Según se explica en la mitología nórdica, el mundo se estructura en torno a dos ejes, uno dispuesto en horizontal y el otro en vertical. En el plano horizontal se posicionan los dioses o aesir, que, en su morada de Asgard, ocupan el centro. Fuera de este núcleo se encuentra Midgard, la tierra de los hombres, mientras que en el área más exterior de la creación se posiciona Utgard, el área dominada por los jötnar o gigantes, raza mítica antagonista de los dioses. Yggdrasil, el árbol cósmico que une el inframundo con los cielos, domina el eje vertical de la creación. En sus ramas, su tronco y sus raíces alberga los nueve mundos en los que viven los dioses, los gigantes, los elfos y las demás razas existentes. Es en este mundo en el que acechan los monstruos y las criaturas sobrenaturales.
Las criaturas monstruosas lo son en cuanto se convierten en seres liminales, posicionados entre lo humano y la otredad y de aspecto híbrido, es decir, con ciertos rasgos humanos
Los monstruos de la mitología nórdica pertenecen a la esfera de lo salvaje y lo incontrolable. Como sucede con todo aquello que se resiste a ser gobernado, también ellos ponen en peligro la estabilidad de los grupos humanos o incluso del universo en su totalidad. Bosques, mares, montañas y turberas son los espacios fuera de la sociedad organizada en los que los seres humanos pueden darse de bruces con lo monstruoso.
EL HOGAR DE LA NIEBLA
Los textos medievales de la tradición escandinava ofrecen dos grandes tipologías de monstruos. Por un lado, encontramos criaturas que descienden de los dioses o que actúan dentro del tiempo y el espacio del orden cósmico. Son las grandes serpientes y las bestias lobunas que aprontan el colapso y la destrucción de un ciclo de la existencia, pero que también permiten el inicio de un nuevo mundo regenerado.
Por otro lado, en el mundo nórdico lo monstruoso se manifiesta, sobre todo, dentro de las familias y las poblaciones. Como demuestran los , los poemas y las sagas islandesas, los monstruos también son fruto de la transformación de lo humano, de la degradación de sus virtudes o de la alianza con la magia destructiva. Las criaturas monstruosas lo son en cuanto se convierten en seres liminales, posicionados entre lo humano y la otredad. Se convierten así en híbridos que, incluso conservando ciertos rasgos humanos, muestran otros claramente vinculados con lo salvaje, lo mágico o lo sobrenatural. A los individuos que asumen formas animalescas, que atraviesan o rompen los límites y fronteras entre cate- gorías, que dejan su naturaleza humana y gregaria a un lado para abrazar la violencia, la oscuridad o la destrucción se les denomina de manera genérica trols, y su monstruosidad deriva de esa capacidad propia de poner en peligro la estabilidad de la comunidad, haciendo que se tambaleen los cimientos de un orden reconocido.