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La Canción de la Esfera: La Isla del Destino, #4
La Canción de la Esfera: La Isla del Destino, #4
La Canción de la Esfera: La Isla del Destino, #4
Libro electrónico287 páginas7 horas

La Canción de la Esfera: La Isla del Destino, #4

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La dramática y conmovedora conclusión de la serie La Isla del Destino.

Neala O'Riordan no es ajena a las cosas dulces y picantes de la vida, aunque eso tiene más que ver con dirigir una pastelería muy aclamada en Kilkenny que en tener algún noviazgo en su vida. En lugar de meterse en enredos románticos, Neala vierte su amor y atención en su próspero negocio y los demandados pasteles que prepara.

Cuando un hombre angustiado irrumpe en su panadería una mañana, la vida de Neala se pone patas arriba. En unos momentos, queda sumergida en un mundo de cuento de hadas, y ella es la estrella del espectáculo. Cuando se entera de que el destino de Irlanda, si no del mundo entero, descansa sobre sus hombros, Neala está lista para dar media vuelta y correr hacia las colinas, pero se detiene en seco por la tormenta que ve en los ojos de su atractivo protector. Dagda

Con una mirada, Dagda desafía a Neala a quedarse y luchar, a aceptar su destino, y a cambiar el curso del futuro. Incapaz de resistir un desafío, Neala acepta y se une a un extraño grupo de humanos con poderes mágicos y faes por igual cuando se ve atrapada en la aventura de su vida. Es una carrera contrarreloj para poner fin a una maldición centenaria, y Neala hace todo lo posible para evitar que su corazón se enamore de los silenciosos encantos de su seductor protector. Aunque su batalla para resistir su atracción por Dagda puede ser una causa perdida, Neala se niega a perder la lucha contra los faes oscuros. Con la ayuda de sus amigos de Grace’s Cove, Neala se aferra a su creencia de que, pase lo que pase, el amor siempre iluminará el camino contra la oscuridad.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 dic 2019
ISBN9781071515235
La Canción de la Esfera: La Isla del Destino, #4

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    La Canción de la Esfera - Tricia O'Malley

    Capítulo Uno

    H ermana.

    La diosa Danu abrió los ojos para ver a su hermana, Domnu, diosa del inframundo y líder de los faes oscuros que actualmente estaban causando estragos en el mundo pacífico que Danu supervisaba. Danu se preguntó brevemente si las cosas siempre transcurrirían de esa manera. la rivalidad entre hermanas, si los años en la oscuridad habían llevado a Domnu a convertirse en una versión retorcida de la hermana que Danu había conocido una vez.

    Hermana, dijo Danu, inclinando brevemente la cabeza antes de ponerse de pie, con los hombros echados hacia atrás, su mirada era dura mientras observaba en lo que se había convertido su hermana.

    Domnu tan oscura como Danu luminosa, no menos hermosa, pero mucho más fría. Donde los humanos llorarían de alegría al ver la forma más pura de Danu, si alguna vez se dejara ver por un humano, se verían extrañamente intoxicados por la belleza oscura de Domnu. Su aura sinuosa le haría señas, prometiéndole un dulce éxtasis, pero solo a cambio de un bocado de la manzana. En todo caso, Domnu se había vuelto más hermosa con cada maldad que había implementado, desde su posición de gobernante feroz e impenitente. Era como si Danu estuviera mirando un carámbano, con una belleza fría y cristalina y unos afilados puntos que podrían perforar un corazón cálido sin pensarlo.

    Se rodearon entre sí, cada una consciente de los poderes de la otra, cada uno atenta al próximo movimiento de la otra. Reunidas aquí, en este espacio intermedio relegado a los seres más poderosos, se paseaban. ¿Buscaría Danu verdades o poder? se preguntó brevemente, pero se calló, esperando que su hermana le explicara por qué la había buscado. No es que Domnu haya intentado una ruta habitual, como enviar un mensajero. En cambio, ella casi había tendido una emboscada a Danu ya que Danu siempre intentaba escabullirse por el mundo medio para encontrar un refugio seguro en un reino más ligero.

    Un refugio seguro para los tesoros que llevaba, no para ella misma.

    Consciente de que el destino del mundo de los humanos y de los fae dependían tan solo de los tesoros que había guardado en una bolsa de cota de malla debajo de su capa, Danu se negaba a parpadear, sus ojos vigilaban cada movimiento de Domnu.

    Estoy sorprendida de que hayas venido a este lugar neutral, dijo Domnu, la longitud de su cabello oscuro parecía enrollarse y torcerse por sí misma en torno a sus hombros.

