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La Daga Granate: Las Leyendas del Olvido, #1
La Daga Granate: Las Leyendas del Olvido, #1
La Daga Granate: Las Leyendas del Olvido, #1
Libro electrónico264 páginas5 horas

La Daga Granate: Las Leyendas del Olvido, #1

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Prohibido cruzar la barrera de Elvin hacia tierras humanas, Brock no puede saciar su curiosidad. Maldito por una mordedura de vampiro que lo obliga a alimentarse de la esencia vital de los demás, es incapaz de tocar a otro sin quitarles la vida.

Encadenado por la profecía, debe encontrar una bruja, perforar su corazón y extraer su sangre para su cura.

Celeste debe escapar de los monjes que la han mantenido prisionera durante años. Su magia se ha mantenido latente por sus captores. Un antiguo y poderoso Warloc anhela sus poderes. Si logra devorar su magia, ella y el mundo morirán.

Cuando Brock se enamore de Celeste antes de darse cuenta de que su muerte es su cura, ¿el amor triunfará sobre su deseo de ser curado? ¿Arriesgará todo para salvarla de un Warloc, un rompe juramentos, que también la quiere muerta?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento22 nov 2019
ISBN9781071518748
La Daga Granate: Las Leyendas del Olvido, #1

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    Vista previa del libro

    La Daga Granate - Andrea R. Cooper

    Dedicatoria

    A mi esposo, quien no solo me demostró que el amor es real, sino que abrió un mundo de magia y fantasía. Me alentó a complacer mi amor a la lectura y nunca me dijo que diera por vencido mi sueño de convertirme en escritora. Y quien luchó con los pequeños para que pudiera tener tiempo para escribir. Gracias por tu apoyo. Te amo.

    A mis hijos, Troy, Levi y Chloe, sigan sus sueños siempre y aférrense a ellos hasta que se convierta en realidad. Nunca acepten la derrota incluso si todos dudan de ustedes.

    Agradecimientos

    Gracias a mi grupo de escritura, amigos, familiares y extraños que me apoyaron al escuchar mis divagaciones sobre este libro o leerlo y ofreciendo puntos de vista.

    Capítulo 1

    Conozco la muerte. Durante más de medio milenio, he escoltado a muchos hacia la muerte con el filo de mi espada. No olvidare jamás los ojos de mis victimas cuando los envolvía mi espada. Ingenuamente, pensaba en las eras incontables que aun debían pasar antes de que la muerte viniera por mí. Y ella, vino tan pronto que no tuve tiempo de correr, no tuve tiempo de escapar.

    En el pueblo, vestido como un humano, lo comprendí todo. Ser de Elvin tenía sus ventajas lingüísticamente, así como es una ventaja el poder escabullirse por los siglos.  Al contrario, los humanos, con sus hogares tambaleantes aferrados al suelo. Las rocas crujen las unas sobre otras en un equilibrio precario con los techos de paja trenzada que apenas los cubren. Nunca he visto una casa o posada con más de tres niveles, es como si le tuvieran miedo al cielo.

    Los acróbatas distraían hipnóticamente mi retorno a casa hacienda malabares con antorchas y cuchillos. Era el equinoccio de otoño y las festividades continuarían hasta la noche. Los niños reían persiguiéndose los unos a los otros dejando un rastro de hojuelas de sus harapos detrás de ellos. Cuando llegué al bosque ya estaba oscuro. Seguir por el atajo hacia la colina en lugar del camino largo, habría compensado el tiempo perdido. No era necesario advertir a los guardias de Elvin, los elfos que vigilaban el límite de mi aventura, además, Liana se preocuparía si yo llego tarde. Mañana en la noche se cumplirán dos meses desde nuestra ceremonia de compromiso. Como de costumbre, aún deberá pasar un mes, y después nos uniremos en matrimonio.

    Un jadeo ahogado crujió entre las hojas secas. Las raíces de un árbol cercano me estaban alertando de algo. No había tiempo de cambiar a elfo. Después de pasar la frontera, la cual evitaba que otros humanos entraran en nuestras tierras me cambiaria rápidamente, poniéndome mi túnica de Elvin que había escondido en mi mochila.

