El regreso de la mujer de goma
Por Héctor Hidalgo
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El regreso de la mujer de goma - Héctor Hidalgo
Héctor Hidalgo González
El regreso de la Mujer de Goma
Ilustraciones de Sol Díaz Castillo
LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL
© LOM Ediciones
Primera edición, 2017
ISBN Impreso: 978-956-00-0856-5
ISBN Digital: 978-956-00-1040-7
Ilustración de portada: Sol Díaz Castillo
Diseño, Composición y Diagramación
LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago
Fono: (56-2) 2 860 6800
www.lom.cl
lom@lom.cl
No hay noticias de Brasil
Hace más de un año que no tengo ni la más mínima noticia de María de la Luz. Durante un tiempo nos escribimos regularmente; creo que fue por un par de meses a partir de su regreso a Brasil. Todo marchaba tan bien. Sus cartas me llenaban de alegría; me contaba tantas cosas: se había reencontrado con sus padres y estaba haciendo nuevos amigos y reordenando sus asuntos para que su vida asumiera el sentido correcto después de haber sufrido tanto.
Pero de pronto algo sucedió: sus cartas se suspendieron abruptamente. Por supuesto que esto me llenó de gran preocupación. Después de tan largo silencio aventuré para ella los destinos más trágicos; es que, conociendo su pasado, no era difícil imaginar que le sucedieran cosas terribles. De todas maneras insistí durante algún tiempo, escribiéndole largas cartas con la esperanza de que me contestara. Hasta que una tarde me llegó un extraño paquete lleno de timbres, proveniente de una oficina de correos de Brasil, además de un texto que cruzaba el envoltorio y que señalaba: Destinatario inubicable. Devuélvase al remitente.
En el interior del misterioso paquete me encontré con una decena de cartas mías, naturalmente selladas y con la misma inscripción.
Recuerdo que me sentí tan mal que lloré por el resto de la tarde. Mi papi intentó consolarme, pero todo fue inútil. Es que me puso muy triste el haber perdido la pista de mi amiga. Como mi papi siempre se entusiasma con todo, a la mañana siguiente se fue a la embajada de Brasil en busca de información sobre nuestra María de la Luz. Para que las diligencias de los brasileños tuvieran resultados más efectivos, les dejó una carpeta con todos los datos que pudo reunir sobre ella. Por cierto que no mencionó para nada que durante largo tiempo fue nada menos que una mujer de goma.
Total, no sé para qué se hacía tantos problemas: ¿quién se lo habría creído? En los noticiarios siempre comentan que en nuestro país hay tantos locos y a él lo podrían haber tomado por uno más. «Locos de tanto trabajar, de tanto pagar cuentas; locos por la locomoción colectiva, por la contaminación de la ciudad, por esto o por aquello», rezongaba mi papi, y no es de extrañar, puesto que a él siempre se le calienta la cabeza con este tipo de discursos. «Mejor no hablemos sobre el tema de los locos», comentaba mi mami con tono bromista. Pero él arremetía con su acostumbrada defensa de los tipos originales e imaginativos. Además, concluía invariablemente con un «como yo», aunque apenas susurrado, pues no se atrevía a decirlo muy fuerte; seguramente sentía un poco de vergüenza de tenerse tanta estima.
Sin embargo, siempre la conversación se detenía en dicho punto, porque de lo contrario mi papi se amurraba y subía a la biblioteca a escribir en el computador. Así, rápidamente se le pasaba el enojo, metiéndose en sus ensueños y fantasías, inventando historias estrafalarias, pero tan simpáticas.
A propósito, hace sólo un par de meses logró publicar la historia de María de la Luz: La Mujer de Goma, con presentación y todo. Fue sensacional. El lugar donde se realizó la ceremonia estuvo muy concurrido. Claro que la mayoría de los presentes eran amigos suyos. Esa vez mi papi habló muy bien, y cómo lo aplaudían. Yo aproveché para embromarlo por el asunto de sus amigos: le decía que los había contratado para que fueran a aplaudir. Él se llenaba de vanidad cuando le decían: «¡Qué imaginación tienes! Vamos, hombre, ¿cómo se te pudo ocurrir una historia tan extravagante?». Él sólo se limitaba a sonreír y a mirarme con una tremenda complicidad. Yo le respondía con un guiño y me sentía tan bien por haber participado en dicho relato; si hasta aparecían algunos nombres que pertenecían a la vida real; entre ellos, el mío. De todas maneras pensábamos guardar el secreto de la Mujer de Goma, porque nadie habría creído sobre su autenticidad. Si hasta la gente que la conoció cuando trabajó en el circo pensó que era un sofisticado robot, salvo sus amigos más cercanos, que estaban enterados del secreto y que lo arriesgaron todo para ayudar a su liberación.
Ahora que lo pienso, valió la pena cuidar la privacidad de María de la Luz, especialmente después de haber recuperado totalmente su naturaleza humana. Sé que nunca más se estirará como contratada, ni hará esas contorsiones que le quitaban la respiración a cualquiera; que nunca más existirá un ser como ella. Y que de nuevo es libre. ¿Libre? ¿Estará bien realmente? ¿Cómo saberlo si no me ha contestado ninguna carta desde hace tanto tiempo?
Ahora que estoy recordando tantas cosas sobre María de la Luz me siento triste y preocupada. ¿Dónde estará mi querida amiga?