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El precio del dragón: La saga del hechicero
El precio del dragón: La saga del hechicero
El precio del dragón: La saga del hechicero
Libro electrónico381 páginas5 horas

El precio del dragón: La saga del hechicero

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Un nuevo mundo de magia y aventura

Ayden Dracre, el hijo menor de una familia de notorios hechiceros, siempre ha respetado a los dragones. Esto podría cambiar cuando conozca la historia de los Sjau. Por desgracia, está a punto de enfrentarse a un adversario que ni siquiera los dragones pueden destruir, y esta vez hay algo más que la vida de Ayden en peligro.

Cuando el futuro de Caldaca está en juego, los Sjau tendrán que dejar de lado sus diferencias para salvar la magia. Los poderes de adivinación de Merlín siguen creciendo, ¿serán suficientes para derrotar a su mayor enemigo? Ante la inminente llegada de la estrella negra, Ayden deberá dominar la magia de los dragones, salvar un huevo de dragón y reunir a sus aliados antes de que se agote el tiempo.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento19 abr 2021
ISBN9781071597422
El precio del dragón: La saga del hechicero

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    El precio del dragón - Rain Oxford

    La historia hasta ahora

    Era el séptimo hijo en una familia de hechiceros infames, conocidos por sus poderes malévolos y despiadados. En mi mundo, los magos solo usaban la magia de la luz y los hechiceros solo la magia oscura. Pero yo solo podía hacer magia de la luz, para desgracia de mi familia, sin importar lo mucho que intentara desatar el caos y la destrucción.

    Cuando me fui de casa para demostrar que podía ser un poderoso hechicero, terminé liberando a Merlín, un mago muy poderoso de otro mundo al que habían maldecido, de una prisión mágica. Además de perder su magia y su inmortalidad, su aspecto cambió al de un lobo. Con su ayuda, aprendí a aceptar tanto mi magia blanca como mi hechicería y me uní a Magnus, uno de los magos más poderosos de Caldaca. Los tres desterramos a cinco de mis malvados hermanos a otro mundo. Thaddeus, el más joven de ellos, era el menos malo y, por lo tanto, sentí que se merecía una oportunidad de vivir en paz.

    Había un fenómeno en el que el séptimo hijo del séptimo hijo y la séptima hija de la séptima hija tenían un gran poder. Hasta en mundos sin magia, estas personas tenían habilidades especiales. En Caldaca, donde casi todo el mundo tenía magia, estas personas tenían una ventaja aún mayor.

    Se les llamaba Sjau y podían hacer en potencia cualquier tipo de magia. Yo era uno de ellos, y por eso podía hacer tanto magia oscura como de la luz. Aproveché esta ventaja y me convertí en rompemaldiciones, y la gente viajaba grandes distancias para que les ayudara a romper su maldición

    Los usuarios de la magia en Caldaca eran limitados. Aparte de magos y hechiceros también había taumaturgos, que eran sanadores; ilusionistas, que hacían magia de ilusión; nigromantes, que controlaban a los muertos; videntes, que veían el futuro; y los raros elementalistas, que podían controlar los elementos.

    Mi tía, Livia, también era Sjau, con magia de la luz y hechicería, pero cuando su primera hija, Verónica, intentó matarla, encerró su propia energía oscura en un pequeño cristal, que finalmente entregó a Magnus. Este último era el padre de su segunda hija, Sonya, que solo nació con magia de la luz. Verónica asesinó a Sonya sin piedad, pero la joven bruja perseveró como fantasma.

    Cuando fuimos al mundo de Merlín para saber cómo deshacer su maldición, descubrimos que yo era el único que podía romperla, y para ello requeriría mi muerte. Por desgracia, al final nos fuimos sin saber cómo hacerlo.

    Después de derrotar a Verónica para liberar a Livia, regresamos al castillo de Magnus y descubrimos que mi madre, Ilvera Dracre, le había atacado para llevarse el poder oscuro de Livia. Mi madre no se llevó nada más, así que supe que era eso lo que buscaba.

