellos y enarcó una ceja. Todos parecían hechos por el mismo molde. Piel morena y peluda, ropas descoloridas por la sal, tatuajes abundantes y de mal gusto, anillos y pendientes estrafalarios y pañuelos rojos y negros atados al brazo. 

    Rax ignoró por completo las toscas amenazas del pirata y se dirigió a Nel haciéndole un gesto con el brazo.

    Los ojos esmeralda de la joven chispearon de emoción. Se echó hacia atrás la capa revelando dos espadas grandes y gruesas hechas de hueso y avanzó hacia los asaltantes. Estos retrocedieron extrañados, pero su líder les instó a que siguieran adelante.

    La idea pareció agradar a algunos de ellos, que rieron de forma obscena. Rozy se colocó al lado de Rax y miró a su amigo algo preocupado.

    La joven miró a Rax sorprendida e hizo un mohín. A continuación, desenvainó las espadas y las dejó caer en el suelo en posición vertical. Las hojas perforaron la madera como si fuera papel.

    Nel estaba a dos metros del grupo de Mikael. El pirata soltó unas carcajadas y señaló a Rax con la pistola.

    El puño de la joven salió disparado como un resorte, golpeando a Mikael en el pecho y lanzándolo por los aires. El pirata aterrizó encima de dos de sus compañeros y se retorció en el suelo agarrándose el pecho y boqueando como un pescado fuera del agua. Tras la conmoción inicial el resto del grupo se lanzó a por ella de inmediato. 

    Nel levantó el brazo para detener la porra del primer pirata que llegó hasta ella. Seguidamente dio un paso adelante y le golpeó la nuez con el codo para luego pivotar sobre el pie derecho y retorcerle el brazo hasta tirarlo al suelo. Sin soltarlo, la joven le rompió la muñeca y le arrebató el arma para usarla contra el estómago de su compañero más cercano. En cuanto este se dobló hacia delante le estampó la rodilla en la nariz haciéndolo caer de espaldas. A continuación bloqueó el alfanje de un tercero con la porra que se acababa de agenciar y le rompió la rótula de una patada. Un garrote con clavos la golpeó en el hombro, pero encajó el golpe con indiferencia. Inmediatamente después se giró con la rapidez de una cobra y derribó al desdichado atacante de un solo golpe en el cuello.

    Nel se giró en el mismo momento en que el maleante apretaba el gatillo. Ante los atónitos ojos del tirador la joven esquivó la bala inclinándose hacia atrás, rodó hacia delante y le agarró el brazo, partiéndoselo como si fuera una ramita seca. El hombre ni siquiera tuvo tiempo de gritar antes de que la mano de Nel se cerrara alrededor de su cuello y lo lanzara al agua de un empujón. Desesperados, dos de los hombres de Mikael intentaron atacarla por los lados simultáneamente, pero la joven giró sobre las puntas de los pies y derribó al primero de una patada en el esternón. El segundo intentó dispararle a la cabeza, pero fue demasiado lento. Nel le golpeó el brazo con la palma de la mano desviando el disparo en el proceso y lo agarró del chaleco, haciéndole una llave completa y pisándole el cuello cuando estuvo en el suelo. 

    Rozy contemplaba la escena sin dar crédito a sus ojos. Aquella muchacha se movía con una velocidad y unos reflejos inhumanos. Despachaba a los hombres de Mikael uno tras otro sin apenas esfuerzo, ignorando cualquier corte o golpe que lograban hacerle. Al mirar de reojo a Rax vio que este asentía con una media sonrisa de aprobación. El jefe de la banda se levantó aturdido agarrándose el pecho y se quedó boquiabierto al ver cómo sus hombres caían uno tras otro. Miró a Rax con los ojos enrojecidos de rabia y lo apuntó con la pistola de chispa.

    Antes de que su pulgar pudiera siquiera rozar el gatillo, Nel lo alcanzó de un potente salto y le golpeó la cabeza con tal fuerza que le hizo atravesar las planchas de madera y caer a las aguas fétidas que discurrían por debajo. Un último insensato se abalanzó sobre ella blandiendo dos dagas curvas y gritando como un poseso. La joven esquivó las frenéticas puñaladas e hizo un mortal hacia delante pasando por encima del pirata y acabando a su espalda. El pobre apenas había empezado a girarse cuando recibió un puñetazo en la espalda que le rompió las vértebras lumbares y le hizo perder la sensibilidad en las piernas. Se desplomó aullando de dolor y suplicando por su vida entre lágrimas y mocos. Nel le pisó el cuello y con un poco de presión se lo rompió sin miramientos. 

