Pocos son ya los que dudan de que el histórico condado de Somerset, al suroeste de Inglaterra, es quizás uno de los territorios más mágicos y misteriosos de todo Reino Unido. Una tierra de sueños y encantamientos, donde las gestas pasadas cobran vida y se convierten en leyendas que se niegan a caer en el olvido. A apenas 120 kilómetros de Taunton, su capital, se yergue la antigua localidad de Aquae Sulis, hoy conocida como Bath, el corazón de donde brotaron muchos de los cuentos de hadas que todavía se siguen narrando a lo ancho y largo de la nación.
Debido a los manantiales termales que brotaban del subsuelo –los únicos en toda la isla– los celtas britanos decidieron levantar aquí un santuario en honor a la diosa Sulis. Al igual que Stonehenge, el enclave pronto se convirtió en un punto de peregrinación al que comenzaron a arribar personas desde todos los rincones de Europa con la esperanza de sanar sus dolencias, sobre todo las relacionadas con la piel.
Prospecciones arqueológicas recientes han sacado a la luz numerosas ofrendas votivas, miles de tablillas de maldición, así como exvotos dirigidos a la diosa Sulis para que se mostrase favorable a las súplicas de sus devotos.
Los celtas britanos consideraron que Sulis poseía los tres aspectos de la diosa madre Eiocha (joven inocente, madre, y anciana). Para la cosmogonía celta, el agua era el elemento asociado por antonomasia a la feminidad sagrada. El mito britano de la creación aseguraba que, al principio, solo había tierra y agua. Pero, al chocar las olas contra los acantilados, se produjo espuma de mar, de la cual nació la potrilla Eiocha, que se alimentaba de