    Pocos meses más tarde, oí que mi madre estaba intentando matar a los otros Sjau. Éramos catorce, contando con mi tía y conmigo. Fue entonces cuando Merlín y yo emprendimos un viaje para intentar salvarlos. Algunos de ellos agradecieron nuestro aviso, otros fueron al castillo de Magnus para protegerse y el resto se unió a mi madre.

    Aunque supuestamente los Sjau podían hacer cualquier tipo de magia, parecía que solo podíamos hacer magia que no entrara en conflicto con nuestra personalidad. Por lo tanto, por lo que sé, hacíamos de forma natural de uno a tres tipos. No obstante, el poder hacer más de un tipo era algo que no existía en mi mundo y nos podía meter en graves problemas si se enterasen las personas equivocadas.

    Mi madre también intentó manipularme al oscurecerme el corazón con una maldición muy poderosa. Lo logró temporalmente, pero Merlín evitó que cayera en su trampa. No sabíamos que era el plan secundario de mi madre. En realidad, quería que nos reuniéramos todos para absorber nuestra magia a través de mí. Sin embargo, como uno de los Sjau la indujo a error, pudimos frenarla y descubrir su plan. Thaddeus apareció por sorpresa para ayudar. Aunque no pudimos derrotarla, tampoco nos venció.

    Junto con Merlín, Magnus, Thaddeus y yo, el resto de los Sjau aliados se quedaron en el castillo de Magnus preparándose para el siguiente ataque de mi madre. Mason era, principalmente, un mago/taumaturgo y sabía más sobre los Sjau que el resto de nosotros. Era muy cercano a su familia maga, así que también decidió quedarse con nosotros en el castillo. Gideon era un taumaturgo que creció en una familia de guerreros, de los cuales ninguno tenía magia. Jeb era un hechicero, pero como los miembros de su familia eran brujos, que eran personas que pretendían tener magia, Jeb creció utilizándola en secreto encantando objetos. Houda era una maga y elementalista que dejó su cómodo puesto de ilusionista del rey cuando se quedó embarazada del príncipe heredero. Su hijo, Ryker, era el único bebé de la casa. Evelyn era bruja e ilusionista, y también princesa, casada con un hombre lobo que también se quedaba con nosotros.

    Por último, una bruja y hechicera llamada Blue ocupaba una de las habitaciones mágicas de Magnum. Mi madre llegó a ella antes que yo, incendió su pueblo e hizo que yo pareciera el responsable. Lo peor de todo es que Ilvera convenció a Blue de que era su madre.

    Livia vivía en su isla con Sonya. La más joven de los Sjau se llamaba Mist, tenía cuatro años y vivía también allí con sus padres. Querían la protección de mi madre, pero no querían vivir en el mismo lugar como hechiceros.

    El mayor de los Sjau, un taumaturgo llamado Koufax, vivía solo, pues no quería elegir bando por miedo a enfadar a mi padre.

    Aparte de Blue, cuatro Sjau estaban en contra de nosotros. Descubrieron que mi madre tenía planeado traicionarlos, pero eso no significaba que estuvieran de nuestra parte. Kalyn era ilusionista y cambiaformas, probablemente la más rara de todos nosotros. Sotis era nigromante. Sven era hechicero y elementalista, y me engañó para que pensara que estaba de nuestro lado. Por último, estaba Zelli, que era hechicera y vidente. Se unió al bando de mi madre después de que yo la salvara de unos bandidos, pero luego le dio información incorrecta y pudimos escapar.

    Blue hirió de muerte a Merlín e hice un trato con un dragón llamado Cennuth para salvarle. A cambio de la vida de Merlín, prometí salvar un huevo de dragón, del que Merlín y yo no sabíamos la ubicación. Lo único que sabía era que veríamos una señal cuando la estrella negra viniera y, entonces, sería la hora de encontrar el huevo.

    Merlín contó que Baltezore, el mismo hombre que mató a su madre, le atrapó en una cueva y le hizo inmortal, buscaba un huevo de dragón especial. Este huevo era tan valioso porque supuestamente contenía una dragona, y por lo que sabía, ninguna dragona había incubado un huevo en ningún mundo durante al menos mil años.