    Es la única manera, dijo Danu encogiéndose de hombros, sin finalizar la idea. Para que Danu pudiese llevar los tesoros a un mundo más seguro, primero debía pasar por el reino medio. Uno en el cual había varios peligros, incluyendo su hermana. Danu. Lo esperaba, estaba preparada para ello, y ahora ella esperaba para ver qué era lo que ocurriría.

    Eres una tonta, dijo Domnu, sus ojos oscuros se entornaron a causa de la ira y tal vez incluso por la decepción. ¿Pensaba ella que Danu se la había puesto demasiado fácil? ¿Arriesgarse a perder los tesoros, abrir las puertas a mi gente? Casi pensaría que habías planeado esto, o que tenías una razón detrás de eso. Excepto que nunca fuiste tan oscura, ¿verdad? Es por eso que, cuando los mundos se dividieron, tú te dirigiste a la luz y yo a la oscuridad. Siempre estuvo en mí, ¿ves?

    Sí, lo sé, dijo Danu, algo sorprendida al descubrir que incluso después de todos estos siglos, aquello aún la entristecía. Pero también tenías el bien en ti. Todos poseemos una dualidad, tenemos algo de humanos y algo de dioses. Depende de cual lado permitas que te domine.

    ¿Dominar? Domnu echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír, el sonido era como el de un cristal rompiéndose en un millón de pedazos en el suelo. No permití que me dominara. Yo lo elegí. ¿No lo ves, mi linda hermana? Nada es más importante que lo que yo quiero. Escogí mi destino y ahora decidiré el tuyo.

    Danu bloqueó el primer hechizo que Domnu le lanzó, no es que ella hubiera puesto mucho énfasis en ello de todos modos. Estaba probando su fuerza, tratando de ver si Danu usaría magia oscura para protegerse.

    Sabiendo que todo intento sería en vano, pero aun deseando hacer la prueba, Danu Intentó apelar a la luz aún enterrada profundamente dentro de Domnu. Hermana, Puedo ver la luz en ti. Aún está allí. Se que has disfrutado tu reinado de terror, ¿pero esto – esta maldición, estos tesoros, el futuro de nuestros mundos? Todo esto cambiara la historia, tanto de los humanos como de los fae. Reinos caerán; seres mágicos de todo tipo serán violados, saqueados y empujados a la batalla. No habrá orden, ni forma natural de ser. Incluso tú, mi querida hermana, estarás sujeta a los ataques de quienes deseen destronarte. ¿No entiendes que permitir que esto suceda, incluso forzarlo, desencadenará un caos total en todos los reinos tal como los conocemos? dijo Danu, sus ojos nunca dejaron de mirar a Domnu.

    Cuando vio el brillo de locura en las oscuras profundidades de la mirada de su hermana, Danu supo que todo estaba perdido.

    El caos genera el cambio. Es un mal necesario, y el cambio, mi dulce hermana, es la única cosa en la que podemos confiar, dijo Domnu, con una sonrisa cada vez más amplia, maníaca, dibujada contra los agudos ángulos de su rostro.

    Puedes elegir. Ser diferente, vivir de manera diferente, mandar de manera diferente. Nada de esto es necesario, dijo Danu, rodeándola.

    Mi gente nunca me perdonaría. Si no soy yo quien los conduzca hacia un nuevo mundo, entonces será otro líder. Me rehuso a dejar que cualquiera, incluso tú, me detenga, siseó Domnu, y Danu supo que la conversación había terminado. Tuvo medio segundo para levantar los brazos y protegerse de la ola de hechizos con los que Domnu comenzó a bombardearla.

    Los relámpagos destellaron. Lucharon, arrojando hechizo por hechizo, poderes mágicos de la luz chocando contra la oscuridad. Los cielos retumbaron y el tiempo pareció detenerse, conteniendo un suspiro, mientras el mundo esperaba lo que vendría después.

    Y cuando Danu cayó y los tesoros fueron arrancados de su lado, acudió al último hechizo que había traído con ella, el único que podía salvarlos a todos, y rezó para funcionase de la manera prevista. Domnu planeaba llevar los tesoros al inframundo, junto con los buscadores mismos.

    Danu abrió los ojos, su energía se agotó más allá de lo creíble, al ver a Domnu enfurecida mientras corría, con una magia oscura rodeándola mientras intentaba, hechizo tras hechizo, romper la luz de Danu. Cuando no pudo, se volvió para gritar a Danu.

