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Por el Sendero de las Tinieblas
Por el Sendero de las Tinieblas
Por el Sendero de las Tinieblas
Libro electrónico88 páginas1 hora

Por el Sendero de las Tinieblas

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Hace 200.000 años, los primeros seres humanos daban muestra de su inteligencia. Y mientras eso sucedía, bajo el sendero de la muerte y la desolación, un hombre trazó su destino entre los abismos de las tinieblas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 abr 2018
ISBN9780463249901
Por el Sendero de las Tinieblas
Autor

Johnn A. Escobar

Johnn A. Escobar nació en Buenos Aires, Argentina el 5 de Junio del año 1991.Estudio en el Instituto Superior Mariano Moreno y posteriormente en el Instituto Terciario Interval.A partir del año 2015 comienza su carrera como escritor.Autor de la serie literaria compuesta por nueve libros: El Fulgor de las Tinieblas.Los títulos que componen la serie son:Por el sendero de las tinieblas.El Ejército Errante.La Torre Imperial.La casa en la colina.La noche de la bestia.La Primicia.El Misterio de Crowswood.La Marca de Fuego.Antes de que Amanezca.Además de la serie literaria ha publicado las novelas tituladas:El Ángel Caído.El Despertar de Cthulhu: De la ignorancia a la sabiduría; de la luz a la oscuridad.Testimonio de una vida.Y dos libros de cuentos:Vencedores Vencidos.Cuentos de una noche sin luna.Ha escrito varios géneros literarios, entre los cuales se encuentran misterio, thriller, sobrenatural, fantasía oscura, terror y erótico.

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    Por el Sendero de las Tinieblas - Johnn A. Escobar

    Por el Sendero de las Tinieblas

    Johnn A. Escobar

    Copyright © 2015 Johnn A. Escobar

    Todos los derechos reservados

    Los personajes y eventos descritos en este libro son ficticios. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no es la intención del autor.

    Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o de otro modo, sin el permiso expreso por escrito del editor.

    A la memoria de Juan Antonio Lucero.

    "Nada tan frío ni tan muerto como su corazón."

    Gastón Leroux

    I

    Los primeros pasos

    En el inicio de la humanidad, alejados ya de aquellos seres primigenios que lentamente hubieron de evolucionar, la brutalidad, la desconfianza y el temor eran el único medio para subsistir, siendo capaces de mantener con vida y a salvo a quienes sabían respetar tales instintos con cuidado suficiente.

    Sin embargo, los tres medios para sobrevivir podían convertirse en un océano desencadenado de violencia en todo su esplendor; para obtener el sustento de cada día y a toda costa ver la luz de un nuevo amanecer, libres de ataduras y remordimientos, únicamente hacían lo que su salvaje naturaleza les dictaba.

    Y en esa tierra carente de racionalidad nació un joven, quien al igual que sus padres y hermanos podía caminar de manera bípeda, poseyendo extremidades largas y la pelvis corta y robusta. Su postura era erguida, aunque con la espalda ligeramente encorvada.

    Similares al resto de sus contemporáneos, el epicentro de la vida era nómada y siguiendo con las costumbres, todos ellos se convertían en cazadores tan pronto como llegaban a la edad apropiada. Además eran adiestrados para desconfiar de la oscuridad nocturna, las cavernas y los grandes bosques donde se ocultaban los depredadores más peligrosos.

    El joven aquel, con los cabellos largos cubiertos de polvo y tierra, llevaba el rostro sumamente ennegrecido por la ausencia de limpieza, cubriendo su desnudez con las pieles de animales que fueron alimento, terminó por convertirse en un hábil cazador.

    Fue el último de tres hermanos, pero el más agresivo y salvaje, desarrollando un talento especial por la cacería y un gusto exorbitante por aplicar la violencia en sus tácticas de caza.

    Era tenaz, resistente y fuerte, los músculos en sus extremidades denotaban el trabajo de su empeño, ya que desde la salida del alba hasta la caída del crepúsculo solamente buscaba el rastro de alguna nueva presa, cazando junto a sus hermanos mayores y retornando siempre al sitio donde se asentaba su familia de forma momentánea, embadurnado en la sangre de su éxito y arrastrando consigo el sustento de cada día.