    Cuando se le confió a Merlín el huevo, lo escondió en Caldaca y borró de su propia memoria el lugar de su escondite. Solo otra persona sabía dónde estaba, un fantasma llamado Vactarus que vivía no muy lejos de mi madre. Era muy importante que salváramos el huevo de dragón antes de que llegara la estrella negra, pero no sabíamos por qué o qué era en verdad esta estrella.

    Hace mucho tiempo, solo los dragones tenían magia y gobernaban sobre la gente de Caldaca. Un día, una luz cegadora apareció en el cielo como un segundo sol y en dos días casi todas las personas de Caldaca tenían magia. Se dio caza a los dragones hasta casi extinguirlos, y como ya no había más dragonas en Calcada, tampoco hubo más huevos.

    La luz que trajo la magia a nuestra gente se llamó la estrella blanca, pero algunos creyeron que el fin estaba cerca. Si la estrella negra trajera el final de la magia, poca gente sobreviviría al colapso de nuestra sociedad, y la gente ya la estaba empezando a perder. Por el momento, los Sjau no estaban perdiendo poder, pero, aunque mantuviéramos nuestra magia después de la estrella negra, Caldaca estaba condenada. No sabía cómo ayudaría el huevo de dragón, pero tenía que creer que lo haría.

    Capítulo 1

    —¿Así? —preguntó Thaddeus. Merlín asintió.

    —¿Qué tal el mío? —pregunté. Asintió de nuevo.

    Thaddeus, Merlín y yo estábamos en el campo detrás del castillo de Magnus. Merlín nos estaba enseñando a hacer arcos y flechas muy especiales. Todo empezó cuando Thaddeus encontró unos arcos y flechas a medio tallar en una habitación. Al principio estuve en contra porque odiaba los arcos, pero Merlín me explicó que no solo se usaban para cazar.

    Merlín me enseñó a imbuir el arco con magia. Refinamos la forma del arco y tallamos dibujos igual que en la varita. Como Merlín solo podía hablarme a mí y enviarme imágenes de los dibujos a mi mente, Thaddeus tenía que copiar el mío. Por alguna razón, me gustaba que me copiara.

    Cuando terminamos, apuntó con el arco al objetivo. Thad había pintado un pequeño círculo en un escudo de madera y lo puso encima de una pila de rocas.

    —¡Tienes que poner la flecha dentro! —dijo Thaddeus con impaciencia.

    —Ah, vale.

    Cogí una de las flechas y la puse como Thaddeus me había enseñado cuando era pequeño.

    Espera —dijo Merlín—. Centra la mente en la marca, centra la magia en ella.

    No puedo usar magia sin la varita o el bastón. Lo sabes.

    El arco hará de varita por el momento, no hay diferencia, hasta los has grabado tú mismo. Siempre puedes atacar a tu objetivo con magia, incluso cuando se está moviendo.

    Asentí, centré mi magia en atacar al objetivo y solté la cuerda. La flecha se clavó en el centro del objetivo. Contuve mi primera reacción, que habría sido dar saltos de alegría, porque no quería darle más motivos a mi hermano para que se metiera conmigo.

    —¿Has estado practicando? —preguntó Thad.

    —No —le dije lo que me indicó Merlín.

    Thaddeus se lo pensó un rato, luego apuntó la flecha al objetivo, dudó y se giró. Cuando soltó la cuerda, la flecha salió disparada formando una curva y se clavó en el objetivo justo en el centro, al lado de la mía. Se quedó boquiabierto.

    —No puede ser… increíble. Merlín, eres genial. No sabía que pudiese hacer magia con cualquier cosa que no fuera una varita o bastón.

    Sonreí. Sabía que estaba halagando solo a Merlín, pero era mi profesor y mi amigo, así que me alegraba que Thaddeus viera que Merlín era tan poderoso como le había comentado.

    —¿Cómo sabes tanto sobre la magia de aquí si eres de otro mundo?

    Aquí la magia es como en cualquier otra parte. Tus límites están dentro de ti, no en la magia.

    Le transmití a Thaddeus su respuesta.

    —¿Sabe ya Magnus cómo romper la maldición de Merlín? —preguntó Thad.

    Negué con la cabeza.

