NEGRO SOBRE NEGRO Centenario de Leonardo Sciascia
Se llamaba La Noce -La Nuez-, la vieja contrada donde su padre administraba una mina de azufre, lejos del mar, en un paisaje árido, condenado a la sed. Un mundo arcaico, cerrado, opresivo, férreamente jerarquizado por el incienso de la Iglesia y el de la Mafia, también por la cultura de la Omertá. A la sombra de los olivos, un Sciascia niño escuchaba las historias que los campesinos venían a contarle a su madre en ese dialecto seco que impregna su estilo, cargado de sobreentendidos, de alusiones veladas, de leyendas. Como la de Salvatore Giulianio, el bandido independentista mitificado tras su muerte. Como la de tantos crímenes de honor que hermanaban a los galantuomini de Lampedusa con los desesperados de Pirandello. De política se hablaba poco –mandaban Mussolini y el miedo-pero las noticias de la Guerra de España le llevaron a una temprana toma de conciencia, simultáneamente laica y antifascista, por más que su familia comulgara con el dictador.
y estaban del lado de Dios» –escribe con ironía pirandelliana-«mientras que y militaban con los republicanos, y eran mis, y , los ilustrados del XVIII, los grandes del XIX, también los poemas de , nacido en la Siracusa del año mil, enamorado de una Sicilia de la que fue desterrado con la invasión normanda. La impronta árabe alcanzaba hasta el nombre de Racalmuto, además del suyo propio.
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos