El libro de los abrazos
Por Eduardo Galeano
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Eduardo Galeano
Eduardo Galeano (1940–2015) was one of Latin America’s most distinguished writers. He was the author of the trilogy Memory of Fire, Open Veins of Latin America, Soccer in Sun and Shadow, Days and Nights of Love and War, The Book of Embraces, Walking Words, Voices of Time, Upside Down, Mirrors: Stories of Almost Everyone, and Children of the Days: A Calendar of Human History. Born in Montevideo, he lived in exile in Argentina and Spain for years before returning to Uruguay. His work has inspired popular and classical composers and playwrights from all over the world and has been translated into twenty-eight languages. He was the recipient of many international prizes, including the first Lannan Prize for Cultural Freedom, the American Book Award, the Casa de las Américas Prize, and the First Distinguished Citizen of the region by the countries of Mercosur.
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Comentarios para El libro de los abrazos
102 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5A remarkable book for its structure and social commentary. Made up entirely of short anecdotes, THE BOOK OF EMBRACES is unified by voice (curmudgeonly, observant, funny) and by a sweeping critique of colonial culture, pop culture, dictatorships, and market-based economies. A thoughtful but quick read.
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El libro de los abrazos - Eduardo Galeano
Siglo XXI/ Biblioteca Eduardo Galeano
Eduardo Galeano
El libro de los abrazos
«Pleno de gracia y de profundidad indudable.»
Germán Vargas, Cronos, Colombia
«Este libro destila América por todos los poros. ¡Dichosa la tierra
que tiene un trovador que la descubre a sus semejantes!»
Jose Ángel Bermejo, Diario 16, España
«Galeano recupera para la literatura la capacidad de recrear el mundo.»
Josep Morreres, Diario de Barcelona, España
«Una original manera de decir, una escritura eficaz que seduce al lector y establece con él un pacto secreto.»
Ana Inés Larre-Borges, Brecha, Uruguay
«Los grandes escritores caminan en la cuerda del equilibrista y arriesgan el cuello con cada palabra. En Memoria del Fuego, Galeano fue un acróbata triunfante. En El Libro de los Abrazos, se desprende de la cuerda y levita en el aire.»
Alan Ryan, The Washington Post, EEUU
«Galeano no inventa: descubre. Lo real es, para él, más fantástico que la fantasía. Una obra inclasificable.»
Erich Hackl, Deutsches Allgemeines Sonntagsblatt, Alemania
«Las historias más poéticas que he leído en los últimos tiempos.
Y también las más conmovedoras, y las más divertidas, y las más...»
Herman de Coninck, De Morgen, Bélgica
«Lea una historia por día y será usted feliz la mitad del año. Lea una historia por día y será usted triste la otra mitad. Cada página es tan hermosa como el libro.»
Koos Hageraats, HP/De Tijd, Holanda
«Estas fábulas inimitables pueden suscitar pocas dudas sobre el genio literario del autor.»
Lucio Lami, Il Giornale, Italia
Eduardo Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de l940, aunque, desde principios de 1973, el exilio le llevó primero a Argentina y posteriormente a la costa catalana de España. A principios de 1985 regresó a Montevideo, donde vivió hasta su muerte el 13 de abril de 2015.
Autor de varios libros, traducidos a numerosas lenguas, en ellos llevó a cabo, sin remordimientos, una violación de las fronteras que separan los géneros literarios. A lo largo de una obra donde confluyen la narración y el ensayo, la poesía y la crónica, sus textos siempre trataron de recoger las voces del alma y de la calle, ofreciendo una síntesis de la realidad y su memoria.
En dos ocasiones fue premiado por la Casa de las Américas de Cuba y por el Ministerio de Cultura del Uruguay. Recibió el American Book Award de la Universidad de Washington, los premios italianos Mare Nostrum, Pellegrino Artusi y Grinzane Cavour, el premio Dagerman, en Suecia, y la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Fue elegido primer Ciudadano Ilustre de los países del Mercosur y fue también el primer galardonado con el premio Aloa, de los editores de Dinamarca, el Cultural Freedom Prize, otorgado de la Fundación Lannan, y el Premio a la Comunicación Solidaria, de la ciudad española de Córdoba.
Diseño de portada
RAG
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Nota a la edición digital:
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© sobre el texto y las ilustraciones, Eduardo Galeano
© Siglo XXI de España Editores, S.A.
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akal.com
www.facebook.com/SigloXXI.es
@AkalEditor
ISBN: 978-84-323-1524-4
RECORDAR: Del latín re-cordis,
volver a pasar por el corazón.
ESTE libro está dedicado
a Claribel y Bud,
a Pilar y Antonio,
a Martha y Eriquinho.
El mundo
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de nColombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
El origen del mundo
Hacía pocos años que había terminado la guerra nde España y la cruz y la espada reinaban sobre las ruinas de la República. Uno de los vencidos, un obrero anarquista, recién salido de la cárcel, buscaba trabajo. En vano revolvía cielo y tierra. No había trabajo para un rojo. Todos le ponían mala cara, se encogían de hombros o le daban la espalda. Con nadie se entendía, nadie lo escuchaba. El vino era el único amigo que le quedaba. Por las noches, ante los platos vacíos, soportaba sin decir nada los reproches de su esposa beata, mujer de misa diaria, mientras el hijo, un niño pequeño, le recitaba el catecismo.
Mucho tiempo después, Josep Verdura, el hijo de aquel obrero maldito, me lo contó. Me lo contó en Barcelona, cuando yo llegué al exilio. Me lo contó: él era un niño desesperado que quería salvar a su padre de la condenación eterna y el muy ateo, el muy tozudo, no entendía razones.
—Pero papá —le dijo Josep, llorando—. Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?
—Tonto —dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto—. Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles.
La función del arte/1
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
—¡Ayudame a mirar!
La uva y el vino
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de nMarcela. Antes de morir, le reveló su secreto:
—La uva —le susurró— está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
La pasión de decir/1
Marcela estuvo en las nieves del Norte. En Oslo, una noche, conoció a una mujer que canta ny cuenta. Entre canción y canción, esa mujer cuenta buenas historias, y las cuenta vichando papelitos, como quien lee la suerte de soslayo.
Esa mujer de Oslo viste una falda inmensa, toda llena de bolsillos. De los bolsillos va sacando papelitos, uno por uno, y en cada papelito hay una buena historia para contar, una historia de fundación y fundamento, y en cada historia hay gente que quiere volver a vivir por arte de brujería. Y así ella va resucitando a los olvidados y a los muertos; y de las profundidades de esa falda van brotando los andares y los amares del bicho humano, que viviendo, que diciendo va.
La pasión de decir/2
Ese hombre, o mujer, está embarazado de mucha ngente. La gente se le sale por los poros. Así lo muestran, en figuras de barro, los indios de Nuevo México: el narrador, el que cuenta la memoria colectiva, está todo brotado de personitas.
La casa de las palabras
A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...
La función del lector/1
Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos, noche tras oche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de cedro donde el tío guardaba sus libros preferidos.
Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban los años.
En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río Antioquia, y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.
Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los ecos de los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en la infancia.