    —Está empezando a pensar que es imposible. Dijo algo sobre que conseguir la inmortalidad era imposible.

    Cree que es imposible quitar la inmortalidad, no darla —me recordó Merlín.

    Todavía no lo entendía, pero no quería pedirle que lo explicara de nuevo. Abrí la boca para decir algo… ridículo para cambiar de tema, cuando el cielo se oscureció. Miramos arriba y vimos que la luna grande tapaba el sol a medias.

    —Qué raro.

    —Quienquiera que lo esté haciendo tiene que ser el hechicero más poderoso de Caldaca —dijo Thaddeus—. Estoy seguro de que no puede durar mucho.

    Es un eclipse de sol, y no es magia —dijo Merlín.

    —¿No es magia? ¿Cómo es que no es magia?

    —¿Qué más podría ser? —preguntó Thaddeus.

    —Vale, quizás no sea magia, pero seguro que no es natural. Tiene que ser la señal. Se acerca la estrella negra.

    *      *      *

    La cena de esa noche fue incómoda. El castillo estaba lleno por primera vez desde que Merlín y yo nos unimos a Magnus y se había vuelto bastante difícil encontrar tranquilidad para leer o espacio cuando alguien venía a que le rompiera una maldición. Aunque la madre y los nueve hermanos de Mason aligeraran mi carga de rompemaldiciones, todavía tenía que romper al menos una al día. Como mago y hechicero que ha crecido recibiendo las maldiciones de mis hermanos, era lo que mejor se me daba.

    Mucha gente venía de todo el mundo porque estaban perdiendo su magia. Por desgracia, no les podía atender porque no era una maldición. El mundo y las personas estaban perdiendo su magia y los únicos inmunes eran los Sjau y, posiblemente, los dragones. Pasaba en todo el mundo sin seguir un patrón, pues algunos perdían la magia rápidamente y otros poco a poco, aunque parecía avanzar más rápido en el norte.

    —¿Entonces, como ha oscurecido pronto, Merlín y tú queréis buscar un huevo de dragón? —preguntó Gideon. El guerrero se había vuelto más gruñón después de enfrentarse a mi madre. Pero no era debido a una maldición (ya lo comprobé), sino porque a los guerreros no les gustaba esconderse. Él quería buscarla y luchar. Por el contrario, su naturaleza de taumaturgo era sabia y sabía que no estaba preparado para enfrentarse a ella.

    Aunque les hablé a los demás Sjau sobre la estrella negra y sobre el huevo que posiblemente contenía a la última dragona, lo único que les conté sobre Baltezore fue que era el mago oscuro que iba detrás del huevo, ya que creía que el resto era algo personal de Merlín.

    —Lo que quiere decir es que deberíamos ir contigo —dijo Mason.

    —No tiene mucho sentido que todos nos movilicemos juntos si nuestro líder se va solo —dijo Masy, la hermana gemela de Mason. Si ella hubiera nacido antes, él no habría sido Sjau.

    Sentí que la cara se me quedaba sin sangre.

    —Yo no soy el líder, es Merlín —insistí. Merlín protestó gruñendo.

    —Será tu mentor, pero no podemos escucharle —dijo Gideon.

    —Bueno, no le doy órdenes a nadie.

    —No se trata de órdenes, sino de quién puede mantenernos con vida. Tu madre nos amenaza a nosotros y la estrella negra amenaza a toda la magia. Nadie conoce mejor a tu madre que tú…

    —Eh —lo interrumpió Thaddeus. Conozco a nuestra madre un año más que él.

    —Y sabes más sobre la estrella negra —continuó Gideon como si no le hubieran interrumpido.

    —En verdad, saben más los dragones —resalté.

    —Te hablan a ti.

    No vas a poder salir de esta hablando —dijo Merlín—. Además, te aconsejo que no lo hagas. El conocimiento es poder y, como lo tienes, no cuestionarán tu criterio.

    Siempre están cuestionando mi criterio —rebatí en su mente.

    Solo lo pueden sentir cuando no estás seguro. Siempre ofrecerán su consejo porque eres joven, pero cuando seas firme, te buscarán para que los guíes.

    No quiero que lo hagan.

