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Metal Pesado
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Libro electrónico211 páginas2 horas

Metal Pesado

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Con una maldición por un demonio, la cazadora Blaize Silver se enfrenta a licántropos, chupacabras, vampiros, y otros seres sobrenaturales en esta colección de novelas e historias cortas.

Salvaje & Silver
Blaize y su prima Grace se enfrentan a los licántropos en Tombstone, Arizona, ¡Y se encuentran de cara con un problema mucho más grande!

Campanas Infernales de los Silver

La cazadora de monstruos Blaize Silver y su nuevo compañero Lobo siguen su maldición a un pequeño pueblo en las Montañas San Juan, en Colorado, donde la nieve esconde un secreto mortal.


Resoluciones
Blaize y Lobo conocen a MaddieAnne Honeycutt, ¡Y descubren que hay una nueva cazadora en el pueblo!


Hechicería & Silver
¡Blaize y Lobo terminan en un rancho abandonado y se encuentran en un combate con un  enemigo muy inusual!

¡También incluye la novela de Ruby Silver: Regalos No Deseados!
Aprendan como la ancestro de Blaize Silver, Ruby, terminó maldita con alergia a la plata y una compulsión a cazar monstruos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 feb 2021
ISBN9781071587430
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    Metal Pesado - Margo Bond Collins

    Salvaje & Silver

    1.

    La maldita Tombstone, Arizona.

    No podía creer que estuviera sentada en mi van parqueada en el centro de la ciudad de Tombstone.

    De nuevo.

    Solo para dejarlo claro, odio Arizona con prácticamente cada fibra de mi ser. Está cerca de ser el peor lugar del planeta en lo que a mi concierne.

    Definitivamente el último lugar en que quisiera estar.

    Al menos estaba más cerca de la medianoche que del mediodía. Si hay algo peor de Tombstone que sus vacíos escaparates de falso aspecto del Viejo Oeste en la noche, es tratar con esos mismos edificios al sol abrazador, junto con aceras llenas de turistas, y las recreaciones diarias del tiroteo en el O.K. Corral.

    Ni siquiera tenía certeza de qué me había traído aquí, solo que no había sido capaz de dejar de conducir para nada aparte de gasolina y una hamburguesa del camino desde que había pasado Santafé. Antes de eso, me las había arreglado para tener una noche de sueño adecuado en Trinidad, Colorado, sin ninguna idea real de hacia dónde me dirigía.

    Tombstone, Murmuré por lo bajo con disgusto, abriendo la puerta y saliendo hacia el polvoroso pavimento ante mí. El golpeteo de mis botas contra el suelo sonó desconcertantemente ruidoso en la noche silenciosa. Sacudí mi cabeza y cerré la puerta suavemente, para que cerrara con apenas un clic. Había quitado la luz interior desde hace tres años, tanto para no arruinar mi visión nocturna como para mantener a cualquiera de ver con claridad mi silueta cuando saliera de mi vehículo. Así que a menos que me vieran conducir quince minutos antes, nadie tendría mucha probabilidad de ver que me estaba moviendo, circulando alrededor del frente del Chevy y deslizando bajo el alero del techo de una tienda.

    Me alegré de mis precauciones unos pocos segundos después cuando un silbido suave cortó el aire. Contuve mi aliento mientras me escurría dentro de una puerta y miraba hacia arriba y abajo de la calle.

    Una sombra baja y veloz salió lanzada de entre dos edificios en la esquina de la manzana en que me encontraba y se detuvo justo al borde de la Avenida 80. Parpadeé, tratando de tener una idea clara de lo que estaba viendo.

    ¿Tal vez un perro?

    La criatura dio otro paso hacia adelante y su imagen quedó clara en mi mente, al tiempo al que apuntaba su nariz al aire y olfateaba.

    Maldiciendo por dentro, me encogí aún más en la oscuridad de la puerta, esperando que la superposición de los olores de los turistas, cocinada por el sol durante el día, escondiera mi presencia del lobo en el centro de Tombstone.

    No. No un lobo.

    Un licántropo.

    Podría haber sido capaz de convencerme que uno de los lobos grises mexicanos que los agentes del gobierno habían trabajado con tanto esfuerzo para reintroducir en el estado había logrado llegar hasta esta lejanía al sur, si no fuera por el silbido que había escuchado.

    Además, la presión interna que me había enviado corriendo tan pronto como pude, desde el borde canadiense de Montana de regreso al Suroeste, estaba regresando a mí. Sacudió todo mi cuerpo, tensando los músculos a lo largo de mi espina, y encendiendo cada terminación nerviosa a la acción, enviando exactamente suficiente adrenalina a través de mi cuerpo para despertarme y tenerme lista para una lucha.

    Suprimí el impulso de salir de las sombras. No tenía las herramientas apropiadas para esto, no conmigo, en cualquier caso. Y a menos que estuviera leyendo mal el ambiente, había al menos dos de ellos, pero solo uno de mí.

