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La Torre Imperial
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Libro electrónico87 páginas1 hora

La Torre Imperial

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En la tierra de Platéchoblit, todos los habitantes llevaban una vida tranquila dentro de su normalidad. Hasta que arribó la fuerza más potente que cualquiera pudiera imaginar, trayendo consigo una horda demoníaca guiada por un ser cuyo rostro siempre permanece oculto, arrebatando su libertad y la de todo el planeta.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 may 2018
ISBN9780463429587
La Torre Imperial
Autor

Johnn A. Escobar

Johnn A. Escobar nació en Buenos Aires, Argentina el 5 de Junio del año 1991.Estudio en el Instituto Superior Mariano Moreno y posteriormente en el Instituto Terciario Interval.A partir del año 2015 comienza su carrera como escritor.Autor de la serie literaria compuesta por nueve libros: El Fulgor de las Tinieblas.Los títulos que componen la serie son:Por el sendero de las tinieblas.El Ejército Errante.La Torre Imperial.La casa en la colina.La noche de la bestia.La Primicia.El Misterio de Crowswood.La Marca de Fuego.Antes de que Amanezca.Además de la serie literaria ha publicado las novelas tituladas:El Ángel Caído.El Despertar de Cthulhu: De la ignorancia a la sabiduría; de la luz a la oscuridad.Testimonio de una vida.Y dos libros de cuentos:Vencedores Vencidos.Cuentos de una noche sin luna.Ha escrito varios géneros literarios, entre los cuales se encuentran misterio, thriller, sobrenatural, fantasía oscura, terror y erótico.

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    La Torre Imperial - Johnn A. Escobar

    La Torre Imperial

    Johnn A. Escobar

    Copyright © 2015 Johnn A. Escobar

    Todos los derechos reservados

    Los personajes y eventos descritos en este libro son ficticios. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no es la intención del autor.

    Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o de otro modo, sin el permiso expreso por escrito del editor.

    Para quien tome un momento de su día y lea este libro, a ti mi estimado lector.

    Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan.

    Stephen King

    I

    La tierra de Platéchoblit

    Platéchoblit es un planeta donde solamente existe un megacontinente, siendo una masa de tierra dotada con una formación circular.

    Allí, los desiertos son inmensos, los bosques rebosan de verdes árboles resistentes a los terribles cambios en el clima. Durante los días, el sol, dueño de una tonalidad tenuemente violácea, emerge por el oeste y se oculta por el este.

    Durante la mitad del año, que tiene trescientos sesenta y ocho días, el calor se torna agobiante golpeando la tierra, pero siendo tolerable especialmente para quienes habitan en las zonas boscosas, mientras que en la segunda mitad del año, el frío invernal gobierna, arrasando con todo tipo de flora que fuera demasiado débil, así como con la fauna que no posea de un refugio apropiadamente preparado para resistir durante esa estación tan gélida.

    En torno al continente, un enorme océano de agua negra se cierne, allí bajo sus aguas, nadan peces enormes, algunos de los mismos están dotados con la facultad de adaptar sus aletas en extremidades durante el invierno, para emerger a la superficie y habitar en tierra firme, siendo los más codiciados por ser un alimento sumamente simple de atrapar. Dado que durante la estación fría, los océanos quedan casi por completo congelados, las rutas terrestres se vuelven esenciales para la caza.

    Pero no solamente habitan animales sino también, una raza de seres humanos, con la piel ligeramente gruesa para resistir los cambios climáticos, variando en la pigmentación cutánea dependiendo del sector del continente donde habitan, en lo correspondiente a sus ojos, son dueños de unos iris fuertemente coloridos, algunos rojos, otros azules, verdes, entre muchos más, mientras que el resto de su contextura física es diversa en altura y peso, así como también por el color de sus cabellos.

    Originalmente fueron bestias, pero evolucionaron lentamente, desarrollando medios para subsistir, como prendas para vestir y protegerse del clima, herramientas, utensilios, así como una lengua primigenia que derivó en múltiples dialectos.