    Es irrelevante. No es por tu beneficio, sino por el de ellos. No conocen a tu madre ni saben qué métodos utiliza. No saben cómo salvar la magia. Te necesitan. A cambio, cuando tengan información, la compartirán contigo para que les puedas defender mejor. Cuando necesites más información, harán lo que puedan para traértela. Así funciona el liderazgo. Si no cuentas con ellos para encontrar el huevo, les están diciendo que no los necesitas o que no confías en ellos.

    ¡Por eso no quiero ser el líder! No quiero tener responsabilidad.

    Es irrelevante —repitió—. La tienes. Aceptaste la responsabilidad cuando les avisaste que tu madre estaba buscándolos para matarlos.

    —Tenéis que encontrar otra manera de hacerlo —dijo Jeb. Sabemos que los dos estáis hablando a nuestras espaldas.

    —Silencio —dijo Mason. Es peor que le hable a Merlín en voz alta. Estuve intentando hablarle anoche y empezó a responder a Merlín, que ni siquiera estaba en la habitación.

    Rita, la madre de Mason, le acarició la mano. Apoyaba muchos a sus hijos y hacía de madre con el resto de Sjau, sobre todo de Gideon, ya que era guerrero, como su marido.

    —Estábamos hablando sobre el huevo.

    Aproveché la oportunidad para dejar el tema del liderazgo.

    —El amigo de Merlín sabe dónde está, así que esperemos conseguirlo rápido, traerlo aquí y descubrir cómo salvar la magia.

    —¿Y qué hay de tu madre? —preguntó Gideon.

    Estuvimos hablando sobre proteger el castillo todas las noches a la hora de la cena, así mi madre no podía entrar. Thaddeus y yo teníamos una idea de cómo pararla. Pusimos varios escudos alrededor del castillo para que no se viera ni con la magia espejo y nadie podía usar la magia para transportarlo fuera o dentro. En verdad, no podíamos hacer mucha magia dentro de los terrenos del castillo por los escudos que había puesto Magnus, pero eso significaba que tampoco podría hacerlo un extraño.

    —Si mi madre está perdiendo poder, se estará desesperando. Lo mejor es apartarnos de su camino para que no pueda robarnos la magia.

    La magia provenía de nuestro interior y, si se agotaba, hacíamos más. Sin embargo, la magia que nos quitaban por la fuerza no se podía reponer.

    No nos poníamos de acuerdo en cómo robaba mi madre nuestra magia. Solo podía usar hechicería, y menos de la mitad de nosotros podía hacerla. Nuestra esperanza era descubrir qué hechizo estaba utilizando para que pudiéramos pensar una defensa. Lo único que sabíamos era que los catorce Sjau tenían que estar juntos para que nos la pudiera quitar. Le preguntamos a Magnus que pensara en algo, pero no se le ocurrió nada.

    —Puede robar la magia de otras personas —dijo Houda.

    —La perderá cuando venga la estrella negra. Por eso quiere nuestra magia —dijo Jeb. Lo que no sabemos es cómo descubrió que no perdíamos magia.

    —O cómo sabe que la estrella negra se acerca —añadió Gideon.

    —O cómo planea robarnos la magia —añadió Roulis, el marido de Evelyn.

    A pesar de debatir durante un mes, no nos pusimos de acuerdo en qué hacer aparte de proteger el castillo.

    —Ayer estaba de acuerdo en que pararle los pies a mi madre era una prioridad —dije—. Hoy lo importante es salvar la magia.

    —Si pierde su magia, no sería una gran amenaza —dijo Jeb. Diría de dejar que viniera la estrella negra. Los catorce y los dragones serán los únicos que tendrán magia.

    Las dos hermanas pequeñas de Mason se abrazaron, pero sus hermanos no mostraron su preocupación. Thaddeus sacó la varita, pero le sujeté el brazo y lo forcé a bajarlo.

    —No me voy a quedar aquí sentado y no pienso perder la magia —rebatió—. Prefiero morir luchando contra mi madre con todo su poder.

    —Si la magia desaparece, la gente empezará a pelearse —dijo Rita.