    Otra figura salió de las sombras a través de la calle, y empezó a cruzar la avenida, echando a trotar hasta que se encontró con su... ¿Compañero? ¿Pareja? La llegada del segundo lobo distrajo al primero de su olisqueo, y observé mientras tocaban narices, me daban la espalda, y trotaban por el camino iluminado por la Luna.

    Me mantuve perfectamente quieta en el arco de la puerta por un largo tiempo después de que los licántropos hubieran desaparecido, en parte porque no quería que me oyeran o agarraran mi olor y regresaran, no hasta que estuviera lista para ellos, de todas formas.

    Además, estaba tratando de pensar en que hacer.

    Por lo último que escuché, no había licántropos en el sur de Arizona en absoluto. Aunque, Mis primas y yo habíamos eliminado la manada de Phoenix hacía casi cuatro años, así que probablemente no me debería sorprender que alguien hubiera decidido empezar a buscar control sobre el territorio de nuevo.

    El problema es, que este es mi territorio.

    Bueno, uno de los problemas.

    El otro problema, y probablemente mi mayor dificultad, si yo estuviera dispuesta a admitirlo, era que yo no tenía idea donde estaba ninguno de mis primas en el momento.

    Sin ellos, yo era probablemente mucho menos efectiva contra estos cambia-formas, dado el hecho de que una bala de plata era la mejor forma de derribarlos. Y soy mortalmente alérgica a la plata.

    Me moví fuera de la puerta y tomé un paso hacia la van. Un bajo gruñir tras de mí me congeló en mis pasos.

    Levantando mis manos ligeramente de lado para que el licántropo pudiera ver que no llevaba armas, me giré muy lentamente, dando a la criatura tiempo de sobra para dejarle saber si yo debía detenerme.

    Tiempo de sobra para matarme, también.

    Escondí profundamente ese pensamiento y me concentré en mantener mi expresión perfectamente neutral al llegar cara a cara con el monstruo más capaz de matar a un Silver.

    Estaba en forma completa de lobo, no la figura mitad humana de tantas malas películas de horror, aunque yo ya había visto a un licántropo en esa forma de cambio parcial antes. Era exactamente tan aterrador como las películas lo presentaban.

    Si yo no supiera mejor, si yo hubiera creído que este era un lobo de verdad, habría pensado que era hermoso. Todo su pelo tenía un brillo argénteo a la luz de la luna, haciendo pareja con el destello brillante de sus inteligentes ojos mientras me observaba.

    Me retiro, dije, dando medio pasa hacia atrás. El gruñido del lobo me detuvo de nuevo. No tengo arma alguna, intenté de nuevo.

    Aparte del cuchillo de cacería que había metido en el cinto de mis jeans antes de salir de la van.

    Alguno de mis pensamientos debió reflejarse en mi cara, pues el animal frente a mi avanzó hacia adelante para que su hocico quedara claramente iluminado y levantó su labio de lado para enseñar un colmillo.

    Arma alguna que vaya a usar corregí. Tenía seguridad de que podía oír mi corazón palpitando en mi pecho, oler el terror que me atravesaba mientras una gota de sudor se deslizaba por mi cara, dejando un helado camino de humedad a su paso.

    Manteniendo la mirada, el lobo retrocedió hacia la oscuridad, alejándose de mi en perfecto silencio.

    No me quedé a asegurarme de que se había ido. Tan pronto como dejé de reconocer su forma en las sombras o de ver la luz de la Luna reflejada en sus ojos, dejé caer mis manos y salí disparada hacia la van.

    2.

    Grace y Cassidy no estaban aquí en Tombstone conmigo, así que adiviné que mis primas no debían ayudarme con esto.

    Lo cual es totalmente una maldita estupidez.

    Sí, genial. Envíen a la única que no puede usar plata para acabar con los licántropos, murmuré para mí misma.

    Dejé mensajes en cada número que tenía de cualquiera de ellas, aunque sospechaba que ellas habrían cancelado debido a ese sentido innato con el que un demonio había maldecido a nuestros ancestros hacía cinco generaciones. Ellas probablemente estaban tratando con sus propias emergencias de cacería de monstruos.

    Incluso recurrí a llamar a mi padre, a pesar de saber que él no respondería.

    Dejé el mismo mensaje en todos lados: Hola. Habla Blaize. Vi lobos en Tombstone esta noche. Aceptaría un poco de ayuda de plata[1]

    Sabía que mi papá lo oiría como Silver, mi último nombre, mientras que mis primos pensarían en el metal.

    Todos ellos sabrían por qué estaba pidiendo ayuda.

    Técnicamente, Grace y Cassidy no eran mis primas. No de sangre, de cualquier modo. Simplemente compartíamos una maldición.

    Y ellas de mala gana se presentarían, si pudieran, lo que los hacía más una familia que la mayoría de mis parientes de sangre.

    Apagué mi teléfono y lo lancé al asiento del pasajero de la van, luego froté las manos sobre mis ojos.

    Tenía que hallar un lugar para pasar esta noche.

