De bien nacido
Hace años tuve afasia temporal. Me di un golpe en la cabeza y, al despertar, no podía comunicarme. Cuando la enfermera me preguntó de dónde era, vi Pamplona, los sanferminesde Delphine de Vigan, ir perdiendo las palabras. La anciana vive sola hasta que la afasia y los vértigos la obligan a irse a una residencia. Una exvecina y el logopeda del centro la ayudarán, porque antes de que se le borren todas las palabras, quiere dar las gracias a una familia que la protegió durante la ocupación nazi. Es una novela contenida, que se lee rápido, pero nada de eso le resta fuerza, ternura e intensidad. «Cuando los veo por primera vez, siempre busco la misma imagen: la imagen de antes. Tras sus miradas borrosas, sus gestos inseguros, sus cuerpos encorvados o doblados por la mitad, busco al muchacho o la muchacha que fueron como quien pretende descubrir el esbozo original de un dibujo repasado torpemente con rotulador. Los observo y me digo: ella también él también amó, gritó, gozó, nadó y corrió hasta perder el aliento, subió las escaleras de cuatro en cuatro, bailó toda la noche. [...]. Voy en busca de la imagen e intento resucitarla, no puedo evitarlo». No es lo mismo decir: «Pásame la sal. Gracias». «Gracias por ese piropo». «Gracias por colarte». O «gracias porque te debo la vida». Pero, a pesar de usar la palabra de mil maneras y de su sencillez, no ha perdido ni un poco de su fuerza.
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