Ridiculum Vitae

Por Erich Estremera

La vida es algo serio, pero también puede ser ridícula. La «carrera de la vida» puede estar llena de sendas pedregosas y espinadas... y de suaves y frescas veredas. En Ridiculum Vitae, Erich Estremera muestra los diferentes caminos por los que ha andado, dotándolos de una nueva realidad o realidad paralela y de esa maravillosa ironía de la que hace gala en no pocas de sus creaciones. La patria y las ideas que se relacionan con ella, la emigración, las inevitables decepciones, el amor y su hermano/rival el odio, el gozo y la angustia, la fortaleza y los malestares, dudas y certezas, aparecen en estos textos, entrecruzándose.
La visión cínica de la muerte, y de su contraparte la vida, y cuánto de ridiculez puede haber en ambas, son el hilo conductor para no extraviarnos en el laberinto, en el camino. La lectura de Ridiculum vitae produce, entonces, la sensación de adentrarnos en un mundo detrás del espejo en el cual no es posible dilucidar qué es más real, si lo uno o su imagen.

• Idioma: Español
• Editorial: Guantanamera
• Fecha de lanzamiento: 30 oct 2017
• ISBN: 9781524304935

Erich Estremera

Erich Estremera (Ciego de Ávila, 1979) nació de pie. Y es que nacer de esa manera lo ha llevado y traído en manos de la suerte, tiende a asegurar. En 2001 dejó los estudios universitarios para comenzar a trabajar y desde entonces se le ha visto ejerciendo labores variopintas, desde dependiente, bibliotecario, lector de tabaquería, seguridad, decorador/paisajista, hasta promotor cultural, secretario ejecutivo y jefe de la sección de literatura de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de su provincia natal. Poeta visceral y autodidacta, ha sido galardonado con un total de siete premios nacionales en Cuba. Ha publicado, además, los poemarios Granos de cebada en 2008 y Fuegos fatuos en 2010, ambos por Ediciones Ávila. Textos suyos aparecen en varias revistas literarias nacionales y extranjeras, y en otras tantas antologías, la última de ellas bajo el sello Letras Cubanas. Desde 2008 reside en Gran Canaria.

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Prólogo

Del ridículo, las islas, y a lo mejor, un pato

A Erich Estremera lo conocí hace varios años —los que no vale la pena enumerar habida cuenta de que los poetas, entre tantas cosas que no tenemos, tampoco tenemos edad—. Me lo presentaron una noche en un cóctel o en una cena de la inauguración de algo que ni recuerdo. Con mi natural desparpajo, afirmé: ¡Qué charming!, y a partir de ese comentario, nos pasamos todo el rato conversando.

Bendito sea quien nos presentó porque en ese momento comenzó a surgir una amistad como la del final de la mítica Casablanca, y en sus propios inicios empecé a conocer a uno de los poetas más originales, descabalados y cínicos que han hollado estas tierras. Y otras más.

Y así, entre tardes y noches de vinos —las más afortunadas— o de té y café —las más pobres—, y algún que otro taller literario que hacíamos asiduamente, fui conociendo —a medida que nacían— los frutos de las ramas de ese árbol, siempre verde, siempre frondoso y lleno de savia que es Erich. Tuvo una época —y de ella un libro— en la que cultivó el difícil, milenario y asiático haikú —Fuegos Fatuos, bajo el sello Ávila, 2010—, llevado a su expresión contemporánea y tropical que exigían momento y lugar. Aunque en 2007 ya había visto la luz Granos de cebada, premio Poesía de Primavera en el mismo año, y editado también por Ávila.

Diría Virgilio Piñera en