    Con el correr de los años, se fue mostrando como un verdadero guerrero, no solo al momento de la caza sino también en los enfrentamientos físicos siempre que la situación lo requería, poniendo fin a la vida de ocasionales atacantes.

    Una mañana, tan pronto como el alba llegó y por vez primera en su existencia, él decidió marchar en soledad y probarse a sí mismo que era un cazador exitoso; pasó casi toda la madrugada hasta el mediodía rastreando una presa digna, pero en su paso únicamente halló pequeñas aves, sin embargo, lejos de decepcionarse las consideró suficiente por ese día, siendo perfectas para satisfacer el hambre de su familia, regresando con las mismas hacia donde sus padres y hermanos se hallaban.

    Pero al verse cerca de su hogar temporal pudo percibir algo extraño, silencio total y absoluto, dejando caer las aves que cazó se precipitó sobre sus pasos para correr a toda prisa hasta llegar al lugar donde su madre, su padre y sus dos hermanos mayores yacían sin vida; el escenario resultó brutal, sus seres queridos yacían desmembrados, mientras que la sangre embadurnando la tierra, su madre tenía el vientre abierto y las entrañas carcomidas, a su padre le habían arrancado los ojos, la lengua y la nariz. En cuanto a sus hermanos, fueron despellejados y sus cráneos destrozados hasta que no hubo manera de reconocerlos.

    Sorprendido por todo lo que estaba presenciando, terminó cayendo de rodillas, permaneciendo entre los cadáveres de quienes amó, su rostro estaba abatido, en su estómago sintió una pesadez tan grande como nunca antes experimentó, para terminar llegando a sus ojos de forma súbita las lágrimas que se negó a derramar.

    Pues allí mismo, en ese preciso instante había perdido todo el amor, la amistad, el placer, la motivación y en su mente circulaba el fracaso y la frustración. Derrotado por la injusticia, pues todo indicaba que sus hermanos y sus padres fueron atacados furtivamente sin darles la posibilidad de presentar batalla, a la vez que tal deducción lo hizo dueño de una culpa infinita por no haber estado allí presente para luchar.

    Y por primera vez desde que fue consciente de su propia existencia, experimentó la soledad, siendo algo tan potente que caló hondo en su ser dejando nada más que vacío. Fue entonces que en su mente, comparó aquella sensación con el dolor de una herida profunda abierta en su carne.

    El viento comenzaba a soplar, el sol se alejaba lentamente en el horizonte, pero el cazador sin nombre parecía ajeno a todo ello, se había incorporado una vez más permaneciendo inmóvil, luego de forma inesperada caminó entre los cadáveres de su familia, manteniendo la vista fija en los suelos, no por resignación sino que buscaba algo.

    Desde ese instante ya nada alteró su concentración, pues una sola meta dominaba su instinto, dar con los culpables de semejante masacre, poniendo a prueba sus habilidades de rastreo e identificando cada huella dejada, cada rama rota y cada piedra pateada.

    De ese modo emprendió sin descanso la que sería su última cacería, avanzando a toda prisa, sintiendo el sonido palpitante de su corazón resonando en sus oídos debido a la furia y como resultado enseñaba los dientes los cuales apretaba de forma amenazante.

    Las horas habían transitado y la noche pronto lo cubrió todo bajo su manto; en las cercanías de un bosque el cual contaba con unas enormes montañas elevándose en el horizonte lejano, un grupo de siete personas, compuesto por dos mujeres una de ellas embarazada, dos hombres y tres niños, iban marchando. Ellos viajaban persiguiendo el rastro de algunas familias nómadas de número reducido, a quienes asaltaban de manera furtiva para asesinarlos y consumir parte de su carne, luego tomaban todo aquello que sus víctimas tuvieran y les fuera útil, para posteriormente continuar con su trayecto.

    Habiendo adoptado como medio de subsistencia el asesinato en su forma más brutal, ni siquiera temían las consecuencias de sus actos ya que nunca dejaban un solo sobreviviente y por tanto no cubrían sus propias huellas ni mucho menos limpiaban la sangre de sus víctimas que embadurnaba sus cuerpos.

    Tan pronto como los vientos nocturnos se hicieron más fríos, la pequeña tribu de asaltantes hallaron refugio entre unos matorrales, ligeramente separados del bosque. Aplacados por el alimento y agotados debido a la huida, únicamente procuraron mantenerse

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