Las obras completas de Charles Dickens (Landport, Portsmouth, 1812-Gads Hill Place, 1870), como todos nosotros, están cortadas por el mismo patrón, y al mismo tiempo, se muestran obstinadamente individuales. Han sido escritas para otro tiempo y lugar, pero nos permiten entender mejor cómo somos. De entre todas ellas, ninguna como el relato Canción de Navidad logra denunciar nuestras falibles interacciones e inhumanidades huecas.
180 años después de haber sido editada, esta novela corta sigue cuestionando la naturaleza de lo auténtico. No en vano, para el británico un texto es un método de transporte entre diferentes modos de experiencia, un puente entre lo más alto y lo más bajo de la sociedad que los sustentan. Canción sigue aterrándonos al tiempo que nos emociona casi 200 años después de haber sido concebida, de manera que lo que leemos no es solo un vínculo entre ambas orillas del tiempo, sino una máquina narrativa siempre vigente.
De la mano de su autor viajamos entre épocas, «porque es bueno ser niños a veces, y nunca mejor que en Navidad, dado que su poderoso