Cuentos de una noche sin luna
Por Johnn A. Escobar
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Un libro de relatos sobrenaturales, escalofriantes y drama. La belleza de una alejada laguna y el secreto que alberga en sí. Una fiesta clandestina la cual tiene posibilidades enormes y aterradoras a la hora de conocer a alguien. La caminata nocturna de una joven la lleva por calles abandonadas y la extraña sensación de estar siendo perseguida.
Cuentos de una noche sin luna se encarga de transportar a mundos de terror en sus múltiples variantes y también experiencias de características sobrenaturales, que en ocasiones nos pueden encontrar.
Johnn A. Escobar
Johnn A. Escobar nació en Buenos Aires, Argentina el 5 de Junio del año 1991.Estudio en el Instituto Superior Mariano Moreno y posteriormente en el Instituto Terciario Interval.A partir del año 2015 comienza su carrera como escritor.Autor de la serie literaria compuesta por nueve libros: El Fulgor de las Tinieblas.Los títulos que componen la serie son:Por el sendero de las tinieblas.El Ejército Errante.La Torre Imperial.La casa en la colina.La noche de la bestia.La Primicia.El Misterio de Crowswood.La Marca de Fuego.Antes de que Amanezca.Además de la serie literaria ha publicado las novelas tituladas:El Ángel Caído.El Despertar de Cthulhu: De la ignorancia a la sabiduría; de la luz a la oscuridad.Testimonio de una vida.Y dos libros de cuentos:Vencedores Vencidos.Cuentos de una noche sin luna.Ha escrito varios géneros literarios, entre los cuales se encuentran misterio, thriller, sobrenatural, fantasía oscura, terror y erótico.
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Cuentos de una noche sin luna
Johnn A. Escobar
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Los personajes y eventos descritos en este libro son ficticios. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no es la intención del autor.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o de otro modo, sin el permiso expreso por escrito del editor.
A mi madre por su apoyo incondicional y su cariño.
"Se encuentra frente al gran misterio... Al que hace temblar a la humanidad desde su origen: ¡lo desconocido!"
Gastón Leroux
Reflejos del sol
Dentro de un hermoso valle se situaba una laguna de aguas tan cristalinas que en ella se reflejaban los rayos del sol y a sus alrededores crecían las flores más bellas del mundo.
Allí volaban múltiples mariposas de diversos colores, así como también pájaros que cruzaban por un inmenso arcoiris que se hallaba presente siempre pese a que cada día el sol iluminaba en lo alto.
El rumbo para arribar a ese perfecto y paradisíaco lugar era cruzando unas montañas, pero luego había que caminar sobre un puente colgante hecho con cuerdas.
Las noches eran perfectas y el frío no existía dentro de aquel sitio, el calor excesivo tampoco, dominando un ambiente de primavera eterna.
Y cada vez que amanecía, allí podía ser visto un niño de apenas cuatro años de edad, con los cabellos tan rubios que parecían rayos del mismo sol, ojos azules cual agua pura y la piel blanca pero tenuemente dotada de un rubor rosado, vestido con unas prendas blanquecinas y pulcras.
Él siempre estaba feliz y corría por aquellos vastos terrenos, jugando a atrapar a las mariposas que inmediatamente liberaba; en ocasiones se quedaba quieto y los pájaros se posaban en sus hombros y brazos para luego volar.
Algunas veces él llegaba hasta el puente y permanecía sentado al borde sin temor alguno, era entonces cuando desde los reflejos del sol llegaban hadas e inmediatamente por el arcoiris aparecían gnomos quienes con su magia creaban luces preciosas para alegrar aún más al niño.
Aquel pequeño, en ese lugar alejado del mundo, desconocía en absoluto la tristeza, el frío o el dolor.
En ciertas circunstancias cuando jugaba y tropezaba, las hadas lo sujetaban con cuidado haciendo que eso incremente la felicidad del infante.
