Justicia mortal
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Sinopsis "JUSTICIA MORTAL":
Chad y Mohamed regresan de nuevo al Vaticano. El inspector está tan ofuscado como dubitativo. ¿Y si hubiera detenido al asesino en serie? Él sabía quién fue. Ahora, podía imaginarse que había regresado de nuevo a la escena del crimen, pero hay algo que no cuadra. Son las formas de matar. Las víctimas de los curas, cardenales, nuncios y arzobispos engrosan una lista de lo más cruel y espantoso, que tendrá un final inesperado para todos, y es que en el Vaticano se ocultan verdaderos secretos. Además, está la inspectora Laura que está inmersa en unas desapariciones de unas mujeres. Un joven denuncia la desaparición de su novia monja. ¿Guardará relación estos secuestros con los asesinatos? Hay historias de esas, que es mejor ni hablar.
Sobre el autor:
Crecí y empecé a escribir influenciado por el maestro del terror y el drama, Stephen King. Soy el autor de la biografía de su primera etapa como escritor. Además, he escrito una antología basada en la caja que encontró la cual pertenecía a su padre que era también escritor. Ahora escribo antologías y novelas de terror, suspenses y thrillers. Ya he publicado "Los inicios de Stephen King", "La caja de Stephen King", "La historia de Tom", la saga de zombis "Infectados", "Miedo en la medianoche", "Toda la vida a tu lado", "Arnie", "Cementerio de Camiones", "Siete libros, Siete pecados", "El hombre que caminaba solo", "La casa de Bonmati", "El vigilante del Castillo", "El Sanatorio de Murcia", "El maldito callejón de Anglés", "El frío invierno", "Otoño lluvioso", "La primavera de Ann", "Muerte en invierno", "El juego de Azarus", "Pido perdón", "Ojos que no se abren", "Una sombra sobre Madrid", "Crímenes en verano", "Mi lienzo es tu muerte", "Mi odio", "El susurro del loco", "Confidencias de un Dios", "Solemn la hora", "Lifey", "AGUA", "Soberbia" y "Tú morirás". Pero no serán las únicas que pretendo publicar.
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Justicia mortal - Claudio Hernández
Para los que se arrepienten de no hacer las cosas bien. Para los que han dado su vida por los demás, y sus dramas han servido para enriquecer a algunos y dar esperanzas a unos pocos científicos que trabajan día y noche. En memoria de ellos y para los que están en primera línea del frente.
A todo ellos y ellas, gracias de todo corazón.
Ahora toca concienciar.
Y ser constantes.
Y rezad por mi padre y mi WISKI, que están en el cielo, felices por fin...
JUSTICIA MORTAL
1
Chad Chamberlain había dejado de fumar, pero cogió de nuevo el vicio en un arrebato difícilmente reprimible. Tampoco dejó su eterna gabardina. La nota que había heredado en Roma fue un gran detonante para entrar en acción.
Mensaje enviado a Markus dos días después:
Verás, inspector Chad, o capitán Markus, o el ridículo de Mohamed. Estuve allí. Entre ellos. Era el que estaba entero. Me cubrí la cara con unas apestosas tripas. En un momento de descuido, cuando todos estaban fuera, me escapé. Nadie contó los cadáveres. Nadie contó los botes con esas pollas dentro. Supongo que descubristeis el cadáver de Miguel. Pero nadie ha analizado nunca el caso de Sevilla. Aquel pobre desgraciado se desangró en la cruz que le preparé, y en un agujero de una de las tablas dejé un mensaje que nadie encontró.
Decía:
Mi hermano gemelo Kostia Kuznetsov me fue arrebatado cuando éramos muy pequeños. Nunca supe nada de él, aunque creo que él sí de mí. A mí me recogió un Cardenal y me trató muy bien, hasta que me la metió por el culo. Cuando lo maté, con solo ocho años, tuve que recoger todos los trozos del suelo.
El mensaje continuaba:
El Papa Francisco ha condenado la pederastia públicamente, y yo estoy libre. Ha pedido perdón y el mundo ya conoce todas las barbaries que hasta ahora eran un secreto a voces.
Al fin puedo respirar tranquilo.
Vladimir Kuznetsov
El papel estaba amarillento y arrugado. Lo segundo era obvio, ya que manosearlo repetidas veces todos los días durante un año no daba para menos; pero lo primero no tenía explicación, pues el papel se enoja a partir de los cuarenta años. Hay novelas que pueden aguantar hasta cincuenta años, pero a los setenta ya se es como un viejo senil, que ni recuerda las palabras.
Todo deja de existir, salvo la convicción de que creía que había hecho bien en dejar al asesino suelto, pues había regresado a Roma.
Al Vaticano y a sus calles pedregosas y angostas. A los pies de las estatuas que todo lo presenciaban y callaban para siempre. A las puestas de sol del atardecer que no solo sangraban, sino que chillaban al morir agonizando.
Los ojos clavados de Chad en la firma mecanografiada de Vladimir. El humo del cigarrillo enredándose en su cabeza como las llamas que acaban de extinguirse, y en el momento justo, en el que la puerta de su despacho se abrió.
Era Mohamed, y no tenía muy buena cara.
2
Le importaba un bledo que supieran de él.
Incluso había pensado hacerse un selfi junto a su nueva víctima. Un Cardenal con papada y ojos de oliva. Un ser despreciable que habría desviado dinero hacia la congregación secreta y a su cuenta personal.
Después de un año, las aguas regresan a la orilla y zozobran de nuevo. La corrupción, la fe engañosa y la codicia, junto al resto de los pecados capitales, no eran menos. Como toda clandestinidad, lo malo siempre regresa.
Para él, las conocidas como Calles de Roma
, en la Ciudad del Vaticano, y la Basílica de San Pedro eran lugar de paseo de las víctimas de su fe; en esos lugares había dejado un regalo.
Sus manos habían volado y, en el intento, había dejado un reguero de sangre y un charco que se oscurecía por momentos. Un rojo oscuro que también brillaba y atraía a todos los vampiros como a las ratas la basura y la mierda. Joseph, que así se llamaba el Cardenal, estaba en posición fetal y tenía las muñecas atadas. Atrapado en su boca, con dentadura postiza, había un fajo de billetes con baba. Aquellos ojos se habían quedado dilatados y miraban de forma obcecada los primeros rayos de luz, aunque ya estuviese ciego.
Un perro de color blanco se acercó olisqueando y, en mitad del silencio y la soledad del abandono callejero, levantó la pata y se meó sobre el cadáver. Después, arañó las piedras del suelo y se marchó ladrando para dar la bienvenida al nuevo día.
Vladimir ya no estaba allí.
3
—Buenos días, Chad —dijo Mohamed bordeándole para coger una silla. La arrastró como un amasijo de hierros chillando y abrió sus piernas para sentarse.
Chad le clavó la mirada.
—¿No has traído el café?
—¡Oh!
Los brazos de Mohamed eran una cruz.
—¿Se suponía que debía traerlo?
—No. La verdad es que no.
—Está bien, voy a por el café.
La mano de Chad se elevó en el aire de golpe.
—No me apetece esta mañana —acució.
Mohamed se sentó de nuevo, y elevó sus pies sobre sus talones.
—Eres el tío más raro del mudo —se quejó.
—No creas.
Mohamed echó unas risas inclinando la cabeza.
4
Había alguien más en su lugar.
Estaban todos, solo