Sin duda, la leyenda más conocida en Extremadura acerca de enormes saurios es la del lagarto de Calzadilla. Cuenta la tradición que hace unos trescientos o cuatrocientos años apareció en la zona un lagarto tan enorme y voraz que no solo diezmaba los rebaños, sino que se zampaba a cualquier pastor que se despistase o que osase plantarle cara. Los calzadillanos andaban, cómo no, asustados y temerosos, pero obligados por sus trabajos a seguir saliendo al campo. Un buen día, uno de ellos, de nombre Colás, se encontró cara a cara con el temible monstruo, quien abriendo sus enormes fauces despedazó a sus perros y se dirigió hacia el pobre pastor, que solo tenía para defenderse su cayada y un trozo de pan.
ANIMAL DESCONOCIDO
Pero Colás también llevaba otra cosa que aquel día le salvó la vida: su fe en el Cristo del pueblo. Así que, encomendándose al Cristo de la Agonía con toda su fuerza, contempló anonadado cómo milagrosamente su cayada de pastor se convertía en trabuco o ballesta, y su pan en munición bala o flecha, con las que, de un certero disparo, acabó con la mala bestia. Cuentan que una vez muerto el enorme lagarto, el arma se rompió sola, mientras Colás escuchaba una voz sobrenatural que surgía de la nada mientras decía: «¡Rota quedarás para que a nadie mates más!». El agradecido Colás decidió ofrecer como presente al Cristo de la Agonía la dura piel del monstruo, de la que aún pueden verse algunos retazos carcomidos por los años en la ermita del Cristo.
Otra versión menos milagrera cuenta que un mal año los pastores comenzaron a encontrarse algunas ovejas destrozadas dentro de los mismos rediles, hallazgo que conmocionó a todo el lugar, ya que la suerte de las ovejas era la suerte de los mismos lugareños. Se reforzaron las vigilancias hasta que pudo descubrirse al causante de los hechos: un extraño animal que en la madrugada penetraba en los apriscos y mataba a las mejores ovejas. Era una especie de gigantesco lagarto que se acercaba a los desprevenidos