Lugares de leyenda
Las penalidades de este plano incendiaron, desde la noche de los tiempos, la imaginación de pobres y ricos, que fabularon con la utopía de otro mundo, de un paraíso terrenal mítico por su abundancia imposible y por su felicidad sin fin. Podía ser una recompensa espiritual, esa gloria a la que llegaba el alma tras el sufrimiento terrenal, pero en muchas ocasiones era tan real como para tener coordenadas geográficas concretas. Y es que el humano proyectó ese ideal, esa entelequia impracticable en la realidad, hacia tierras remotas e inalcanzables. En un tiempo fueron las islas Afortunadas como la Atlántida, las Canarias o Tule; en otros momentos, ricos reinos como el de Saba o el de Preste Juan; también se buscaron ciudades perdidas construidas en oro o sitios subterráneos inexpugnables que recorrían las entrañas de la Tierra. El hombre necesitaba creer y aún lo requiere; si no, ¿cómo se explica que mitos como el de la Atlántida sigan buscándose en pleno siglo XXI utilizando moderna y costosa tecnología?
La eterna Atlántida
El único texto en que se describe de forma detallada la mítica isla de la Atlántida es , escrito por Platón hacia 360 a.C. En este diálogo, continuación de , el filósofo narra la hipotética guerra que mantuvieron Atenas y la Atlántida. Hipotética, porque ningún texto histórico nos habla de ella, tal y como señala Angela Hobbs, profesora de Filosofía en la Universidad de Warwick: “Todo lo que y escritas por Platón. No hay ninguna otra fuente antigua. Eso es todo”.
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