    Si no puedo llevármelos conmigo, entonces los encerraré hasta que el tiempo se acabe y las paredes de los mundos se desmoronen. Tú. Nunca. Me. ¡Detendrás!

    Domnu le guiñó un ojo y Danu cerró los ojos, luego hizo un hechizo de luz y amor, y lo envió a sus Buscadoras junto con una oración.

    Lo siento, mis buscadoras. Esta es la única manera en que el último de los tesoros puede ser localizado… susurró Danu, su mano se apretó contra su pecho mientras observaba a las mujeres a las que había llegado a admirar tanto, las cuales habían sido arrancadas de sus camas en medio de la noche y arrojadas a la magia oscura que las rodeaba antes de que alguien tuviera la oportunidad de combatirla. Solo un protector, Lochlain, pudo hacer mella en el hechizo, y aquello fue suficiente para rastrear a su Buscadora. Por ahora, las Na Cosantoir tendrían que arreglárselas una vez más por su cuenta.

    Capítulo Dos

    Los ojos de Clare se abrieron de golpe y respiró agitadamente mientras era atraída, por algo que ella no podía ver físicamente, directamente de los brazos de Blake, quien gritaba. ¿Qué habían estado haciendo? Clare sacudió la cabeza, aturdida, tratando de determinar si se trataba de un sueño provocado por haber tomado demasiado de aquel vino esa misma noche, o si era la realidad. Lo último que recordaba era haberse acurrucado con Blake después de una noche particularmente apasionada, ya fuera por el vino o su estado de ánimo, y haber caído inmediatamente en un sueño, agotada y satisfecha.

    Blake, dijo Clare, medio murmurando, medio gritando, mientras un Domnua plateado la rodeaba a tal velocidad que solo pudo ver un ciclón plateado, con su cuerpo atascado en el medio, mientras era arrastrada ... a algún lugar. Clare se giró para atacar, luchar, hacer cualquier cosa, pero era como si el Domnua fuera un holograma y sus puños siguieran deslizándose a través de una pared de plata hacia la nada.

    Un grito desgarrador emitiendo maldiciones rompió la pared, el Domnua se rompió en pedazos, como una copa de vino estrellándose contra el suelo, y Clare se quedó arrodillada sobre unas piedras frías y húmedas. Jadeando, para después levantar la mirada hacia la mujer que estaba delante de ella.

    Esta era increíblemente bella, pero fría, su cabello oscuro revoloteaba furiosamente sobre un rostro anguloso que tenía unos ojos de mirada helada. Clare supo instantáneamente que ella era la hermana extraviada de Danu, y quien había enviado a sus minions a tratar de matar a Clare cuando ella estaba en la búsqueda de la piedra. Negándose a inclinarse ante esta diosa cruel, Clare se levantó de un salto, agradecida de haberse puesto una delgada camiseta antes de dormir. Levantó las manos delante de ella en una pose clásica de boxeador, sin decir nada.

    Domnu echo la cabeza hacia atrás y rio, su cabello se enroscaba sobre sus hombros y se movía al ritmo de su risa.

    Ustedes los humanos nunca dejan de asombrarme con su estupidez. La voz de Domnu, que sonaba como una hoja de afeitar empapada con whisky, hizo que Clare se estremeciera.

    Diría que es más estúpido arrodillarme ante un adversario que ponerme de pie y prepararme para la batalla, ¿no? preguntó Clare, lo que provocó que Domnu se riera una vez más.

    Sí, muchos de ustedes, estúpidos hasta la médula. Es por ello que necesito hacer avanzar a mi gente y sacudir este trasero del mundo, murmuró Domnu.

    ¿Qué es lo que quieres de mí? preguntó Clare, ya que al parecer Domnu parecía dispuesta a hablar, y ella claramente no había traído ahí a Clare solo para matarla. Si ella la quisiera muerta, hace tiempo que Clare no estaría allí.

    En realidad lo que deseo no es asunto tuyo, y por ahora, harás lo que yo diga, siseó Domnu, de manera lenta, lo cual le dio a Clare una oportunidad para estudiar la habitación. Parecía que estaban en una torre redondeada, como una antigua torre de vigilancia del castillo. Con solo unas pocas rendijas para ventanas, la sala de la torre estaba vacía, excepto por ella y Domnu.

    ¿No es hacer lo que dices igual que hacer lo que quieres? preguntó Clare.

    Los ojos de Domnu se entrecerraron. Levantó la mano, que temblaba visiblemente, y apretó el puño una vez antes de volver a bajarlo.