    A lo lejos, otro gemido irrumpió el canto de los grillos. La curiosidad me hizo volverme. La brisa de otoño atravesaba mis desgastadas vestimentas, helándome la piel. Alguien podría necesitar ayudar entonces me lancé en dirección de los sonidos.

    Quienquiera que haya hecho ese ruido debía estar unos cuantos metros delante de mí.  Reduje la velocidad de mis pasos, para no asustar a nadie con mi velocidad de elfo, mis botas de cuero crujían sobre las hojas secas y cortezas. Horrorizado levanté la vista.

    Las ramas se retorcían, sofocándose unas a otras. Extremidades sin vida crujían en el viento. La carne de los árboles se desprendía en capas desnudando sus huesos. Los profundos cortes hundían trozos de calor. Los fragmentos de hojas colgaban de las puntas de los dedos, marcando los sepulcros de los arboles moribundos.

    Los árboles lloraban con lamentos parecidos a madera que se partía, entonces cubrí mis orejas con las manos. Debo huir antes de infectarme, murmuraban.

    —Escapa antes que el tinte de esta impureza te infecte— Me advertían. Los arboles le hablaban a mi pueblo, siempre lo han hecho. Sin embargo, estos árboles estaban en tal agonía de muerte que yo no podía respirar. Mis pulmones se estrujaron como una polilla incapaz de salir de su capullo.

    No había nada que pudiera hacer por ellos, si me quedaba más tiempo la enfermedad que los carcomía pronto me sofocaría a mí también. ¿A dónde podría ir si llevara algo tan inmundo para devorar árboles de adentro hacia afuera? No regresaría a Tamlon nunca más si esta infección se apoderara de mí.

    Capítulo dos

    Mi respiración se tranquilizó  a medida que mi bota golpeaba el piso de mármol de la ciudad. Hasta ese momento, no me había dado cuenta que lo llevaba. Abajo, los lobos se reunieron por la luna. Todos se apresuraron a verlos. Los lobos merodeaban por las tierras, pero ninguno se movió para irse. 

    Al atrapar la tensión en el ambiente, me negué a correr hacia la bóveda de la biblioteca. En lugar de eso, avancé fijando el paso. La duda me sujetaba. ¿Habrá cambiado mi semblante? Pero todos me saludaban de la misma manera que antes.

    Las profecías me ayudarían. Las revisaría antes de visitar a alguien. Los aullidos de los lobos resonaban en las cámaras y sentí como si vibraran a través de mí.

    Una vez en la biblioteca, me apresuré, incapaz de reducir la velocidad de mis pasos. Me precipite alrededor de las repisas de historias y ley, después me agache detrás de las cortinas de terciopelo en las bóvedas. Recuerdos de mi infancia, visitas aquí con mi padre se asomaron para consolarme. Me quede atrás, en donde pocos eran los privilegiados que tenían acceso.

    De adulto la razón de mi padre de la admisión se hizo más clara. De alguna manera éramos la clave de las profecías. Generaciones de nuestra familia habían sido nombradas para leerle las profecías a sus primogénitos. No recuerdo mucho las palabras, excepto que ellas encendieron mi intriga por el mundo humano. Mi padre ya no me traía por más de un siglo.

    Empujé la puerta de mármol para abrirla. La frialdad se esfumo en las palmas de mis manos al abrirse la puerta. Tras atravesar la entrada, la puerta detrás de mí se cerró. Sobre una mesa tallada de la pared de mármol, Nivel revisaba los pergaminos desgastados.

    El cabello plateado de Nivel contrastaba con su suave rostro. A pesar de ser el mayor de todos nosotros, no tenía signos de su edad, a excepción de su cabello. Una vez cuando mis amigos se atrevieron a preguntarle su edad, el respondió con un acertijo.

