La matanza de Tlatelolco
El año 1968 estaba destinado a ser el de la gran presentación de México como el país del progreso. Después de ganar la batalla a Buenos Aires, Detroit y Lyon, las Olimpiadas iban a celebrarse, por fin, en la capital mexicana, y que su candidatura fuera la elegida suponía un gran reto: por primera vez en la historia, una ciudad latinoamericana sería la encargada de organizar el acontecimiento deportivo más importante del mundo.
Llevaba años peparándose para ello. Tras completarse el tramo mexicano de la carretera Panamericana y estrenarse el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el país pensaba que estaba listo para dar su mejor imagen en el gran escaparate que suponían unos Juegos Olímpicos. Por eso se había organizado una ceremonia de inauguración espectacular con sorpresas como el encendido del pebetero olímpico, que por primera vez correría a cargo de una mujer, la atleta Enriqueta Basilio.
Sin embargo, 10 días antes de la gran apertura de los Juegos Olímpicos, una masacre tiñó de tragedia las calles de la capital. Los hechos ocurridos en la plaza de las Tres Culturas (o de Tlatelolco) hicieron que el año, el cual debía haber sido el de la consagración de una nación, acabara siendo recordado como el de la matanza de Tlatelolco, el lugar donde la historia de México cambió la tarde del 2 de octubre de 1968.
El contexto de la tragedia
Las cuatro esquinas de la plaza de las Tres Culturas estaban ocupadas por soldados que vigilaban el
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