    —Habrá guerras en todo el mundo —coincidió Evelyn. La gente no podrá cazar o trabajar sin magia. Sin taumaturgos, habrá enfermedades.

    Es un buen argumento. Debido a los taumaturgos, dudo que vuestro sistema inmune sepa luchar contra una enfermedad grave —dijo Merlín.

    —¿Nuestro qué?

    Todos se callaron para dejar que Merlín hablara.

    En unos mundos, los cuerpos de las personas aprenden a luchar contra las enfermedades y en otros hasta tienen ciencias de la medicina que pueden prevenirlas. La gente de Caldaca puede con resfriados pequeños, pero si tiene algo grave, puedes ir a un taumaturgo y tomar una poción de sanación. Sin magia, creo que la primera plaga devastará vuestro mundo.

    Se lo repetí al resto.

    —¿Luchar contra las enfermedades? —preguntó Thaddeus. ¿Es como luchar contra una maldición?

    —¿Cómo puedes luchar contra algo que no ves? —preguntó Gideon.

    —Mataremos a todos los que estén enfermos —contestó Jeb.

    Para entonces será demasiado tarde —dijo Merlín.

    —Todavía podremos hacer pociones de sanación —resaltó Mason.

    —De los Sjau, solo tres pueden hacer magia de taumaturgo —argumentó Gideon.

    —¿Y si hacemos suficientes pociones de sanación antes de que la gente pierda su magia?

    —Imposible —dijo Rita. ¿Por qué estamos hablando de esto? Sin hechiceros que creen enfermedades, no tendremos que preocuparnos por ello.

    Casi todos los que estaban alrededor de la mesa asintieron, pero Merlín gruñó y se puso una pata sobre los ojos.

    ¿De verdad pensáis que son los hechiceros los que crean las enfermedades?

    ¿Y quién si no? —pregunté.

    Esta noche vamos a tener una conversación larga y complicada.

    Estupendo.

    Hice una nota mental para tomar una poción de sanación antes de que la conversación me diera dolor de cabeza. Normalmente, cuando Merlín me intentaba enseñar algo que sabía que no entendería fácilmente, me enviaba imágenes directamente a la mente.

    —Cuando Merlín y yo consigamos el huevo, seguramente nos muestre cómo salvar la magia. Vamos a hacerle una visita a Vactarus.

    *      *      *

    —Al menos deberías llevar a uno de nosotros contigo —dijo Mason.

    Mientras ponía lo que necesitaba en la bolsa de viaje en mi habitación, Merlín estaba sentado en mi cama esperando pacientemente. Desde que el castillo estaba lleno de gente que solía hacerle preguntas a pesar de que no podía hablar en alto, apenas se apartaba de mi lado. Su presencia nunca me molestaba, pero anhelaba pasar tiempo fuera del castillo.

    —Es demasiado peligroso.

    —Gideon puede luchar y curar tus heridas. Tu hermano puede luchar y sabe cómo protegerte de tu madre.

    Dos buenos motivos. Thaddeus me había tatuado símbolos de protección en los brazos y el pecho para evitar que mi madre me encontrara, pero había que repasarlos a menudo, ya que no era muy bueno haciéndolos. Era magia blanca, así que no duraba tanto como si los hubiera hecho un profesional. Aun teniendo el hechizo de protección, tenía que evitar transportarme o que me trasportaran porque mi madre podría llevarme hasta ella.

    ¿Nos llevamos a alguien con nosotros, Merlín?

    Si crees que es lo mejor, que así sea, pero debes aceptar los riesgos.

    Aunque sabía que era más seguro para nosotros, no quería arriesgarme a que les hicieran daño. Además, el consejo de Merlín respecto a ser líder todavía andaba por mi cabeza. Dijo que si nos fuéramos sin ellos indicaría desconfianza, pero es que no me fiaba del todo de ellos. Si algo ocurriera, sabía cómo reaccionaría Merlín y sabía que era sensato. El resto, incluyendo a mi hermano, era impredecible.

    —Merlín y yo podemos con ello.

    Por lo menos, llévate el espejo —dijo Merlín.

