El conocimiento amplio del mundo que hemos alcanzado nos dice que muchos de esos críptidos son muy improbables, pero descalificar su existencia mediante el recurso a la ecología o la zoología no responde a la pregunta más profunda: ¿por qué se ven monstruos? Y también: ¿cómo se han generado las leyendas sobre criaturas como el monstruo del lago Ness, el yeti o el chupacabras?
Lo que propongo en mi libro “Así creamos monstruos” (Luciérnaga, 2023) es centrar la mirada sobre la criatura criptozoológica como objeto cultural, intentando comprender las condiciones en las que se han dado los relatos de observaciones, saber de dónde han surgido las interpretaciones sobre esos monstruos y cómo se han generado las leyendas sobre los críptidos.
Para una mejor comprensión de su naturaleza y origen los he dividido en tres categorías: monstruos acuáticos, monstruos homínidos y monstruos fantasmales. En cada una encontramos una serie de constantes sobre cómo se racionalizaron mitos y leyendas indígenas desde una nueva visión científica del mundo y cómo, en el cruce entre las culturas tradicionales y los modernos medios de comunicación, se naturalizaron esos mitos en criaturas físicas capaces de formar parte de la taxonomía zoológica.
HISTORIAS DE MONSTRUOS MARINOS
En algunos relatos medievales de navegantes se encuentran los precedentes del kraken y de la gran serpiente marina. Por ejemplo, en “Navigatio Santi Brandani”, texto de alrededor del siglo X, cuenta el viaje del monje irlandés durante siete años por numerosas islas en busca del Jardín del Edén. El santo visita diversas islas, y hay una que aparece y desaparece. Brandán desembarca con su tripulación en ella, celebra una misa de Pascua y, tras encender una hoguera para asar un cordero, la isla se