Gerardo de la Torre y José Agustín “Un día de otoño de dos muchachos locos”
El 17 de noviembre de 2019 mi papá, Gerardo de la Torre, visitó en Cuautla a José Agustín. No había estado ahí en alrededor de 40 años y llevaba más de 10 sin ver a mi tío. José Agustín estaba de pie en la sala cuando mi padre entró a la casa con la prisa de verlo. Ambos se contemplaron unos instantes. Pepe, ¿me reconoces?, preguntó De la Torre. ¡Gerardo, cómo no! Ambos se abrazaron: mi papá lo estrechó con cuidado, como si no quisiera oprimir demasiado a ese hombre que consideraba su hermano, y mi tío hizo lo propio con la infinita ternura de todos los Ramírez.
Fue la última vez que estuvieron juntos esos muchachos locos. Era otoño y en Cuautla el aire estaba un poco más frío que de costumbre.
Una mesa de plástico con botanas, vasos y una botella de vino fue colocada en el amplio jardín que mi tía Margarita Bermúdez cuida amorosamente: allá la flor del paraíso, acá el ardiente tabachín, atrás la gigantesca araucaria que sembró mi abuelo Augusto, un rosal en el centro. Alrededor de mi padre y mi tío nos sentamos Alexandra Martínez Medina y Miguel Ángel Navarrete, amigos entrañables de mi papá que lo llevaron a la cita; mi primo Agustín Ramírez y su novia, Karen Lizama; Margarita y yo.
Mi padre tomó de inmediato las riendas de la conversación, y mientras abría la botella y servía el vino, nos condujo paulatinamente a los recuerdos compartidos por él y por mi tío: la infancia y adolescencia en la Narvarte, los enfrentamientos con pandillas en los años 50, la creación del periódico y el grupito de letras del barrio, la influencia en ellos de James Dean en y de la película , el extraordinario talento como lanzador de la liga infantil de beisbol que
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