    Mason tenía un espejo mágico grande que se había llevado de su casa después de luchar contra mi madre. Lo podíamos usar para espiar en ciertas ocasiones y hasta hablar con otras personas que tuvieran espejos mágicos. Como mi tía me había dado un espejo mágico portátil pequeño, Mason y yo nos podíamos comunicar siempre y cuando llevara el mío conmigo y Mason estuviera en su habitación.

    Si necesitamos ayuda, puedes ponerte en contacto con él y puede transportar a alguien con nosotros.

    Me pareció la mejor opción.

    —Iremos solos, pero quédate cerca del espejo en caso de que necesitemos ayuda.

    Cogí el pequeño espejo de la mesilla. Había intentado encontrar el huevo varias veces con él, pero se volvía negro hasta que lo dejaba. O bien no tenía suficiente poder para encontrar el huevo, o bien el huevo estaba en un lugar sin luz.

    —Algo podría ir mal.

    Coloqué el arco en la bolsa y metí unas pocas flechas.

    —Ninguna opción es perfecta. Algo podría ir mal sin importar lo que hagamos.

    Antes de cerrar la bolsa, saqué la bola mágica negra, la cual obtuve con descuento de una tienda mágica. La agité y pregunté:

    —¿Deberíamos Merlín y yo traernos a Gideon para ayudarnos a encontrar el huevo?

    Las palabras aparecieron sobre la superficie negra.

    Es una pregunta tonta.

    Capítulo 2

    Merlín y yo pusimos rumbo al sur. Sabía que a Merlín no le hacía nada de gracia el viaje en barco que haríamos al llegar a la costa, pero no había otra forma de cruzar sin magia. Por suerte, ya había pensado en algo antes de salir. Le pedí a Mason que preparara unas pociones para prevenir que Merlín se mareara.

    Viajamos hasta bien entrada la noche. De repente, Merlín se detuvo y se puso a escuchar atentamente:

    Hay problemas más adelante.

    ¿Sabes qué tipo de problemas?

    Siguió escuchando unos instantes antes de asentir.

    Parece que son bandidos.

    Creo que podemos ocuparnos de ellos. —Cerré los ojos y centré la magia en el bastón. «Haznos invisibles». Sentí un cosquilleo en la piel cuando mi cuerpo empezó a desvanecerse. Al parpadear podía ver a través de los párpados.

    Nunca me acostumbraré a esta sensación —dijo Merlín, que también era invisible.

    Puedo transportarte a Roca Roja si es demasiado. Mi madre no puede atraparte.

    Somos más fuertes juntos, no me molesta tanto. Además, pensar así de rápido nos salvará la vida más de una vez.

    Nadie me había felicitado, creído o confiado en mí hasta que llegó Merlín. Aunque pensaba que a mi padre le importaba, me lo demostraba siendo duro conmigo. Me hizo más fuerte al enseñarme a leer, a no protegerme de mis hermanos y haciéndome repetir las cosas cuando algo no me salía bien. Merlín me hizo más sabio al enseñarme que la magia y la vida no eran blanco o negro, que el fracaso era una oportunidad para aprender y que ser amable no era una debilidad.

    Merlín y yo continuamos el camino y enseguida nos topamos con un grupo de cinco bandidos reunidos en el lado derecho de la carretera. Vestían ropa sucia, pero no estaban famélicos. De hecho, aunque llevaran la ropa llena de barro, no estaba raída ni desgastada.

    Están utilizando la ropa para ocultarse —le dije a Merlín en la mente.

    Una observación astuta, joven hechicero. Procedamos con rapidez.

    Asentí, aunque fuera inútil, y seguí andando. Los hombres hablaban demasiado bajo, así que los ignoré… y tropecé con Merlín.

    ¿Por qué te has parado? —pregunté mientras me ponía de pie. Los bandidos miraron hacia nosotros al oírme tropezar, pero no podían vernos.

    Me he parado por lo que han dicho. Quieren infiltrarse en el castillo de Magnus. Dudo mucho de que lo encuentren, pero es una suposición peligrosa. Deberíamos avisar a Magnus.

    Utilizaremos el espejo en cuanto salgamos de aquí. —Le empujé suavemente y continuamos con cuidado por el camino… hasta que Merlín se quedó inmóvil de

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