    —Tengo la edad que debo tener, — dijo. —Continuare mi recorrido, hasta que todo se ponga antes de que venga el oscuro. —

    Recordar esto me provoca escalofríos. La puerta de la bóveda se cerró de un portazo atrás de mí, pero él no se estremeció ni se dio la vuelta. No fue hasta que mi bota raspo el suelo que volteo el rostro.

    Sus ojos verdes se agrandaron en shock

    — ¿Brock? ¿Has venido a leer las profecías?—

    Asentí con la cabeza preguntándome si esta sería una buena idea.

    —Tu padre debió haber querido que las examinaras antes de la boda ¿No?— Se puso de pie y su túnica flotaba con el mientras buscaba en las repisas la información que yo estaba buscando. —Aunque, es algo extraño, creí que todas sus preocupaciones se habían esfumado con la noticia de tu matrimonio. —

    Su parloteo hizo que mi mente corriera ¿De qué estaba hablando? ¿Y por qué mi padre no necesitaría que las leyera después de todo este tiempo?

    Poniéndose de puntitas, Nivel intentaba tomar un pergamino iluminado entre los demás. Coloco el pergamino sobre la mesa. Grabado en tinta dorada,  sus destellantes palabras me atrajeron. Luego me hizo un gesto para que yo tomara asiento.

    —Todo debería estar claro ya que tu padre lo explico todo con tu compromiso para proteger a tus futuros hijos. —

    Mi garganta se cerró, negándome la oportunidad de explicarle que mi padre nunca me dijo nada.

    —Tengo otro cliente en la biblioteca, te dejo para mientras. — Salió de la bóveda.

    Tragando, me di la vuelta hacia el pergamino dorado, y me hundí en la silla.

    Lo que leí se sintió como un balde de agua helada sobre mí y que se filtró en mi medula. Debe haber un error. Esto no puede ser lo que sucedió en el bosque. Las palabras sonaban muy fuerte  a pesar de que todo su significado abandono toda razón.

    Vaer, el oscuro, vendrá junto a las hojas de otoño. Los lobos resuenan su regreso. Un juicio para cualquiera que lo albergue.

    Una combinación de sangre debía regresar desde hace mucho para dar a luz a este siniestro monstruo. La muerte viene con él. El traerá el final de nuestro tiempo. Solo el derramamiento de la sangre de una bruja lo expiaría.

    Lo alcance para empujar las palabras de mí, pero mi manos aun temblaban. En cualquier momento Nivel regresaría. El vería la sorpresa en mi rostro. La silla rechino sobre el piso de mármol la brincar de ella. Sin esperar salí disparado de las cámaras. Debo saber la verdad viniendo de mi padre. Exijo que el confiese lo que quiso decir, lo que estaba pasando.

    Liana me esperaba afuera de la biblioteca, casi la arrollo con mi precipitación.

    —Brock, ven conmigo...— Su cabello color miel se ondulaba alrededor de sus caderas.

    Confiaría en ella ya que le parece graciosa mi curiosidad por los humanos. Tal vez podría ayudarme a darles sentido a las palabras de la profecía que gritan en mi mente una y otra vez.

    —El consejo ha sido llamado a causa de los lobos, —Ella me dirigió a la cámara de sus padres. —Creo que tendremos algo de tiempo antes que se reúnan. —

    Aun así, los lobos no se habían movido ni dejaron de aullar, sino que parecía que aullaban más fuerte. Seda cubría las paredes de blanco, almohadas de colores,  imitando los colores del arcoíris, estaban apiladas sobre el suelo. Ella se recostó sobre la pila de almohadas y tomo mi mano.

    Cuando mi mano toco la suya, tuve una sensación de alivio. No había de que preocuparse. No traje la muerte conmigo como la profecía decía. Me senté a su lado y nuestros dedos se entrelazaron. Yo ardía por tocarla. Besar sus labios y saborearlos. Mi mano que estaba libre tomo su rostro.

    Su sonrisa se amplió, atraído hacia ella, roce mis labios con los suyos. Un pulso punzante a través de mis labios. Ella suspiro, como con placer, y tome sus labios con los míos. El latido de mi corazón golpeaba mis oídos. Nuestra respiración se hizo una sola. El tiempo se detuvo. Un tirón por dentro y un espesor se posaron sobre mí.