    Normalmente, encontraba un parque de casas rodantes o un terreno de acampada y dormía en la van, pero con licántropos rondando en la noche cercana y muy pocas armas a la mano para tener tranquilidad, quería el falso sentido de seguridad que sabía que hallaría en la anonimidad de un motel barato en la interestatal. Algún lugar con anuncios por radio donde me prometieran dejar la luz prendida para mí, o algo así, de todas formas.

    Tan pronto como fui capaz, salté a la van y arranqué hacia la ciudad más cercana. Sierra Vista estaba a menos de 30 millas, incluso si no tenía una interestatal, tenía los hoteles anónimos que buscaba.

    Sabía que era ridículo estar tan aterrada como lo estaba, Había tratado con seres lobo antes. Pero nunca sola. Cazar con otros significaba que había gente que podía cubrir mi debilidad. Con Grace y Cassidy de mi lado, el hecho de que no me pudiera acercar a la plata no importaba.

    Pero los licántropos son rudos de verdad.  La leyenda familiar decía que mi tátara-tátara-tátara-algún-número-más-de-tátaras-abuela, Ruby Silver, se había encargado de un licántropo ella sola, con nada más que un cuchillo de bolsillo, una roca, y su propia magia, después de que el demonio la maldijera con la antipatía a la plata.

    No estaba del todo segura de creer en la historia, y, en cualquier caso, yo no era Ruby.

    Diablos, estaba menos aterrada de perseguir a ese demonio para matarlo y terminar con la maldición que lo que estaba de los dos licántropos que había visto esta noche.

    Hallé un hotel de aspecto probable, uno con ascensor y cuartos de pasillo interior, y un parqueadero bastante lleno, y parqueé la van bajo una luz de la calle, tan cerca al vestíbulo como pude. Luego tomé mi mochila de viaje y mi mochila de armas y cerré la van tras de mí.

    No corrí hacia adentro exactamente, pero no caminé como si fuera de paseo tampoco.

    Ese encuentro con el lobo en la acera me había sacudido aún más de lo que había pensado.

    Ya en mi cuarto, cerré la puerta, puse el seguro, y cerré el pestillo que servía como cadena, luego me desplomé con mi espalda contra la puerta.

    Tomé lo que sentí era el primer aliento profundo del que había sido capaz desde que había oído el gruñido detrás de mí en Tombstone.

    Incluso ahora, mis manos temblaban.

    ¿Por qué el lobo me había dejado huir?

    Aún más al punto, ¿Por qué me había dejado vivir?

    Si hubiera atacado, yo no habría sido capaz de defenderme correctamente.

    Pero había retrocedido, aunque tenía la ventaja.

    Eso no encajaba con nada que supiera yo acerca de los licántropos. Y si lo que yo sabía acerca de seres lobo no era cierto, ¿entonces qué otra cosa podría estar equivocada?

    Sacudí la cabeza para disipar ese pensamiento.

    No enloquezcas, Silver, me dije a mí misma por lo bajo, alejándome de la puerta hacia el aire acondicionado de la ventana. Solté ambas mochilas en una de las dos camas mientras pasaba, luego encendí el aire lo más alto y frío que fuera capaz, expulsándolo en el cuarto como si pudiera congelar el cálido y vibrante terror que había sentido antes.

    Había hecho lo mismo en el camino desde Tombstone, moviendo todas las ventilas de la van hacia mí.

    No me había hecho ningún favor en ese momento, pero ahora me estaba empezando a calmar.

    Colocando una pierna debajo de mí, me senté en la cama y jalé la mochila de armas hacia mí. No me atraparían de nuevo, no sin un gran montón de armas mortales conmigo.

    Saqué mi Glock de 9mm y la Colt .38, y empecé el familiar ritual de limpiar las armas, una a la vez.

    Me dormí sobre mi estómago, con un brazo bajo mi propia almohada, y uno bajo la almohada a mi lado.

    Tenía una pistola en cada mano.

    3.

    La historia de la familia Silver acerca de Ruby no era la única que teníamos acerca de seres lobo. Solo que las demás no terminaban tan bien. De hecho, la mayoría de los Silvers, los que recibían la Llamada al menos, murieron a manos (o garras, supongo) de un licántropo.

    Ese era el asunto con esta maldición: No solo era una alergia anormal a un metal, y no era solamente un impulso irresistible de limpiar el suroeste de los Estados Unidos de monstruos. Era las dos cosas combinadas, la necesidad de cazar a esas criaturas que podían ser eliminadas por el metal que también podría matarme.

    Por supuesto, de otros monstruos era presa válida también, y si uno de ellos fuera el que me acabara, eso estaba bien para el demonio que había ideado la maldición familiar.

    Ese hijo de perra tenía un retorcido sentido del humor también, emparejando la maldición familiar con nuestro último nombre.

    Ocurrió justo alrededor del cambio de siglo, del siglo 19 al 20. Ruby había estado cazando monstruos a lo largo del Suroeste con Trip Austin,

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