    Los pocos miembros de la banda que aún podían moverse perdieron las ganas de continuar con el combate y se marcharon a toda prisa. Nel se quedó de pie sin mover ni un musculo hasta que los gritos de terror se apagaron. Entonces se giró y miró a Rax con una sonrisa de oreja a oreja. El rojo de sus ojos había vuelto a transformarse en el verde jade de siempre.

    Rax se acercó a ella y miró los cuerpos desperdigados por el callejón. A continuación se mordió pensativo el carrillo por dentro y se frotó el mentón.

    La joven bajó la cabeza, apenada. Rax le acarició entre los cuernos y le subió la capucha.

    El vixeriano tardó unos segundos en recuperar la compostura. Caminó hacia el Segador y su aprendiz y miró a esta última con recelo. Vio unas gotas de sangre negra y espesa deslizare por el filo de la daga y caer a la madera, corroyéndola hasta continuar su viaje al agua. Arrugó la nariz al notar el intenso olor que emanaba de aquel fluido. Era un aroma acido y fuerte, como una mezcla de ceniza y aceite. 

    Hubo un tenso silencio entre ambos, roto únicamente por el graznido de las gaviotas y los quejidos agónicos de los piratas que seguían vivos. Rozy se alisó el chaleco y suspiró bajando las orejas.

    Rax lanzó la daga ensangrentada al agua y caminó hacia la salida del callejón. Rozy le echó un último vistazo al cuerpo flotante de Mikel y soltó otro suspiro. – Sí, claro. Una buena chica – 

    CAPÍTULO II: PRÁCTICAS DE CAZA

    Como ves, nuestro encuentro con Rozy fue de todo menos tranquilo. Parece como si los problemas fueran atraídos hacia nosotros como trozos de metal a un imán. A veces llega a ser frustrante.

    Como los hombres de Swifky seguían buscando a Rozy en cada puerto y embarcadero de la costa, el vixeriano sugirió que cruzáramos la isla a pie. Cala Salina estaba al otro lado de Drakenberg, escondida de la vista de los navíos imperiales. Era una buena caminata.

    Al caer la noche nos adentramos en el Bosque Aullante. Avanzamos todo lo alejados de la costa que pudimos, pasando por aldeas pequeñas únicamente para reponer suministros. En una de ellas aceptamos un contrato para matar a un monstruo que asediaba a los aldeanos. Algo rutinario. Sin embargo, de haber sabido la cadena de acontecimientos que aquello

    pondría en marcha, jamás habría aceptado el trabajo… 

    El Bosque Aullante cubría casi las tres cuartas partes de la isla de Drakenberg. Sus grandes árboles de hojas carmesíes y madera nudosa proporcionaban la mejor madera para barcos de las islas. Como en seguida descubrió Nel, sus frutos resultaban incomibles. Tenían un sabor amargo y pastoso, como un grano de pus. Su forma era ovalada, de superficie era rojiza con manchas marrones y textura arrugada. Sus jugos producían un efecto laxante, pero eran geniales para enriquecer el suelo. Por eso se usaban mayoritariamente para fertilizar cultivos. El peculiar nombre de aquel bosque lo se lo daba una especie de aves autóctonas que vivían en la isla llamados Aulladores Nocturnos. Se trataba de pequeños pájaros de colores chillones cuyos graznidos se asemejaban a gritos humanos. Por suerte solo ‘cantaban’ de noche, lo que le daba al bosque un aire aún más siniestro. 

    Rozy se recostó contra el tronco de un árbol y comenzó a juguetear con los botones de su chaleco. Los chillidos de los pájaros le estaban taladrando la cabeza. Por esa razón no le gustaba ir a Drakenberg. Prefería las llanuras verdes de Ojil o las montañas de Sílfide. Escuchó un crujido a su lado y al volverse vio a Nel observándolo fijamente. Aquella chica le daba algo de grima. Tan pronto era una asesina sanguinaria como una niña inocente. Al ver que no le apartaba la vista de encima le pregunto:

    La joven dio un respingo y desvió la mirada ruborizándose levemente. Rozy pensó que o bien era una actriz magistral, o tenía doble personalidad.

