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Dieciocho veranos
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Libro electrónico112 páginas1 hora

Dieciocho veranos

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Una casa atípica, poco acogedora y nada familiar pero rodeada de mar y naturaleza salvaje es la protagonista de esta novela cuya narradora se da cuenta, mientras la escribe muchos años después, hasta qué punto influyó en su proceso ante la vida.
"He sido consciente de la importancia de pasar esos primeros años en La Casa Forestal y no en otro lugar, de la libertad que teníamos en un mundo en el que no existían los turistas, lejos de la vida represiva de Barcelona y los lugares de veraneo bien".
"Leerla es entrar en aquella casa que se mantiene intacta en su memoria y ver pasar el tiempo como le pasó a la autora. Es relacionarte con personajes entrañables y absolutamente literarios e interesantes. Porque así ve Ino el mundo: como un lugar que, para que brille, merece ser contado". (Lolita Bosch)
A través de dieciocho veranos, la protagonista rescata la historia de una época, un lugar, una familia y una casa.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 feb 2022
ISBN9788418855900
Dieciocho veranos
Autor

Ino Coll

Nacida en Barcelona, durante 25 años se dedicó al periodismo, fue directora de revistas de arquitectura y diseño, corresponsal del periódico La Estrella Digital y colaboró en otros medios como la Vanguardia, entre otros. En 2010 abandona su ciudad natal para dedicarse a escribir relatos cortos. En la actualidad vive en el Empordà. Dieciocho veranos es su primera novela.

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    Dieciocho veranos - Ino Coll

    Dieciocho veranos

    INO COLL

    Dieciocho veranos

    INO COLL

    Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © INO COLL, 2021

    Diseño de la cubierta: Xavier Krauel y Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2021

    ISBN: 9788418855498

    ISBN eBook: 9788418855900

    A mi padre, porque sin su bendito mundo forestal nada de esto hubiera sido posible.

    A mi madre, por la ilusión que le ponía a los veranos en esta casa.

    Y a los dos por enseñarme una pauta de vida.

    Prólogo

    Compartimos infancia, con años de diferencia pero Ino y yo compartimos infancia. Y compartimos también otras cosas. Entre varias, nuestra pasión literaria. Aunque hay algo que tiene Ino Coll que yo siempre he querido tener: una capacidad de capturar la atención, hilar historias y atrapar a la lectora en ellas, envidiable. Es lo que sucede en este libro sobre la majestuosa casa de Empúries donde pasó los mejores momentos de su infancia. Leerla, es entrar en aquella casa que se mantiene intacta en su memoria y ver pasar el tiempo como le pasó a ella. Es relacionarte con personajes entrañables y absolutamente literarios e interesantes. Porque así ve Ino el mundo: como un lugar que, para que brille, merece ser contado. Sus relatos lo hacen más ameno, más divertido, más vivo. Aquí la autora recupera aquel lugar en el que fue feliz con su familia, los regresa a todos y a todas a este mundo y los guarda. Y como si fuera un circo, una atracción o una de aquellas máquinas autómatas que se tragaban una moneda pero siempre hacían que pasara algo, este libro revive cada vez que se abre. De hecho, lo he visto nacer y crecer. Sé de la pasión genuina de Ino por La Forestal, sé de su amor por Empúries y por su familia, y sé, porque hace muchos años que la veo escribir, de su pasión por las historias. No sólo por la escritura, sino por las historias. Con ellas nos cautiva. Su poder para hacer de cada anécdota un mundo y de cada lugar un espacio que nos resguarda, es infalible. Ino Coll sabe narrar. Siempre ha sabido. Y yo siempre se lo he envidiado.

    Lolita Bosch

    Escritora

    Albons 7 de Diciembre de 2021

    La vida no es la que uno vivió,

    Sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla

    Gabriel García Márquez

    La ignoré durante muchos años. Pasaba por delante en mi camino a la playa como quien vaga a lo largo de una pared o de una verja. Estaba, pero simplemente no la miraba.

    A todos les intrigaba esa especie de Museo en el que se había convertido. Qué fue, quién la hizo, con qué finalidad. Se la conocía como la Casa Forestal y eso era todo. Desde hace un tiempo albergaba alguna exposición y temporalmente acogía a artistas becados. Una tarde me invitaron al vernissage de un pintor de Nueva York que había ganado una estancia de seis meses para inspirarse en aquel gran atelier natural, rodeado de luz y de mar. Me pareció descortés no ir porque era muy amigo de unos amigos míos

    La fachada continuaba igual, pero los cristales coloristas, de un delirio insuperable, habían sido sustituidos por otros, exentos de las frases y los dibujos sobre el mundo forestal que los había hecho únicos. La galería que daba la vuelta a la casa y desde donde veíamos toda la Bahía de Roses como si estuviéramos en la proa de un barco, se había cerrado, y el jardín de la entrada, con su hilera de adelfas rosas, de un romántico decadente, no existía ya.