    No, porque si tuviera lo que deseo, tú estarías en el inframundo conmigo, junto a los tesoros, dijo Domnu, su voz tenía un tono burlón mientras comenzaba a pasearse por la habitación.

    Ah, pensó Clare, ¿ahora quien es la estúpida? Domnu acababa de revelarle a Clare que tenía un plan más grande, pero algo estaba impidiendo a la diosa completar su agenda. Y lo único que podía frustrar el poder de ese nivel era un hechizo mágico llevado a cabo por otra diosa. Enviando una rápida oración de agradecimiento a Danu, Clare se recostó contra la pared y se cruzó de brazos, fingiendo una actitud de indiferencia.

    ¿Danu te detuvo, huh? Debe ser duro tener una hermana que es más fuerte que tú, dijo Clare – pero cuando Domnu cruzó la habitación y la levantó por el cuello, inmediatamente se arrepintió de su sarcasmo. ¿Cuándo iba a aprender a no expresar verbalmente toda idea que se formara en su cabeza?

    Si mi hermana fuse más ponderosa que yo, ella poseería los tesoros. En vez de ello, Yo los tengo. Y tú, y tu preciosa piedra, serán encerrados aquí hasta su muerte, siseó Domnu, pronunciando cuidadosamente cada palabra, sus ojos se encendieron de rabia mientras sostenía a Clare suspendida en el aire. Domnu la sacudió una vez más y luego la arrojó al suelo; Clare apenas pudo mantener el equilibrio mientras jadeaba por aire.

    Domnu colocó una bolsa en el suelo en medio de la habitación. Aquí tienes. Es tuya, buscadora. Lástima que te sea de poca utilidad ahora. Pasarás tus últimos días encerrada en esta habitación, con tu pequeña piedra mágica, hasta que se extinga la duración de la maldición, hasta que las paredes se desmoronen y los Domnua una vez más gobiernen la tierra.

    Clare la miró boquiabierta, pero la habitación de pronto estaba vacía. Tan rápido como había venido, ella había desaparecido. Clare corrió y levantó la bolsa del suelo. Sosteniéndola, giró en un círculo completo, sus ojos revisaron cada parte posible de la habitación en busca de algún escape. Aparte de las rendijas que permitían que pequeños haces de luz penetraran en la oscuridad, no había salida alguna.

    Ella estaba oficialmente atrapada.

    "Shite," murmuró Clare, temblando mientras la fría humedad comenzó a filtrarse a través del fino algodón de su camisa. Sacando la piedra, se movió a través de la habitación para sentarse, metiendo debajo de su trasero tanta camiseta como pudo.

    Realmente te necesito ahora mismo. Necesito que funciones para mí, dijo Clare a la piedra, sosteniéndola frente a su rostro. Creo en ti y en tus poderes mágicos, Te saqué de mi corazón. Y por ahora, solo necesito que me mantengas caliente y envíes tu vibra mágica. Por favor. Se que debía permanecer oculta hasta que te encontrara, pero ya te encontré. Luché por ti y por las vidas de todos los habitantes de este mundo. Luché por la luz. Por favor, te lo ruego, muéstrame tu calor. Manda el mensaje a Blake. Manda una batiseñal o algo así, rogó Clare, y sostuvo la piedra contra su corazón una vez más. Creo en ti.

    Brotaron lágrimas de sus ojos cuando la piedra comenzó a humear, un hermoso resplandor emanaba de su centro, y una sensación de calidez la rodeó.

    Gracias, susurró Clare, acercándola para besarla. Gracias a la diosa Danu. Sobreviviré para ver el triunfo del bien en esta batalla. Blake, mi amor… ven por mí. No moriré lejos de ti.

    Sosteniendo la piedra con sus manos, Clare concentró toda su energía mental en Blake – su amor y su vida – y cerró sus ojos.

    No moriré este día. Estoy aquí. Localízame, Blake. Encuéntrame.

    Capítulo Tres

    Neala O'Riordan miró a su oponente a través de la desgastada mesa de madera del acogedor pub de la esquina ubicado en una calle estrecha en Kilkenny.

    Sí, veamos, Jack. Has estado hablando de un gran juego por mucho tiempo. Me estoy cansando un poco de escuchar solo palabras, pero nada de acción.

    El joven, de no más de dieciocho años de edad, levantó la barbilla ante Neala.