Un día, movido por la curiosidad, aquel niño cruzó el puente y llegó a un parque donde otros niños jugaban, él intentó unirse a ellos pero tan pronto como lo vieron se burlaron de él y lo empujaron hasta hacerlo caer de bruces al suelo, sin embargo el pequeño no lloró pues, en su pureza, creía que era parte del juego.
Fue en ese momento cuando un anciano delgado apareció, con los cabellos blancos y cortos, con la mirada dura provista de unos ojos negros y éste último logró hacer que los niños le tuvieran temor con solamente observarlos, quienes huyeron de allí.
El anciano tomó de la mano al niño de cabellos rubios y lo ayudó a ponerse en pie.
—¡No deberías estar aquí, debes regresar a la laguna!
—¿Pero por qué? —preguntó asombrado el pequeño.
—Porque aquí solamente existe maldad y tu pureza es algo tan único que los hace sentirse incómodos despertando su ira. Sígueme pues he de llevarte nuevamente con las hadas y los gnomos.
Ellos caminaron juntos y todo a su alrededor fue cambiando de forma progresiva, hasta arribar a la laguna donde los seres mágicos llegaron a abrazarlo colmando su pequeña figura de alegría. El anciano permaneció allí y tomó asiento sobre una gran roca cuando una vez más habló.
—¿Cómo te llamas niño?
—Ángel —respondió el pequeño sin dejar de jugar con sus amigos.
—Hermoso nombre, pues eso es lo que eres, un ángel.
El atardecer llegó y el pequeño Ángel por alguna extraña razón, se alejó de sus amigos para mirar al anciano y decirle.
—¡Me tengo que ir!
—¡Házlo, es tiempo! —dijo el anciano.
Así el niño nuevamente encaminó sus pasos en dirección al puente, cruzando por el mismo, mientras a sus espaldas quedó el anciano cuyos ojos reflejaban cierta pena.
Ángel caminaba tranquilamente y sin temor alguno, hasta que al sentirse atraído por una casa cuyas ventanas carecían de cortinas, él hubo de asomarse y pudo ver en su interior a una joven pareja abrazándose el uno al otro y llorando desconsolados.
Respondiendo a un impulso, Ángel se dirigió a la puerta y al posar su infantil mano en la misma pudo notar que se hallaba abierta, penetrando y recorriendo cada rincón de aquel hogar. Pronto el agotamiento lo doblegó y tras ver una habitación enorme se recostó en la cama quedando profundamente dormido.
Tan pronto como despertó, el pequeño niño oyó el sollozo de la mujer y abandonó la habitación para ir donde ella estaba.
«¿Por qué llora si lo tiene todo?», se preguntó en su mente el pequeño.
Luego él partió de la casa aquella regresando a la laguna donde el anciano aún estaba sentado.
El niño narró todo lo que pudo ver y realizó una pregunta al anciano.
—¿Por qué lloraba esa señora?
—La gente llora cuando pierde algo muy querido, pues una parte importante de ellos se aleja.
—Pero si buscan pueden hallarlo de nuevo.
—Hay cosas que no pueden ser halladas, solamente queda su recuerdo. Y en ocasiones esa presencia permanece en un sitio perfecto, donde ha de aguardar por el llamado a un lugar mucho más hermoso.
Lejos de allí, tomados del brazo, el matrimonio se encontraba de pie frente a una tumba que pertenecía a su único hijo quien había perdido la vida.
La tragedia había ocurrido cuando decidieron acudir a una fiesta situada en las cercanías de una laguna, para beber y pasar tiempo con sus amigos, sumidos en las trivialidades perdieron de vista a su pequeño quien terminó ahogado en la laguna.
Esa noche al volver del cementerio, el matrimonio cruzó su camino con aquel anciano de ojos negros quien les dijo.
—El dolor es algo impensado cuando se pierde un hijo, ¡marchen a la laguna y respiren con claridad!
Al