    Mi corazón vibraba más fuerte, más rápido con cada latido. Ráfagas de luz pulsaban detrás de mis ojos cerrados. La inquietud de los lobos y sus aullidos me detuvieron. Aun así la dulzura de los labios de Liana no me dejaría detenerme. Sentí la ondulación de la tierra debajo de nuestro hogar en el árbol. El agua nutria las venas de las hojas.

    De repente un dolor desgarrador me arrollo. Inmediatamente, conocía  a Liana. El latido golpeando mis oídos era el de ella. Su dolor llego a mí, pero aun así no podía parar. Su luz hizo que girara hacia ella, como una flor buscando el sol. Una parte de mi gritaba para que la soltara. Sus pensamientos y recuerdos me inundaron. Su deseo de volar como un halcón, los besos robados con otros chicos y su reticencia a entretenerme cada vez que mencionaba a los humanos.

    Un hambre que no podía comprender la consumió. Me la bebí.

    Hasta que mis manos y labios rozaron la frialdad. Abrí mis ojos y me aleje de ella. Su cuerpo se desplomo. La sangre salía de sus ojos como corrientes. Sus labios estaban entre blanco y azul. Temía tocarla de nuevo. Pero deseaba desesperadamente que siguiera con vida. Durante incontables eras, parecía, que la miraba buscando un leve signo vital, por una mínima respiración.

    Nada. Mi culpa se asomó y me sofoco. Yo era el siniestro, Vaer, el monstruo. Yo era la muerte. Ahora la muerte moraba en mí.

    Capítulo Tres

    Gritos y pasos se acercaban. Teníamos guardias en Tamlon. Los arboles enviaban una advertencia a los ancianos si alguien era asesinado. Los ancianos enviarían a los guardias de inmediato.

    Pero no corrí ni me escondí. Recibí la ejecución por haber tomado su vida. Aun así no había entendido como había sucedido. Primero, mi tacto no dañaba. ¿Podría devolverle la vida de nuevo?

    En vano, besé sus labios, pero la insensibilidad picaba sobre mis labios. Unos brazos me tomaron jalándome hacia atrás.

    Caí extendido entre piernas en botas. Uno me pateaba el costado. Unas Manos con guantes sujetaron mi túnica y me arrastraron hasta que me puse de pie. La habitación se movía. Lanzas puntiagudas me empujaban hacia adelante. 

    Los murmullos se tensaban mientras marchábamos a la sala del consejo. La multitud se separaba con suspiros internos.

    Una madre jalo a su hijo a su lado. Su cabello negro se ondulaba casi debajo de sus caderas. Me recordó a como me miraba yo cuando era niño. Delgado, y orejas puntiagudas sobresaliendo por debajo del cabello oscuro. Unos ojos verdes como los míos me miraban fijamente. Mi padre siempre me decía que tenía que crecer para que me quedaran bien, lo cual sucedió cuando alcancé mi altura actual de más de un metro ochenta y dos. ¿Estaría este niño tan acomplejado como yo lo era a su edad?

    Un guardia sostenía a Liana en sus brazos, muerta. Luego, Nivel se apresuró hacia ella y le dio un vistazo a su rostro. Posó su mano sobre la boca de ella buscando su respiración. La angustia me apuñalaba el pecho como un cuchillo y no podía respirar lo suficientemente profundo. La madre de Liana lloraba en los brazos de su esposo.

    Entramos a la cámara del consejo. Sillas tapizadas de terciopelo se extendían frente a mí, en forma de arco como una herradura alrededor de una mesa de mármol esculpida que brilla como si hubiera un fuego ardiendo desde adentro.

    Los otros miembros del consejo tenían la vista fija sobre el cuerpo sin vida de Liana y sobre mí. El cuerno del juicio sonaba, y su sonido hacia que mis extremidades dolieran.

    Clavado sobre mis rodillas, esperé por sus preguntas. Ya no tuve duda alguna de mi cambio.