    Claro que ahora era un edificio público, me dije.

    Entré en la casa y me quedé muda: la gran entrada, la cocina, la despensa, el pequeño comedor… Todo había desaparecido. Ahora eran cuartitos modernos de tabiques blancos y techos bajos. En el piso de arriba ya no estaba el suelo de damero de la galería ni los inmensos cuartos que habían sido nuestras habitaciones. Ahora todo era un solo espacio, frío, desangelado, a excepción del despacho de mi padre que estaba igual. En un momento de la velada el pintor que disfrutaba de la beca contó que yo había vivido allí dieciocho veranos. De repente todos me rodearon, y mientras picoteábamos un aperitivo con una copa de vino en la mano, les hablé largo rato de la casa. De todo lo que había sido y ya no era.

    Al irme prometí no volver a pisarla.

    Al día siguiente uno de los asistentes periodista de La Vanguardia, me animó a que escribiera sobre lo que había contado la noche anterior. Has dejado a todos intrigados —me dijo—. Por un momento les has hecho ver lo genial que era aquella casa de tu infancia y les has contagiado tu percepción personal de algo que ya sólo existe en tu memoria.

    Así que me puse a escribir un artículo. Posteriormente me llegaron correos para que no parara esa historia, que lo contara toda. Los dieciocho veranos.

    Como suele pasar con la escritura, el resultado ha sido una terapia por largo tiempo aplazada que resume anécdotas y vivencias de una época, un lugar, una familia y una casa.

    Somos los hijos de nuestro paisaje

    Lawrence Durrell

    Cuando una mañana de otoño hicimos las maletas y nos fuimos para siempre de la casa, entendí que en la vida de uno existe un lugar, uno concreto, en el que echas tus primeras raíces, las que fomentan tu carácter y consolidan tu personalidad. Escribir estas vivencias, me ha ratificado que la vida se estructura a partir de pequeñas anécdotas que, en mi caso, resumen una serie de soledades que me ayudaron a crecer. He sido consciente de la importancia de pasar esa época de mi vida en La Casa Forestal y no en otro lugar, de formar parte de una casa atípica, estrambótica y poco acogedora que nos cobijó a todos bajo sus grandes alas, como un águila a sus polluelos. Y de la libertad que teníamos en un mundo en el que no existían los turistas, lejos de la vida represiva de Barcelona, los internados y los lugares de veraneo bien.

    La huella de todo ello se pegó a mi piel para siempre.

    La casa forestal

    Mi padre era ingeniero forestal y en verano íbamos a donde sus proyectos le llevaran. Eran los años 50 y además de la repoblación y corrección de torrentes en las cuencas Pirenaicas y del valle de Arán, continuaba con los trabajos de la fijación de las dunas para impedir que la arena fuera ganando terreno entre la desembocadura del río Ter y la del Fluviá. Los trabajos, iniciados a finales del siglo XIX, consiguieron desenterrar las ruinas greco–romanas de Empuries, y frenaron la avanzada de la arena hacia Torroella de Montgrí, todo ello con la fijación de las dunas y la plantación de bosques de pinos. En Ampurias se construyó un contradique, hoy llamado La Miranda, cuyo fin era justamente devolver la arena al mar.

    Ambas obras necesitaban la dirección cercana de mi padre, por lo que partíamos el verano en dos y nos instalábamos en una de las Casas Forestales: la de Escós, cerca de Sort, y la de Ampurias. Cuando mis hermanos crecieron se hizo evidente que estar aislados en plena montaña era más que aburrido, por lo que acabamos pasando los tres meses en Ampurias en lo que era un caserón concebido para albergar a los ingenieros forestales y de paso poner a buen recaudo los primeros hallazgos arqueólogos de las Ruinas de Empuries. Durante años esa fue su misión bastante espartana y solitaria.

    Hasta que aparecimos nosotros.

    Yo era muy pequeña cuando llegamos por vez primera a la Casa Forestal para pasar el primero de lo que luego serían dieciocho veranos, pero de tanto oír contar a uno de mis hermanos la llegada y el despertar, su impacto acabó siendo el mío. Según contaba, era noche cerrada cuando arribamos y a duras penas se podía divisar la casa encaramada en un montículo, casi cosida por uno de sus lados a

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