    Finalmente, la joven dijo:

    El vixeriano ladeó las orejas, extrañado. Se agarró la cola y pasó la mano por el espeso pelaje. Con una sonrisa pícara declaró:

    Le entregó la cola para que la cogiera entre sus brazos. La joven la abrazó como un peluche y comenzó a acariciarla con el rostro brillando de felicidad. Rozy sintió cómo se le reblandecía el corazón, pero rápidamente carraspeó quitándose aquella sensación de encima y comenzó a hablar.

    Nel detuvo las caricias y se puso a pensar. Al rato comenzó a recitar como si estuviera leyendo una nota.

    El vixeriano se rascó la oreja y resopló frustrado.

    Nel infló los mofletes y pateó el suelo con fuerza.

    Rozy comprendió que no iba a sacar nada de la chica, así que desistió en su intento de obtener información y decidió saciar su curiosidad.

    Nel había estado escuchando la historia con interés, pero una vez que su curiosidad fue saciada su atención se fue a otra parte. Rozy la observó durante un rato. La joven parecía asombrarse por todo, como si muchas de las cosas que veía las estuviera viendo por primera vez. Aquello le despertó aún más preguntas, pero como era obvio que la chica no iba a contestarlas se acercó a Rax discretamente. El Segador seguía montando un improvisado refugio con ramas y hojas y al oírlo llegar se giró mirándolo con una media sonrisa burlona.

    El rostro de Rax se endureció de golpe. Soltó la madera que tenía en las manos y se colocó frente a Rozy taladrándole con la mirada.

    Rozy conocía de sobra aquella mirada. Rax se asemejaba mucho a un perro salvaje. Siempre avisaba antes de atacar, pero sus amenazas nunca eran vanas. Se desprendió de su actitud bromista y asintió con rostro serio.

    La tensión del ambiente se suavizó notablemente. Rax asintió complacido y se sentó encima de la raíz de un árbol cercano echándose el abrigo hacia atrás. Se tomó unos segundos para organizar lo que iba a decir y finalmente reveló:

    Los ojos de Rozy casi se salieron de las órbitas al comprender la implicación de aquella pista. Sintió como se le erizaba el pelo de la cola y se sintió incapaz de mirar hacia atrás.

    Rozy chasqueó los dedos y señaló a Rax haciendo una mueca.

    Una sonrisa de alivio cruzó el rostro del Segador. 

    Rozy miró por todas partes, pero Nel había desaparecido sin dejar rastro. Rax reanudó su trabajo sin darle importancia y dijo:

    Rax amarró los últimos palos del techo y contempló su obra. No era bonito, pero sí funcional. Con la satisfacción de un trabajo bien hecho recorriendo su pecho se apoyó en el tronco de un árbol y le echó un trago al odre de agua que llevaba en la mochila. Después le pasó el odre a su compañero y este le pegó un buen trago.

    Rax apretó los labios y con voz endurecida dijo:

    Rax sonrió y tras ponerse cómodo comenzó a relatar lo acontecido en Elser. Un relato que solo cuatro personas conocían hasta ahora. Cuando la luna llegó a su cenit, el número ascendió a cinco.

    Tal y como Rax había pronosticado, Nel volvió al rato trayendo consigo cuatro aves de tamaño medio con plumaje rojizo y pico largo y una amplia sonrisa de satisfacción. La semidemonio los desplumó y se los comió crudos uno a uno como un animal. A Rozy se le quedó mal cuerpo tras ver aquella escena y se fue a descansar dejando a Rax en la primera guardia. Cuando las estrellas y la luna empezaban a desaparecer del cielo el vixeriano se despertó escuchando sonidos de lucha. Sus orejas se tensaron alarmadas y se incorporó echando mano de sus agujas envenenadas, pero descubrió que solo eran Rax y Nel practicando con la espada. Molesto, se volvió a echar en la improvisada cama de follaje e intentó volver a conciliar el sueño. Pasados varios minutos desistió y se levantó contemplando el entrenamiento mientras mordisqueaba algo de pan y queso que sacó de su zurrón.

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