    Eso es porque te estaba dando la oportunidad de retirarte, como si fueras una dama y todo eso, dijo Jack, y los clientes habituales alrededor de la mesa se echaron a reír. Era bien sabido que, si bien Neala era realmente una dama, ella era el tipo de dama que maltrataría a un hombre con un buen giro de palabras mientras sostenía un cuchillo en su garganta si alguna vez se ponía demasiado fresco.

    O, en este caso, que ella podía tomarse una pinta de Guinness más rápido que cualquier hombre entre Kilkenny y Dublín.

    Ahhh, no me hagas ningún favor hijín, Neala se rió entre dientes, sacudiendo su masa de cabello castaño sobre sus hombros. Jugaremos limpio en este campo de batalla.

    Jack, animado por los gritos de los muchachos en el pub, enderezó sus hombros y asintió, levantando su pinta ante él. Neala le guiñó un ojo a sus amigos y luego, imitando su postura, levantó la suya.

    "Sláinte," dijo Neala, y se echó a reír cuando Jack escupió su pinta a mitad del trago. mientras que Neala ahora estaba sentada limpiándose los labios con el vaso vacío frente a ella.

    Pero ... pero ... Jack dijo, un grueso hilillo de espuma de la Guinness colgaba sobre su labio superior.

    Eso te enseñará a no subestimar a tus rivales – sea una dama o no, dijo Neala, extendiendo su mano. Ahora, paga.

    Pero… pero… Jack solo miraba hacia su vaso vacío, mientras sus compañeros lo palmeaban en el hombro y reían a su alrededor. Neala rápidamente resumió que no tenía el dinero para pagar su apuesta. Sin embargo, sabiendo que el orgullo irlandés exigía que toda apuesta debía ser pagada, se inclinó hacia delante y bajó la voz.

    Ven a la tienda mañana. Tengo algunas tareas para ti y la apuesta quedará saldada, dijo Neala.

    Así lo hare, gracias, dijo Jack, pero sus ojos no miraban los de ella. Ahora estaban enfocados decididamente donde su blusa se abría y su escote generoso estaba ahuecado en un sujetador de seda azul medianoche. Suspirando, Neala se enderezó y tomó a Jack por la nuca, haciendo que su gorra saliese volando y provocando que sus amigos estallaran en otra carcajada.

    Mantén tus ojos en otro lugar, jovencito, luego Neala se alejó, señalando hacia donde trabajaba el cantinero detrás de la larga barra de madera escondida bajo un techo de vigas. Las pintas van por mi cuenta, Stephen. Me arreglaré esta semana".

    Stephen agitó una mano en señal de reconocimiento, y Neala salió con apenas una palabra de despedida, sabiendo que estaría atrapada durante horas conversando con todos en el pub si no se iba de inmediato. Un adiós perfecto, hecho a la manera irlandesa, sería escabullirse sin que nadie lo notara, pero eso podría ser difícil de lograr cuando había una cuenta que pagar.

    Neala asintió con la cabeza a algunos clientes habituales que fumaban afuera y siguió su camino, apenas notando a las personas que la llamaban. Todos sabían que tenía que levantarse a las cuatro de la mañana. Era raro que permaneciera fuera más allá de las ocho de la noche, a menos que fuera un domingo, ya que su día libre a la semana era el lunes.

    Ah, Neala la amaba los lunes. No es que se tomara un día libre, oh no, pero cuando un cuerpo amaba lo que hacía por el trabajo, apenas era una dificultad. Neala sonrió cuando se detuvo en el escaparate de su panadería, Sugar & Spice, y miró las delicadas letras doradas, grabadas en un antiguo rótulo en las enormes ventanas de vidrio. Su panadería, ubicada en un hermoso edificio de piedra cerca de la calle principal de Kilkenny, era bastante exitosa y pronto tendría que contratar a más empleados; si seguía adelante con la apertura de la segunda ubicación que planeaba abrir, tal vez en el otro lado de la ciudad, solo tal vez, solo tal vez, si ella lo presupuestaba bien, podría abrirla para fines del próximo año.

    Abrió una puerta con una delgada columna de vidrio grabado en el medio, Neala se deslizó dentro y cerró las tres cerraduras en la puerta detrás de ella, una chica que vivía en la ciudad nunca podría estar demasiado segura, y subió las escaleras que conducían al apartamento de dos dormitorios en el segundo piso de su panadería. Le encantaba vivir en los altos de su tienda. Cuando el departamento se puso en renta, ella acosó a su casera hasta que prometió no mostrar el lugar a nadie antes de que Neala lo atravesara. Solo había echado un vistazo al apartamento: techos altos con viejas inscripciones de estaño, grandes ventanales y paredes de piedra a

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