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De brujas caprichosas y hadas desencantadas
De brujas caprichosas y hadas desencantadas
De brujas caprichosas y hadas desencantadas
Libro electrónico94 páginas1 hora

De brujas caprichosas y hadas desencantadas

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De brujas caprichosas y hadas desencantadas presenta dos historias: la de una bruja caprichosa, a quien su vida cambiará para siempre luego de recibir una inesperada invitación a un matrimonio, y la de un hada, que por no haber usado su magia en un máximo de tiempo, está pronta a desaparecer. Ambos arquetipos están contextualizados en el mundo contemporáneo y representan de manera entretenida y con humor problemas e inquietudes que también atañen a los seres humanos del mundo de hoy.
IdiomaEspañol
EditorialZig-Zag
Fecha de lanzamiento12 dic 2015
ISBN9789561228504
De brujas caprichosas y hadas desencantadas

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    De brujas caprichosas y hadas desencantadas - Josefina Hepp

    Delfín de Color

    I.S.B.N.: 978-956-12-2850-4.

    1ª edición: marzo de 2016.

    Gerente Editorial: Alejandra Schmidt Urzúa.

    Editora: Camila Domínguez Ureta.

    Director de Arte: Juan Manuel Neira Lorca.

    Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.

    © 2012 por Josefina Hepp Castillo.

    Inscripción Nº 220.039. Santiago de Chile.

    © 2012 por Empresa Editora Zig-Zag.

    Inscripción Nº 220.040 Santiago de Chile.

    Derechos reservados para todos los países.

    Derechos exclusivos de edición es español reservados por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

    Editado por Empresa Editora Zig–Zag, S.A.

    Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.

    Teléfono (56–2) 2810 7400. Fax (56–2) 2810 7455.

    E–mail: zigzag@zigzag.cl / www.zigzag.cl

    www.editorialzigzag.blogspot.com

    Santiago de Chile.

    El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte,

    ni archivado ni transmitido por ningún medio mecánico, ni electrónico,

    de grabación, CD-Rom, fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción,

    sin la autorización escrita de su editor.

    Índice de contenido

    Una bruja con un capricho

    Una rareza de bruja

    Una carta inesperada

    Un caballero respetable

    Un plan perfectible

    Una novia encantadora

    Unas brujas preguntonas

    Un cartero desencantado

    Una tristeza incontenible

    Una poción para olvidar

    Un hada desencantada

    Un hada desgarradoramente gris

    Tres días para el desencantamiento

    En busca de la magia

    Nada se pierde con tratar

    Todo tiene color de hormiga

    Reconociendo los lugares favoritos

    Un hada encantadora

    Una bruja con un capricho

    Una rareza de bruja

    En uno de esos barrios sin edificios que todavía quedan en cada ciudad, rodeada de casas de muros altos y jardines escondidos, vivía, para gran desconocimiento de sus vecinos, una bruja.

    Esta bruja, que amaba todo lo bello, era una rareza, una pieza de cristal refulgiendo en el fondo de un saco de carbón molido. Sus frutas preferidas eran las murtillas y las uvas moscatel rosadas. Su sabor favorito, el de los mangos, el cacao y el pistacho. Su paisaje más querido era el de un atardecer con vista a una cordillera; y las flores que más le gustaban eran las más bellas que hubiera en ese momento.

    Se movía por la vida dependiendo del ritmo y la música de las cosas. Si una silla chirriaba al moverla, no se sentaba. Si el viento galopaba en una noche de tormenta contra la ventana, ella se ponía contenta. Si en una novela romántica un amor quedaba trunco, abandonaba el libro en el acto.

    Se teñía alternativamente la gran cabellera negra y granate. Se cepillaba las pestañas cada mañana. Y la voz la tenía entrenada para cantar a todas horas, aunque los gatos alegaran.

    La belleza es una responsabilidad, solía decirse, un deber de ciertas almas sensibles. Ella misma, que se consideraba una maestra en ese aspecto, tomaba tan en serio aquella tarea que muchos años atrás había decidido enclaustrarse en su casa a producir beldades; pues no quería contaminarse con los feos problemas del mundo. Hubiera puesto un cartel en el portón que dijera Prohibido ingresar problemas, si no fuera porque la palabra problemas le resultaba terriblemente desagradable. Y porque además no era necesario; nadie ingresaba a su santuario.

    En las ocasiones en que salía a sacar la basura, se tapaba los ojos y la nariz para evitar todo contacto ingrato. Y una vez de vuelta en la casa, en su bella casa con ventanales de colores, suspiraba con alivio. Porque ahí todo era tan bello: las escaleras de caracol, la jaula dorada de los canarios dorados, la lámpara de lágrimas gigantesca, el piano de cola que nadie más tocaba, su cama envuelta en velos y mantas traídas desde lejos, la cocina reluciente, intacta.

    Y solitaria.

    A veces, en especial cuando afuera había luna nueva, se sentaba en la banqueta del piano con la frente sobre las teclas blancas y negras y se ponía a llorar.

    Después de un rato iba a verse al espejo. Mi tristeza también es bella, decidía, conmovida. Ensayaba poses y gestos tristes y sentadores.

    En esas noches le era difícil conciliar el sueño. Preparaba jalea de frambuesas para comerla con leche condensada en la cama hasta hartarse. Encendía la televisión para no tener que pensar por qué lloraba, para distraerse con las cosas que pasaban por bellas en pantalla.

    A la mañana siguiente ya no podía recordar qué la había puesto triste. Cada despertar le parecía brillante.

    ¿Qué haremos hoy, queridos?, preguntaba a sus canarios dorados. Ellos le respondían con melodías acordes. Creo que arreglaremos las matas de chilcos albos, decía un día, y partían los tres al jardín silbando. Otras veces eran las esculturas de hielo que necesitaban frío, o las fuentes de chocolate que se habían atascado, o los escarabajos de San Juan que requerían lustre. A todos atendía la bruja.

    Y si el día había sido

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