    Ya al llegar a la edad de Aesgoud, en el año 450.000, su sociedad estaba completamente desarrollada, siendo entonces cuando conocieron la ambición; edificando sus primeras ciudades en piedras aguamarinas, iniciando enfrentamientos bélicos para dominar a otros pueblos, arrasando con todo aquel que se interpusiera en su camino, creando las bases fundamentales para la construcción de diversos reinos.

    Así transcurrió todo durante tres mil años, hasta que un día, los seres humanos que allí habitan, oyeron rumores de criaturas deformes quienes surgían de las arenas arrastrando a sus víctimas a una muerte horrorosa y seres que llegaban desde vastas e inentendibles fuerzas, para descuartizar a todo el que hallaran a su paso, sin importar si se trataban de adultos o niños, guerreros o simples campesinos.

    Semejantes mitos llegaban desde las zonas costeras donde estaban asentados pequeños poblados, que por carecer de forma apropiada para protegerse de invasores, solían recurrir a la invención de relatos maravillosos y rebosantes en exageraciones, con la finalidad de mantener alejados a las posibles amenazas, que simbolizaban los reinos situados hacia las zonas más céntricas del megacontinente, donde las ciudades eran verdaderas construcciones amuralladas, provistas con vastos ejércitos listos para atacar pues eran entrenados como soldados desde muy temprana edad.

    Fue así que los reyes de las urbes más poderosas desestimaron tales creencias. Especialmente la ciudad más grande de todas, llamada HeilÜkainkrena, la cual se situaba en una región de humedales pantanosos, y estaba rodeada por cuatro canales de agua cristalina que, pese a las sequías que de tanto en tanto asolaban la tierra de Platéchoblit, jamás se secaban y durante el invierno no eran congelados, allí abundaban los peces de tamaños que oscilaban entre los tres y los cuatro metros de largo, que eran la principal fuente de alimentos de los ciudadanos.

    En lo que respecta a HeilÜkainkrena, consistía en una zona amurallada de forma oval que llegaba a los 9,9 km², albergando en sus interiores a cien mil habitantes, las casas estaban construidas en piedras negras unidas con un cemento a base de roca azul y arena, que resultaba sumamente resistente contra el clima y un refugio más que apropiado para los ciudadanos.

    Por su parte, el culto principal en todo el megacontinente, estaba dirigido al dios Eguzwart, cuyo mayor templo se hallaba en la ciudad HeilÜkainkrena, el mismo contaba con ciento veinte metros de largo por sesenta de ancho, construido enteramente en roca azul marina y dentro las antorchas siempre estaban encendidas, utilizando unos vidrios especiales con los cuales la iluminación se volvía verdosa, pues se decía que ese era el color del dios Eguzwart. Existiendo una leyenda mítica en torno a la deidad, la cual dictaba que, cuando los primeros humanos lograron comprender suficiente para interactuar entre sí acerca de la vida misma, una niebla verdosa llegó hacia ellos, de la cual una voz les habló, despejando todo temor e infundiendo paz y tranquilidad a sus mentes, presentándose como el guardián y creador de la vida en la tierra, cuya presencia debería ser reconocida bajo el nombre del dios Eguzwart, quien les enseñó la capacidad de construir, de sanar y labrar la tierra. Esa, según la leyenda, fue la única ocasión en la cual el dios se hubo de manifestar ante los humanos, sin embargo continuaría dirigiendo sus pasos mediante sueños y visiones, que llegaban a través de algunos elegidos a lo largo de los milenios.

    Al momento de extenderse los rumores de criaturas deformes que atacaban a los pueblos, el Rey dominante era Jakanbid, quien tenía cuarenta y cinco años de edad, cuya dinastía se mantuvo indemne desde la fundación de la ciudad y de cuyo linaje descendían los llamados iluminados, quienes tuvieron la gracia de presenciar al dios Eguzwart. Pese a su procedencia, el monarca a diferencia de sus predecesores, velaba por el bienestar de sus súbditos, sin importar el estatus social de los mismos.

    Siendo debido a ello que, precavido como era, decidió ordenar a sus ejércitos montar guardias y jamás dejar sin cuidado las murallas, pues pese a no creer en tales cuentos, no descartó la idea de que podría tratarse de una trampa por parte de pueblos invasores.

    Al cabo de unos días, nuevas historias llegaron, hablando

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