    Padre y madre se apresuraban detrás de la túnica arremolinada de Nivel. Un solo vistazo al cadáver de Liana y mi madre se desmayó.

    Un anciano, Jaris, cuyo rostro parecía una ciruela arrugada, irrumpió entre los murmullos y gimoteos.

    —Convoco esta audiencia para orden por el honor de la corte. —

    Los ancianos tomaron sus asientos.

    —Dinos cómo ocurrió esta atrocidad. No escondas nada.— Sus ojos perforaban los míos.

    Todos los miembros del consejo miraban desde sus asientos.

    Aclaré mi garganta, Nivel levantó las cejas pero luego asintió para que comenzara a hablar. Aunque ya temía lo peor, no me avergonzaría a mí mismo o a Liana con cobardía.

    Lo confesé todo: Las prendas de humano, cuando me escabullí a través de la barrera y el vampiro que me atacó. Mis pensamientos de una inmunidad desconocida que no me llamaban a declararla amo, sino que preferían terminar con su vida.

    Cuando hablé sobre la muerte de Liana, mantuve mi voz en su lugar aún con mi pesar. Nunca fue mi intención lastimarla.

    Los guardias tomándome de los brazos, los soltaron. Nadie querría tocarme nunca más.

    —La parca muerte, —ahogó la madre de Liana —Mátenlo antes de que todos perezcamos. —

    —Si... — Les imploré —Mátenme y libérense. No los juzgaré. —

    Una vida por otra vida era nuestra ley.  Le di la bienvenida a la muerte, algo más permanente que está maldición andante.

    Un jadeo estruendoso llenó la cámara.

    —¿Quién dejó que leyera los pergaminos sagrados? — El anciano Jaris hizo los brazos hacia atrás.

    —Nuestro destino, — Mi padre dio un paso hacia delante —Cuando él era un niño yo le leía el texto, así como mi padre lo hizo conmigo, y las descendencias pasadas lo hicieron. Tal como era la costumbre, no sabía que él recordaría las palabras. —

    —Después de su casamiento, se le daría la instrucción para esperar la señal. Proteger a sus hijos. — Red rozó lentamente el cuello de su túnica blanca. —He fallado en mi deber. Mátenme en su lugar. —

    —No. Yo desobedecí las leyes. Mi beso le quitó la vida a Liana. — Me incliné ante ellos. Nadie más debe morir por mi culpa. Podrían castigar a otro si ambos estuviéramos dispuestos, pero yo no lo estaba. — No acusen de este crimen a un viejo, maten la enfermedad ahora mismo. —

    Gritos de acuerdo sonaron en mis oídos. Mi corazón hacía eco al unísono con sus zapateos.

    —Yo digo que lo maten ahora antes de que sus labios maten a alguien más. — dijo uno de los guardias y los demás asintieron.

    Otro guardia me tomó precipitadamente del brazo.

    —Quizá deberíamos hacer una máscara que cubra su rostro y proteja a todas las doncellas de su beso de la muerte. —

    Unos cuantos se rieron, pero antes que el guardia pudiera moverse, el peso sobre mi corazón explotó hasta el área en el que el guardia tenía puesta la mano.

    Di un tirón, intentando apartarlo.

    —¿No te gusta mi idea? — Preguntó. Luego torció el rostro entre una mueca y un grito enmudecido.

    Sangre escurría de sus ojos y oídos. A todo mi alrededor, todo Elvin gritaba y corría hacia la salida pisoteándose unos a otros. El guardia cayó muerto sobre mis pies. Toda su vida pasó frente a mis ojos. La manera en que odiaba a su primo y como se había enamorado de una vampira antes que los humanos le clavaran una estaca. Como se encontraban en la frontera en secreto todas las noches hasta que ella ya no llegó. Más adelante, encontró su cuerpo que había sido arrastrado hasta la costa.

    —Alto. — Grité, intentando aliviar su pandemonio a pesar de que no estaba seguro cuanto más progresaría mi maldición ya

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