La Casa en la Colina
Por Johnn A. Escobar
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En las cercanías de un pueblo casi desconocido, llamado Luce di speranza, dentro de Italia, yace una hermosa colina, donde una propiedad se eleva y los misterios aguardan a todo aquel quien en ella se atreva a habitar.
Johnn A. Escobar
Johnn A. Escobar nació en Buenos Aires, Argentina el 5 de Junio del año 1991.Estudio en el Instituto Superior Mariano Moreno y posteriormente en el Instituto Terciario Interval.A partir del año 2015 comienza su carrera como escritor.Autor de la serie literaria compuesta por nueve libros: El Fulgor de las Tinieblas.Los títulos que componen la serie son:Por el sendero de las tinieblas.El Ejército Errante.La Torre Imperial.La casa en la colina.La noche de la bestia.La Primicia.El Misterio de Crowswood.La Marca de Fuego.Antes de que Amanezca.Además de la serie literaria ha publicado las novelas tituladas:El Ángel Caído.El Despertar de Cthulhu: De la ignorancia a la sabiduría; de la luz a la oscuridad.Testimonio de una vida.Y dos libros de cuentos:Vencedores Vencidos.Cuentos de una noche sin luna.Ha escrito varios géneros literarios, entre los cuales se encuentran misterio, thriller, sobrenatural, fantasía oscura, terror y erótico.
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La Casa en la Colina - Johnn A. Escobar
La casa en la colina
Johnn A. Escobar
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Los personajes y eventos descritos en este libro son ficticios. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no es la intención del autor.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o de otro modo, sin el permiso expreso por escrito del editor.
A la memoria de Edgar Allan Poe.
Y los viajeros, desde el valle, por las ventanas ahora rojas, ven vastas formas que se mueven en fantasmales discordancias, mientras, cual espectral torrente, por la pálida puerta sale una horrenda multitud que ríe… pues la sonrisa ha muerto.
Edgar Allan Poe
I
2017
Luego de una larga y pesada búsqueda, Marcelo Acevedo, con veintinueve años de edad, finalmente había encontrado la casa con el precio idóneo para así mudarse junto a su familia, compuesta por su esposa Julieta Martínez de veintisiete años, y sus dos hijos gemelos, Fernando e Isabel, de apenas tres años de edad; la propiedad estaba situada en una colina al norte de Italia, en las cercanías de un pueblo casi desconocido, llamado Luce di speranza.
Verdaderamente se hallaban muy ilusionados, no les importó alejarse de la ciudad, y les agradaba la idea de llevar una vida productiva. Allí podrían tener una pequeña granja, crear una huerta y lo más importante, ya no serían molestados por los ruidos de los automóviles durante la madrugada, pues luego de casarse vivieron en un pequeño departamento cerca del centro donde Acevedo trabajaba en una tienda de electrodomésticos.
Al llegar a la residencia, tanto Marcelo como Julieta quedaron perdidamente enamorados por lo que sus ojos veían; la casa en sí era amplia, hecha enteramente de ladrillos, pintada de blanco, con una puerta de madera gruesa, una ventana pequeña junto a la misma, techo de tejas blanquecinas desde el cual era visible una chimenea, en resumen era comparable, al menos en estilo, a una cabaña.
A un lado de la casa había un árbol seco, y el pasto creciente en torno a la misma resultaba bastante alto, aunque no lo suficiente como para entorpecer el paso. Por dentro, era mucho más espaciosa de lo que parecía desde fuera, contando con tres habitaciones en la planta alta, un baño, recibidor, cocina y despensa.
En su mente, tanto Marcelo como Julieta, se vieron a sí mismos, en la próxima llegada de la primavera, con la casa refaccionada a su gusto, sentados en la entrada del pórtico disfrutando de las cálidas brisas, por ello terminaron acordando hacer realidad su sueño en común.
La propiedad había sido edificada por una compañía de bienes raíces a comienzos del año 1991, siendo alquilada a una pareja joven, quienes habitaron allí durante una breve temporada, posteriormente pasó deshabitada durante varios años hasta que, debido a la lejanía de las principales ciudades, ya no era un buen negocio mantenerla en alquiler, poniéndola en venta, para la bueno suerte de Acevedo, ya que la casa no estaba recibiendo mantenimiento lo que terminó bajando, aún más, el precio estando al alcance de sus ahorros y permitiendo conservar un poco de dinero para sustentar a su familia en tanto conseguía un nuevo empleo cerca de la residencia.
Una vez terminaron de instalarse, y mientras realizaban un poco de limpieza, Marcelo se topó con unos papeles escritos de forma errática, aunque trató de leerlos le resultaron incomprensibles, pese a ello no los desechó, decidiendo guardarlos e intentar nuevamente más tarde cuando estuviera descansado.
Habiéndose percatado de la ausencia de algunos alimentos y productos de limpieza, que no trajeron con ellos, Marcelo avisó a su esposa y junto a sus hijos, condujeron hasta la tienda más próxima, misma que estaba bastante alejada, situada sobre la carretera, atendida por un anciano de, al parecer, ochenta años de edad, dueño de una amabilidad y gentileza pocas veces vistas, quien los recibió con mucha alegría.
—Buenas tardes, siempre es un placer conocer a nuevos clientes, ¿se encuentran de paso? —preguntó el anciano.
—No —respondió Marcelo— a decir verdad, nos verá seguido por aquí, pues somos los dueños de la casa en la colina.
—Es bueno saberlo, mi nombre es Alessandro Fiore, un jubilado que desde el año 2009 abrió esta tienda. Aquí vivo, y es agradable, no suelo tener muchos clientes, pero funciona.
Continuaron charlando un poco más, mientras terminaban de adquirir lo necesario, Alessandro los ayudó a cargar todo en el vehículo, fue cuando el matrimonio tomó la decisión de invitarlo a cenar, y alegaron que podría llevar consigo a su familia.
—Estaré encantado de asistir, solamente seré yo, pues soy viudo desde hace veinte años y mis hijos viven lejos, aunque a diario hablamos por teléfono. En fin, estoy divagando, iré con gusto.
Más tarde, cerca de las seis y media, Fiore llegó en una motocicleta, cenaron juntos y disfrutaron de su mutua compañía; cuando Julieta fue a acostar a los niños, pues eran cerca de las ocho de la noche, allí solos, Marcelo se mostró sumamente pensativo.
—¿Sucede algo? —preguntó Alessandro.
—Seré sincero, usted parece ser un buen hombre y tiene que saber algo al respecto, sobre, ¿qué fue de la pareja que habitó aquí? Es que soy un poco supersticioso.
—Bueno, como mencioné, llegué aquí en el año 2009, pero he oído cosas, algunos viajeros evitaban esta zona, decían que estaba maldita, no la casa, la colina para ser específico; viejas historias de gritos atroces, susurros que incitan un hipnotismo capaz de llevar a las personas hacia la locura, supuestas familias que construyeron sus viviendas en algún sector de la colina, y de forma abrupta terminaron por desaparecer misteriosamente, sin dejar rastros. Quizás lo que alentó tanto las mentes imaginativas, fueron las últimas personas que habitaron la propiedad, según pude saber, se trataba de una pareja joven y sin hijos, durante la década de los noventa, ellos se marcharon sin advertir nada, tal vez tratando de evadir el contrato de alquiler —riendo para atenuar los ánimos.
—Sí, es gracioso, pero tengo curiosidad, ¿qué sigue?
—Algunos con los que tuve oportunidad de hablar, mencionaron, que la pareja jamás abandonó la